Una de las últimas imágenes de Mons. Elmer Miani celebrando misa en el Hogar San Camilo, en Agüello, Córdoba, donde vivió hasta su partida a la Casa del Padre. |
“En el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo”, y reafirmando
su fe en el Dios Uno y Trino, el Obispo Emérito de Catamarca, Mons. Elmer Osmar
Ramón Miani, dejó su testamento, del cual compartimos extractos, sobre todo en
el que se refiere al pueblo de Catamarca, al que sirvió durante su episcopado,
como también cuando se dirige a los sacerdotes, a su familia, y en un gesto de
humildad pide perdón; además dedica su pensamiento a la Virgen María. Fue
fechado el 12 de Diciembre de 2010, Día de Nuestra Señora de Guadalupe, y
aniversario de su ordenación episcopal.
Reafirmación
de su fe
“Quiero reafirmar mi fe en
el Dios Uno y Trino, que nos ama, que está presente, que guía a los hombres,
que es misericordioso y que ayuda a todos.
Quiero también confesar mi
fe en Jesucristo, el Señor, que ungió a su sacerdote para siempre a favor de mi
pueblo y mis hermanos.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida, que realiza maravillas en el mundo y en las personas,
transformando aun las cosas más dificultosas y profundas.
Creo en la Santa Iglesia de
Dios, la Santa Iglesia Católica, Apostólica, Romana. Creo en esta Iglesia,
guiada durante estos años, desde mi sacerdocio en adelante, por Pío XII, el
Beato Juan XXIII, por Pablo VI, por Juan Pablo I, Juan Pablo II, que me eligió
para el Episcopado, y Benedicto XVI.
Creo en la Iglesia que es
jerárquica, ciertamente, y al decirlo afirmo que doy gracias a Dios por quienes
fueron mis jerarquías en mi vida sacerdotal: Mons. Ramón Castellano y el
Cardenal Raúl Francisco Primatesta. A él, particularmente, le doy muchísimas
gracias por todo lo que él me regaló en confianza, en ternura, en cercanía, en
consejo, en amistad”.
A
los sacerdotes
“Agradezco a todos mis
hermanos sacerdotes, desde aquel lejano 1958 hasta hoy. Sacerdotes de la
Arquidiócesis de Córdoba, sacerdotes de otras diócesis que estudiaron en el
Seminario de Córdoba, fueron mis compañeros, fueron mis amigos. A los
sacerdotes de Catamarca, a todos y a cada uno, a los que me recibieron cuando
llegué, a los que yo ordené durante mi peregrinación como Obispo de esta
diócesis”.
A
la familia
“Agradezco de un modo
particular a mi familia, a todos ellos, comenzando por mis abuelos y hasta
muchos de los sobrinos que no conozco. A mis padres, que fueron siempre fieles.
A mis hermanos, con quienes compartí tantísimas cosas.
Nada traje a este mundo ni
nada me llevo de él. De lo que tengo en este momento, simplemente dispongo que
lo que pueda ser litúrgico quede para la Catedral de Catamarca. Las demás
cosas, sinceramente, no tienen importancia para mí. En realidad, nunca fueron
mías”.
Al
pueblo de Catamarca
“A los catamarqueños les
dejo todo mi cariño, si fuera posible toda mi ternura. Y quiero, sobre todo,
dejar mis huesos, aquí, en Catamarca, simplemente porque sé que el Señor me
llamó para estar aquí. Entonces, lo mío ha sido siempre para todos. Ojalá que
me haya salido bien. Sé que no, y por eso pido perdón.
Sinceramente, siento que no
tengo que perdonar a nadie, porque no llevo en mi corazón ningún resentimiento
que me implique el alejamiento de nadie, y por eso, con las manos por una parte
vacías, pero por otra parte llenas, quiero llegar hasta el Señor.
Repito, nada traje a este
mundo, nada me llevo. A todos, gracias. A Dios y a los hombres, y sobre todo a
mi querida Iglesia, perdón.
No sé cuánto irá a valer mi
intercesión, pero quiero desde ya que todo lo que pueda interceder por esta
diócesis, por este pueblo, por esta gente, lo haré ante el Señor y ante la
Virgen. No sé si he hecho poco o mucho, no me interesa saberlo. Y solamente lo
que va a valer va a ser la contabilidad que lleve el Señor cuando deba presentarme
ante El”.
El
perdón
“A quienes convivieron
conmigo, sinceramente pido perdón por mis malos tratos, mis palabras
inadecuadas, mis actitudes egoístas o vanidosas. Quisiera que se conservase de
mí, una imagen que podría llamar gris. Soy consciente de mi mediocridad y, por
tanto, de mi visión a una tendencia de ver grises las cosas.
Ruego, sinceramente, a
quienes me recuerden que rueguen por mí, que ofrezcan sobre todo la Santa
Eucaristía por la salvación de mi alma, y para mi pronto encuentro con Cristo,
el Salvador”.
A
la Virgen María
“Soy consciente que siempre
fui cuidado y protegido por la Santísima Virgen María, Madre de Dios, y Madre
de los hombres; particularmente le doy gracias por estos años que me ha
permitido servirla en su Santuario del Valle de Catamarca.
Suplico humildemente a
María, la Madre de Jesús, que me reciba. A Jesús, que quiso que fuera su
ministro, que quiso que fuera su otro Cristo en la tierra, me reciba con bondad
y con misericordia como El quiso mostrar la bondad de su Padre cuando explicó
ante los discípulos el misterio del Padre misericordioso.
Me uno a todos, digo gracias
a todos, y para todos, mi bendición de ahora y para siempre”.