Camino a la Beatificación

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31 marzo 2024

Mons. Urbanč en la Misa de Pascua

En este día central de nuestra fe no dejemos de soñar que un mundo distinto es posible con nuestro compromiso”

 

En la mañana de este 31 de marzo, el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, presidió la Misa de las 8.00, con transmisión radial, en el altar mayor de la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Madre del Valle, donde anoche presidió la Vigilia Pascual.

“¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Cristo ha Resucitado!”, dijo en el inicio su homilía, agregando que hoy “el silencio y la austeridad de la Cuaresma dan paso ahora al gozo y la alegría porque Jesús, el Señor, ¡ha resucitado!... “¡No busquen entre los muertos al que vive! ¡El crucificado, no está aquí, ha resucitado!” (Lc 24,5). En estas dos frases encontramos el sentido más profundo de nuestra fe y la razón más sólida de nuestra esperanza. Somos hijos y discípulos del Dios que ha vencido a la muerte y con su triunfo nos abre el camino hacia una vida en plenitud en la que no estaremos sujetos a los avatares del tiempo y del espacio”.

“Es, desde esta certeza del triunfo de la vida, que los cristianos interpretamos las diferentes situaciones de nuestra vida y, en especial, aquéllas que han dejado dolorosas cicatrices, pues para nosotros la muerte no tiene la última palabra, y, todos los sufrimientos son mitigados en el encuentro con el único Dios vivo y Padre de todos, que desborda ternura, compasión, misericordia y amor”, manifestó. 

 

Vida en abundancia para todos

Luego afirmó que “somos hijos y discípulos de un Dios que desde la primera hora de su manifestación es un canto a la vida… Somos hijos y discípulos de un Dios que es, ante todo, Buena Noticia, porque la vida ha vencido. Pero, no somos ingenuos. Sabemos que hay mucho sufrimiento en el mundo y que son muchos los pueblos que siguen siendo crucificados por el odio y la sinrazón. Por ellos tomamos parte y por ellos queremos hacernos cargo de su realidad desde nuestra opción radical por el proyecto de Jesús que es la vida en abundancia para todos”. 

Y continuó expresando que “aún en medio de los lamentos los cristianos seguimos, como Jesús, apostando tercamente por la vida. ¡Con Jesús hemos resucitado… vamos a Galilea!... Volver a Galilea es inaugurar un tiempo de gracia para volver a empezar y para reemprender la marcha de la historia desde la vida. Esta ‘segunda parte’ de nuestro camino, hecho el paso de la muerte a la vida, ha de ser una manifestación clara de nuestra voluntad inquebrantable de trabajar por la vida digna para todos”.

 

Testigos de Jesús y constructores de vida

En otro tramo de su predicación afirmó que somos testigos de Jesús resucitado y constructores de vida hoy, cuando “defendemos la vida aún a costa de nuestra propia vida. No hay vidas ni ciudadanos de primera y segunda categoría. Para nosotros, toda vida es objeto de nuestro cuidado y todo atropello contra la dignidad de cualquier ser humano es objeto de nuestra denuncia y compromiso por superarnos día a día”. 

“…Cuando luchamos y trabajamos por la justicia que es la que genera las condiciones de posibilidad para vivir con la dignidad de hijos y hermanos…  cuando somos artesanos de paz y puentes de reconciliación entre los hombres y los pueblos que sufren el odio y la guerra. Desde la vida de Jesús, llamamos a todos los que empuñan las armas a que las depongan y, escuchando al profeta, las conviertan en podaderas y arados que generen trabajo y desarrollo con equidad… cuando nuestras comunidades se caracterizan por la acogida y el respeto. No soñamos un mundo uniforme, soñamos un mundo diverso, y, para lograrlo, en nuestras comunidades debe haber lugar para todos”. 

“Somos testigos de Jesús resucitado cuando somos capaces de cantar y llorar porque la vida ha trasformado nuestro corazón de piedra en corazón de carne. En este día central de nuestra fe, no nos dejemos robar la alegría, no dejemos de soñar que un mundo distinto es posible con nuestro compromiso y no permitamos que desfallezca nuestra esperanza porque Jesús, ha resucitado: ¡Está Vivo, y vive desde siempre y para siempre!”, señaló. 

Finalmente pidió: “María, Madre del Resucitado, ayúdanos a creer y a vivir como resucitados para que la luz de la Fe brille en cada ser humano. Amén”.

 

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos hermanos:

¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Cristo ha Resucitado!

Han pasado un poco más de 40 días desde que iniciamos el camino cuaresmal. El sentido de esos días, en los que la oración se hizo más intensa y tratamos de hacer presente la solidaridad con los últimos, era prepararnos para la fiesta que hoy celebramos, a fin de vivir con intensidad este día que es, sin duda, el más importante para quienes creemos en Jesús de Nazaret, el Cristo, Hijo de Dios, nacido de María Virgen.

El silencio y la austeridad de la Cuaresma dan paso ahora al gozo y la alegría porque Jesús, el Señor, ¡ha resucitado!... “¡No busquen entre los muertos al que vive! ¡El crucificado, no está aquí, ha resucitado!” (Lc 24,5). En estas dos frases encontramos el sentido más profundo de nuestra fe y la razón más sólida de nuestra esperanza. Somos hijos y discípulos del Dios que ha vencido a la muerte y con su triunfo nos abre el camino hacia una vida en plenitud en la que no estaremos sujetos a los avatares del tiempo y del espacio. Es, desde esta certeza del triunfo de la vida, que los cristianos interpretamos las diferentes situaciones de nuestra vida y, en especial, aquéllas que han dejado dolorosas cicatrices, pues para nosotros la muerte no tiene la última palabra, y, todos los sufrimientos, son mitigados en el encuentro con el único Dios vivo y Padre de todos, que desborda ternura, compasión, misericordia y amor. 

Somos hijos y discípulos de un Dios que desde la primera hora de su manifestación es un canto a la vida. El caos y las tinieblas de la noche son disipadas por la primera luz en la mañana de la nueva creación. 

La dispersión, que impedía luchar por un futuro promisorio para todos, se convierte, por medio de la vocación de Abraham, en llamada a ser pueblo y comunidad que busca el bien común y una tierra donde todos tengamos un lugar; la esclavitud, que negaba la posibilidad de la vida digna, es transformada en camino de libertad en la gesta del Éxodo liderada por Moisés y, en la primera hora de la Iglesia, la inmersión en las aguas del bautismo nos hace partícipes del paso de la muerte a la vida, de una humanidad caduca a una humanidad abierta al cambio. 

Somos hijos y discípulos de un Dios que es, ante todo, Buena Noticia, porque la vida ha vencido. Pero, no somos ingenuos. Sabemos que hay mucho sufrimiento en el mundo y que son muchos los pueblos que siguen siendo crucificados por el odio y la sinrazón. Por ellos tomamos parte y por ellos queremos hacernos cargo de su realidad desde nuestra opción radical por el proyecto de Jesús que es la vida en abundancia para todos. 

Aún en medio de los lamentos los cristianos seguimos, como Jesús, apostando tercamente por la vida. ¡Con Jesús hemos resucitado… vamos a Galilea!... Volver a Galilea es volver a los inicios de la vida de Jesús con su comunidad de discípulos. “La cosa empezó en Galilea”, dicen los evangelistas. Volver a Galilea es inaugurar un tiempo de gracia para volver a empezar y para reemprender la marcha de la historia desde la vida. Esta “segunda parte” de nuestro camino, hecho el paso de la muerte a la vida, ha de ser una manifestación clara de nuestra voluntad inquebrantable de trabajar por la vida digna para todos.

Ahora bien, ¿Cómo ser testigos y constructores de vida hoy?

*Somos testigos de Jesús resucitado cuando defendemos la vida aún a costa de nuestra propia vida. No hay vidas ni ciudadanos de primera y segunda categoría. Para nosotros, toda vida es objeto de nuestro cuidado y todo atropello contra la dignidad de cualquier ser humano es objeto de nuestra denuncia y compromiso por superarnos día a día. 

*Somos testigos de Jesús resucitado cuando luchamos y trabajamos por la justicia que es la que genera las condiciones de posibilidad para vivir con la dignidad de hijos y hermanos.

*Somos testigos de Jesús resucitado cuando somos artesanos de paz y puentes de reconciliación entre los hombres y los pueblos que sufren el odio y la guerra. Desde la vida de Jesús, llamamos a todos los que empuñan las armas a que las depongan y, escuchando al profeta, las conviertan en podaderas y arados que generen trabajo y desarrollo con equidad. Un rotundo no a la fabricación de armas. El negocio más vil y nefasto.

*Somos testigos de Jesús resucitado cuando nuestras comunidades se caracteriza por la acogida y el respeto. No soñamos un mundo uniforme, soñamos un mundo diverso, y, para lograrlo, en nuestras comunidades debe haber lugar para todos. 

*Somos testigos de Jesús resucitado cuando somos capaces de cantar y llorar porque la vida ha trasformado nuestro corazón de piedra en corazón de carne. En este día central de nuestra fe, no nos dejemos robar la alegría, no dejemos de soñar que un mundo distinto es posible con nuestro compromiso y no permitamos que desfallezca nuestra esperanza porque Jesús, ha resucitado: ¡Está Vivo, y vive desde siempre y para siempre! 

María, Madre del Resucitado, ayúdanos a creer y a vivir como resucitados para que la luz de la Fe brille en cada ser humano. Amén.

Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat

Mensaje de Pascua de Mons Luis Urbanč, Obispo de Catamarca 2024

29 marzo 2024

Celebraciones de Semana Santa en la cárcel de Miraflores

Vía Crucis presidido por el Obispo

Este Viernes Santo, a primeras horas de la mañana se realizó el Vía Crucis en la cárcel de Miraflores, presidido por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, acompañado por el padre Dardo Olivera, capellán y responsable de la Pastoral Carcelaria, y el diácono Sergio Colósimo.

En la oportunidad se contó con el acompañamiento de la plana mayor de la institución penitenciaria integrada por el Director General Crio General (RE) Daniel Coronel, Sub Director Prefecto General Julio Barrionuevo, Jefe de Seguridad Sub Prefecto Franco Sosa y Oficial Sub Alcaide Guillermo Gordillo.

Participaron de este acto de piedad en la Semana Santa unos 90 internos de diferentes pabellones. El recorrido comprendió los sectores sur y norte. 

Por su parte, a las 15.20 se inició el Vía Crucis viviente en el sector de la cancha, con la participación de 60 internos de distintos pabellones e integrantes de la Renovación Carismática Católica.

 

Jueves Santo

El Jueves Santo comenzó el Triduo Pascual con la celebración de la Misa de la Última Cena y el Lavatorio de los Pies, las 9.00, que fue presidida por el padre Dardo Olivera acompañado por el diácono Sergio Colósimo.

Participaron unos 120 internos y se contó con la presencia del Director General Crio General (RE) Daniel Coronel, Sub Director Prefecto General Julio Barrionuevo y Jefe de Seguridad Sub Prefecto Franco Sosa y personal que realiza tareas en la capellanía penitenciaria, oficial Franco Cejas, oficial Mauricio Soria, sargento 1° Martín Valdez, sargentos Walter Moreno y Gabriel Agüero.

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat

Viernes Santo en la Catedral

El Obispo presidió la Celebración de la Pasión del Señor y la Adoración de la Santa Cruz

 

“Aprovechemos de profundizar nuestra relación con Dios por medio de la oración fervorosa, consciente, hecha con fe, esperanza y mucho amor”, dijo el Obispo.

 

Durante la tarde de este 29 de marzo, la comunidad católica de Catamarca rememoró el Viernes Santo con la Celebración de la Pasión en los templos de todo el territorio diocesano, y el rezo del Vía Crucis en diferentes lugares.

Recordamos que en este día no se celebra la Misa, en su lugar se realiza la Liturgia de la Pasión del Señor y se venera la Cruz.

En la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle, la ceremonia litúrgica se realizó a las 15.00, y fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, acompañado por los presbíteros Gustavo Flores y Ramón Carabajal, el rector y capellán del Santuario Catedral, respectivamente, revestidos con ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz.

La misma comenzó con la postración delante del altar como signo de pequeñez ante la inmensidad del amor de Dios, mientras los fieles acompañaron este momento puestos de rodillas.

Luego del relato de la Pasión, Mons. Urbanč se refirió a la importancia de cultivar la oración sobre todo en este año, observando como “una revelación del Espíritu Santo” el hecho de que haya surgido de los grupos de trabajo de la Asamblea Diocesana de 2023 la necesidad de ésta para que el camino sinodal dé frutos. Y coincidentemente, en enero de este año el Papa Francisco propuso que este 2024 sea dedicado a la oración como preparación al Jubileo de 2025.

Por ello invitó a que “este Viernes Santo lo vivamos desde la perspectiva de la oración. Es necesario orar”, dijo recordando cuando Jesús, “terminada la Última Cena, se fue con los discípulos al Huerto de los Olivos y allí con tres de ellos: Pedro, Santiago y Juan, se retiró a un lugar más apartado de los otros, y les pidió: ’Recen conmigo porque las horas que tengo por delante son duras, difíciles’”. Sin embargo, aquellos a quienes les pidió que lo acompañaran se durmieron.

“Luego de tres horas de oración, de estar en intimidad con el Padre, de estar pidiendo fuerzas, el evangelista Lucas, que tenía conocimiento de medicina, señala que el sudor de Jesús eran gotas de sangre, por la tensión que estaba viviendo antes de lo que le iba a suceder”, describió.

También mencionó la traición que tuvo que experimentar Jesús cuando Judas lo entrega por 30 monedas de plata, y luego Pedro lo niega.

Más adelante exhortó a que “aprovechemos de profundizar más nuestra relación con Dios por medio de la oración fervorosa, consciente, hecha con fe, esperanza y mucho amor. Cuando uno se pone en la presencia de Dios se pone en la presencia del amor. Y como respuesta tengo que amar”.

“Esto es lo que nos enseña Jesús, y lo quería contextualizar sobre este punto tan importante que el Papa y nuestros laicos, que eran casi cien ese 28 de octubre representando a toda la diócesis en clima de conversación espiritual, han sido iluminados por el Espíritu Santo para afirmar que la oración es lo prioritario si es que queremos que nuestro camino sinodal dé frutos”, afirmó.

Hacia el final invitó nuevamente a que “hagamos oración, le pongamos calidad a nuestro trato con Dios nuestro Padre, y entonces sí podremos ver fructificar nuestras vidas, nuestra comunidad cristiana, nuestra sociedad argentina podrá dar muchos frutos gracias a que estamos unidos a Dios”.

También hubo peticiones, hechas de manera solemne por la Iglesia, el Papa, nuestro Obispo Luis, los demás obispos y los sacerdotes, por todo el pueblo de Dios, por los catecúmenos, los cristianos, el pueblo judío, por quienes no creen en Cristo, por quienes no conocen a Dios, por los gobernantes de todas las naciones y por todos los que sufren las consecuencias del pecado en el mundo.

 

Adoración de la Cruz y Colecta para Tierra Santa

Un momento muy significativo fue la Adoración de la Cruz, que fue llevada por el Obispo desde el ingreso al templo por la nave central hasta el Presbiterio, donde los sacerdotes besaron la Cruz y después lo hicieron todos los fieles.

En este momento se realizó la colecta destinada al mantenimiento de los Santos Lugares en Israel y Palestina, donde vivió terrenalmente Nuestro Señor Jesucristo. Los encargados de mantener estos lugares son los Franciscanos Custodios de Tierra Santa.

A continuación se colocó el mantel en el Altar y el celebrante invitó a los fieles a rezar el Padre Nuestro como de costumbre. Luego se distribuyó la Comunión con las Sagradas Formas reservadas en el Monumento el día anterior, o sea, el Jueves Santo.

También se hizo memoria de los dolores de la Santísima Virgen María junto a la Cruz con el canto, y se invitó a los fieles a esperar junto a Ella la llegada de la Resurrección del Señor en la Vigilia Pascual del sábado a la noche.

 

Vía Crucis

A las 20.00 se realizará el Vía Crucis alrededor de la plaza 25de Mayo llevando las imágenes del Cristo yacente y de la Virgen Dolorosa y San Juan.

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat

Mons. Urbanč en la Misa de la Última Cena

“La Misa es el tesoro más precioso que tiene la humanidad”

 

“Jesús vino a limpiarnos desde adentro, a asumir todo nuestro pecado y destruirlo en la cruz. Eso es lo que celebramos en este Triduo Pascual”, señaló.

 

El Jueves Santo, 28 de marzo, en horas de la noche, se celebró la Misa de la Última Cena del Señor y el Lavatorio de los Pies, en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle. La misma fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por los padres Gustavo Flores y Ramón Carabajal, rector y capellán, respectivamente, del Santuario Catedral.

Durante su homilía, el pastor diocesano se refirió al Triduo Pascual indicando que “consta de tres grandes celebraciones. Hoy tenemos la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio, que van unidos porque Jesús instituye la Eucaristía, pero tiene que haber otros a lo largo de los siglos que lo hagan. Por eso a los apóstoles y a sus sucesores les ha conferido ese poder. En esta celebración hay un signo, particularmente descripto en el texto del Evangelio que acabamos de escuchar de San Juan, que es el gesto de lavar los pies a los apóstoles”.

“Mañana -por el Viernes Santo- tendremos la Adoración de la Santa Cruz, una Celebración de la Palabra con lecturas y sobre todo la lectura de la Pasión en la que vamos a meditar en ese momento crucial de la historia terrena de Jesús, que es su pasión y la muerte. Y el sábado por la noche tendremos la celebración de la Resurrección de Jesús, que le llamamos la Vigilia Pascual, la cual tiene muchos signos como la bendición del fuego nuevo, del cirio, del agua, en algunas comunidades habrá algún bautismo, y después se hace la renovación de las promesas bautismales. Habrá una serie de lecturas que describirán la historia de la salvación. Ese es el modo como celebramos el triunfo de Jesús sobre la muerte con la Resurrección”.

 

Un gesto de servicio

Tomando los textos bíblicos, reflexionó sobre la primera lectura del Libro del Éxodo, donde “narra lo que fue la institución de la fiesta de la Pascua, que significa paso”, que “es la pascua judía en gratitud a Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto”.

Al hablar del Evangelio dijo que relata que “en esa última cena de Jesús con los apóstoles se saca el manto, busca una palangana, unas toallas, y se pone a lavar los pies de ellos, un gesto de servicio. Jesús siempre dijo: ‘Yo no he venido a ser servido sino a servir, y a dar mi vida en rescate de una multitud’. Ese ha sido el plan de vida de Jesús, ese debe ser nuestro plan de vida porque si nos llamamos cristianos tenemos que hacer lo que Jesús dijo, hizo y nos enseña”.

Luego puso su acento en el diálogo de Jesús con Pedro, quien se resiste a que Jesús le lave los pies, y manifestó que “hay que lavarse el alma”, enfatizando que “Jesucristo murió en la cruz por nuestros pecados. Él vino a limpiarnos desde adentro, a asumir todo nuestro pecado y destruirlo en la cruz. Eso es lo que celebramos en este Triduo Pascual”.

En otro tramo señaló que “hace falta mucha humildad para reconocer los pecados”, afirmando que también “éste es el día de la institución del sacerdocio católico ministerial. Acuérdense que cuando Jesús resucita confiere a los apóstoles eso que Él hizo con su muerte: ‘Les doy el poder de que lo que ustedes aten en la tierra quede atado en el Cielo y lo que desaten acá quede desatado en el Cielo’, el poder de perdonar los pecados. Quiera Dios que cada uno de ustedes tenga la gracia de valorar que Dios ha confiado este poder a seres de carne y hueso igual que nosotros para que podamos tener la certeza de que nos perdona. El perdón que Jesús consiguió con su muerte en la cruz llega a cada uno de nosotros por medio del ministerio del sacerdote”.

Siguiendo con su reflexión aseveró que “la Misa es el tesoro más precioso que tiene la humanidad. Por eso terminada la Misa vamos a llevar al Cuerpo de Cristo, verdaderamente presente en la Eucaristía, en procesión hasta el Monumento donde lo vamos a dejar para que lo adoremos, para que le demos gracias porque ha querido quedarse con nosotros como comida, como ese bálsamo que va sanando nuestras heridas, nuestras angustias, nuestras dificultades, que es la Eucaristía”.

Hacia el final pidió “la gracia de que el Espíritu Santo nos ilumine el corazón, nos llene de fervor para que cambiemos el modo de vivir, de pensar, de ver y de tratar a los demás. Que el Señor nos otorgue la gracia que necesitamos para poder ser verdaderos testigos del Cristo Resucitado”.

Seguidamente, el Obispo procedió al lavado de los pies de doce personas entre jóvenes, adultos y niños, recordando el gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena que compartió con ellos.

Al finalizar la Santa Misa, el Obispo trasladó en procesión la Sagrada Eucaristía consagrada hasta el Monumento ubicado en uno de los altares de la nave lateral sur del templo, donde se expuso para la adoración de los fieles hasta la medianoche.

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat

27 marzo 2024

Mons. Urbanč a los sacerdotes en la Misa Crismal

“Sean apóstoles de la escucha, el diálogo y el servicio, forjando una Iglesia Sinodal”

 

“Para nosotros, los sacerdotes, es el oxígeno de nuestro ser y quehacer diario, pues fuimos llamados para ser la presencia de Jesucristo en medio de la comunidad”, dijo el Obispo sobre la Oración, centro de reflexión de este año.

 

Durante la noche del martes 26 de marzo, se celebró la Misa Crismal, presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por los sacerdotes de los decanatos Capital, Centro, Este y Oeste de la diócesis, quienes por la mañana y la tarde participaron de la Jornada Sacerdotal en la casa de retiros espirituales Emaús.

Fieles de las distintas comunidades parroquiales se congregaron en la Catedral Basílica y Santuario de la Virgen del Valle para vivir la ceremonia litúrgica en la que se consagró el Santo Crisma y se bendijeron los Óleos para los Enfermos y los Catecúmenos, y los presbíteros renovaron sus promesas sacerdotales.

También en esta Eucaristía se destacó la presencia de miembros de la Pastoral de la Niñez junto con pequeños vestidos de consagrados, quienes dieron gracias a Dios a los pies de Nuestra Madre del Valle por los 10 años de servicio a los niños, las embarazadas y los abuelos.

En el comienzo de su homilía, Mons. Urbanč mencionó los dos aspectos centrales de la celebración explicándolos.

Destacó la tarea de la Pastoral de la Niñez en su décimo aniversario, y recordó al padre Juan Carlos San Nicolás, sacerdote fallecido la semana pasada. 

Luego se refirió al Año de la Oración que vivimos en este 2024. “Recordemos que el Papa nos propuso todo este año profundizar en ella, no tanto en lo teórico, sino en lo práctico, pues a rezar se aprende rezando. Dios Padre que nos dio la vida, nos enseñó a relacionarnos con Él por medio de la Oración y nos dejó maestros de oración que somos los sacerdotes; sin embargo, puede que debamos hacer un mea culpa delante de todos los que nos han sido confiados para introducirlos en el bello mundo de la Oración. Quizás debamos aplicarnos el ‘¡médico cúrate a ti mismo!’”, para recordar a continuación la Carta Pastoral que escribió sobre este tema.

“Para nosotros, los sacerdotes, es el oxígeno de nuestro ser y quehacer diario, no una mera práctica para ‘cuando tengo tiempo o ganas’, pues fuimos llamados para ser la presencia de Jesucristo en medio de la comunidad. En esa intimidad con el Señor, se fortalece el deseo de seguirlo y se renueva el compromiso con la misión recibida”, señaló, llamando a los sacerdotes a que “renovemos y fortalezcamos nuestros corazones con la oración diaria y fervorosa”.

 

“Toda vocación sacerdotal es una gracia”

Posteriormente reflexionó sobre las lecturas bíblicas proclamadas afirmando que “toda vocación sacerdotal es una gracia, un don que se nos regala sin derecho alguno de nuestra parte, sin mérito propio que lo motive y, menos aún, que lo justifique”.

Y luego de señalar que Jesús “es el Ungido del Señor” y lo que esto significa, les indicó: “Como elegidos y ungidos por el Señor, hoy, se nos pide también a nosotros ser portadores del mensaje de salvación que muchos intentan sofocar. No es fácil ser mensajeros de la Verdad, pero las personas a quienes hemos sido enviados, quieren ver nuestro testimonio de vida sacerdotal y oír de nuestros labios las enseñanzas que vienen directamente de Jesucristo, a través de su Iglesia”.

 

 

“Si somos dóciles al Espíritu Santo, todo cambia de perspectiva”

Después habló del envío del Espíritu Santo a los apóstoles. “Al recibir el Espíritu, los miedos y vacilaciones de Pedro se evaporan; Santiago y Juan, consumidos por el deseo de dar la vida, dejan de buscar puestos de honor; los demás ya no permanecen encerrados y temerosos en el cenáculo, sino que salen y se convierten en misioneros. También, hoy, los sacerdotes tenemos una ‘primera unción’ que es la llamada de amor por la que pedimos ser consagrados. Pero, también hoy, llega para cada uno ‘la etapa pascual’, un momento de crisis que reviste diversas formas: A todos, antes o después, nos pasa que experimentamos decepciones, dificultades y debilidades, con el ideal que parece desgastarse entre las exigencias de la realidad, mientras se impone una cierta costumbre; y algunas pruebas, antes difíciles de imaginar, hacen que la fidelidad parezca más difícil que antes. (…) Y aquí está el peligro: mientras las apariencias permanecen intactas, nos replegamos sobre nosotros mismos y seguimos adelante desmotivados; la fragancia de la unción ya no perfuma la vida y el corazón ya no se ensancha, sino que se encoge, envuelto en el desencanto”.

 

La crisis, un punto de inflexión

Y continuó: “No obstante, esta crisis puede convertirse también en el punto de inflexión del sacerdocio, en la etapa decisiva de la vida espiritual, en la que hay que hacer la elección definitiva entre Jesús y el mundo, entre la heroicidad de la caridad y la mediocridad, entre la cruz y un cierto bienestar, entre la santidad y una honesta fidelidad al compromiso religioso. Es el momento ‘de una segunda unción’, de acoger al Espíritu Santo ‘en la fragilidad’ de la propia realidad”.

“Por tanto, si alguno de los aquí presentes, sea sacerdote o fiel laico, que reconoce que está en crisis, que no sabe qué hacer o cómo retomar el camino de la segunda unción del Espíritu Santo, sencillamente te digo: ánimo, el Señor es más grande que tus debilidades, que tus pecados”, aseguró y agregó: “No les quepa la menor duda que si somos dóciles al Espíritu Santo, todo cambia de perspectiva, incluso las decepciones y las amarguras, también los pecados, porque ya no se trata de mejorar componiendo algo, sino de entregarnos, sin reservas, a Aquél que nos impregnó de su unción y quiere llegar hasta lo más profundo de nosotros”.

 

Simiente de nuevos testigos del evangelio

Después de otras meditaciones  sobre la necesidad de admitir la propia debilidad, pasó a uno de los aspectos centrales de la Misa Crismal. “Al renovar nuestras promesas sacerdotales, recemos los unos por los otros para que no sean nuestros intereses particulares los que nos muevan, sino que sean los deseos queridos por Dios y, aun cuando debamos entregar lo mejor de nosotros, estemos seguros de que Dios nos premiará y será simiente de nuevos testigos del evangelio, de nuevos seminaristas y nuevas familias cristianas, de nuevos misioneros, consagrados y consagradas y de nuevos laicos comprometidos”.

Seguidamente se refirió a la necesidad de contar con más vocaciones sacerdotales en nuestra Diócesis.

 

Gratitud

“Para concluir, quiero hacer pública mi gratitud a cada uno de los sacerdotes de esta Iglesia Particular de Catamarca, incardinados o no, por su buena disposición a trabajar juntos y en comunión con el obispo. Dejemos que sea Cristo quien camine a nuestro lado y delante de nosotros. Sigámoslo e imitémoslo. (…) De verdad les agradezco por el testimonio y el servicio escondido que hacen, por el perdón y el consuelo que dan en nombre de Dios; por su ministerio, que a menudo se realiza en medio de mucho esfuerzo y poco reconocimiento. Que el Espíritu de Dios, que no defrauda a los que confían en Él, los llene de paz y lleve a término lo que ha comenzado en ustedes, para que sean profetas de su unción y apóstoles de la escucha, el diálogo y el servicio, forjando una Iglesia Sinodal”, expresó.

Y finalizó invocando a la Virgen: “Que María Inmaculada, Nuestra Madre del Valle, siga sosteniendo nuestras vidas sacerdotales, nos ayude siempre a ver a su Hijo Jesucristo y a sentir como dirigida a nosotros la petición que les hizo a los servidores de las bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga” y que como Ella siempre estemos al pie de la Cruz. 

 

Bendición de los Óleos y consagración del Santo Crisma

Luego de la renovación de las promesas sacerdotales, fueron bendecidos los Óleos para los enfermos y los catecúmenos; y se consagró el Santo Crisma con el que se administrará los Sacramentos.

Posteriormente, el Obispo entregó los óleos consagrados a cada uno de los párrocos de las parroquias distribuidas en el territorio diocesano, como también a los rectores del Santuario y Catedral Basílica y del Santuario de la Gruta, del Obispado y del templo franciscano San Pedro de Alcántara.

 

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos hermanos:

                          La Misa Crismal, que hoy presido acompañado por el presbiterio, tiene un doble propósito: *consagrar el Santo Crisma y bendecir los Óleos para los Enfermos y Catecúmenos y *solicitar a los presbíteros la Renovación de sus Promesas Sacerdotales, como una manifestación pública de comunión entre ellos y con el propio obispo. Con el Santo Crisma serán ungidos los recién bautizados; los confirmados recibirán la fuerza del Espíritu Santo; se ungirán las manos de los presbíteros y la cabeza de los obispos; y, los templos dedicados y los altares consagrados. Con el Óleo de los Catecúmenos, éstos se preparan y disponen al Bautismo. Con el Óleo de los Enfermos, éstos reciben el alivio en su debilidad y enfermedad. Por tanto, hoy, manifestamos nuestra fiel disposición para que la fuerza de la Gracia de Dios llegue a todo su Pueblo como un manantial de gracias divinas.

Otro elemento importante de esta celebración está relacionado con la Oración. Recordemos que el Papa nos propuso todo este año profundizar en ella, no tanto en lo teórico, sino en lo práctico, pues a rezar se aprende rezando. Dios Padre que nos dio la vida, nos enseñó a relacionarnos con Él por medio de la Oración y nos dejó maestros de oración que somos los sacerdotes; sin embargo, puede que debamos hacer un mea culpa delante de todos los que nos han sido confiados para introducirlos en el bello mundo de la Oración. Quizás debamos aplicarnos el ¡‘médico cúrate a ti mismo’!   Les recuerdo que escribí una carta pastoral sobre la oración.

Para nosotros los sacerdotes es el oxígeno de nuestro ser y quehacer diario, no una mera práctica para ‘cuando tengo tiempo o ganas’, pues fuimos llamados para ser la presencia de Jesucristo en medio de la comunidad. En esa intimidad con el Señor, se fortalece el deseo de seguirlo y se renueva el compromiso con la misión recibida.

Obispos, Sacerdotes, Diáconos, Consagrados y fieles laicos formamos el único Pueblo de Dios y estamos llamados a vivir procesos de conversión y transformación personal y comunitaria. Por eso, necesitamos permitir que el Espíritu Santo obre libremente en nuestras vidas, guiándonos para una entrega fiel y generosa, sobre todo, con aquéllos que más necesitan de acompañamiento y apoyo.

Sí, hermanos sacerdotes, renovemos y fortalezcamos nuestros corazones con la oración diaria y fervorosa para que cada bautizado pueda llegar a ser santo como más necesitados y marginados.

En la primera lectura de Isaías (61,1-3) y en el Evangelio de Lucas (4,16-21) hemos escuchado: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido y me ha enviado a dar la buena noticia a los pobres, para curar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar un año de gracia del Señor...; Ustedes se llamarán Sacerdotes del Señor; y dirán que son Ministros de Dios”. Estas palabras del profeta Isaías se refieren, ante todo, a Jesucristo y, desde Él a nosotros sus sacerdotes, que las ilumina a perpetuidad, proclamando: “Hoy se ha cumplido esta Escritura que acaban de oír” (Lc 4,21).

  Recordemos las palabras de Jesús a sus apóstoles: “No son ustedes quienes me han elegido, soy Yo quien los ha elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto, y su fruto permanezca” (Jn 15,16). Toda vocación sacerdotal es una gracia, un don que se nos regala sin derecho alguno de nuestra parte, sin mérito propio que lo motive y, menos aún, que lo justifique.

Es Jesús mismo quien afirma que Él es el Ungido del Señor, a quien el Padre envió para anunciar la Buena Nueva a los pobres y a los afligidos, para traer a los hombres la liberación de sus pecados. Él es el que ha venido para proclamar el tiempo de la gracia y de la misericordia de Dios. Él es el Heraldo de la Buena Nueva que ha sido ungido por Dios y ha sido enviado para anunciarla a todos y especialmente, a los más sencillos y necesitados.

Como elegidos y ungidos por el Señor, hoy, se nos pide también a nosotros ser portadores de este mensaje de salvación que muchos intentan sofocar. No es fácil ser mensajeros de la Verdad, pero las personas a quienes hemos sido enviados, quieren ver nuestro testimonio de vida sacerdotal y oír de nuestros labios las enseñanzas que vienen directamente de Jesucristo, a través de su Iglesia, quién entregó su vida en la cruz por nosotros para hacernos libres y dichosos. 

Qué grande para nosotros poder ser instrumentos útiles en las manos de Dios. Qué grande e inmerecido es el don que hemos recibido: ser sacerdotes de Jesucristo. Hemos de sentirnos alegres y esperanzados, pues todo lo podemos en Aquél que nos conforta y nos ha elegido y llamado (cf. Filp 4,13) Por ello, conscientes del don recibido y de la misión encomendada, hemos cantado: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor” (Sal 88). Como sacerdotes no somos “dueños” de los fieles, sino servidores, para que cada uno de ellos, en comunión con la Iglesia, gocen del hecho de ser testigos de Jesucristo, el Testigo Fiel, como lo es Él del Padre (cf. Ap 1,4b-8).

Estoy más que convencido, por propia experiencia, no por teoría, que, si perdemos entusiasmo, caemos en la rutina de hacer lo sagrado, de estar descontentos, de volvernos susceptibles, de querernos justificar siempre, de no estar disponibles, de caer en la doble vida, de buscar seguridades y compensaciones, de no ser transparentes, de desconfiar, de mentir, de ser mal hablados, groseros, etc., es porque empezamos a rezar sin ganas o mecánicamente, a dedicarle poco tiempo a estar con el Señor, a profesionalizar nuestro ministerio, a soslayar la Palabra de Dios, a mirar más a la tierra que al cielo, donde Cristo ya nos tiene junto al Padre (Col 3,2-3).

O, si no, ¿qué significa el “no conozco a ese hombre… no sé de qué hablas” (cf. Mt 26,72) que Pedro pronunció en el patio del sumo sacerdote después de la Última Cena? No es sólo ‘una defensa instintiva’, sino una confesión de ignorancia espiritual: Tanto Pedro como los otros quizá se esperaban una vida de éxito detrás de un Mesías que atraía multitudes y hacía prodigios, pues aún no percibían el escándalo de la cruz, que echó por tierra sus certezas. Jesús sabía que no lograrían nada solos, y por eso les prometió el Espíritu Santo. Y fue, precisamente, esa “segunda unción”, en Pentecostés, la que transformó a los discípulos, llevándolos a pastorear el rebaño de Dios y ya no a sí mismos. Fue esa unción fervorosa la que extinguió su religiosidad centrada en sí mismos y en sus propias capacidades. Al recibir el Espíritu, los miedos y vacilaciones de Pedro se evaporan; Santiago y Juan, consumidos por el deseo de dar la vida, dejan de buscar puestos de honor; los demás ya no permanecen encerrados y temerosos en el cenáculo, sino que salen y se convierten en misioneros.

También, hoy, los sacerdotes tenemos una “primera unción” que es la llamada de amor por la que pedimos ser consagrados. Pero, también hoy, llega para cada uno “la etapa pascual”, un momento de crisis que reviste diversas formas: A todos, antes o después, nos pasa que experimentamos decepciones, dificultades y debilidades, con el ideal que parece desgastarse entre las exigencias de la realidad, mientras se impone una cierta costumbre; y algunas pruebas, antes difíciles de imaginar, hacen que la fidelidad parezca más difícil que antes. Se trata de una etapa de tentación, "de prueba" que todos hemos tenido, tenemos o tendremos, y que representa un momento crucial para quienes hemos sido ungidos, y del que se puede “salir mal parado”. Un momento en el que se insinúan “tres tentaciones peligrosas”: la del compromiso, por la que uno se conforma con lo que puede hacer; la de los sucedáneos, por la que uno intenta “llenarse” con algo distinto respecto a nuestra unción; la del desánimo, por la que, insatisfecho, uno sigue adelante por pura inercia. 

Y aquí está el peligro: mientras las apariencias permanecen intactas, nos replegamos sobre nosotros mismos y seguimos adelante desmotivados; la fragancia de la unción ya no perfuma la vida y el corazón ya no se ensancha, sino que se encoge, envuelto en el desencanto. El sacerdocio se desliza lentamente hacia el clericalismo, y el sacerdote se olvida de ser pastor del pueblo, para convertirse en un funcionario.

No obstante, esta crisis puede convertirse también en el punto de inflexión del sacerdocio, en la «etapa decisiva de la vida espiritual, en la que hay que hacer la elección definitiva entre Jesús y el mundo, entre la heroicidad de la caridad y la mediocridad, entre la cruz y un cierto bienestar, entre la santidad y una honesta fidelidad al compromiso religioso. Es el momento “de una segunda unción”, de acoger al Espíritu Santo “en la fragilidad" de la propia realidad. Es el kairós en el que descubrir que las cosas no se reducen a abandonar la barca y las redes para seguir a Jesús durante un tiempo determinado, sino que exige ir hasta el Calvario, acoger la lección y el fruto, e ir, con la ayuda del Espíritu Santo, hasta el final de una vida que debe terminar en la perfección de la divina Caridad.

Por tanto, si alguno de los aquí presentes, sea sacerdote o fiel laico, que reconoce que está en crisis, que no sabe qué hacer o como retomar el camino de la segunda unción del Espíritu Santo, sencillamente te digo: ánimo, el Señor es más grande que tus debilidades, que tus pecados. Permite al Señor que te llame por segunda vez, esta vez con la unción del Espíritu Santo. La doble vida no te ayudará; tirarlo todo por la ventana, tampoco. Mira hacia delante, déjate acariciar por la unción del Espíritu.

Hermanos, Hermanas, tengan por bien sabido que, para madurar en serio y superar las crisis, debemos “admitir la verdad de la propia debilidad”, necesitamos mirar hasta el fondo de cada uno de nosotros y preguntarnos con la mano en el corazón: ¿Mi realización depende de lo bueno que soy, del cargo que tengo, de las loas que recibo, de la carrera que hago, de los superiores o colaboradores que tengo, de las comodidades que puedo garantizarme, o de la unción que perfuma mi vida? 

No les quepa la menor duda que si somos dóciles al Espíritu Santo, todo cambia de perspectiva, incluso las decepciones y las amarguras, también los pecados, porque ya no se trata de mejorar componiendo algo, sino de entregarnos, sin reservas, a Aquél que nos impregnó de su unción y quiere llegar hasta lo más profundo de nosotros. 

Hermanos, Hermanas redescubramos entonces que la vida espiritual se vuelve libre y gozosa no cuando se guardan las formas haciendo remiendos, sino cuando se deja la iniciativa al Espíritu Santo y, abandonados a sus designios, nos disponemos a servir donde y como se nos pida. ¡Nuestro sacerdocio común o ministerial no crece remendándolo, sino desbordándose, recreándose al crisol de la oración y la caridad! 

Qué bueno recordar lo que enseñaba san Gregorio Magno: “Quien predica la palabra de Dios considere primero cómo debe vivir, para que luego, de su vida, deduzca qué y cómo debe predicar…; que no se atreva a decir exteriormente lo que no hubiera oído primero en el interior”. El maestro interior al que hay que escuchar es el Espíritu Santo, sabiendo que no hay nada en nosotros que Él no quiera ungir… Dejémonos impulsar por Él para combatir las falsedades que se agitan en nuestro interior; y dejémonos regenerar por Él en la adoración, porque cuando lo adoramos, Él derrama su Espíritu en nuestros corazones”. 

Al renovar nuestras promesas sacerdotales, recemos los unos por los otros para que no sean nuestros intereses particulares los que nos muevan, sino que sean los deseos queridos por Dios y, aun cuando debamos entregar lo mejor de nosotros, estemos seguros de que Dios nos premiará y será simiente de nuevos testigos del evangelio, de nuevos seminaristas y nuevas familias cristianas, de nuevos misioneros, consagrados y consagradas y de nuevos laicos comprometidos.

Permítanme que les haga tomar conciencia que es urgente para nuestra Diócesis de Catamarca rezar y hacer rezar, promover y sostener la promoción de las vocaciones a la vida sacerdotal. Es preciso suscitar, llamar y acompañar a niños y jóvenes de nuestras parroquias, de familias cristianas, de grupos parroquiales juveniles, de colegios, institutos, universidad, para que sean seminaristas y, un día, bien formados, puedan incorporarse a nuestra diócesis como sacerdotes.

No hay Palabra de Dios si no hay un apóstol, un misionero, un sacerdote, un cristiano que la proclame y transmita. No hay Bautismo ordinario si no hay un sacerdote que bautice y haga cristianos, miembros de la Iglesia, de la familia de los hijos de Dios. No hay Eucaristía, ni sacramento de la Reconciliación sin un sacerdote que los celebre. No hay, por decirlo de alguna manera, rebaño del Señor, Iglesia, si no hay un pastor al frente de ella. En todo esto son muy importantes nuestras personas. Los niños y jóvenes necesitan ver en nosotros un modelo a imitar, personas enamoradas de Jesucristo, rebosantes de gracias divinas y agradecidas al don que Cristo nos ha regalado gratuitamente: el sacerdocio.

Con esta reflexión no los hice de menos a ustedes, queridos laicos, pues también ustedes participan por su bautismo del sacerdocio de Jesucristo y de la tarea evangelizadora. Cada uno en la Iglesia y en el mundo tiene su vocación y su misión. Por eso, tenemos que pedir al Señor que existan también matrimonios cristianos, bautizados comprometidos en su Iglesia, laicos que se santifican y crecen espiritualmente en la vida ordinaria, como fermento en la masa, misioneros y apóstoles de Cristo en el mundo.

Para concluir, quiero hacer pública mi gratitud a cada uno de los sacerdotes de esta Iglesia Particular de Catamarca, incardinados o no, por su buena disposición a trabajar juntos y en comunión con el obispo. Dejemos que sea Cristo quién camine a nuestro lado y delante de nosotros. Sigámoslo e imitémoslo. Que su Espíritu infunda vida en las nuestras y en las actividades pastorales. Que la caridad sea nuestra señal y guía. Roguemos por nuestros hermanos sacerdotes fallecidos, por los que sufren la enfermedad o la ancianidad, por los tres seminaristas que se están formando en Tucumán y por los jóvenes que el Señor sigue llamando para que sean generosos en la respuesta y se incorporen con nosotros en la misión evangelizadora de la Iglesia.

De verdad les agradezco por el testimonio y el servicio escondido que hacen, por el perdón y el consuelo que dan en nombre de Dios; por su ministerio, que a menudo se realiza en medio de mucho esfuerzo y poco reconocimiento.

Que el Espíritu de Dios, que no defrauda a los que confían en Él, los llene de paz y lleve a término lo que ha comenzado en ustedes, para que sean profetas de su unción y apóstoles de la escucha, el diálogo y el servicio, forjando una Iglesia Sinodal.

Que María Inmaculada, Nuestra Madre del Valle, siga sosteniendo nuestras vidas sacerdotales, nos ayude siempre a ver a su Hijo Jesucristo y a sentir como dirigida a nosotros la petición que les hizo a los servidores de las bodas de Caná: “Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5) y que como Ella siempre estemos al pie de la Cruz (Jn 19,26-27). 

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat

26 marzo 2024

Que a nadie le falte el pan

En un marco social de elevada pobreza, un creciente número de hermanos se quedaron sin el empleo con el que sustentaban a los suyos; se suman a ellos quienes teniendo ingresos estables, éstos no son suficiente para cubrir necesidades básicas; jubilados que se ven obligados a optar entre adquirir alimentos o medicamentos… nos duele y preocupa que haya tantas personas en situación de alta vulnerabilidad social.

Siguiendo el Evangelio y las enseñanzas sociales de la Iglesia, el “déficit cero” no debe ser el principio organizador y ordenador de la economía de la sociedad, sino las necesidades básicas de las personas, especialmente de las más desvalidas y frágiles. En una economía humana y humanizadora, la primacía la tienen las personas y no los números.

Por eso, ante esta dura realidad apelamos a las autoridades para que revisen sus decisiones políticas, de modo tal que no paguen las consecuencias los que menos tienen. Y pedimos a toda la comunidad gestos de solidaridad para con los sufrientes a quienes queremos acompañar con sincero corazón.

Rezamos por ellos, pidiendo a Dios que entre todos hagamos el esfuerzo de superar esta realidad y les dé fuerzas ante tanto dolor, los sostenga y los anime en la esperanza.

Que la amistad social, de la que nos habla el Papa Francisco en la encíclica Fratelli Tutti, crezca en nuestra comunidad para que sea posible la fraternidad entre todos los que habitamos esta tierra de la Virgen del Valle.

Que a nadie le falte el pan.

 

Equipo de Pastoral Social

Diócesis de Catamarca

Martes 26 de marzo de 2024

Capilla Santa Madre Maravillas de Jesús

Domingo de Ramos y bienvenida a los niños de la Catequesis

 

El 24 de marzo, se celebró la Misa de Domingo de Ramos dando inicio a la Semana Santa, en la capilla Santa Madre Maravillas de Jesús, comunidad perteneciente a la parroquia San Pío X.

La ceremonia litúrgica dio inicio con la bendición de los ramos en el ingreso al templo y luego la procesión hasta el altar, donde el padre Héctor Salas, párroco de esa jurisdicción del sur capitalino, presidió la Santa Misa.

Hacia el final de la Eucaristía, con una bendición especial se dio la bienvenida a los niños que se preparan para recibir la Primera Comunión y la Confirmación, especialmente a quienes iniciarán los encuentros este año.

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat

25 marzo 2024

Martes Santo: Misa Crismal y Jornada Sacerdotal

Este 26 de marzo, Martes Santo, a las 20.00, se celebrará la Misa Crismal en el Altar Mayor de la Catedral Basílica y Santuario de la Virgen del Valle. La ceremonia litúrgica será presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por los sacerdotes de los Decanatos Capital, Centro, Este y Oeste.

Durante esta celebración eucarística se consagrará el Santo Crisma y se bendecirán los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, que se usarán durante este año para la administración de los sacramentos en todas las parroquias de la diócesis.

Esta solemne liturgia reúne cada año a todo el presbiterio alrededor del Obispo, constituyéndose en una fiesta del sacerdocio, pues el rito de esta celebración incluye la renovación de las promesas sacerdotales.

Todos los fieles están invitados a participar de esta ceremonia, ya que ese día no habrá Misas por la tarde en las parroquias.

 

Jornada Sacerdotal

Durante este mismo día por la mañana se realizará la Jornada Sacerdotal con la Asamblea del Clero. Se trata de un espacio de formación y espiritualidad para todos los presbíteros que brindan su servicio a los bautizados en todo el territorio diocesano.

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Foto: facebook Prensa Iglesia Catamarca