Con el Miércoles de Ceniza,
el 14 de febrero, la Iglesia da comienzo a la Cuaresma, tiempo penitencial, que
nos prepara para la celebración de la Pascua de Resurrección. Es día de ayuno y
abstinencia.
Las celebraciones litúrgicas
en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle, se realizarán
a las 7.00, 8.00, 10.00, 11.00, en el
Camarín; 19.00 y 21.00, en el Altar Mayor. En todas las misas se impondrá las
cenizas en la frente de los fieles.
En
otros templos
Parroquia
de Santa Rosa de Lima
7.30- Capilla de Monasterio
Inmaculada del Valle (Monjas Dominicas).
20.00- Capilla del Señor del
Milagro – Choya.
20.00- Iglesia de Nuestra
Señora del Perpetuo Socorro.
20.00- Capilla de Nuestra Señora
de Fátima.
20.00- Sede parroquial.
Parroquia
del Espíritu Santo
19.30- Confesiones.
20.30- Santa Misa.
Parroquia
de la Sagrada Familia
18.30- Capilla María Reina
de la Paz, barrio Achachay.
20.00- Sede parroquial,
barrio Villa Cubas.
Parroquia
de San Roque – La Chacarita
18.00- Capilla de San
José, Banda de Varela Baja.
20.00- Santuario y sede
parroquial.
Parroquia
de San José Obrero
18.00- Capilla de Santa
Teresita.
20.00- Sede parroquial,
barrio La Tablada.
Parroquia
de San Nicolás de Bari
20.00- Sede parroquial,
barrio La Viñita.
Parroquia
de San Pío X
19.00- Sede parroquial,
barrio Libertador II.
20.30- San Ramón Nonato.
Parroquia
de Jesús Niño
20.00- Sede parroquial.
Parroquia
del Sagrado Corazón de Jesús
20.00- Sede parroquial,
frente a la plaza 25 de Agosto.
Parroquia
de la Santa Cruz
20.00- Sede parroquial,
barrio Altos de Choya.
Parroquia
de San Isidro Labrador – Valle Viejo
20.00- Sede parroquial.
Parroquia
de San José – Fray Mamerto Esquiú
19.30- Sede parroquial,
Piedra Blanca.
21.00- San Antonio.
Significado
de la Cuaresma y el Miércoles de Ceniza
Cuarenta días con sus noches
llovió sobre la tierra en el diluvio universal; cuarenta años peregrinó Israel
por el desierto en su marcha hacia la tierra prometida; cuarenta días con sus
noches permaneció Moisés en el monte para encontrarse con Dios y convertirse en
portador de su mensaje de salvación; cuarenta días con sus noches corrió sin
cesar el profeta Elías hacia el monte Horeb para renovar ante el Señor la
alianza pactada con el pueblo; cuarenta días con sus noches estuvo Jesús en el
desierto entregado a la penitencia, necesaria no para Él sino para nosotros,
pecadores; durante cuarenta días se mostró Jesucristo resucitado a sus
discípulos para afirmar la fe en ellos y en nosotros.
Todos estos acontecimientos
ocurridos en la Historia de la Salvación son traídos a la memoria litúrgica en
el tiempo cuaresmal, para que los cristianos desarraiguemos el mal moral de
nuestros corazones, concibamos la vida como una marcha constante hacia la Casa
del Padre, profundicemos en el mensaje de salvación que hemos de difundir con
nuestras palabras y obras, renovemos la Nueva Alianza sellada por Jesús en el
madero de la cruz, nos dediquemos a la imprescindible penitencia que nos
impulsa hacia la renovación del corazón, nos afinquemos en el misterio de la
resurrección del Señor que da firmeza, sustancia y contenido a nuestra fe.
Sobre todo esto último,
porque la Cuaresma nos prepara espiritualmente para celebrar con fe viva la
Pascua de Jesús que ha de ser nuestra propia pascua. Durante estos días, pues,
depositamos con mayor firmeza nuestra fe y nuestra esperanza en Jesucristo
Resucitado y en su misterio pascual,para manifestarle con fervoroso corazón que
estamos dispuestos para ser hechos partícipes de su triunfo sobre el pecado, el
mal y la muerte, y para imitarlo en la entrega amorosa a los hermanos,
especialmente a los que sufren en el alma o en el cuerpo.
Este tiempo cuaresmal es
llamado “tiempo fuerte del año litúrgico”, porque en estos días el Señor
derrama más misericordiosa y copiosamente las necesarias gracias de la
conversión, de la inserción en la vida eclesial, de una espiritualidad más
honda, de la piedad sentida, comunicada y actuada, del compromiso con el
prójimo, de la promoción de la vida humana, del cuidado de la casa común, de la
perseverancia en el trabajo fructífero. Pero estas gracias y muchas más que no
hemos enumerado, no se imponen, sino que se ofrecen para que las aproveche
quien las quiera libremente recibir. Y como nos conviene sobremanera ser
gratificados por Dios en estos días especiales, debiéramos mostrar nuestra
disposición para actuar en el sentido
que nos indican estos dones.
Rito
de la imposición de cenizas
Para expresar esta
disponibilidad, empezamos el tiempo cuaresmal con el rito de la imposición de
la ceniza, que es un signo de dolor por el pecado cometido, de arrepentimiento
que nos lleva a renovar la vida, de aceptación consciente del llamado a la conversión,
de concepción de la vida humana como un paso peregrinante que es fugaz en el
contexto de la historia de la humanidad y de la historia de la salvación. Por
eso, al imponernos la ceniza, el sacerdote dice: “Conviértete y cree en el
Evangelio” o “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás”.
El rito de la imposición de
la ceniza nos convoca, además, a acentuar las prácticas propias de este tiempo
de gracia y renovación, que son, entre otras, la oración perseverante, la
penitencia más intensa, la lectura fiel y orante de las Escrituras, la apertura
del corazón para bien de los más pobres, la participación más frecuente en las
acciones estrictamente religiosas y la elevación de la mirada del alma con un
sentido trascendente.