Camino a la Beatificación

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12 febrero 2022

En el día de la Virgen de Lourdes

 Catamarca celebró la jornada de oración por los enfermos

 

“Que la Virgen María ayude a cada enfermo a tomar conciencia del valor redentor de su sufrimiento cuando lo une al Sacrificio Redentor de Jesucristo”, dijo el obispo.

 

El jueves 11 de febrero, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, Catamarca celebró la Jornada Mundial del Enfermo a los pies de su Patrona, la Virgen del Valle, en comunión con la Iglesia en Argentina y el mundo.  

El Obispo Diocesano y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Mons. Luis Urbanc, presidió la Santa Misa en la Catedral Basílica y Santuario del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle, que fue concelebrada por el Rector y el Capellán del Santuario, Pbros. Gustavo Flores y Luis Páez, respectivamente.

En esta ceremonia litúrgica, como también en todas las celebraciones de las distintas comunidades parroquiales, se rezó de manera especial por los hermanos que padecen alguna enfermedad y por el personal de salud dedicado a su atención, como también por los voluntarios que prestan su servicio en la Pastoral de la Salud.

En el inicio de su homilía, Mons. Urbanc explicó que esta Eucaristía se ofrece “en honor de la Virgen de Lourdes y, a la vez, para rezar por todos los enfermos, ya que hoy se celebra la Trigésima Jornada Mundial de Oración por los Enfermos, que también, desde el año pasado, se ha dispuesto que sea el Día del Enfermo en Argentina -que antes se celebraba en noviembre-”.

Pidió “a la Virgen María, Madre de los Enfermos, que ayude a cada enfermo a tomar conciencia del valor redentor de su sufrimiento cuando lo une al Sacrificio Redentor de Jesucristo. Y que cada cristiano se vaya preparando para vivir los momentos de enfermedad, pasajeros o constantes, con esta perspectiva que nos brinda la fe cristiana, en la que no falta la Gracia de Dios para poder asumir el dolor, los límites, la soledad, cualquier incomodidad y la misma muerte con la esperanza puesta en las promesas y certezas que nos da el Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte”.

Tras considerar que “debemos pasar de una mirada puramente pasiva, como lo describe el vocablo 'paciente', a una mirada proactiva, en la que el creyente en situación de enfermedad da testimonio de Jesús sufriente”, afirmó que “la situación de enfermedad es una ocasión muy propicia para vivir y anunciar el Evangelio de la Vida, del Amor y de la Paz”.

Tomando el Evangelio proclamado dijo que “hemos contemplado a Jesús curando a un sordo-mudo, verdadero paradigma del ser humano de todos los tiempos. Así nos comportamos en relación a Dios, como sordo-mudos. El que no oye, está severamente impedido para poder hablar”.

En este sentido, invitó a que “pidamos al Señor que abra nuestros oídos y desate nuestra lengua para que podamos escuchar no sólo a Dios, sino el clamor de tantos sufrientes que están junto a nosotros, y anunciar con gozo y libertad las maravillas del Señor”.

En otro tramo de su predicación, el Obispo compartió algunas partes del mensaje del Santo Padre, Francisco, quien “nos exhorta a ´estar al lado de los que sufren en un camino de caridad’, si es que queremos tener la certeza de que estamos poniendo en práctica el mandato de Jesús: «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36)”.

“Nos dice el Papa -expresó- que es mucho lo que se hace por los enfermos, pero que no debemos bajar los brazos, puesto que queda ‘mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado’".

“Respecto de la cita bíblica elegida, el Papa Francisco afirma que ‘la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo’", destacó.

Siguiendo con el mensaje del Sumo Pontífice, afirmó que “el dolor o cualquier sufrimiento nos aísla, nos margina y experimentamos en carne propia la fragilidad y la angustia a causa de la enfermedad. El corazón se nos entristece, el miedo crece y los interrogantes se multiplican. Por eso, es un imperativo hallar la respuesta justa a la pregunta sobre el sentido del dolor”.

“En estos largos años de pandemia hemos experimentado la soledad de tantos enfermos en sus últimos días en la tierra, sin lugar a dudas atendidos por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos. Esto nos ha hecho ver ‘la importancia de contar con la presencia de testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre’", indicó.

Hacia el final de su reflexión, Mons. Urbanc manifestó: “A todos los enfermos dirijo mi atención, agradeciéndoles por todo lo que ofrecen a Dios en medio de su dolor, y los animo a que no bajen los brazos, con la certeza de que son verdaderos protagonistas de la implantación del Reino de Dios en el mundo”.

“Que nuestra Señora del Valle, San José y el Beato Mamerto Esquiú, intercedan por cada uno de ustedes para que puedan llevar su cruz, detrás de la Cruz de Jesús”, concluyó.

 

TEXTO COMPLEO DE LA HOMILÍA

Queridos Hermanos:

Nos hemos congregado para celebrar la Eucaristía en honor a la Virgen de Lourdes y, a la vez, para rezar por todos los enfermos, ya que hoy se celebra la Trigésima Jornada Mundial de Oración por los Enfermos, que también, desde el año pasado, se ha dispuesto que sea el Día del enfermo en Argentina.

Normalmente todos pensamos que el enfermo es un objeto más de nuestra caridad, lo cual es cierto; pero es menester que asumamos nosotros y que le ayudemos al enfermo a saberse un cualificado sujeto de la tarea misionera que Jesús confió a la Iglesia, de la que cada enfermo es un privilegiado y eficaz miembro.

Vamos a pedir a la Virgen María, Madre de los Enfermos, que ayude a cada enfermo a tomar conciencia del valor redentor de su sufrimiento cuando lo une al Sacrificio Redentor de Jesucristo. Y que cada cristiano se vaya preparando para vivir los momentos de enfermedad, pasajeros o constantes, con esta perspectiva que nos brinda la fe cristiana, en la que no falta la Gracia de Dios para poder asumir el dolor, los límites, la soledad, cualquier incomodidad y la misma muerte con la esperanza puesta en las promesas y certezas que nos da el Señor Jesús, vencedor del pecado y de la muerte.

Sí, mis queridos hermanos, debemos pasar de una mirada puramente pasiva, como lo describe el vocablo 'paciente', a una mirada proactiva, en la que el creyente en situación de enfermedad da testimonio de Jesús sufriente, que se hizo uno con nosotros en todo menos en el pecado. La situación de enfermedad es una ocasión muy propicia para vivir y anunciar el Evangelio de la Vida, del Amor y de la Paz.

El Salmo 80 nos invitó a meditar en la centralidad de Dios: "Yo soy el Señor, Dios tuyo: escucha mi voz. No tendrás un dios extraño, no adorarás un dios extranjero; yo soy el Señor, Dios tuyo, que te saqué del país de Egipto".

Los males nos llegan cuando, personalmente o como pueblo, no queremos escuchar su voz u obedecer sus mandatos, cuando nos volvemos obstinados en hacer lo que se nos antoja.

Sin embargo, no todo está perdido, porque Dios siempre está buscándonos para sanarnos y sacarnos de nuestros extravíos, en la medida que escuchemos y caminemos detrás de Él, poniendo toda nuestra confianza en Su Palabra Encarnada, Jesucristo.

En el Evangelio hemos contemplado a Jesús curando a un sordo-mudo, verdadero paradigma del ser humano de todos los tiempos. Así nos comportamos en relación a Dios, como sordo-mudos. El que no oye, está severamente impedido para poder hablar.

¡Cuánto necesitamos ser curados de nuestra sordera y mudez!

Pidamos al Señor que abra nuestros oídos y desate nuestra lengua para que podamos escuchar no sólo a Dios, sino el clamor de tantos sufrientes que están junto a nosotros, y anunciar con gozo y libertad las maravillas del Señor.

Que podamos exclamar como aquéllos: «¡Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos!» (Mc 7,37)

En su mensaje, el Santo Padre, Francisco, nos exhorta a "estar al lado de los que sufren en un camino de caridad", si es que queremos tener la certeza de que estamos poniendo en práctica el mandato de Jesús: «Sean misericordiosos así como el Padre de ustedes es misericordioso» (Lc 6,36).

Nos dice el Papa que es mucho lo que se hace por los enfermos, pero que no debemos bajar los brazos, puesto que queda "mucho camino por recorrer para garantizar a todas las personas enfermas, principalmente en los lugares y en las situaciones de mayor pobreza y exclusión, la atención sanitaria que necesitan, así como el acompañamiento pastoral para que puedan vivir el tiempo de la enfermedad unidos a Cristo crucificado y resucitado".

Respecto a la cita bíblica elegida, el Papa Francisco afirma que "la misericordia es el nombre de Dios por excelencia, que manifiesta su naturaleza, no como un sentimiento ocasional, sino como fuerza presente en todo lo que Él realiza. Es fuerza y ternura a la vez. Por eso, podemos afirmar con asombro y gratitud que la misericordia de Dios tiene en sí misma tanto la dimensión de la paternidad como la de la maternidad (cf. Is 49,15), porque Él nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre, siempre dispuesto a darnos nueva vida en el Espíritu Santo".

Por eso, los evangelistas abundan en narraciones de cuánto curaba Jesús a los enfermos y se ocupaba de variadas necesidades por las que pasamos los seres humanos.

El dolor o cualquier sufrimiento nos aísla, nos margina y experimentamos en carne propia la fragilidad y la angustia a causa de la enfermedad. El corazón se nos entristece, el miedo crece y los interrogantes se multiplican. Por eso, es un imperativo hallar la respuesta justa a la pregunta sobre el sentido del dolor.

En estos largos años de pandemia hemos experimentado la soledad de tantos enfermos en sus últimos días en la tierra, sin lugar a dudas atendidos por agentes sanitarios generosos, pero lejos de sus seres queridos. Esto nos ha hecho ver "la importancia de contar con la presencia de testigos de la caridad de Dios que derramen sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza, siguiendo el ejemplo de Jesús, misericordia del Padre".

A todos los enfermos dirijo mi atención, agradeciéndoles por todo lo que ofrecen a Dios en medio de su dolor, y los animo a que no bajen los brazos, con la certeza de que son verdaderos protagonistas de la implantación del Reino de Dios en el mundo.

Que nuestra Señora del Valle, San José y el Beato Mamerto Esquiú, intercedan por cada uno de ustedes para que puedan llevar su cruz, detrás de la Cruz de Jesús. Así sea.

 Fotos: Facebook Prensa Iglesia Catamarca