En su homilía invitó
a “ser ciudadanos virtuosos y proactivos en bien de una sociedad más inclusiva,
más misericordiosa, más fraterna y más coherente”.
El Obispo de Catamarca, Mons.
Luis Urbanc, presidió ayer los actos en honor a Nuestra Señora de La Merced, en
la Arquidiócesis de Tucumán, por pedido de Mons. Alfredo Zecca, quien se
encuentra en Roma.
El obispo catamarqueño
presidió el acto cívico militar concretado en la plaza Belgrano y luego la Solemne
Procesión, que culminó en la plaza Independencia, y de la que participaron más
de 15.000 fieles, según fuentes policiales.
Como corolario de la fiesta
mariana, Mons. Luis Urbanc presidió la Santa Misa frente a la Catedral Basílica,
que fue concelebrada por el párroco de La Merced, Pbro. Carlos Sánchez, Mons.
Melitón Chávez y otros sacerdotes.
En
su homilía, Mons. Urbanc expresó su alegría de poder honrar a Nuestra Señora de la Merced
presidiendo la Sagrada Eucaristía en nombre del Arzobispo, Mons. Alfredo Zecca,
quien le pidió este servicio: “Mi
corazón se llena de gozo por encontrarme en medio de ustedes, como un peregrino
que agradece a la Madre de Dios su constante protección y le confía sus
necesidades como pastor de la querida diócesis de Catamarca, adonde la
Providencia me llevó a compartir, cuidar y celebrar la fe de sus hijos que la
honran con la tierna advocación del Valle”.
En otros tramos de su
predicación, el Obispo catamarqueño citó algunos párrafos del documento de
Aparecida, referidos a la misión y el discipulado afirmando que “el
discípulo-misionero ha de ser un hombre o una mujer que hace visible el amor
misericordioso del Padre, especialmente a los pobres y pecadores”. Asimismo,
tomó algunos extractos de Evangelii Gaudium, en el que el Papa Francisco afirma
que en el mundo actual los creyentes corren el riesgo, “cierto y permanente”
del consumismo y el individualismo, “de la búsqueda enfermiza de placeres
superficiales y de la conciencia aislada”.
También
invitó a que “volvamos a colocarnos bajo la Cruz del
Señor y Salvador, como el ‘discípulo amado’, para acoger en lo más precioso y
movilizador de nuestros corazones su imperecedero testamento: ‘Aquí tienes a tu
Madre’, y la hagamos nuestra, de cada uno, de cada familia, de cada comunidad,
para que Ella nos lleve siempre a Jesús y nos ayude a vivir según sus
enseñanzas, y así lleguemos a ser ciudadanos virtuosos y proactivos en bien de
una sociedad más inclusiva, más misericordiosa, más fraterna y más coherente”.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos devotos y peregrinos de la Virgen de la Merced:
Antes que nada
agradezco a Nuestra Señora de la Merced por permitirme hoy nuevamente honrarla
presidiendo esta Sagrada Eucaristía en nombre del arzobispo, mons. Alfredo
Zecca, quien me pidió este servicio, que con gran alegría llevo a cabo. Por eso
los invito a que oremos por las intenciones y necesidades del pastor de esta
arquidiócesis, quien se encuentra en Roma.
También mi corazón se
llena de gozo por encontrarme en medio de ustedes, sacerdotes, consagrados/as, seminaristas,
autoridades provinciales y municipales, representantes de los ámbitos militares,
policiales, políticos, judiciales, legislativos, educativos, sanitarios,
empresariales, gremiales, agropecuarios, como un peregrino que agradece a la
Madre de Dios su constante protección y le confía sus necesidades como pastor
de la querida diócesis de Catamarca, adonde la Providencia me llevó a compartir,
cuidar y celebrar la fe de sus hijos que la honran con la tierna advocación del
Valle.
Ustedes, bajo el lema
‘Con María de la Merced, anunciamos a Jesús’, han rezado la novena de este año
en clave misionera y meditando las enseñanzas del Papa Francisco, tomadas de su
exhortación apostólica Evangelii Gaudium… Verdaderamente, un acertado modo de
internalizar, con la oración, la consigna de Aparecida para todos los
bautizados: ser auténticos, generosos y alegres ‘discípulos-misioneros’ de
Jesucristo.
“Discipulado y misión
son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado
de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva” (Aparecida
146)…“Como discípulos-misioneros, estamos llamados a intensificar nuestra
respuesta de fe y a anunciar que Cristo ha redimido todos los pecados y males
de la humanidad” (Aparecida 134)… “El discípulo-misionero ha de ser un hombre o una
mujer que hace visible el amor misericordioso del Padre, especialmente a los
pobres y pecadores” (Aparecida 147)… “El discipulado y la misión siempre
suponen la pertenencia a una comunidad. Dios no quiso salvarnos aisladamente,
sino formando un Pueblo” (Aparecida 164)… “María es la gran misionera,
continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como
dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América” (Aparecida
269)… “El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la
necesidad de compartir con otros su alegría de ser enviado, de ir al mundo a
anunciar a Jesucristo, muerto y resucitado, a hacer realidad el amor y el
servicio en la persona de los más necesitados, en una palabra, a construir el
Reino de Dios” (Aparecida 278)… “El discípulo-misionero, movido por el impulso
y el ardor que proviene del Espíritu, aprende a expresarlo en el trabajo, en el
diálogo, en el servicio, en la misión cotidiana” (Aparecida 284)… “Ser discípulos-misioneros de
Jesucristo para que nuestros pueblos, en Él, tengan vida, nos lleva a asumir
evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que
contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los
demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano” (Aparecida 384)… “Los
discípulos-misioneros de Cristo promueven una cultura del compartir en todos
los niveles, en contraposición de la dominante de acumulación egoísta” (Aparecida
540)… “Urge acudir en todas
las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última
palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la
victoria pascual del Señor de la historia”. (Aparecida 548).
El Papa Francisco con enfática claridad afirma: “El gran riesgo del mundo
actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es el de una tristeza
individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza
de placeres superficiales y de la conciencia aislada. Cuando la vida interior
se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no
entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce
alegría de su amor… Los creyentes también corren ese riesgo, cierto y
permanente. Muchos caen en él y se convierten en seres resentidos, quejosos,
sin vida” (Evangelii Gaudium, 2)… “La vida se acrecienta dándola y se debilita
en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida
son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de
comunicar vida a los demás”… (Evangelii Gaudium, 10). “No balconeen”… “Métanse
en la cancha”… “Prefiero una Iglesia accidentada y no enferma por el encierro”
(Evangelii Gaudium, 49)… “Sean una Iglesia en salida, discípulos-misioneros que
primerean, que se involucran, que acompañan, que fructifican y festejan” (Evangelii
Gaudium, 24)… “Por haber recibido el Bautismo, cada miembro del Pueblo de Dios
se ha convertido en discípulo-misionero… La nueva evangelización implica un
nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados… Si uno de verdad ha hecho una
experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de
preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos
o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha
encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos»
y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos-misioneros” (Evangelii
Gaudium, 120)…
“Si miramos a la Virgen María, vemos que Ella sabe transformar una
cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de
ternura. Ella es la esclavita del Padre que se estremece alabándolo. Ella es la
amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la
del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de
todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta
que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para
acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno”
(Evangelii Gaudium, 286)… “Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo
revolucionario de la ternura y del cariño. En Ella vemos que la humildad y la
ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan
maltratar a otros para sentirse importantes” (Evangelii Gaudium, 288).
La Palabra de Dios que acabamos de escuchar nos ha iluminado el
misterio de la Virgen María en la historia de la salvación.
*En primer lugar el texto de Judit, heroína del Antiguo
Testamento, prefigura de algún modo a la Virgen de la Merced, patrona del
ejército argentino. De Ella supieron decir las generaciones pasadas y hoy
decimos: «¡Tú eres la gloria
de Tucumán, tú el gran orgullo de Argentina, tú el insigne honor de nuestra
raza! Al realizar todo esto con tu propia mano, has hecho un gran bien al país
naciente, y Dios ha aprobado tu obra. Que el Señor todopoderoso te bendiga para
siempre». Y todo el pueblo dijo: «¡Amén!»… (Judit 15,9-10) ¿Qué diremos,
entonces, hermanos?... «¡Amén!»… «¡Amén!»… “¡Señor, tú eres grande y glorioso,
admirable por tu poder e invencible! Que te sirvan todas las criaturas, porque
tú lo dijiste y fueron hechas, enviaste tu espíritu y él las formó, y nadie
puede resistir a tu voz” (Judit 16,13-14).
*En segundo término el texto a los Gálatas nos deja una enseñanza
muy valiosa para poder vivir en libertad junto a la Redentora de Cautivos, ya
que “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer y sujeto a la Ley, para redimir
a los que estaban sometidos a la Ley y hacernos hijos adoptivos por medio de la
efusión del Espíritu Santo que nos ayuda a llamar a Dios: Padre” (Gál 4,4-6);
en consecuencia, todos somos hermanos y herederos por gracia de Dios, de modo
que ya no hay cabida para reincidir en la esclavitud de la idolatría, que es
confiar en lo que no vale, ni hace feliz en plenitud y para siempre (Gál 4,7-8).
*Por último, volvamos a colocarnos bajo la Cruz del Señor y
Salvador, como el ‘discípulo amado’, para acoger en lo más precioso y
movilizador de nuestros corazones su imperecedero testamento: “Aquí tienes a tu
Madre”, y la hagamos nuestra, de cada uno, de cada familia, de cada comunidad,
para que Ella nos lleve siempre a Jesús y nos ayude a vivir según sus
enseñanzas, y así lleguemos a ser ciudadanos virtuosos y proactivos en bien de
una sociedad más inclusiva, más misericordiosa, más fraterna y más coherente.
Nuestra Señora de la Merced, patrona de la Arquidiócesis de
Tucumán, sigue guiando a tus hijos por el camino de la verdad, el amor, la
libertad, la unidad, el trabajo, la fidelidad, la eclesialidad y la paz. ¡¡Así sea!!
¡¡¡Viva la Virgen de la Merced!!! ¡¡¡Viva la Madre del Pueblo Tucumano!!!