“Aquí muere, aquí podríamos decir que se entierra esta semilla para dar fruto para la vida de los hombres”, dijo fray Bunader al referirse al Beato Mamerto Esquiú. También pidió a Dios por su pronta canonización.
En
horas de la tarde del miércoles 10 de enero, se conmemoró el 141° aniversario
del paso a la Gloria del Beato Mamerto Esquiú, en El Suncho, departamento La
Paz.
Las
celebraciones se iniciaron con el rezo de las estaciones del Vía Crucis desde
la localidad de Esquiú hasta el paraje lapaceño, en cuya capilla se desgranaron
los misterios del Santo Rosario alrededor de las 15.00, conmemorando aquel
miércoles 10 de enero de 1883 en que el Beato Esquiú pasó a la eternidad.
Posteriormente
se administró el sacramento del Bautismo a dos pequeñas de la comunidad, cuyos
padres y padrinos recibieron la Catequesis prebautismal a la sombra de los añosos
algarrobos del lugar.
Luego
del rezo del Santo Rosario, se celebró la Santa Misa, presidida por el padre
Julio Murúa, vicario general, y concelebrada por los presbíteros Domingo
Chaves, párroco de San Roque -Recreo-, fray Julio Bunader, de la comunidad
franciscana de Catamarca; Marcelo Amaya, párroco de Santa Rosa de Lima -Capital-
y Juan Marcos Bellomo, párroco de la Inmaculada Concepción -Ancasti-
Participaron
de la ceremonia litúrgica el intendente de Recreo, Luis Polti, concejales, y fieles
y devotos llegados desde los departamentos Fray Mamerto Esquiú y Ancasti, y
localidades como San Antonio de La Paz e Icaño.
En
su homilía, fray Bunader comentó que “es la primera vez que vengo a este lugar
donde culminó la vida de un hombre, el Beato Mamerto Esquiú, que como en esa
parábola cuando dice Jesús, la semilla que cae en tierra da muchos frutos, él
cayó en esta tierra, nació en Piedra Blanca y murió en El Suncho de Catamarca”.
Luego
destacó “la capacidad de la escucha del joven Mamerto Esquiú, que a corta edad
pudo percibir que su vida era consagrarse al Señor. Descubrió que su vida iba a
ser plena en la medida que respondiera generosamente a la voz del Señor. Fue
franciscano, y después de 10 años que vivió en Piedra Blanca fue a vivir en el convento
franciscano, donde se formó. En ese contexto y esa vocación descubrió que el Señor
lo llamaba a seguirlo viviendo el evangelio en fraternidad y en minoridad”.
“Reconocemos
en él a un hombre cercano al pueblo, que siguió a Jesucristo pobre, humilde y
crucificado como franciscano, él fue un hombre que no pudo entender cómo los
hermanos se puedan pelear. Y fue quien ayudó a tomar conciencia de que somos hermanos,
hijos de un mismo Padre; y él tuvo que entender que por obediencia tenía
que hacer un servicio en la Iglesia más allá de ser sacerdote franciscano. También
como obispo de Córdoba recorriendo inclusive enfermo los territorios más
limítrofes de su diócesis como era La Rioja, como era esta tierra, hasta que en este lugar, frágil, enfermo, tuvo que
abrazar a la hermana muerte corporal. Aquí muere, aquí podríamos decir que se
entierra esta semilla para dar fruto para la vida de los hombres”,
afirmó.
Hacia el final de su
predicación, fray Bunader pidió al Señor “que nos ayude también a que nuestro
camino sea un camino de escucha de la voluntad de Dios en nuestra vida”, que
podamos “vivir en comunión, fraternidad, buscando el bien de todos, para que
juntos podamos reconocernos en este tiempo llamados a dar testimonio genuino y
humilde de que Jesucristo Resucitado está vivo en medio nuestro”.
Asimismo, rogó que “pronto lo
tengamos en los altares como santo,
y que interceda por los catamarqueños porque es un hombre de esta cultura; por
la Orden de los franciscanos en este camino de búsqueda de identidad y de
testimonio en este tiempo; por nuestra Patria que va caminando caminos nuevos
de configuración, de búsqueda, para que siempre busquemos el bien común, la
fraternidad, la unidad; por todas las familias, la sociedad, los hermanos que
sufren, que están enfermos, porque también le pedimos que interceda por nuestra
fragilidad”.
Además,
elevó súplicas para “que el Beato Mamerto Esquiú siga sosteniendo a la Iglesia de
Catamarca, al Obispo y a los sacerdotes que vivimos aquí, para que podamos
escuchar a Jesús y seguirlo donde quiera que nos llame”.
Antes de la bendición final,
el padre Murúa transmitió el saludo y cariño del obispo diocesano, Mons. Luis
Urbanč, a la comunidad reunida en torno a la Eucaristía.
Por su parte, el padre Chaves agradeció a todos los fieles y a las autoridades civiles
que acompañaron esta celebración, e invitó que “trabajen por la unidad y en
unidad, todos juntos”, ante la llegada de un nuevo párroco.
Luego se concretó el arriamiento de las banderas nacional y papal, continuando
con la procesión alrededor del predio de El Suncho portando las sagradas imágenes
del Beato Mamerto Esquiú y de Nuestra Madre del Valle.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat