El Obispo rogó “que nuestros hogares sean faros de esperanza”, que podamos “sostener los propósitos de cambio del Año Jubilar”, y llamó “a preparar nuestros corazones para vivir el Año Jubilar por el Bicentenario del Nacimiento del Beato Mamerto Esquiú”.
En un clima de mucha alegría,
durante la mañana de este domingo 28 de diciembre, Fiesta de la Sagrada Familia
de Jesús, María y José, la Iglesia Diocesana de Catamarca celebró la clausura
solemne del Año Jubilar 2025, convocado por el Papa Francisco hace un año, con
el lema “Peregrinos de esperanza”.
La Santa Misa fue presidida
por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el vicario
general, P. Julio Murúa; el rector de la Catedral Basílica y Santuario de
Nuestra Señora del Valle, P. Juan Ramón Cabrera; y numerosos sacerdotes de los decanatos
que conforman la Diócesis de Catamarca.
Una gran cantidad de fieles
laicos y religiosas, provenientes de las distintas comunidades, se dio cita en
la Iglesia Catedral, madre de todas las iglesias de la diócesis, para celebrar
con alegría esta jornada especial.
La ceremonia litúrgica dio
inicio con el ingreso de la Cruz en procesión desde el atrio del templo hasta
el Presbiterio, donde estuvo expuesta durante todo el año cerca del altar, y
que en este día estuvo adornada con flores, para destacar la centralidad que
tuvo durante todo el Año Jubilar. Detrás de los ministros ingresaron los fieles
y peregrinos que atravesaron la Puerta Santa, para ganar la indulgencia
plenaria concedida por la Iglesia en este Año Santo.
Luego de la proclamación de la
Palabra de Dios, el Obispo pronunció su homilía, en la que inicialmente dijo que
“esta celebración nos une a todas las Diócesis del mundo para dar por
finalizado el Año Jubilar que hemos vivido desde el 29 de diciembre del año
pasado, también Fiesta de la Sagrada Familia”.
Luego manifestó que “el Papa
Francisco, en la bula de convocatoria «La Esperanza no defrauda», nos
comprometía a una conversión personal y comunitaria profunda, centrada en el
perdón, único camino para la reconciliación y la recomposición de las
historias, rompiendo con la prisa del mundo moderno, para mirar a largo plazo,
y enfocándonos en la esperanza frente a la adversidad, la paz, el cuidado de la
creación, la apertura generosa y responsable de la vida, y la solidaridad con
los más necesitados (pobres, enfermos, migrantes), viviendo la fe como camino
de peregrinación hacia Dios”.
Al respecto invitó a preguntarse
“qué hicimos, cuánto cambiamos en nuestro modo de vivir, cómo queremos seguir
peregrinando y, sobre todo, si hemos tomado conciencia y nos hemos convencido
de que Jesucristo es el Señor de la Vida y de la historia, único fundamento de
una esperanza cierta, que nos sitúa en el más allá de la precariedad y
volatilidad de la vida terrena, que se nos dio como ‘don y tarea’, pero no como
morada definitiva”.
Al referirse a la celebración
de la Sagrada Familia, señaló que “la tradición litúrgica reserva este primer
domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret”, resaltando que “el
tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, con una carga muy peculiar de intimidad
profunda. Es ahí donde Jesús madura como hombre, su personalidad psicológica se
cincela en las tradiciones de su pueblo, y allí irá internalizando el proyecto
que un día consumará. Nazaret, hoy y siempre, será una sorpresa, porque es una
llamada eterna a escuchar la voz de Dios y a responder como lo hicieron José y
María, y así se lo enseñaron a Jesús… El Hijo de Dios que vino a salvarnos,
tuvo en Nazaret una familia como nosotros, y que la Providencia Divina nos la
deja como Modelo a seguir”.
“La Liturgia de este domingo
nos deja bien en claro que la Familia Cristiana debe ser un reflejo del Amor
Divino, ya que fue creada para ser la primera escuela de las virtudes sociales
que la humanidad necesita”, afirmó.
“La
familia es el primer lugar donde aprendemos quién es Dios”
Luego desarrolló puntos
vinculados con la familia, indicando que “la familia cristiana no es
simplemente una unidad social o biológica; es una realidad espiritual. A menudo
se la llama la ‘Iglesia doméstica’ porque es en el hogar donde la fe se vive,
se transmite y se pone a prueba diariamente. Es el primer lugar donde
aprendemos quién es Dios, no a través de grandes teologías, sino a través del
amor de nuestros padres, el perdón entre hermanos y la oración compartida”.
“En un mundo tan dominado por
el individualismo -continuó-, la familia cristiana se erige como un testimonio
de comunidad. Nos recuerda que hemos sido creados para la relación, reflejando
la naturaleza misma de Dios, que es comunión: Padre, Hijo y Espíritu Santo”.
En otro de los ítems señaló
que “el apóstol Pablo nos ofrece una visión radical de la familia. No se basa
en el dominio, sino en el servicio mutuo: El matrimonio es comparado con la
relación entre Cristo y la Iglesia. Implica un amor sacrificial, donde cada uno
busca el bien del otro por encima del propio. La educación no se trata de
imponer reglas arbitrarias, sino de formar a los hijos con la ‘disciplina e
instrucción del Señor’, comprendiendo sus corazones y guiándolos con paciencia”.
Asimismo, planteó los desafíos
en el mundo moderno, afirmando que “hoy en día, la familia cristiana navega por
aguas turbulentas. El ritmo frenético de la vida, la intrusión de la tecnología
en la mesa familiar y la relatividad de los valores morales presentan desafíos
constantes. Sin embargo, es precisamente en esta oscuridad donde la luz de la
familia cristiana brilla más. Cuando una familia decide perdonarse en lugar de
guardar rencor, comer juntos y conversar en lugar de aislarse en pantallas, orar
juntos en medio de la dificultad, servir al vecino necesitado, están realizando
un acto contracultural de fe. Están declarando que el amor de Dios es más
fuerte que las tendencias del mundo”.
Pilares
para fortalecer el hogar
Por último, destacó que “para
que una familia se mantenga firme, necesita cultivar ciertos hábitos
espirituales”, como “la oración conjunta,
ya bendiciendo los alimentos, ya leyendo la Biblia antes de dormir o en otros
momentos, ya participando juntos de la Misa dominical. Jesús ha prometido estar
en medio de los que se reúnen en su nombre a orar. Hagan que Él sea el centro
del hogar. *El perdón rápido” ya que
“en la convivencia diaria, las ofensas son inevitables. Como familia cristiana
sean constantes en el perdón mutuo, así recordarán cuánto nos ha perdonado Dios
a nosotros. La hospitalidad: Un hogar
cristiano no debe tener las puertas cerradas. Debe ser un lugar de refugio,
alegría y acogida para amigos, familiares y necesitados”.
“La familia cristiana no es
una familia perfecta; es una familia en proceso de redención. Es un grupo de
personas imperfectas que confían en un Dios perfecto. Su misión es simple pero
profunda: hacer visible el amor invisible de Dios y preparar a las futuras
generaciones para caminar en la verdad, en el amor y en la luz”, enfatizó.
Hacia el final de su
predicación rogó a Nuestra Madre del Valle “que nuestros hogares sean faros de
esperanza, donde cualquiera que entre pueda decir: ‘Aquí se respira el amor de
Dios, aquí vive Dios, aquí hay paz’”.
Además, le pidió “que nos
ayudes a sostener los propósitos de cambio que nos hemos hecho a lo largo del
Año Jubilar. Que, de verdad, podamos cumplir con Jesús, y así hacer presente el
Reino de Dios”. Y también “a preparar nuestros corazones para vivir el Año
Jubilar por el Bicentenario del Nacimiento de nuestro querido beato y
comprovinciano, Mamerto Esquiú, obispo”.
Comunión
y acción de gracias
En el momento de la
preparación de la mesa eucarística, se presentaron los dones del pan y el vino,
que luego se convirtieron en el Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
Al tratarse de un día
especial, la Comunión se distribuyó bajo las dos especies, ya que «en esa forma
es donde más perfectamente se manifiesta el signo del banquete eucarístico» (Ordenación
General del Misal Romano, 281).
Después de la Comunión, el
Obispo invitó a los fieles a bendecir al Señor por la gracia del Año Jubilar y
la indulgencia, entonando un canto de acción de gracias.
La celebración eucarística
terminó con la bendición solemne invocando sobre el pueblo la fuerza de la
ayuda divina para que, una vez terminada la vivencia del Jubileo, la comunidad
que ha experimentado el perdón pueda volver a la vida diaria, renovada por la
gracia de un tiempo especial de oración y de cercanía al Señor.
Gesto
de caridad y confraternidad
Los alimentos no perecederos ofrecidos
por los fieles como gesto de caridad, que continúa incluso después de la
clausura del Año Jubilar, serán destinados a la Comunidad Cenáculo, donde se
recuperan los jóvenes con problemas de adicciones. Se agradece a quienes
colaboraron.
Al concluir la celebración eucarística, el Obispo invitó a los presentes a compartir un desayuno a la canasta en el Paseo de la Fe, como un lindo espacio para confraternizar, dialogar e intercambiar experiencias de fe.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
hermanos:
Bienvenidos a esta celebración
que nos une a todas las Diócesis del mundo para dar por finalizado el Año
Jubilar que hemos vivido desde el 29 de diciembre del año pasado, también
Fiesta de la Sagrada Familia.
El recordado, y no bien
valorado, Papa Francisco, en la bula de convocatoria «La Esperanza no
defrauda», nos comprometía a una conversión personal y comunitaria profunda,
centrada en el perdón, único camino para la reconciliación y la recomposición
de las historias, rompiendo con la prisa del mundo moderno, para mirar a largo
plazo, y enfocándonos en la esperanza frente a la adversidad, la paz, el
cuidado de la creación, la apertura generosa y responsable de la vida, y la
solidaridad con los más necesitados (pobres, enfermos, migrantes), viviendo la
fe como camino de peregrinación hacia Dios.
Hoy nos tenemos que preguntar
qué hicimos, cuánto cambiamos en nuestro modo de vivir, cómo queremos seguir
peregrinando y, sobre todo, si hemos tomado conciencia y nos hemos convencido
de que Jesucristo es el Señor de la Vida y de la historia, único fundamento de
una esperanza cierta, que nos sitúa en el más allá de la precariedad y
volatilidad de la vida terrena, que se nos dio como ‘don y tarea’, pero no como
morada definitiva.
La tradición litúrgica reserva
este primer domingo después de Navidad a la Sagrada Familia de Nazaret. El
tiempo de Nazaret es un tiempo de silencio, con una carga muy peculiar de
intimidad profunda. Es ahí donde Jesús madura como hombre, su personalidad
psicológica se cincela en las tradiciones de su pueblo, y allí irá
internalizando el proyecto que un día consumará. Nazaret, hoy y siempre, será
una sorpresa, porque es una llamada eterna a escuchar la voz de Dios y a
responder como lo hicieron José y María, y así se lo enseñaron a Jesús. Ellos
le hablaron de Dios y le enseñaron a ir a la sinagoga, a leer la Escritura, en
particular los profetas por los que quedaría fascinado y a orar con los salmos.
El Hijo de Dios que vino a salvarnos, tuvo en Nazaret una familia como
nosotros, y que la Providencia Divina nos la deja como Modelo a seguir.
La Liturgia de este domingo
nos deja bien en claro que la Familia Cristiana debe ser un reflejo del Amor
Divino, ya que fue creada para ser la primera escuela de las virtudes sociales
que la humanidad necesita.
La primera lectura, tomada del
Eclesiástico (3,2-6.12-14), afirma que es un tesoro tener un padre y una madre,
porque sin padre y sin madre no se puede existir. Dios es representando
plenamente en la conjunción padre-madre. Por eso Dios, a pesar de que lo
confesamos como Omnipotente y Poderoso, dispuso que su Hijo se encarnase, se
acercase a nosotros siendo hijo de una madre y que tuviera un padre. La familia
está formada por unos padres y unos hijos y nadie está en el mundo sin ese
proceso. No tenemos otra manera de venir al mundo, de crecer, de madurar, y
ello forma parte del misterio de la creación de Dios. Por eso el misterio de
ser padres no puede quedar reducido solamente a lo biológico. Eso es lo más
fácil, y, no pocas veces irracional y mundano. Ser padres, porque se tienen
hijos, es un misterio de vida que los creyentes sabemos, está en las manos de
Dios.
1.
La Familia como "Iglesia Doméstica"
La familia cristiana no es
simplemente una unidad social o biológica; es una realidad espiritual. A menudo
se la llama la "Iglesia doméstica" porque es en el hogar donde la fe
se vive, se transmite y se pone a prueba diariamente. Es el primer lugar donde
aprendemos quién es Dios, no a través de grandes teologías, sino a través del
amor de nuestros padres, el perdón entre hermanos y la oración compartida.
En un mundo tan dominado por
el individualismo, la familia cristiana se erige como un testimonio de
comunidad. Nos recuerda que hemos sido creados para la relación, reflejando la
naturaleza misma de Dios, que es comunión: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
2.
El Fundamento del Amor: Efesios y Colosenses
El apóstol Pablo nos ofrece
una visión radical de la familia. No se basa en el dominio, sino en el servicio
mutuo:
• El matrimonio: Es comparado
con la relación entre Cristo y la Iglesia. Implica un amor sacrificial, donde
cada uno busca el bien del otro por encima del propio.
• La educación: No se trata de
imponer reglas arbitrarias, sino de formar a los hijos con la "disciplina
e instrucción del Señor", comprendiendo sus corazones y guiándolos con
paciencia.
3.
Desafíos en el Mundo Moderno
Hoy en día, la familia
cristiana navega por aguas turbulentas. El ritmo frenético de la vida, la
intrusión de la tecnología en la mesa familiar y la relatividad de los valores
morales presentan desafíos constantes. Sin embargo, es precisamente en esta
oscuridad donde la luz de la familia cristiana brilla más. Cuando una familia
decide:
• Perdonarse en lugar de
guardar rencor.
• Comer juntos y conversar en
lugar de aislarse en pantallas.
• Orar juntos en medio de la
dificultad.
• Servir al vecino necesitado.
…están realizando un acto
contracultural de fe. Están declarando que el amor de Dios es más fuerte que
las tendencias del mundo.
4.
Pilares para Fortalecer el Hogar
Para que una familia se
mantenga firme, necesita cultivar ciertos hábitos espirituales:
1.
La Oración Conjunta: Ya bendiciendo los alimentos, ya leyendo la
Biblia antes de dormir o en otros momentos, ya participando juntos de la Misa
dominical. Jesús ha prometido estar en medio de los que se reúnen en su nombre
a orar. Hagan que Él sea el centro del hogar.
2.
El Perdón Rápido: En la convivencia diaria, las ofensas son
inevitables. Como familia cristiana sean constantes en el perdón mutuo, así
recordarán cuánto nos ha perdonado Dios a nosotros.
3.
La Hospitalidad: Un hogar cristiano no debe tener las puertas
cerradas. Debe ser un lugar de refugio, alegría y acogida para amigos, familiares
y necesitados.
En fin, La familia cristiana
no es una familia perfecta; es una familia en proceso de redención. Es un grupo
de personas imperfectas que confían en un Dios perfecto. Su misión es simple
pero profunda: hacer visible el amor invisible de Dios y preparar a las futuras
generaciones para caminar en la verdad, en el amor y en la luz.
Por eso, te pedimos Madre del
Valle, que nuestros hogares sean faros de esperanza, donde cualquiera que entre
pueda decir: "Aquí se respira el amor de Dios, aquí vive Dios, aquí hay
paz".
Además, te pido que nos ayudes
a sostener los propósitos de cambio que nos hemos hecho a lo largo del Año
Jubilar. Que, de verdad, podamos cumplir con Jesús, y así hacer presente el
Reino de Dios.
Por último, ayúdanos Madre a
preparar nuestros corazones para vivir el año jubilar por el Bicentenario del
nacimiento de nuestro querido beato y comprovinciano, Mamerto Esquiú, obispo.
Así sea.
#CierreJubileo2025Catamarca
Fotos y video: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat
