Multitudinaria Asamblea Diocesana con fuerte y festivo espíritu sinodal
“Seguiremos trabajando con un oído
en la realidad y con el otro en el Espíritu Santo, habituándonos al
discernimiento personal y comunitario”, dijo el obispo
Este sábado 1 de octubre, día en que la Iglesia
celebra a Santa Teresita del Niño Jesús, el flamante salón Virgen del Valle del
predio Emaús fue escenario de la Asamblea Diocesana 2022, última etapa del
camino transitado en el marco de la sinodalidad propuesta por el Papa
Francisco.
Bajo el lema “Creer, celebrar y amar como Iglesia
sinodal”, el encuentro reunió a más 700 asambleístas, entre laicos, sacerdotes
y religiosas, provenientes de las 31 parroquias, movimientos, instituciones y
pastorales de la Diócesis de Catamarca y bautizados en general.
Durante un día soleado, desde horas tempranas
comenzaron a arribar las delegaciones con las imágenes de los Santos Patronos, algunos
con coloridos misachicos, típica expresión de la fe de nuestro pueblo norteño.
El desarrollo de las actividades se inició con la
adoración al Santísimo Sacramento presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis
Urbanč, momento de oración que predispuso a vivir esta jornada con profunda
espiritualidad, reflexión, comunión y mucha alegría.
El tinkunaco con las imágenes de los Santos Patronos, que
cerró con la presencia de Nuestra Madre del Valle y el Beato Mamerto Esquiú, se
vivió con emoción y en un clima festivo.
Luego se dio paso a la exposición de lo trabajado en
la jornada anterior por los representantes de las parroquias, movimientos,
instituciones y pastorales, a partir de las encuestas y problemáticas
priorizadas en las asambleas parroquiales y decanatales de los meses
anteriores. Esta instancia definió las líneas de acción de la pastoral
diocesana de los próximos años.
El trabajo en grupos se focalizó en las propuestas de
actividades en base a las diez líneas de acción priorizadas, contemplando el
pensar, sentir y vivir como Iglesia sinodal.
“Sigan profundizando el trabajo
sinodal”
En horas del mediodía, todos los participantes se
reunieron en torno a la Eucaristía presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis
Urbanč, y concelebrada por numerosos sacerdotes del clero diocesano, en tanto
que otros atendieron confesiones.
El pastor diocesano llamó a poner como intención
principal de la Santa Misa “que todos nos comprometamos a trabajar juntos para
que toda la Diócesis, con sus parroquias, diversas comunidades, etnias,
movimientos, asociaciones, clubes, instituciones educativas, de salud,
organizaciones civiles, políticas, empresariales, sindicales, barriales, etc.,
camine decididamente a la celebración de los 2000 años de la Redención, en el
año 2033, ofreciéndole a Jesucristo, Señor de la Vida y de la Historia, ser una
Iglesia verdaderamente sinodal”.
En proyección mencionó que “en el camino celebraremos
los 400 de la Virgen de Luján, patrona de Argentina, en el 2030, y los 500 años
de la manifestación de la Virgen el Guadalupe, en el 2031. Todos eventos que
nos tienen que movilizar profundamente”, dijo, e invitó a hacerle esta petición
a Dios entonando la canción ‘Juntos como hermanos’.
Asimismo, exhortó a que “sigan profundizando en sus
respectivas comunidades, el trabajo sinodal que hicimos a lo largo de más de un
año haciendo un ingente esfuerzo por escuchar a todos, y escuchando de todo.
Sí, estamos para abrazar y acoger a todos”, especialmente a “los más frágiles,
sufrientes, marginados, silenciados, etc.”.
También señaló que “toda la praxis que hicimos en
clave de sinodalidad, nos llevó a determinar, entre más de 35 situaciones
problemáticas, las diez más señaladas. A su vez, éstas se nos convirtieron
automáticamente en desafíos, que nos condujeron a darles una respuesta concreta
elaborando líneas de acción, que a su vez todos nos llevamos como deberes para
el camino que tenemos por delante en forma de actividades”.
“De esta manera, seguiremos trabajando con espíritu
sinodal, con un oído en la realidad y con el otro en el Espíritu Santo, habituándonos
al discernimiento personal y comunitario”, manifestó, a la vez que agradeció “a
todos los que acompañaron este proceso, ofreciendo con generosidad y
competencia su tiempo”, y los comprometió a “que nos sigan animando y
acompañando”; a su vez invitó “a otros a que se sumen a este equipo de
animación diocesana. Todos estamos para aprender y servir”.
Enfatizó que “este proceso iniciado necesita de horas
de oración confiada, de formación sostenida, de caridad operante, de difusión
creíble por medio del testimonio coherente y paciente de cada uno y del firme
propósito de incluir a todos con amor”.
Después de la Comunión, Mons. Urbanč bendijo el salón
de usos múltiples del predio de la casa de retiros espirituales Emaús.
De esta manera, en un marco de comunión, participación
y espíritu misionero culminó esta instancia de escucha y discernimiento con
vistas a la planificación pastoral diocesana.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos:
Bienvenidos a esta celebración, para lo cual valió la
pena el esfuerzo de viajar, tanto a los del interior como a los de más cerca.
Muchas gracias por participar con entusiasmo, fe,
esperanza y caridad. El Señor, la Virgen del Valle y el Beato Mamerto Esquiú
los sigan cuidando.
Qué hermoso, alentador y gratificante resulta verlos
acompañados de sus respectivos amigos del cielo, los santos, que los cuidan con
su intercesión y animan con su ejemplo... ¡No se suelten de sus manos, y
quieran siempre ser santos!
Considero que es oportuno que repita algunos
versículos de la primera lectura que nos ponen en sintonía con el camino
sinodal que estamos transitando, y con el que Dios quiere que sigamos llevando
a cabo la obra evangelizadora de la Iglesia, fundada por Nuestro Señor
Jesucristo y de la que somos miembros: “Si la exhortación en nombre de Cristo
tiene algún valor, si algo vale el consuelo que brota del amor o la comunión en
el Espíritu Santo, o la ternura y la compasión, les ruego que hagan perfecta mi
alegría, permaneciendo bien unidos. Tengan un mismo amor, un mismo corazón, un
mismo pensamiento. No hagan nada por espíritu de discordia o de vanidad, y que
la humildad los lleve a estimar a los otros como superiores a ustedes mismos.
Que cada uno busque no sólo su propio interés, sino también el de los demás.
Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. Procedan en todo sin
murmuraciones ni discusiones: así serán irreprochables y puros, hijos de Dios
sin mancha, en medio de una generación extraviada y pervertida, dentro de la
cual ustedes brillan como haces de luz en el mundo, mostrándole la Palabra de
Vida” (Flp 2,1-5.14-16).
Por eso digamos, una y mil veces con el salmista:
“¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!... Allí el Señor da
su bendición, la vida para siempre” (Sal 133,1.4). Con este trasfondo de la
Palabra de Dios, quiero que pongamos como intención principal en esta Santa
Eucaristía, que todos nos comprometamos a trabajar juntos para que toda la
Diócesis, con sus parroquias, diversas comunidades, etnias, movimientos,
asociaciones, clubes, instituciones educativas, de salud, organizaciones
civiles, políticas, empresariales, sindicales, barriales, etc., camine
decididamente a la celebración de los 2000 años de la Redención, en el año
2033, ofreciéndole a Jesucristo, Señor de la Vida y de la Historia, ser una
Iglesia verdaderamente sinodal. Sabiendo que en el camino celebraremos los 400
de la Virgen de Luján, patrona de Argentina, en el 2030, y los 500 años de la
manifestación de la Virgen el Guadalupe, en el 2031. Todos eventos que nos
tienen que movilizar profundamente. Por eso, los invito a que juntos se lo
pidamos a Dios cantando (Juntos como hermanos).
A ver si en los años venideros podremos decirle al
Señor como los 72 discípulos que volviendo a Jesús después del envío misionero
exclamemos llenos de admiración: «Señor, hasta los demonios se nos someten en
tu Nombre» (Lc 10,14). Pero, sabiendo desde ya que nuestra verdadera alegría es
que «nuestros nombres están escritos en el cielo» (Lc 10,20). Esta certeza nos
tiene que dar la fortaleza, perseverancia y valentía para ser siempre una
‘Iglesia en salida’, dispuestos siempre a los desafíos más duros, incómodos y
tantas veces desalentadores, yendo al encuentro de los más alejados, «porque
Dios es el que produce en nosotros el querer y el hacer, conforme a su designio
de amor» (Flp 2,13).
No les quepa la menor duda que cada uno de nosotros,
unos 700, que nos hemos congregado para esta celebración, inaugurando este
salón de usos múltiples, estamos en la súplica de Jesús: «Te alabo, Padre,
Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a
los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has
querido… ¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡Les aseguro que muchos
profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que
ustedes oyen y no lo oyeron!» (Lc 10,21.23-24).
