Camino a la Beatificación

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11 mayo 2022

En la Catedral, a los pies de la Virgen del Valle

Misa y ofrenda musical en vísperas del natalicio del Beato Mamerto Esquiú

 

El obispo invitó a “profundizar más en sus escritos, que nos permitirán valorar más su vida santa y ejemplar”. Y leyó una plática del Beato Esquiú en honor de la Virgen del Valle.

 

Durante la noche del martes 10 de mayo, en las vísperas del 196° aniversario del natalicio y fiesta litúrgica del Beato Mamerto Esquiú, el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la Misa rogando por su pronta canonización, en la Catedral Basílica y Santuario del Santísimo Sacramento y de Nuestra Madre del Valle, que fue concelebrada por sacerdotes del clero local y otros visitantes.

En el inicio de su homilía, el pastor diocesano destacó el motivo de esta celebración: “honrar y contemplar a nuestro primer beato catamarqueño, el obispo y fraile franciscano Mamerto de la Ascensión Esquiú, prohombre de la Patria y de la Iglesia Católica”.

Luego hizo “memoria de él con algunas enseñanzas de su prolífica homilética. Hoy de una plática del 1 de noviembre de 1875, en honor a la Virgen del Valle”, dijo.

En ella afirma: “La Santísima e Inmaculada Virgen María es, en el orden de la gracia, la madre de todos los verdaderos fieles; pero a ustedes que la invocan con el dulce nombre de la Virgen del Valle, debo decirles que Ella ha sido y es con ustedes cuan una madre que acaricia a su hijo, ‘como una madre que consuela a su hijo’ (Is 66,13). Ella no puede olvidarse de aquellos que engendró espiritualmente al pie de la cruz, pues a éstos los ama más que si los hubiese llevado en su vientre”.

“Por otro lado, afirma san Jerónimo, que ‘no hay gracia ni bien alguno que no nos llegue por medio de María, pues tal es la voluntad de Dios’. Lejos, pues de nosotros, el que por un intolerable orgullo de nuestro corazón convirtamos en ruina y perdición nuestra la bondad de María, pensando como aquel fariseo del Evangelio, que sólo nosotros somos objeto de su amor y ternura. Afirmo solamente que Ella los acaricia como una Madre; y es cosa sabida que los cariños de una madre no siempre son prueba del mérito de los hijos, sino más bien de su debilidad, necesidad y pequeñez”, expresa el Beato Esquiú.

Finalmente, Mons. Urbanc afirmó que “con esta muestra, hemos recibido una sólida enseñanza y una motivación a querer profundizar más en sus escritos, que nos permitirán valorar más su vida santa y ejemplar”.

Frente a la imagen, se rezó la Oración por la Canonización de nuestro amado Beato Mamerto Esquiú.

 

Ofrenda musical

Luego de la celebración eucarística se realizó la ofrenda musical, que estuvo a cargo del Coro de la Catedral que dirige el Prof. Exequiel Andrada, y la Banda de Música de la Municipalidad de la Capital, dirigida por el Maestro Jorge Álvarez.

En la apertura de la velada cultural, se entonaron las estrofas del Himno Nacional Argentino, el Himno a Catamarca y el Himno a Esquiú.

Luego se presentaron una serie de obras sacras y un repertorio musical, que deleitaron a los presentes en este homenaje con el canto y la música a nuestro amado Beato. Muchas personas se sumaron a través de la transmisión por las redes sociales.

 

TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos Hermanos:

Nos hemos congregado para honrar y contemplar a nuestro primer beato catamarqueño, el obispo y fraile franciscano Mamerto de la Ascensión Esquiú, prohombre de la Patria y de la Iglesia Católica.

Quiero hacer memoria de él con algunas enseñanzas de su prolífica homilética. Hoy de una plática del 1 de noviembre de 1875, en honor a la Virgen del Valle.

 “En la admirable obra de nuestra reparación no sólo se nos ha devuelto con inmensas ventajas la gracia perdida por el pecado del primer hombre, sino que además hemos sido reintegrados en todos los antiguos dones, o viciados o perdidos por ese mismo pecado. Ustedes, los que viven de la fe, nada tienen que envidiar al estado de la justicia original, porque todo lo tienen y resplandeciente de la juvenil y eterna hermosura del Hijo de Dios. ¿Desearían acaso vivir en aquel paraíso de delicias, en el hermosísimo jardín que plantó la mano del Señor para que lo habitase el hombre inocente? ¡Ahí tienen, viviendo están en la grande y hermosísima Iglesia de Cristo, poblada de prodigiosos árboles de santidad, embalsamada por el aroma celestial de las virtudes evangélicas, regadas todas con esas aguas de vida eterna, cuya inagotable fuente es el corazón del hombre Dios, Jesucristo! ¿Suspiran por el árbol de la vida cuyo fruto daba la inmortalidad? Ahí tienen el Sacramento de la Eucaristía… Ricos de todos los bienes que se perdieron por el pecado de Adán, hemos llegado hasta a tener una madre en el orden de la gracia: ¡Mucho más pura, más noble, más bella y más excelsa que nuestra antigua madre!... Pero, ¿dudan acaso que sean nuestra verdadera madre!  ¡Ahhh! Nadie puede poner en duda lo que confiesan todas las generaciones cristianas… Nadie, salvo que quiera renunciar a la dignidad de hijo de María, puede poner en duda la palabra de Jesucristo: “He ahí tu Madre” (Jn 19,27).

La Santísima e Inmaculada Virgen María es, en el orden de la gracia, la madre de todos los verdaderos fieles; pero a ustedes que la invocan con el dulce nombre de la Virgen del Valle, debo decirles que Ella ha sido y es con ustedes cuan una madre que acaricia a su hijo, “como una madre que consuela a su hijo” (Is 66,13). Ella no puede olvidarse de aquellos que engendró espiritualmente al pie de la cruz, pues a éstos los ama más que si los hubiese llevado en su vientre. Por otro lado, afirma san Jerónimo, que “no hay gracia ni bien alguno que no nos llegue por medio de María, pues tal es la voluntad de Dios”. Lejos, pues de nosotros, el que por un intolerable orgullo de nuestro corazón convirtamos en ruina y perdición nuestra la bondad de María, pensando como aquel fariseo del Evangelio, que sólo nosotros somos objeto de su amor y ternura. Afirmo solamente que Ella los acaricia como una Madre; y es cosa sabida que los cariños de una madre no siempre son prueba del mérito de los hijos, sino más bien de su debilidad, necesidad y pequeñez”.

Con esta muestra, hemos recibido una sólida enseñanza y una motivación a querer profundizar más en sus escritos, que nos permitirán valorar más su vida santa y ejemplar.

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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca