“La convivencia social y política
llega a su plenitud
cuando se labran relaciones
comunitarias en
responsabilidad personal y
compromiso social”
A
primera hora de la mañana del jueves 25 de mayo, el Obispo Diocesano, Mons.
Luis Urbanc, presidió el Te Deum por el 207° aniversario del nacimiento de la
Patria, en el centenario templo parroquial de Nuestra Señora de la Merced, Generala
del Ejército Argentino, cuya inauguración data del 31 de agosto de 1841, y
donde predicó el Venerable Fray Mamerto Esquiú, ubicado en la localidad de
Villa Dolores, departamento Valle Viejo. Concelebraron el oficio religioso el
párroco, Pbro. Pablo Batallán, y el Pbro. Eduardo López Márquez.
Participaron
autoridades municipales, encabezadas por el intendente, Ing. Gustavo Jalile, y de
las fuerzas de seguridad, directivos, docentes, abanderados y escoltas de las
escuelas, y vecinos del departamento chacarero.
En
la ocasión se recordó a Mons. Elmer Osmar Miani, al cumplirse en la fecha un
nuevo aniversario de su partida a la casa del Padre.
Homilía
En
su mensaje, Mons. Urbanc expresó:
De habitantes a
ciudadanos. Por toda
la extensión de nuestro dilatado país se congregan hoy los argentinos para
celebrar el eco actual del primer grito de libertad, asumiendo así con
patriótico gozo la solemne decisión de nuestros próceres quienes, rubricando un
anhelo que se fue gestando lentamente, sellaban no una realidad ya lograda,
sino un proyecto que debía consolidarse con el paso del tiempo.
A
207 años de aquella grandiosa y comprometedora decisión, los argentinos somos
llamados hoy a redoblar nuestros esfuerzos para pasar de meros habitantes que
pueblan la Nación a ciudadanos que construyen el presente sobre el sólido
fundamento de la historia, de la responsabilidad y del compromiso, para abrir
caminos hacia un mañana cada vez más luminoso, más lleno de humanidad, de
respeto y de fraternidad.
Convivencia
social y política. Y
así ha de ser, porque la convivencia civil y política adquiere todo su
significado si está basada en la amistad civil y en el sentido de hermandad, en
la laboriosidad desinteresada y en la generosidad compartida, en la
atención a
las necesidades comunes y en la valoración de los intereses particulares, en la
promoción del bien común y en la realización integral de cada persona, en la
consolidación de la vida social y en la proyección individual. En pocas
palabras, la convivencia social y política llega a su plenitud cuando se labran
realmente relaciones comunitarias entre personas maduras en responsabilidad
personal y compromiso social.
Promover
la unidad. Por ello es sobremanera sensato escuchar con atención y
practicar con decisión las palabras de San Pedro, quien, inspirado por el
Espíritu Santo, nos exhorta a promover la unidad asumiendo como propias las
preocupaciones comunes y a cimentar el amor mediante el ejercicio constante de
la misericordia y de la humildad, del perdón y de la bendición, del apego a la
verdad y del gusto por el bien, de la búsqueda de la paz y del deseo incesante
de la justicia, de la apertura piadosa a la trascendencia divina y la inserción
creativa en la inmanencia humana.
Estas
vías superadoras indicadas por el Príncipe de los Apóstoles debieran ser
tenidas en cuenta siempre para bien de la patria y de los patriotas. Pero con
mayor ahínco han de ser asumidas y practicadas en un año electoral como el
presente, para que la contienda política no nos lleve a ver como enemigos a
quienes, por amistad social, debiéramos estimar como hermanos y amigos por cuyo
bien bregamos, nos sacrificamos y luchamos, aunque no siempre coincidan ni
nuestras perspectivas ni nuestros proyectos.
Y
lo que es válido para todos, lo es de un modo particular para nosotros,
cristianos, buscadores de la felicidad que se nos promete en el cielo y que,
limitadamente, podemos compartir ya aquí en la tierra, y que sólo es posible
conseguir con la ayuda de Jesucristo el Señor y con nuestra humilde cooperación
hecha de pasos firmes y decididos en el camino de la verdad, el bien, la
justicia, el respeto, la paz y el amor.
Patria.
Queridos hermanos:
hoy, 25 de Mayo, celebramos a nuestra amada patria Argentina, a la que
proclamamos y queremos libre, independiente y soberana.
Es
ocasión propicia, pues, para recordar que, como expusimos en otra oportunidad,
“patria” es la tierra que nos legaron nuestros antepasados; la tierra en la que
hemos emergido a la maravilla de la existencia, en la que nos alumbró la luz de
la educación y en la que nos hemos visto transidos por el fulgor de la fe; la
tierra que nos asombra con todos sus encantos y en la que habitan comunidades
que cultivan determinados valores culturales, morales y espirituales, recibidos
como preciosa herencia de nuestros mayores, conservados por las costumbres
populares, acrecentados por el amor compartido, retransmitidos con la esperanza
puesta en un futuro mejor.
Patria
son las calles que transitamos cada día, los lugares donde nos ganamos la vida,
los hogares que nos acogen con el afecto compartido, el viento que sopla cada
jornada, los árboles que se elevan en nuestras plazas, los templos que unen
cielo y tierra con la fuerza de la oración y de la piedad, las escuelas que
conservan y transmiten el tesoro cultural acumulado ayer, asimilado e
incrementado hoy, preparado para un mañana más resplandeciente.
Patria
es el suelo que se extiende de norte a sur y de este a oeste, el mar que moja
nuestras playas y el cielo que nos cobija.
Patria
es toda esta maravilla que Dios nos dio y que asociamos con nuestra existencia
y concebimos como prolongación de nuestros espíritus anhelantes de
trascendencia y eternidad.
Esta
es Argentina, nuestra querida Patria, cuya libertad, como árbol sediento, ha de
ser regada con el sudor que corre por el cuerpo de argentinos que cumplen con
perseverancia sus deberes de cada jornada para posibilitar el crecimiento de
una sociedad de hombres libres y buenos que marchan con paso seguro hacia el
bien común a la luz de la subsidiaridad, la participación y la solidaridad.
Por
nuestra Patria querida, para que se constituya la unión nacional, se afiance la
justicia, se consolide la paz interior, se provea a la defensa común, se
promueva el bienestar general y se aseguren los beneficios de la libertad,
elevamos nuestras voces y nuestro corazón para decir al Señor:
Jesucristo, Señor de la historia, te
necesitamos.
Nos sentimos heridos y agobiados.
Precisamos tu alivio y fortaleza.
Queremos ser nación,
una nación cuya identidad
sea la pasión por la verdad
y el compromiso por el bien común.
Danos la valentía de la libertad
de los hijos de Dios
para amar a todos sin excluir a nadie,
privilegiando a los pobres
y perdonando a los que nos ofenden,
aborreciendo el odio y construyendo la
paz.
Concédenos la sabiduría del diálogo
y la alegría de la esperanza que no
defrauda.
Tú nos convocas. Aquí estamos, Señor,
cercanos a María, que desde este Valle
de Catamarca nos dice:
¡Argentina! ¡Canta y camina!
Jesucristo, Señor de la historia, te
necesitamos.
Amén.