Camino a la Beatificación

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05 octubre 2018

Las reliquias de Esquiú están expuestas en el Santuario de la Virgen del Valle


El jueves 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, la Iglesia de Catamarca vivió una jornada histórica con el arribo desde Córdoba de las reliquias del Venerable Fray Mamerto Esquiú. Luego de un intenso recorrido que unió lugares estratégicos de su vida, como El Suncho (La Paz), donde murió; Piedra Blanca (Fray Mamerto Esquiú), su tierra natal; el convento franciscano, donde abrevó su formación en el carisma del Pobre de Asís; desde anoche quedaron expuestas una vértebra y una falange de su cuerpo en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle. Esto es motivo para pedir a Dios su pronta beatificación, en este tiempo de preparación para el Jubileo por el hallazgo de la Imagen de la Patrona de Catamarca, en 2020.


El Suncho, el  primer paso
El intenso recorrido, que abarcó más de 200 kilómetros, comenzó a la mañana con el arribo de las reliquias a territorio catamarqueño en las manos del Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, acompañado por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino, provenientes de la provincia de Córdoba. En el límite fueron recibidos por el párroco de la zona, Pbro. Domingo Chaves, y autoridades civiles, encabezadas por los intendentes de Recreo, Prof. Roberto Herrera, y de Icaño, Dn. Pío Carletta. Desde allí continuaron hasta el Cristo ubicado en ruta nacional N° 157, donde lo esperaban el Obispo Emérito de La Rioja, Mons. Roberto Rodríguez, delegaciones escolares y vecinos, quienes emocionados rezaron juntos la oración pidiendo por la beatificación del fraile catamarqueño.

Luego continuaron en caravana hacia El Suncho, deteniendo la marcha en la ermita levantada en Esquiú, que fue bendecida por el Obispo, y también frente a la escuela N° 215 Esther Ana Romero, donde los niños aguardaban con entusiasmo el paso de las reliquias que pudieron observar de cerca. Las casas se vistieron de fiesta con gallardetes y banderas, mientras los pobladores saludaban con aplausos este momento.
En el predio de El Suncho tuvo lugar el acto protocolar con la lectura de decretos y las palabras del intendente Recreo, tras lo cual se ofició la Santa Misa, presidida por Mons. Luis Urbanc y concelebrada por Mons. Roberto Rodríguez, el Vicepostulador de la Causa, Fray Marcelo Méndez; los sacerdotes del clero catamarqueño, Pbro. Julio Quiroga del Pino, Pbro. Domingo Chaves, Pbro. Sergio Chumbita; y el párroco de Jesús María, Pbro. Julio Aguirre. Participaron el Guardián del convento franciscano de Catamarca, Fray Alejandro Verón; autoridades civiles, delegaciones escolares con sus abanderados y escoltas y cientos de fieles y devotos que se dieron cita en el amplio predio del pequeño paraje lapaceño.


En su tierra natal, una fiesta
En horas de la siesta, la caravana pisó territorio chacarero, haciendo una breve parada en la plaza El Aborigen (Valle Viejo), donde se apostó un grupo de vecinos y autoridades del municipio local, continuando su camino hacia el vecino departamento.
En la rotonda de San Antonio esperaban el párroco, Pbro. Juan Olmos, junto con las autoridades civiles encabezadas por el Intendente de Fray Mamerto Esquiú, Dr. Guillermo Ferreyra, y cientos de niños de las escuelas del medio, gauchos a caballo y pobladores llegados desde distintos puntos del departamento.
Allí se llevó a cabo un emotivo acto protocolar en el que se escucharon palabras de bienvenida por parte del jefe comunal y alusivas a cargo del profesor Mario Vera, entre otros oradores.