Habrán visto, y les ruego encarecidamente, que lo
sigan profundizando en sus respectivas comunidades, el trabajo sinodal que
hicimos a lo largo de más de un año haciendo un ingente esfuerzo por escuchar a
todos, y escuchando de todo. Sí, queridos hermanos, estamos para abrazar y
acoger a todos. Ésta es la Iglesia que quiere Jesús. Él quiere, con su cuerpo,
que somos nosotros, estar y curar las múltiples ‘lepras’ que siempre habrá en
la humanidad que Él asumió y redimió. Ésta, es nuestra tarea, no busquemos
otra. Jesús, siempre quiere que lo llevemos al encuentro de todos, de los más
frágiles, sufrientes, marginados, silenciados, etc.
Nos dice, te dice, me dice: “No tengo otras manos para
abrazar, que tus manos; no tengo otro corazón para amar, perdonar,
misericordiar, que tu corazón; no tengo otros pies para correr al encuentro del
hermano necesitado, que tus pies; no tengo otros ojos para ver y oídos para
escuchar, que los tuyos”. Para Jesús, entonces, cada uno de nosotros somos
imprescindibles. Así nos hace estrechamente partícipes de su obra salvífica,
santificadora y comunional.
Recién acaban de recibir un informe del trabajo
realizado en parroquias, decanatos y diocesanamente, y que también compartieron
en grupos.
Antes de continuar, ¿querría que se ponga de pie, el
hermano o hermana, que por primera vez participa de un evento de esta índole, y
que está aquí porque lo invitaron o se enteró por las redes sociales, o
sencillamente porque el Espíritu Santo le inspiró venir?...
Toda la praxis que hicimos en clave de sinodalidad,
nos llevó a determinar, entre más de 35 situaciones problemáticas, las diez más
señaladas. A su vez, éstas se nos convirtieron automáticamente en desafíos, que
nos condujeron a darles una respuesta concreta elaborando líneas de acción, que
a su vez todos nos llevamos como deberes para el camino que tenemos por delante
en forma de actividades.
De esta manera, seguiremos trabajando con espíritu
sinodal, con un oído en la realidad y con el otro en el Espíritu Santo,
habituándonos al discernimiento personal y comunitario, único camino que nos
dejó Jesús para que podamos cumplir con su mandato misionero: «Vayan, y hagan
que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he
mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,19-20).
Quiero agradecer a todos los que acompañaron este
proceso, ofreciendo con generosidad y competencia su tiempo. A su vez, los
comprometo a que nos sigan animando y acompañando; como también invito a otros
a que se sumen a este equipo de animación diocesana. Todos estamos para
aprender y servir.
Este proceso iniciado necesita de horas de oración
confiada, de formación sostenida, de caridad operante, de difusión creíble por
medio del testimonio coherente y paciente de cada uno y del firme propósito de
incluir a todos con amor.
Les pido encarecidamente que se empoderen de ciertos
conceptos, símbolos y actitudes que nos ayudarán a llevar adelante este
aprendizaje querido por Jesús. Y, por favor, les ruego encarecidamente que lo
hagan con los niños, adolescentes y jóvenes, que son el presente y futuro de la
Iglesia. No subestimen a los niños, no los marginen, no los escandalicen.
Recordemos el mandato de Jesús: «Dejen que los niños vengan a mí, no se lo
impidan, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos» (Mt
19,14).
Querría, para finalizar, que todos nos propongamos
imitar a Jesús que “se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y
se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz” (Flp 2,7-8).
Para lograrlo tenemos el ejemplo de la Virgen, los santos y beatos, que con sus
imágenes aquí nos acompañan, como también su servicio intercesor. No
desaprovechemos la presencia y cercanía de los que nos precedieron en el camino
de la fe, esperanza y caridad. Profundicemos en sus vidas y procuremos hacer
nuestro camino de fidelidad al Señor como ellos se esmeraron día a día, sin
olvidar que el premio se lo recibe al final del camino, ardua y amorosamente
andado, en la presencia del Señor, Dios y Padre de todos.
A Ti, Querida Madre del Valle, encomiendo a todos
estos hijos e hijas para que los sigas cuidando y entusiasmando en su proceso
de santificación, que sólo es posible en relación con quienes el Señor pone a
nuestro lado, amándolos como hermanos y hermanas y sirviéndolos como Tú lo
haces con cada uno de nosotros.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca