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Carta Pastoral sobre la Oración

 Queridos hermanos y hermanas:

Debido a que en la reunión del Consejo Diocesano de Pastoral (28-10-2023), cuando se presentaba lo trabajado en los 13 grupos, salió como prioridad la oración para que el camino sinodal pueda dar frutos, he visto conveniente compartirles este breve aporte para que todos conozcamos algo más acerca de ella y, así, le dediquemos más tiempo personal, familiar y comunitario. “Orar es dialogar con Dios, Uno y Trino”.

Ya trabajando en esta carta, nos llega la iniciativa del Papa Francisco, del 21/1/2024, de dedicar este año “para redescubrir el gran valor y la absoluta necesidad de la oración”, y así prepararnos al Jubileo del año 2025.

Para vivir plenamente este año, el Dicasterio para la Evangelización publicará una serie de "Apuntes sobre la oración", para volver a poner en el centro la relación profunda con el Señor, a través de las múltiples formas de oración contempladas en la rica tradición católica.

Frecuentemente pienso en la insistencia de Jesús sobre la oración, avalada por su vida y sus palabras. Él nos invita a rezar, y Él lo hacía sin prisa y sin pausa: "Si permanecen en mí, y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que desean y lo conseguirán" (Jn 15,7). Pero nos cuesta creer en ellas porque nos falta fe; necesitamos más fe: "Si tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, nada les sería imposible" (Mt 17,20; Lc 17,6). Evoquemos a ese padre que se acerca a Jesús rogándole que cure a su hijo, a quien Jesús dice: "todo es posible para quien cree"; y éste responde: "Creo, Señor, pero aumenta mi fe” (Mc 9,23.24).  La oración es el alma de toda vida de fe y, por supuesto, de la vida cristiana. Lo es para cada persona y lo es también para la Iglesia como lo fue para Jesús              . Tengamos la mirada siempre puesta en quien todo lo puede, y seamos valientes para pedir no sólo aquello que necesitamos, sino, sobre todo, para conocerlo, amarlo y servirlo más y más. Se trata de hacer una oración de confianza absoluta en el Señor sabiendo que nos escucha. Hay que tener valor para llamar a su puerta, con la certeza de que siempre nos la abrirá.

Para orar con esa confianza absoluta que nos pide el Señor, hemos de descubrir con asombro que Dios sólo sabe de amor. Él no conoce el odio. ¡Qué bien nos lo muestra Jesús en la cruz!: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34). Debemos conocer el amor de Dios hacia nosotros, descubrir que estamos envueltos en este amor: "Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor" (Jn 15,10). 

¿Cuántas veces hemos recurrido a verificar la belleza de la creación; la de Quien la hizo y la de a quien se la manda cuidar? El salmo 8 nos manifiesta con claridad cuánto Dios ama a los hombres y la atención con la que nos trata. Creados por amor, estamos destinados a amar: "Al ver el cielo obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él y lo cuides?" (Sal 8,4-5).

               

Ante todo, contemplemos el misterio de la propia existencia y preguntémonos ¿por qué Dios nos ama tanto? Sólo el ser humano es consciente de esta belleza; ¡Somos muy poco y pequeños!, pero Dios nos pone al cuidado de todo lo que creó. 

El ser humano ha pasado por etapas muy diversas. En algunas hubo tristezas tremendas, oscuridades, mortandades, calamidades, etc. Dios parecía que estaba ausente y también los seres humanos lo abandonamos, pero Él estaba y está ahí, muy cerca de nosotros. Uno descubre por la historia de la humanidad que, tanto el varón como la mujer, si se pusieron en relación con Dios, jamás sintieron el vacío y la intemperie. Siempre quedó alguien que habló a Dios de sus necesidades y Él supo dar una respuesta que restauró la esperanza e hizo brillar la luz. Él cumple su palabra: "No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los he elegido y los he destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca. De modo que lo que pidan al Padre en mi nombre Él se los conceda. Esto les mando: que se amen unos a otros" (Jn 15,16-17).

 La vida de quien hace oración, de quien mantiene un diálogo abierto con Dios, con independencia de las circunstancias concretas,          está iluminada y equilibrada. La oración da alegría, da luz y alegra el corazón al hacernos conscientes de que Dios nos ama, nos sostiene, nos alienta, nos hace salir al encuentro de los demás, que son nuestros hermanos. No todos los hombres se atreven a hacer oración, pero los invito a probar. Entra dentro de ti mismo y verás que hay alguien del que tienes necesidad, que te responde y te acompaña. Esta vida es un regalo de Dios y tenemos necesidad de vivirla en la alegría de un amor que envuelve.

La manifestación más plena de ese amor nos la ha dado Jesucristo, que nos dijo cuando murió Lázaro: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?" (Jn 11,25-26). Hasta en los momentos más duros de la existencia humana, Dios quiere mantener un diálogo abierto con nosotros y darnos su luz y su amor. En el encuentro con Marta nos manifiesta hasta dónde llega el amor de Dios por nosotros. Ella le contestó: "Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo" (cfr. Jn 11,25-27).

Ese diálogo que tuvo Marta con Jesús lo podemos mantener nosotros en todos los momentos de nuestra vida. Descubramos que Dios nos hizo para Él, que nos guarda en su amor. Al ser conscientes de ello, surgirá la necesidad de darle gracias y alabarlo. Mira en el fondo de tu corazón, a ejemplo de María, la hermana de Marta y Lázaro, “María, tu hermana, ha elegido lo mejor” (Lc 10,42), pues hay una inquietud de un Tú que es Dios mismo, que nos hable y a quien podamos hablar. 

Hoy con más intensidad se da esa inquietud, quizá sin saber de dónde procede, pero existe, entre otras cosas, porque estamos diseñados por Dios, creados por Él para vivir según Él y en permanente diálogo con Él. En este sentido, subrayo lo siguiente:

 1.- La oración cristiana no es sometimiento ni esclavitud, es amistad, es  promesa, es comunión, es cercanía. Déjate amar por quien tiene una predilección única por ti.         

 2.- La oración cristiana nos habla de un Dios que no ha permanecido en el silencio o  en la oscuridad, sino que entró en relación con nosotros.

 3.- La oración cristiana es tu voz que se lanza a hablar y al encuentro de un Dios que hizo todo lo que existe, que te habla, te busca y te ama.Y que te salva por medio de la Encarnación, Muerte y Resurrección de su  Amado y Eterno Hijo, Jesucristo, en la gran familia que es la Iglesia.  

 4.- La oración cristiana te da el atrevimiento de decir a Dios: "Padre", de llorar ante Él y de pedirle lo imposible sabiendo que da respuestas.         

 5.- La oración cristiana tiene un momento como el de los Reyes Magos: pones a los pies del Señor lo que eres y tienes, mostrando que crees que Él  lo puede todo.      

 6.- La oración cristiana te dispone a vivir en una relación de confianza; puedes pedirle todo, explicarle todo, contarle todo       y confiarle todo.

 7.- La oración cristiana te hace entrar en tal comunión con Dios que eres capaz de decirle:  "Siempre como Tú, siempre como Tú dices y actúas".

 8.- La oración cristiana te abre a la bondad y a la belleza de todo lo que existe, te abre a la luz, te saca del caos de tus  inestabilidades, te regresa a la verdad y a  ponerte en manos de Dios para servir de corazón a los demás.  

Ahora te comparto una serie de enseñanzas del santo Cura de Ars, Juan María Vianney, un verdadero hombre de oración:

1.- "La oración es la elevación de nuestro corazón a Dios, una   dulce     conversación     entre la creatura y su Creador" (Sermón sobre la oración).

2.- "Con la oración todo lo puedes, eres dueño, por así decirlo, del querer de Dios" (Sermón sobre la perseverancia).

3.- "La oración abre los ojos del alma, le hace sentir la magnitud de su miseria, la necesidad de recurrir a Dios y de reconocer sin temor su propia debilidad" (Sermón sobre la oración).

4.- "Todos los males que nos agobian en la tierra vienen precisamente de que no oramos, o lo hacemos mal" (Sermón sobre la oración).

5.- "Todos los santos comenzaron su conversión por la oración y por ella perseveraron; y todos los condenados se perdieron por su negligencia en la oración. Digo, pues, que la oración nos es absolutamente necesaria para perseverar" (Sermón sobre la perseverancia).

6.- "¡Cuántas veces venimos a la iglesia sin saber a qué venimos ni qué queremos pedir! Pero, cuando se va a casa de cualquiera, se sabe muy bien por qué uno se dirige a ella. Los hay que parecen decirle a Dios: «Vengo a decirte dos palabras para cumplir contigo...». Con frecuencia pienso que, cuando venimos a adorar a nuestro Señor, conseguiríamos todo lo que quisiéramos, con tal de pedirle con fe viva y un corazón puro" (Sobre la oración).

7.- "Nuestras oraciones han de ser hechas con confianza, y con una esperanza firme de que Dios puede y quiere concedernos lo que le pedimos, mientras se lo supliquemos debidamente" (Sermón sobre la oración).

8.- "Hemos de orar con frecuencia, pero debemos redoblar nuestras oraciones en las horas de prueba, en los momentos en que sentimos el ataque de la tentación" (Sermón sobre la oración).

9.- “Por muchas que sean las penas que experimentemos, si oramos, tendremos la dicha de soportarlas enteramente resignados a la voluntad de Dios; y por violentas que sean las tentaciones, si recurrimos a la oración, las dominaremos” (Sermón sobre la oración).

10.- "La tercera condición que debe reunir la oración para ser agradable a Dios, es la perseverancia. Vemos muchas veces que el Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no es una negativa, sino una prueba que nos dispone a recibir con más abundancia lo que pedimos" (Sermón sobre la oración).

A continuación, la oración que solía rezar el santo Cura de Ars:

“Te amo, Oh mi Dios, y mi único deseo es amarte hasta el último suspiro de mi vida. Te amo, Oh infinitamente amoroso Dios, y prefiero morir amándote que vivir un instante sin Ti. Te amo, Oh mi Dios, y mi único temor es ir al infierno, porque ahí nunca tendría la dulce consolación de tu amor. Oh, mi Dios, si mi lengua no puede decir cada instante que te amo, por lo menos quiero que mi corazón lo repita cada vez que respiro. Ah, dame la gracia de sufrir mientras te amo, y de amarte mientras sufro; y, el día que me muera no sólo amarte, sino sentir que te amo. Te suplico que mientras más cerca esté de mi hora final aumentes y perfecciones mi amor por Ti”. Amén.

Santo Domingo Guzmán nos recuerda que, en el origen del testimonio de la fe, que todo cristiano debe dar en la familia, en el trabajo, en el compromiso social y también en los momentos de distensión, está la oración, el contacto personal con Dios. Sólo esta relación real con Dios nos da la fuerza para vivir intensamente cada acontecimiento, especialmente los momentos de mayor sufrimiento. Nos recuerda también la importancia de las posturas exteriores en nuestra oración. Arrodillarse, estar de pie ante el Señor, fijar la mirada en el Crucificado, detenerse y recogerse en silencio, no son secundarios, sino que nos ayudan a ponernos interiormente, con toda la persona, en relación con Dios. Con el corazón en la mano te quiero llamar una vez más la atención sobre la necesidad para nuestra vida espiritual de encontrar diariamente momentos para rezar con tranquilidad. Y, como san Francisco de Asís ante el crucifijo, exclama confiadamente: “Altísimo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón. Dame una fe recta, una esperanza cierta y una caridad perfecta, juicio y discernimiento para cumplir tu verdadera y santa voluntad”. Amén

San Alfonso María de Ligorio describe la oración como «el medio necesario y seguro para obtener la salvación y todas las gracias que necesitamos para conseguirla». También acuñó una famosa máxima, muy elemental, que dice: «Quien ora, se salva; quien no ora, se condena». Comentando esta frase lapidaria, añadía: «Salvarse sin orar es dificilísimo, más aún, imposible..., pero, si se ora, salvarse es algo seguro y facilísimo» (II, Conclusión). Y prosigue diciendo: «Si no oramos, no tenemos excusa, porque la gracia de orar se da a cada uno... Si no nos salvamos, toda la culpa será nuestra, porque no hemos rezado» (ib.). 

Así pues, al decir que la oración es un medio necesario, san Alfonso quería dar a entender que en todas las situaciones de la vida no se puede dejar de orar, especialmente en los momentos de prueba y dificultad. Siempre debemos llamar con confianza a la puerta del Señor, sabiendo que él cuida de sus hijos, de nosotros, en todo. Por esto, se nos invita a no tener miedo de recurrir a él y presentarle con confianza nuestras peticiones, con la certeza de que obtendremos lo que necesitamos.

Para concluir, he considerado oportuno transcribir los siguientes números del Catecismo de la Iglesia Católica, perenne y segura doctrina acerca de los contenidos de nuestra fe cristiana.

LA ORACIÓN EN LA VIDA CRISTIANA

2558 “Este es el misterio de la fe”. La Iglesia lo profesa en el Símbolo de los Apóstoles (primera parte) y lo celebra en la Liturgia sacramental (segunda parte), para que la vida de los fieles se conforme con Cristo en el Espíritu Santo para gloria de Dios Padre (tercera parte). Por tanto, este misterio exige que los fieles crean en él, lo celebren y vivan de él en una relación viviente y personal con Dios vivo y verdadero. Esta relación es la oración.

 ¿QUÉ ES LA ORACIÓN?

“Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría” (Santa Teresa del Niño Jesús, Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390).

  Si la oración es un encuentro de amor, debemos tener claro a Quién se dirige nuestra mente y corazón cuando elevamos el pensamiento al más allá. Ahora bien, es necesario que tengamos claro que cuando rezamos Dios nos escucha, pero que espera las buenas obras y la mejora de vida.

La oración como don de Dios

2559  “La oración es la elevación del alma a Dios  o la petición a Dios de bienes convenientes”  (San Juan Damasceno, Expositio fidei , 68 [De fide orthodoxa 3, 24]). ¿Desde dónde hablamos cuando  oramos? ¿Desde la altura de nuestro orgullo y de nuestra propia voluntad,  o desde “lo más profundo”           (Sal 130,1) de un corazón humilde y contrito? El que se humilla  es ensalzado  (cf. Lc 18,9-14). La humildad es la base de la oración.  “Nosotros no sabemos pedir como conviene”  (Rm 8,26). La humildad es una  disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre  es un mendigo de Dios  (San Agustín, Sermón 56, 6 ,9).

2560 “Si conocieras el don de Dios”  (Jn 4,10). La maravilla de la oración se revela precisamente allí, junto al pozo donde vamos a buscar nuestra agua: allí Cristo va al encuentro de todo ser humano, es el primero en buscarnos y el que nos pide de beber. Jesús tiene sed, su petición llega desde las profundidades de Dios que nos desea. La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él (San Agustín).

2561 “Tú le habrías rogado a él, y él te habría dado agua viva” (Jn 4,10). Nuestra oración de petición es paradójicamente una respuesta. Respuesta a la queja del Dios vivo: “A mí me dejaron, manantial de aguas vivas, para hacerse cisternas, cisternas agrietadas” (Jr 2,13), respuesta de fe a la promesa gratuita de salvación (cf Jn 7,3739; Is 12,3; 51,1), respuesta de amor a la sed del Hijo único (cf Jn 19,28; Za 12,10; 13,1).

La oración como Alianza

2562 ¿De dónde viene la oración del hombre? Cualquiera que sea el lenguaje de la oración (gestos y  palabras), el que ora es todo el  hombre. Sin embargo, para designar  el lugar de donde brota la oración, las  Sagradas Escrituras hablan a veces del  alma o del espíritu, y con más  frecuencia del corazón (más de mil  veces). Es el corazón el que ora. Si  éste está alejado de Dios, la expresión  de la oración es vana.

2563 El corazón es la morada donde yo  estoy y habito (según la expresión semítica: donde yo “me adentro”). Es nuestro centro escondido, inaprensible, ni por nuestra razón ni por la de nadie; sólo el Espíritu de Dios puede sondearlo y conocerlo (cf. Jer 17,10; 1Cor,2,10-11). Es el lugar de la decisión, en lo más profundo de nuestras tendencias psíquicas. Es el lugar de la verdad, allí donde elegimos entre la vida y la muerte. Es el lugar del encuentro, ya que, a imagen de Dios, vivimos en relación: es el lugar de la Alianza.

