30 de junio, 1 y 2 de julio
“40
años de Democracia y 10 años de Francisco”
Caminemos
en Esperanza
Nos reunimos en esta Semana
Social en Mar del Plata bajo el lema "40 Años de democracia y 10 años de Francisco",
con una fuerte apelación a la escucha, la memoria y la consolidación de la
democracia afrontando sus deudas pendientes.
Nos planteamos que es
necesario recuperar la pertenencia a la patria para construir juntos una
comunidad que defienda la vida y el interés de todos, no dejando a nadie
afuera.
Recordamos que en la
recuperación de la democracia, al cabo de la noche más oscura, se soñaba con un
ideal democrático con valores populares, que garantizarían la igualdad, el
desarrollo económico, la integración republicana de la nación. Sin embargo, las
pujas en lo económico y en lo político abrieron la puerta para una crisis de
representación en las instituciones que fue de la mano con un proceso de desintegración
y fragmentación del cuerpo social. La democracia dejó de identificarse con la
expresión de los intereses de la mayoría, del bien común, para pasar a ser una
herramienta condicionada por poderes minoritarios o corporativos.
Analizamos que nos encontramos
ante una democracia que por un lado requiere de mayor vigor y empatía con lo
propio, pero que no alcanza a cobijar a todos los sectores y regiones de
nuestra Argentina. Frente a los cambios en el mundo y los nuevos desafíos de la
época, luchamos para recuperar la vigencia y el protagonismo popular en las
instituciones sociales y políticas.
En la presentación de Memoria,
Historia y Verdad advertimos que la consolidación de la democracia es
permanente, aun cuando hoy en América latina se registran golpes de estado
blandos o se pretende desconocer la voluntad popular. Se subrayó la necesidad
de sostener las políticas de derechos humanos construidas desde 1983 hasta la
fecha como políticas de estado. La presentación de esa obra implica desde la
Iglesia el poder sanador del conocimiento de la verdad sobre la historia.
A lo largo de todas las
jornadas se destacó la necesidad de fortalecer la escucha, de aprender a escucharnos
con humildad y esperanza como modo indispensable para dialogar, para re-crear,
haciendo el esfuerzo de articular esa dimensión individual, personal, para
ponerla a jugar con la dimensión social, colectiva, estructural de la vida
comunitaria en este tiempo de la historia.
Hablamos de una democracia que
signifique la construcción de ciudadanía plena, de ejercicio de derechos, que
asegure condiciones para el bienestar de nuestro pueblo, que supere la
fragmentación, con sensibilidad social, con Tierra, Techo y Trabajo que
garantice igualdad de oportunidades, con independencia económica.
Insistentemente escuchamos que
es necesario un nuevo pacto social o un nuevo contrato democrático, con la
participación de toda la dirigencia política, económica y social, con un
consenso que es posible y necesario, rescatando todo lo bueno que se hizo en la
democracia, recalcando que es necesario ir a la cultura del encuentro, a partir
de la escucha que nos habilita a debatir y superar las diferencias.
Oímos las luces y sombras de
este tiempo transcurrido, con logros y avances, pero con las deudas aún pendientes
de la democracia. Rescatamos la expresión casi unánime de todos los participantes
en esta semana sobre la relevancia de un compromiso transversal para lograr consensos
en materia de políticas públicas sostenidas para proyectar la educación, el
empleo, la justicia y el desarrollo económico con inclusión. El trabajo digno,
se ha dicho, no solo tiene un valor económico sino que es valorado como el principal
organizador de la vida social.
Escuchamos la necesidad de
mayor industrialización y políticas de agregación de valor a las materias primas
para la generación de empleo y lograr los acuerdos necesarios para combatir la
inflación y sostener el crecimiento en una coyuntura que se presenta con
optimismo en los tiempos económicos que vienen.
Mejorar el acceso a la
justicia y avanzar contra la impunidad, destacándose que el fin del estado de bienestar
no puede resolverse con leyes represivas, que no consideran los fundamentos
sociales de tales problemáticas.
En cuanto a la educación, si
bien se atravesó el crecimiento de la inclusión educativa se registran deudas en
la calidad de formación, rescatándose la escuela como espacio de paz, de amor a
la patria y convivencia social.
Necesitamos pasar de una
democracia representativa a una democracia participativa, con la correspondiente
pluralidad. Hay sectores que hoy cuestionan el sistema democrático, pero no
debemos claudicar, es el marco y estilo de vida que hemos elegido tener.
Ninguna solución basada en la eliminación del otro puede ser un buen camino
para re-crear la democracia.
Necesitamos un análisis
sereno, reflexivo, profundo, de dónde estamos y hacia dónde queremos ir.
Necesitamos poner ‘un oído en
el pueblo y otro en el Evangelio’.
A esa tarea estamos todos
convocados, especialmente los jóvenes, escuchando sus propuestas, anhelos y sueños,
los que, como dice el Papa Francisco, no son el futuro sino el presente de esta
democracia que viene.
Junto a nuestra Madre que nos
ilumina desde Luján, “caminemos en esperanza”1 animándonos una vez más a ponernos
la Patria al hombro.
Comisión
Episcopal de Pastoral Social