Durante la Santa Misa de cierre de la jornada, el jueves 4 de diciembre, sexto día de la novena en honor de la Pura y Limpia Concepción del Valle, rindió su homenaje el mundo de la Cultura, el Turismo y el Deporte, oportunidad en que se rogó por las autoridades y empleados del Ministerio de Cultura, Turismo y Deporte y la Secretaría de Cultura, Turismo y Deporte; Sociedad Argentina de Escritores (SADE), Junta de Estudios Históricos, Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Catamarca, SALAC, Damas Belgranianas, Instituto Sanmartiniano y de Cultura Hispánica, EVEA, Conservatorios de Música, Asociación de Folcloristas Unidos de Catamarca (AFUCA) y demás Instituciones culturales y artísticas; Hoteles, Bares y Restaurantes; Clubes, Asociaciones, Círculos y Federaciones del Deporte, Escuelas de Formación Deportivas y Pastoral del Turismo.
La ceremonia litúrgica fue
presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por los
sacerdotes Ramón Carabajal y Leandro Roldán, capellán del Santuario Catedral y
vicario de la parroquia Nuestra Señora de Belén, respectivamente.
Entre las autoridades
presentes se encontraba la Secretaria de Gestión Cultural de Catamarca, Laura
Mauvecín.
En el inicio de su predicación,
Mons. Urbanč dio la bienvenida a todos los presentes en la Eucaristía, mencionando
que “el tema que abordamos esta jornada que acaba es ‘Jesucristo, alimento para
el peregrino’. Qué importante para estos ámbitos que hoy peregrinan a este
santuario”.
Al reflexionar sobre la Palabra
de Dios proclamada, dijo que “los textos bíblicos también nos ayudan a
reflexionar sobre la cultura, o sea, aquello que cultivamos, y, a su vez, lo
que va modelando nuestra vida, que no es un simple conjunto de conocimientos,
sino el modo en que el ser humano cultiva y perfecciona la naturaleza, comenzando
por la suya propia. Es el universo de valores, costumbres, expresiones y obras
que una comunidad crea y hereda”.
En este sentido afirmó que “el
cristianismo no es una fe que aterriza en un vacío, sino que se encarna en una
cultura. Así como el Verbo de Dios se hizo carne en Jesús de Nazaret, asumiendo
la cultura de su tiempo, nuestra fe busca entrar y fecundar cada cultura
humana. San Juan Pablo II nos
recordaba que el Evangelio debe situarse en el núcleo dinámico de la cultura:
en sus criterios de juicio, en sus normas de acción, en su modo de pensar. No
venimos a destruir lo que es auténticamente humano, sino a purificarlo y
llevarlo a su plenitud”.
“Nuestra fe nos enseña la
dignidad inalienable de cada persona, creada a imagen de Dios. Esta verdad debe
ser la base de toda cultura: una cultura que promueva el bien común, la
justicia y la fraternidad. Cuando el cristianismo penetra una cultura, la
transforma en una cultura del encuentro, que rechaza el descarte, que valora al
anciano y al niño, que abre sus puertas al que es diferente. El Evangelio nos
lanza al diálogo con todas las expresiones humanas para encontrar y valorar las
‘semillas del Verbo’ que ya están presentes”, señaló.
Asimismo, resaltó que “somos
llamados a ser fermento en la masa (cf. Mt 13,33). Que nuestra fe no sea algo
privado y relegado, sino una luz que ilumine el arte, la ciencia, la política,
las relaciones sociales, la técnica, el empresariado y, en definitiva, todo lo
que hacemos”.
“Que el Espíritu Santo nos dé
la sabiduría y la audacia para que el Evangelio se convierta en el alma de
nuestra cultura, haciendo de este mundo un lugar más humano y cercano al Reino
de Dios”, pidió.
“El
turismo y el deporte, una oportunidad para el progreso de la humanidad”
En otro tramo de su homilía, el
Obispo apuntó que “la Iglesia reconoce el turismo y el deporte como un fenómeno
social y económico de gran alcance y como una oportunidad para el progreso de
la humanidad”, destacando “valores positivos, el descanso como una motivación
importante para el tiempo libre y se valora el turismo como una vía para el
diálogo entre civilizaciones y culturas, fomentando una ‘civilización del amor
y de la paz’".
Y puntualizar advertencias, “la
Iglesia, no obstante, mantiene una vigilancia frente a los peligros que pueden
derivarse de una práctica turística que no tenga en cuenta los valores morales,
o que se vuelva en fuente de degradación de la naturaleza y de las personas. Por
eso ha creado la Pastoral del Turismo, como un esfuerzo continuo para impregnar
de sentido cristiano esta dimensión de la vida humana, considerando al turismo
como un momento de evangelización y comunión eclesial”.
En este punto comentó que “además,
acompaña el Turismo Religioso, pues reconoce la importancia de las visitas a
santuarios y las peregrinaciones como un camino de encuentro con Dios y de
compartir con otros, para que los turistas experimenten la
"catolicidad" de modo visible”.
Concluyó afirmando que la Iglesia
“ve estas actividades como esferas que, si se viven con responsabilidad y en
coherencia con los valores cristianos, pueden ser instrumentos de crecimiento
personal, diálogo, paz y evangelización”.
Los alumbrantes acercaron ofrendas
particulares junto con los dones del pan y del vino. Y antes de la bendición
final, honraron a la Virgen con el canto.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos devotos y peregrinos:
En este sexto día de la Novena
rinde su homenaje a la Virgen del Valle el mundo de la Cultura, el Turismo y el
Deporte. Bienvenidos a todos los que lo hacen presente en esta celebración
vespertina. Que la Madre de los catamarqueños los siga sosteniendo, animando y
cuidando para que den lo mejor de sí mismos en bien de toda la sociedad, en
especial, de los más desprotegidos.
El tema que abordamos esta
jornada que acaba es “Jesucristo, alimento para el peregrino”. Qué importante
para estos ámbitos que hoy peregrinan a este santuario.
Ayer escuchamos un texto del
profeta Isaías que hablaba de la vida eterna como un festín, un banquete
generoso. Hoy escuchamos otro fragmento del mismo profeta en su visión del fin
de los tiempos: la Jerusalén celeste, pero vista ahora como una ciudad fuerte,
construida por Dios (Is 26,1-6).
Las ciudades que son
construidas por los hombres pueden ser vencidas por manos de otros hombres,
pero lo que Dios construye en nuestras vidas, eso permanece para siempre. Si
ponemos en Dios nuestra confianza, nuestro ánimo estará firme y mantendremos la
paz.
En cambio, allí donde hay
arrogancia, pronto brota la rebeldía; sin embargo, donde hay humildad
fácilmente hay obediencia y eso es lo que nos lleva a poner la confianza en
Dios… ¿Quiénes son los que pisan esa ciudad fortificada? Indudablemente “los
pies de los humildes”.
Una vez más vemos la profecía
cumplida en el Evangelio. Jesús termina el Sermón de la Montaña con la
comparación de las dos casas: una construida sobre arena y otra sobre roca (Mt
7,21.24-27).
No basta con escuchar las
enseñanzas de Jesús, con decir: “Señor, Señor” y luego olvidarse –eso es
edificar sobre arena-. Es preciso cumplir la voluntad de Dios, que no consiste
en hacer muchas cosas, sino en fiarse de Dios y pasar por “su filtro” todas
nuestras relaciones. Por ejemplo, hoy, nos preguntemos: ¿Jesús asiente el trato
con esta persona o con estas amistades? ¿Acepta mi manera de trabajar o mi modo
de descansar? ¿Serán buenos los libros que leo, los espectáculos a los que
asisto o las películas que veo?
No se trata de que el Señor se
amolde a mis decisiones, sino de amoldarme yo a las suyas. Vendrán tormentas y
tempestades, pero si mi casa está cimentada sobre roca, no perecerá. Dejemos
que sea el Señor el que oriente nuestra vida.
También los textos bíblicos
nos ayudan a reflexionar sobre la cultura, o sea, aquello que cultivamos, y, a
su vez, lo que va modelando nuestra vida, que no es un simple conjunto de
conocimientos, sino el modo en que el ser humano cultiva y perfecciona la
naturaleza, comenzando por la suya propia. Es el universo de valores,
costumbres, expresiones y obras que una comunidad crea y hereda.
El cristianismo no es una fe
que aterriza en un vacío, sino que se encarna en una cultura. Así como el Verbo
de Dios se hizo carne en Jesús de Nazaret, asumiendo la cultura de su tiempo,
nuestra fe busca entrar y fecundar cada cultura humana.
San Juan Pablo II nos
recordaba que el Evangelio debe situarse en el núcleo dinámico de la cultura:
en sus criterios de juicio, en sus normas de acción, en su modo de pensar. No
venimos a destruir lo que es auténticamente humano, sino a purificarlo y
llevarlo a su plenitud.
Nuestra fe nos enseña la
dignidad inalienable de cada persona, creada a imagen de Dios. Esta verdad debe
ser la base de toda cultura: una cultura que promueva el bien común, la
justicia y la fraternidad.
Cuando el cristianismo penetra
una cultura, la transforma en una cultura del encuentro, que rechaza el
descarte, que valora al anciano y al niño, que abre sus puertas al que es
diferente. El Evangelio nos lanza al diálogo con todas las expresiones humanas
para encontrar y valorar las "semillas del Verbo" que ya están
presentes.
Somos llamados a ser fermento
en la masa (cf. Mt 13,33). Que nuestra fe no sea algo privado y relegado, sino
una luz que ilumine el arte, la ciencia, la política, las relaciones sociales,
la técnica, el empresariado y, en definitiva, todo lo que hacemos.
Debemos preguntarnos: ¿Qué
cultura estamos construyendo con nuestras opciones? ¿Una cultura centrada en el
egoísmo y la prisa, o una cultura impregnada de la verdad, la belleza y la
bondad de Cristo?
Que el Espíritu Santo nos dé
la sabiduría y la audacia para que el Evangelio se convierta en el alma de
nuestra cultura, haciendo de este mundo un lugar más humano y cercano al Reino
de Dios.
Por otro lado, la Iglesia
reconoce el turismo y el deporte como un fenómeno social y económico de gran
alcance y como una oportunidad para el progreso de la humanidad.
• Valores Positivos: Se destaca el descanso como una
motivación importante para el tiempo libre y se valora el turismo como una vía
para el diálogo entre civilizaciones y culturas, fomentando una
"civilización del amor y de la paz".
• Advertencias: La Iglesia, no obstante, mantiene una
vigilancia frente a los peligros que pueden derivarse de una práctica turística
que no tenga en cuenta los valores morales, o que se vuelva en fuente de
degradación de la naturaleza y de las personas.
• Por eso ha creado la Pastoral del Turismo, como un esfuerzo
continuo para impregnar de sentido cristiano esta dimensión de la vida humana,
considerando al turismo como un momento de evangelización y comunión eclesial.
• Además, acompaña el Turismo Religioso, pues reconoce la
importancia de las visitas a santuarios y las peregrinaciones como un camino de
encuentro con Dios y de compartir con otros, para que los turistas experimenten
la "catolicidad" de modo visible.
Concluyendo, la postura
católica ve estas actividades como esferas que, si se viven con responsabilidad
y en coherencia con los valores cristianos, pueden ser instrumentos de
crecimiento personal, diálogo, paz y evangelización.
¡¡¡Viva Jesucristo!!! ¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!!
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