Se desplegaron coloridos homenajes culturales con música, canto y danza, y continuó la multitudinaria marcha hacia Piedra Blanca, con las reliquias colocadas sobre un altar preparado en una carroza temática, donde se observaban elementos de la labor familiar, como el telar y el arado. Detrás iban dos sulkys llevando al Obispo y al Párroco, y a cada paso se sumaban más vehículos y gente de a pie que se volcó a la vera de la ruta provincial N° 41 lanzando papelitos picados al aire, y agrupaciones de gauchos acompañaron todo el trayecto. 
Antes de llegar a la plaza principal, las
reliquias fueron llevadas en andas, precedida por la imagen de San Francisco de Asís, hasta el templo parroquial de San José, donde se realizó una celebración de acción de gracias con Adoración Eucarística, presidida por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino. La misma contó con la presencia de autoridades civiles y de las fuerzas de seguridad, banderas de ceremonia de la Policía de la Provincia y de las agrupaciones gauchas y de los establecimientos educativos del departamento, junto con sus directivos, docentes y alumnos, quienes desbordaron el antiguo templo.
Luego de la proclamación de la Palabra de Dios, se leyó una reseña sobre Esquiú escrita por el historiador, Mgter. Marcelo Gershani Oviedo, quien no pudo estar presente.

Durante la ceremonia litúrgica, animada por el coro Cantus Nova, representantes de todas las comunidades que conforman la jurisdicción parroquial se presentaron con imágenes de sus templos, colocadas a los pies de la urna con las reliquias.
Luego de la bendición final, se bordeó la plaza en peregrinación hasta la Casa Natal, donde los fieles se acercaron a las reliquias del hermano franciscano nacido en esas tierras. Luego de la bendición final continuó su viaje hacia la ciudad capital.

En el convento franciscano
La plazoleta del convento francisano San Pedro de Alcántara, ubicada en la intersección de calles Esquiú y Rivadavia, fue el epicentro del alegre y sentido homenaje brindado por la comunidad franciscana y del Colegio Padre Ramón de la Quintana al hijo de la Orden fundada por San Francisco de Asís que camina hacia los altares. Allí hubo discursos pronunciados por el Prof. Mario Veras, docente del establecimiento educativo, y por la doctora María Josefina Kanter, Hermana Ministra de la Orden Franciscana Seglar de Catamarca.
Por su parte, Fray Eligio Bazán elevó una plegaria por la paz, y la oración por la beatificación.

Seguidamente dio inicio la procesión hacia la Catedral Basílica, que congregó a una gran cantidad de personas de distintas edades, los jóvenes llenaron de color y alegría las calles con batucadas y murgas. Los niños de los jardincitos y de la primaria se vistieron con el hábito franciscano, y grandes pancartas mostraron imágenes y mensajes del Venerable Esquiú.

En la Catedral Basílica
A medida que la marcha procesional arribaba a la Catedral Basílica, en el Paseo de la Fe esperaban la Gobernadora de la provincia, Dra. Lucía Corpacci, y el Intendente de Fray Mamerto Esquiú, Dr. Guillermo Ferreyra, junto con miembros de sus respectivos Gabinetes, mientras resonaban los acordes de la Banda de Música de la Policía de la Provincia, acompañando este emotivo momento.
Ya en el atrio del templo, el Rector del Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz, dirigió las palabras de bienvenida expresando: “Querido padre y hermano Fray Mamerto, nos alegramos de recibir una porción del templo santo que es tu cuerpo consagrado en el bautismo”, y recordó que el P. Esquiú ayudó a proyectar la Catedral y fue en este mismo lugar donde en 1853 pronunció el Sermón de la Constitución.

“Este lugar es el corazón de nuestra diócesis, es tu casa porque es la casa de tu Madre a la que tantas veces acudiste para discernir tu destino y la voluntad del Señor, para saber qué decisiones debías tomar”, manifestó.
Además de otros conceptos recordó “un detalle muy significativo”, dijo, refiriéndose a la sugerencia que le hizo al Vicario Segura, para que se colocara en la fachada de la Catedral, además de la Cruz, una imagen de la Inmaculada Concepción, que hoy se observa en lo alto del principal Santuario de Catamarca.
Luego, ante el caluroso aplauso de los presentes, ingresaron las reliquias en manos del responsable del Santuario Mariano, seguidas del Obispo y numerosos sacerdotes del clero
local y algunos llegados de provincias vecinas, para dar inicio a la Solemne Eucaristía.
Participó la Señora Gobernadora, el Intendente de Fray Mamerto Esquiú, entre otras autoridades provinciales y del vecino municipio, y cientos de fieles y devotos que desbordaron el templo catedralicio.
En el inicio de su homilía. El Obispo dijo: “Con esta Santa Misa llegamos a la cima de esta jornada transcurrida en la piedad fraternal. Hoy hemos renovado nuestra relación de hermanos con el Venerable Mamerto Esquiú y entre nosotros, hijos, como él de esta tierra bendecida por la especial presencia de María”.
Destacó que “junto a San Francisco de Asís y al amparo de nuestra Madre celestial, de la mañana a la noche hemos elevado fervientes súplicas al Señor rogando por la pronta beatificación del Venerable Esquiú”.

Para finalizar, animó a los presentes a que “culminemos esta fatigosa jornada uniéndonos a Jesús en el sacrificio y sacramento de la Eucaristía, y, en su nombre, demos gracias al Padre Eterno por el regalo para nuestra comunidad del precioso don de este Venerable fraile, cuya palabra ilumina los siglos y cuya vida honra nuestra historia”.
“Quiera el Señor multiplicar sus dones concediéndonos la gracia de la pronta beatificación del Padre Esquiú, para que nuestro pueblo encuentre un nuevo motivo de alegría, de unidad y de fraternidad”, señaló.
Antes de impartir la bendición final, las reliquias fueron llevadas en procesión hasta el altar ubicado en una de las naves laterales de la Catedral Basílica, donde quedaron expuestas a todos los fieles catamarqueños y peregrinos que lleguen a pedir su intercesión.

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA EN LA CATEDRAL

Queridos hermanos e hijos en el Señor:
Con esta Santa Misa llegamos a la cima de esta jornada transcurrida en la piedad fraternal.
Hoy hemos renovado nuestra relación de hermanos con el Venerable Mamerto Esquiú y entre nosotros, hijos, como él, de esta tierra bendecida por la especial presencia de María.
¡De la mano de la Virgen del Valle, fuimos protagonistas de una fiesta centrada en la verdadera hermandad que procede de Jesús y une a sus discípulos de la tierra, del purgatorio y del cielo!
Hoy también nos acompañó San Francisco de Asís con su amor orante y protector, para enseñarnos a amar al Señor, al prójimo y a toda la creación, con un afecto hecho de gratitud, cuidado, desprendimiento y admiración.
Junto a él y al amparo de nuestra Madre celestial, de la mañana a la noche hemos elevado fervientes súplicas al Señor rogando por la pronta beatificación del Venerable Esquiú.
Dejémonos ahora iluminar por los textos bíblicos proclamados que nos presentan a Jesús como maestro, tesoro, redentor y ejemplo del creyente.

Jesús es el Maestro. Él nos dijo que nadie conoce al Hijo sino el Padre, y que nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Conocer a Jesús es una gracia del Padre. Conocer al Padre es una gracia de Jesús. Y en esto se cifra la vida eterna. Quien conoce al Padre y a Jesús, anticipa el cielo en la tierra. De esta experiencia primera se sigue la plena fidelidad al Evangelio del Señor. Abramos, pues, la mente y el corazón para escuchar la voz docente del Padre y del Hijo. Y como dóciles discípulos de Jesús, accedamos al gozoso conocimiento por la fe de Aquel a Quien nadie ha visto jamás, para que cumpliendo su voluntad en la tierra, lo veamos cara a cara en el cielo.
Jesús es nuestro Tesoro. En el salmo responsorial decíamos que el Señor es nuestro bien, nuestra herencia, nuestro refrigerio y nuestro destino. Y así es, en efecto, porque nadie es grande comparado con Dios y nadie y nada es grande comparado con Jesús. La memoria litúrgica de San Francisco de Asís y la memoria histórica de Fray Mamerto Esquiú nos mueven a proclamar que Jesús es el verdadero tesoro del creyente; tesoro que sacia los anhelos del alma, colma todas nuestras expectativas, enriquece nuestras personas y permanece para siempre; tesoro que nadie nos podrá quitar. Por eso San Pablo hacía oír su voz para proclamar que en el mundo nada cuenta fuera de la creación nueva; la que no es otra cosa que el efecto en nosotros de la presencia de Jesús y de la acción de su gracia, por la cual somos justificados y hechos hijos del Padre en el Señor. Jesús es, pues, nuestro tesoro inagotable que nos enriquece con la nueva creación.

Jesús es nuestro Redentor. El Apóstol proclamaba que los cristianos sólo hemos de gloriarnos en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, porque por ella somos salvados. Nadie se salva a sí mismo. Somos salvados gratuitamente por la cruz del Señor. Allí está depositada la salvación, conseguida de una vez y para siempre para toda la humanidad. De allí brota la fuerza redentora que cada uno recibe al aceptar libremente y en virtud de la gracia, lo que el Señor nos ofrece. La cruz, sin embargo, no es una carga insoportable, porque el mismo Jesús nos dice: “Vengan a mi todos los que están fatigados y agobiados, y yo les daré descanso”. La cruz no aumenta nuestras fatigas. Por el contrario, la cruz mitiga nuestras penas y nos consuela en las aflicciones. Amar la cruz del Señor y adherirse a ella, es encontrar el verdadero reposo para la vida.
Jesús es nuestro Ejemplo. Él dijo: “tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón”. El complejo de la gracia y las virtudes constituyen el yugo que nos unen a Jesús y nos asemejan a Él. Pero hemos de advertir que, de entre todas las virtudes, Él señala explícitamente dos que hemos de imitar con especial ahínco: la mansedumbre y la humildad. En estos tiempos de violencia, desencuentros, enemistades, animosidades y desconfianzas, Jesús nos exhorta a imitarlo en su mansedumbre, que es la clave para heredar la tierra, es decir: para vivir en armonía con todos. En estos tiempos de soberbia y orgullo, de autosuficiencia y desprecio de los demás, de olvido de Dios y exaltación del hombre sin Dios, Jesús nos llama a hacer nuestra su humildad, que es la clave para conocer nuestras limitaciones y para hacernos conscientes de la constante necesidad que tenemos de la asistencia divina y de la ayuda humana. Imitemos a Jesús, manso y humilde de corazón, para aligerar el alma de las más pesadas cargas de la vida y zambullirnos en un mar de concordia, de descanso y de esperanza.
Queridos hermanos, en el curso de los siglos, muchos cristianos siguieron más de cerca los pasos del Señor y lo imitaron con mayor fidelidad. Creemos que entre ellos se cuenta el Venerable Fray Mamerto Esquiú. Por eso nos unimos al sentimiento popular que lo considera un discípulo ejemplar de Jesús y pedimos su pronta beatificación. Sus reliquias nos mueven a orar con mayor instancia. Su misteriosa presencia nos impulsa a imitar su vida.
Culminemos esta fatigosa jornada uniéndonos a Jesús en el sacrificio y sacramento de la Eucaristía, y, en su Nombre, demos gracias al Padre Eterno por el regalo para nuestra comunidad del precioso don de este Venerable fraile, cuya palabra ilumina los siglos y cuya vida honra nuestra historia.
Quiera el Señor multiplicar sus dones concediéndonos la gracia de la pronta beatificación del Padre Esquiú, para que nuestro pueblo encuentre un nuevo motivo de alegría, de unidad y de fraternidad.
Con Nuestra Madre del Valle, con San Francisco de Asís y con el Venerable Esquiú, hago mías las palabras del Apóstol para desearles a todos paz y misericordia de parte del Señor.