2564 La oración cristiana es una relación de Alianza entre Dios y el hombre en Cristo. Es acción de Dios y del hombre; brota del Espíritu Santo y de nosotros, dirigida por completo al Padre, en unión con la voluntad humana del Hijo de Dios  hecho hombre.

 La oración como comunión

2565 En la nueva Alianza, la oración es la relación viva de los hijos de Dios con su Padre infinitamente bueno, con su Hijo Jesucristo y con el Espíritu Santo. La gracia del Reino es “la unión de la Santísima Trinidad toda entera con el espíritu todo entero” (San Gregorio Nacianceno, Oratio 16, 9). Así, la vida de oración es estar habitualmente en presencia de Dios, tres veces Santo, y en comunión con Él. Esta comunión de vida es posible siempre porque, mediante el Bautismo, nos hemos convertido en un mismo ser con Cristo (cf. Rm 6,5). La oración es cristiana en tanto en cuanto es comunión con Cristo y se extiende por la Iglesia que es su Cuerpo. Sus dimensiones son las del Amor de Cristo (cf. Ef 3,18-21).

Diversos modos de Oración

  Es clásica la diferencia entre oración personal y comunitaria, cuya máxima expresión es la litúrgica. Sin embargo, el encuentro íntimo con Dios es necesario para llegar a la experiencia de la oración. Sin la oración personal, la litúrgica se hace palabrería. Sin la litúrgica la personal es afectividad vacía. Con ambas armonizadas nos acercamos a Dios.

 1.- Personal:

(Mt 6,5-13)  “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te escuchará” (Mt 6,6); Y, “cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes recen así: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre,…” . 

 Los cristianos, a ejemplo de Jesús y de sus discípulos, consideramos que la oración es un encuentro con Dios. Ningún signo sacramental ni práctica de piedad tienen sentido sin el espíritu de oración, que equivale a vivir en la presencia de Dios que habla y oye, que ama y pide ser amado. La oración es la respuesta del hombre a Dios, pues lo reconoce como Señor del Universo. Pero, para el cristiano es el diálogo amoroso con el Padre que está en los cielos, tal como Jesús lo practicó y nos lo enseñó.

2.- Comunitaria:

“Les aseguro que, si 2 de ustedes se unen en la tierra para pedir algo, mi Padre que está en el cielo se lo concederá. Porque donde hay 2 o 3 reunidos en mi Nombre, yo estoy en medio de ellos” (Mt 18,19-20).

 Es la que hacemos en compañía de los otros creyentes y elevamos al Señor de modo grupal y solidario. Se elevan plegarias y sentimientos al Señor, pero con la participación de otros. Significa la unión con el Señor que se hace presente en la comunidad que le dirige sus plegarias y se pone en actitud de escuchar de forma solidaria y compartida. Es decir, ya no se establece una relación lineal entre el yo y Dios, sino entre el nosotros y el Padre, pero teniendo a Jesús en medio. Así la oración comunitaria supera a la personal. Esta oración es imprescindible en todo grupo de creyentes para que puedan relacionarse entre sí a la luz de la fe y para poder vivir y obrar apostólicamente alimentados por el amor a Dios. La oración es la fuerza aglutinadora de cada grupo y el bálsamo que alivia fatigas, fuego que contagia anhelos y levadura que viabiliza sueños. 

 La oración comunitaria tiene su máxima expresión en la litúrgica, que es la oración oficial de la Iglesia (Liturgia). Es aquella que la Iglesia, como tal, tributa a su divino Esposo. Con el paso de los siglos, la Comunidad de los que seguimos a Jesús hemos ido organizando nuestra plegaria pública en diversas formas permanentes, y ésta se concreta cuando celebramos los sacramentos, sobre todo, la Santa Misa o Eucaristía. También con el rezo de la Liturgia de la Horas, con la que santificamos distintos momentos del día.

 NB.- Tanto la oración personal como la comunitaria pueden hacerse en silencio u oralmente; recitando o cantando; de rodillas o de pie; sentados o postrados; en un lugar sagrado, al aire libre, viajando o en el trabajo, etc.

 La Iglesia ha sido consciente de la importancia que tiene la oración como estilo de vida del cristiano. Por eso impuso en sus normas el descanso dominical de los fieles, a fin de que se pudieran dedicar más fácilmente a la oración personal y comunitaria. Multiplicó sus fórmulas y sus invitaciones para dirigir el corazón hacia Dios. Realizó mucha rogativas y ofrendas por las necesidades particulares y colectivas de los que le escuchaban. Enseñó a dar gracias en los acontecimientos beneficiosos y a dirigir súplicas en los peligros y dificultades colectivas. Toda la existencia de la Iglesia estuvo inspirada en el mandato del Señor: "Velen y oren, para que no caigan en la tentación" (Mc 13,33).  

                Jesús y el Padre

El primer destinatario de la oración debe ser siempre Jesús, vivo y resucitado. No basta el recuerdo histórico del Jesús humano. Es preciso partir del hecho que Él se halla en medio de nosotros (oración comunitaria) o en nosotros (oración personal). A través de Él nos dirigimos al Padre que le ama y nos ama por Él y en Él. El encuentro con Dios se hace cada vez más puro y profundo cuanto más hablamos con Él, orando y meditando. María mediadora

Jesús quiso que su Madre Santísima se elevara en la Iglesia como cauce para el encuentro con Él. Por eso los cristianos siempre se han dirigido a Ella con amor filial y confianza plena. Todos acuden a Ella en momentos de especial importancia o dificultad. María, es para los cristianos modelo y apoyo. Ella nos puede enseñar a buscar y aceptar en la oración la voluntad de Dios, incluso cuando no entendemos nada de lo que nos está ocurriendo. Su palabra es el modelo: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1,38). Ella da luz y fuerza. Misteriosamente está presente en la mente y en el corazón. Ella nos enseña a decir: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador” (Lc 1,46-47). Toda su vida es modélica: “María conservaba todas estas cosas en su corazón y las meditaba” (Lc 2,19).

                Los Santos

Son ejemplo de vida cristiana y nuestros amigos e intercesores que recogen nuestros ruegos y deseos para presentarlos a Dios. Las plegarias y las promesas que en su honor elevamos son formas de encontrarnos con Dios.  ¿Cómo orar hoy a San José, a San Antonio, a San Francisco, a nuestro santo patrono, al beato Esquiú? Con la sencillez de siempre, de quien entiende que hay figuras que nos oyen en Dios y que pueden interceder activamente por nosotros. Es evidente que debemos superar las fantasías antropomórficas y que los santos no escuchan nuestras voces como si de una comunicación telefónica se tratara. Pero tampoco podemos reducir su intercesión a lo puramente simbólico y metafórico, como si de un engaño infantil se tratara. Cuando invocamos a los santos, no los interponemos como fetiches entre Dios y nosotros, sino que nos sentimos con ellos miembros del mismo Cuerpo Místico, la Iglesia, y asumimos "el dogma de la comunión de los santos" haciendo sus méritos celestiales como garantía de nuestra confianza terrena.

                Modos de orar

Todo el proceso de formación espiritual de los cristianos se basa en la oportunidad y acierto de los estilos, invitaciones y encuentros de oración que permiten al creyente dirigir su mente y sus acciones a Dios y a los hechos de Jesús, supremo modelo y centro del amor cristiano.

Algunos criterios o formas de Jesús deben ser en todo caso el estímulo y el modelo de la oración del cristiano.

 *La oración con los Salmos y con la Palabra de Dios fue la preferida por Jesús. Debe serlo también para cada uno de nosotros. Él oraba con los Salmos y reflejaba sus sentimientos y mensajes:  Sal 39,8-9; 40,10; 21,2. Era consciente de que los textos sálmicos eran previsiones y anuncios de su misión en la tierra (Lc 24 ,44). 

 *Oración práctica y vital: los gestos de Jesús no eran grandilocuentes, sino sencillos, familiares, serenos y cordiales. Orar al modo de Jesús, desde la vida y desde cada circunstancia que se presenta, es el ideal diario. Por eso Jesús   condenaba la oración del fariseo, el que se ponía en la esquina de las calles, el  que se jactaba de ser mejor que los demás (Lc 18,10-13; Mt 5,20). Debemos orar desde la vida: necesidades, deseos, problemas, acciones de gracias, súplicas, desagravios, etc. Oración que no refleja la vida es artificial. 

 *Oración mística y misteriosa, que no está reñida con lo natural. Es la que hace en el hombre el Espíritu Santo. Es la que aparece en Jesús cuando va a resucitar a Lázaro (Jn 11,41-42) y la que eleva a Dios como despedida de sus Apóstoles (Jn 17,1-26): comienza con "Padre" y termina "me has enviado".  

Aprender y Enseñar a Orar

La educación en la oración y para la oración es tarea primaria y básica en la educación de la fe.

El Catecismo de la Iglesia Católica, en el n° 2688 afirma que "La catequesis de niños, jóvenes y adultos, está orientada a que la Palabra de Dios se medite en la oración personal, se actualice en la oración litúrgica, y se interiorice en todo tiempo a fin de fructificar en una vida nueva. Ésta es también el momento en que se puede purificar y educar la piedad popular (cf. Catch. Trad. 54). La memorización de las oraciones fundamentales ofrece una base indispensable para la vida de oración, pero es importante hacer gustar su sentido desde los primeros años". 

Por eso, les recuerdo tres criterios básicos indicado por el Catecismo:

*"La familia cristiana es el primer lugar de la educación en la oración. Fundada en el sacramento del matrimonio, es la "Iglesia doméstica" donde los hijos de Dios aprenden a orar "en Iglesia" y a perseverar en la oración. Particularmente para los niños pequeños, la oración diaria familiar es el primer testimonio de la memoria viva de la Iglesia que es despertada pacientemente por el Espíritu Santo" (n° 2685).

*"Los ministros ordenados son responsables de la formación en la oración de sus hermanos y hermanas en Cristo... y han sido ordenados para guiar al pueblo de Dios a las fuentes vivas de la oración” (n °2886). Pero no sólo los sacerdotes, sino todos los ministros de la Palabra en sentido amplio, religiosos o laicos, deben ser testigos y educadores de la oración. 

*El sentido comunitario y litúrgico de la oración cristiana se halla asociado a la solidaridad en la fe. "Los "grupos de oración", son "escuelas de oración"; son hoy uno de los signos y uno de los acicates de la renovación de la oración en la Iglesia" (n° 2689).

 Algunos Criterios para una buena y sólida educación en la oración :

*Ayudar a cultivar una actitud fe en la presencia de Dios, adaptada a cada  edad y a cada situación espiritual, debe ser una tarea gratificante para cada educador.

*La frecuencia de las plegarias nacidas del corazón, y no rutinarias repeticiones de fórmulas, es signo de suficiente experiencia y de agradable adquisición de hábitos en este ámbito de la vida cristiana.

*El contacto con personas espirituales y con orantes que contagian con su  ejemplo irresistible, son medios insuperables para  aprender a orar.

*El apoyo de las facultades mentales: memoria, fantasía, reflexión, afectividad y apoyos en la solidaridad de los otros, son también recursos que se deben poner en juego de forma oportuna y adecuada a cada momento o  situación personal o comunitaria.

 NB.- Todo educador de la fe recuerde que hay un modo de orar para cada etapa de la vida: para la infancia, para el preadolescente, para la juventud, para la madurez y para el anciano. Como para cada situación y momento: cuando se triunfa o cuando se sufre, cuando uno se siente hábil y cuando se cree fracasado. Lo importante es el estilo personal y la actitud espiritual. La persona aprende a orar cuando aprende a expresar a Dios su estado de ánimo y comparte con él su vida, incluso si todo va mal. Así lo hacía Job: "Estoy hastiado de la vida: me voy a entregar a las quejas, desahogando la amargura de mi alma y pidiendo ayuda a Dios" (Job 10,1).

 ¿Qué tan importante es la Oración para ti y para nosotros?

Esta es una reflexión propia que les dejo, pero quisiera que me dijeras o me dijeran cuán importante es para ti y para ustedes la comunión con Dios. La oración sin duda alguna es la mejor manera de comunicarse con Dios. Es el medio para el diálogo diario con Aquél que nos creó y que nos ama tal y como somos. La importancia de la comunicación diaria a través de la oración no se puede subestimar. Es tan importante que se menciona más de 250 veces en las Escrituras. Entonces, no sólo busques o busquen a Dios cuando tienes o tienen un problema una dificultad o una enfermedad, sino siempre, agradeciéndole, alabándolo y dándole gloria, pues de Él procede toda Bendición y Gracia.

 ¿Y, qué tan importante es la oración diaria?

*En primer lugar, la oración diaria nos da la oportunidad de compartir todos los aspectos de nuestra vida con Dios. *Segundo, la oración diaria nos da la oportunidad de expresar nuestra gratitud por las cosas que Dios provee. *Tercero, la oración diaria proporciona la plataforma para confesar nuestros pecados y pedir ayuda para vencerlos. *Cuarto, la oración diaria es un acto de adoración y obediencia. Y, *finalmente, la oración diaria es una forma de reconocer quién realmente controla de nuestras vidas.

Dios nos quiere cerca de él en todo momento. Con esto no digo que hemos de estar dentro del templo todos los días, sino que nos demos el tiempo para agradecer por las cosas buenas y malas, para fortalecer la Fe, afianzar la Esperanza, acrecentar el amor, cultivar la comunión con la tres Personas Divinas y para reconocer la Fidelidad y Providencia divinas.

Quien reza, asidua, confiada y libremente, sabrá reconocer, expiar y apartarse de sus pecados por medio de un sincero arrepentimiento, amando y proclamando el inefable sacrificio Redentor de Jesucristo.

La Oración diaria es un acto de adoración y obediencia, es una forma de reconocer que a Dios le entregamos las riendas de nuestras vidas. Es un reconocimiento de la soberanía de Dios. Sólo tú puedes decidir ‘estar bien o mal’, Él siempre estará esperando tu oración, tu cercanía, tu amistad.

¿Qué tal si lo aplicas y me cuentas como te va?

 En fin, les aseguro mi oración; y Ustedes háganlo por mí. Gracias.

Mons. Luis Urbanč 

8° Obispo de la Diócesis de Catamarca 

 

ASAMBLEA DIOCESANA 

ORACIÓN PARA ESTE TIEMPO

 

Estamos ante ti, Espíritu Santo,  transitando como Iglesia este tiempo de profunda sinodalidad.

Hemos vivido nuestra Asamblea Diocesana con mucha alegría,  como una experiencia de comunión, participación y misión,  y con tu asistencia, en un clima de discernimiento, para escuchar tu voluntad en el camino de los próximos años. Que las líneas pastorales que hemos asumido nos ayuden a ser:  

Una comunidad abierta y acogedora, que escucha y dialoga,

Una comunidad que anima y atiende las necesidades de su pueblo,

Una comunidad que acoge y acompaña a la familia y a la juventud,

Una comunidad comprometida con los pobres y necesitados,

Una comunidad que Evangeliza con una Catequesis kerigmática y en salida,

Una comunidad sensible y al servicio del hermano en situación vulnerable,

Una comunidad que promueve el protagonismo alegre de los jóvenes,

Una comunidad atenta e involucrada en las problemáticas sociales,

Una comunidad organizada que articula y planifica la tarea pastoral, Una comunidad que rechaza la violencia y busca construir la paz. 

Que en este caminar con estilo sinodal  nos sintamos acompañados por nuestra Madre del Valle y el Beato Esquiú, intercesores de nuestra querida Diócesis.

Esto te lo pedimos a ti, que obras en todo tiempo y lugar,  en comunión con el Padre y el Hijo por los siglos de los siglos. Amén

 

Oración del Jubileo

Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en

tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad

infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo,

despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino.

Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores

de las semillas del Evangelio que fermenten la humanidad y el cosmos,

en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva,

cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria.

La gracia del Jubileo reavive en nosotros, Peregrinos de Esperanza,

el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero

la alegría y la paz de nuestro Redentor.

A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos.

Amén.