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11 enero 2024

Conmemoraron el paso a la Gloria del Beato Mamerto Esquiú en El Suncho

“Aquí muere, aquí podríamos decir que se entierra esta semilla para dar fruto para la vida de los hombres”, dijo fray Bunader al referirse al Beato Mamerto Esquiú. También pidió a Dios por su pronta canonización.

 

En horas de la tarde del miércoles 10 de enero, se conmemoró el 141° aniversario del paso a la Gloria del Beato Mamerto Esquiú, en El Suncho, departamento La Paz.

Las celebraciones se iniciaron con el rezo de las estaciones del Vía Crucis desde la localidad de Esquiú hasta el paraje lapaceño, en cuya capilla se desgranaron los misterios del Santo Rosario alrededor de las 15.00, conmemorando aquel miércoles 10 de enero de 1883 en que el Beato Esquiú pasó a la eternidad.

Posteriormente se administró el sacramento del Bautismo a dos pequeñas de la comunidad, cuyos padres y padrinos recibieron la Catequesis prebautismal a la sombra de los añosos algarrobos del lugar.

Luego del rezo del Santo Rosario, se celebró la Santa Misa, presidida por el padre Julio Murúa, vicario general, y concelebrada por los presbíteros Domingo Chaves, párroco de San Roque -Recreo-, fray Julio Bunader, de la comunidad franciscana de Catamarca; Marcelo Amaya, párroco de Santa Rosa de Lima -Capital- y Juan Marcos Bellomo, párroco de la Inmaculada Concepción -Ancasti-

Participaron de la ceremonia litúrgica el intendente de Recreo, Luis Polti, concejales, y fieles y devotos llegados desde los departamentos Fray Mamerto Esquiú y Ancasti, y localidades como San Antonio de La Paz e Icaño.

En su homilía, fray Bunader comentó que “es la primera vez que vengo a este lugar donde culminó la vida de un hombre, el Beato Mamerto Esquiú, que como en esa parábola cuando dice Jesús, la semilla que cae en tierra da muchos frutos, él cayó en esta tierra, nació en Piedra Blanca y murió en El Suncho de Catamarca”.

Luego destacó “la capacidad de la escucha del joven Mamerto Esquiú, que a corta edad pudo percibir que su vida era consagrarse al Señor. Descubrió que su vida iba a ser plena en la medida que respondiera generosamente a la voz del Señor. Fue franciscano, y después de 10 años que vivió en Piedra Blanca fue a vivir en el convento franciscano, donde se formó. En ese contexto y esa vocación descubrió que el Señor lo llamaba a seguirlo viviendo el evangelio en fraternidad y en minoridad”.

“Reconocemos en él a un hombre cercano al pueblo, que siguió a Jesucristo pobre, humilde y crucificado como franciscano, él fue un hombre que no pudo entender cómo los hermanos se puedan pelear. Y fue quien ayudó a tomar conciencia de que somos hermanos, hijos de un mismo Padre; y él tuvo que entender que por obediencia tenía que hacer un servicio en la Iglesia más allá de ser sacerdote franciscano. También como obispo de Córdoba recorriendo inclusive enfermo los territorios más limítrofes de su diócesis como era La Rioja, como era esta tierra, hasta que en este lugar, frágil, enfermo, tuvo que abrazar a la hermana muerte corporal. Aquí muere, aquí podríamos decir que se entierra esta semilla para dar fruto para la vida de los hombres”, afirmó.

Hacia el final de su predicación, fray Bunader pidió al Señor “que nos ayude también a que nuestro camino sea un camino de escucha de la voluntad de Dios en nuestra vida”, que podamos “vivir en comunión, fraternidad, buscando el bien de todos, para que juntos podamos reconocernos en este tiempo llamados a dar testimonio genuino y humilde de que Jesucristo Resucitado está vivo en medio nuestro”.

Asimismo, rogó que “pronto lo tengamos en los altares como santo, y que interceda por los catamarqueños porque es un hombre de esta cultura; por la Orden de los franciscanos en este camino de búsqueda de identidad y de testimonio en este tiempo; por nuestra Patria que va caminando caminos nuevos de configuración, de búsqueda, para que siempre busquemos el bien común, la fraternidad, la unidad; por todas las familias, la sociedad, los hermanos que sufren, que están enfermos, porque también le pedimos que interceda por nuestra fragilidad”.

Además, elevó súplicas para “que el Beato Mamerto Esquiú siga sosteniendo a la Iglesia de Catamarca, al Obispo y a los sacerdotes que vivimos aquí, para que podamos escuchar a Jesús y seguirlo donde quiera que nos llame”.

Antes de la bendición final, el padre Murúa transmitió el saludo y cariño del obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, a la comunidad reunida en torno a la Eucaristía.

Por su parte, el padre Chaves agradeció a todos los fieles y a las autoridades civiles que acompañaron esta celebración, e invitó que “trabajen por la unidad y en unidad, todos juntos”, ante la llegada de un nuevo párroco.

Luego se concretó el arriamiento de las banderas nacional y papal, continuando con la procesión alrededor del predio de El Suncho portando las sagradas imágenes del Beato Mamerto Esquiú y de Nuestra Madre del Valle.

Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat