El domingo 12 de mayo, con
ocasión de celebrarse la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, se
invita a todos integrantes de los distintos medios de comunicación social a participar
de la Santa Misa, que se oficiará a las 20.00, en la Catedral Basílica de
Nuestra Señora del Valle.
Este año, el mensaje de la
Santa Sede está referido a “Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos
espacios para la evangelización”.
A continuación el texto
completo del mensaje.
«Redes Sociales: portales de verdad y de fe; nuevos espacios
para la evangelización»
[Domingo 12 de mayo de 2013
Queridos
hermanos y hermanas:
Ante
la proximidad de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de 2013,
deseo proponeros algunas reflexiones acerca de una realidad cada vez más
importante, y que tiene que ver con el modo en el que las personas se comunican
hoy entre sí. Quisiera detenerme a considerar el desarrollo de las redes
sociales digitales, que están contribuyendo a que surja una nueva «ágora», una
plaza pública y abierta en la que las personas comparten ideas, informaciones,
opiniones, y donde, además, nacen nuevas relaciones y formas de comunidad.
Estos
espacios, cuando se valorizan bien y de manera equilibrada, favorecen formas de
diálogo y de debate que, llevadas a cabo con respeto, salvaguarda de la
intimidad, responsabilidad e interés por la verdad, pueden reforzar los lazos
de unidad entre las personas y promover eficazmente la armonía de la familia
humana. El intercambio de información puede convertirse en verdadera
comunicación, los contactos pueden transformarse en amistad, las conexiones
pueden facilitar la comunión. Si las redes sociales están llamadas a actualizar
esta gran potencialidad, las personas que participan en ellas deben esforzarse
por ser auténticas, porque en estos espacios no se comparten tan solo ideas e
informaciones, sino que, en última instancia, son ellas mismas el objeto de la
comunicación.
El
desarrollo de las redes sociales requiere un compromiso: las personas se
sienten implicadas cuando han de construir relaciones y encontrar amistades,
cuando buscan respuestas a sus preguntas, o se divierten, pero también cuando
se sienten estimuladas intelectualmente y comparten competencias y
conocimientos. Las redes se convierten así, cada vez más, en parte del tejido
de la sociedad, en cuanto que unen a las personas en virtud de estas
necesidades fundamentales. Las redes sociales se alimentan, por tanto, de
aspiraciones radicadas en el corazón del hombre.
La
cultura de las redes sociales y los cambios en las formas y los estilos de la
comunicación suponen todo un desafío para quienes desean hablar de verdad y de
valores. A menudo, como sucede también con otros medios de comunicación social,
el significado y la eficacia de las diferentes formas de expresión parecen
determinados más por su popularidad que por su importancia y validez
intrínsecas. La popularidad, a su vez, depende a menudo más de la fama o de
estrategias persuasivas que de la lógica de la argumentación. A veces, la voz
discreta de la razón se ve sofocada por el ruido de tanta información y no
consigue despertar la atención, que se reserva en cambio a quienes se expresan
de manera más persuasiva. Los medios de comunicación social necesitan, por
tanto, del compromiso de todos aquellos que son conscientes del valor del
diálogo, del debate razonado, de la argumentación lógica; de personas que tratan
de cultivar formas de discurso y de expresión que apelan a las más nobles
aspiraciones de quien está implicado en el proceso comunicativo. El diálogo y
el debate pueden florecer y crecer asimismo cuando se conversa y se toma en
serio a quienes sostienen ideas distintas de las nuestras. «Teniendo en cuenta
la diversidad cultural, es preciso lograr que las personas no sólo acepten la
existencia de la cultura del otro, sino que aspiren también a enriquecerse con
ella y a ofrecerle lo que se tiene de bueno, de verdadero y de bello» (Discurso para el Encuentro
con el mundo de la cultura, Belém, Lisboa, 12 mayo 2010).
Las
redes sociales deben afrontar el desafío de ser verdaderamente inclusivas: de
este modo, se beneficiarán de la plena participación de los creyentes que
desean compartir el Mensaje de Jesús y los valores de la dignidad humana que
promueven sus enseñanzas. En efecto, los creyentes advierten de modo cada vez
más claro que si la Buena Noticia no se da a conocer también en el ambiente
digital podría quedar fuera del ámbito de la experiencia de muchas personas
para las que este espacio existencial es importante. El ambiente digital no es
un mundo paralelo o puramente virtual, sino que forma parte de la realidad
cotidiana de muchos, especialmente de los más jóvenes. Las redes sociales son
el fruto de la interacción humana pero, a su vez, dan nueva forma a las
dinámicas de la comunicación que crea relaciones; por tanto, una comprensión
atenta de este ambiente es el prerrequisito para una presencia significativa
dentro del mismo.
La
capacidad de utilizar los nuevos lenguajes es necesaria no tanto para estar al
paso con los tiempos, sino precisamente para permitir que la infinita riqueza
del Evangelio encuentre formas de expresión que puedan alcanzar las mentes y
los corazones de todos. En el ambiente digital, la palabra escrita se encuentra
con frecuencia acompañada de imágenes y sonidos. Una comunicación eficaz, como
las parábolas de Jesús, ha de estimular la imaginación y la sensibilidad
afectiva de aquéllos a quienes queremos invitar a un encuentro con el misterio
del amor de Dios. Por lo demás, sabemos que la tradición cristiana ha sido
siempre rica en signos y símbolos: pienso, por ejemplo, en la cruz, los iconos,
el belén, las imágenes de la Virgen María, los vitrales y las pinturas de las
iglesias. Una parte sustancial del patrimonio artístico de la humanidad ha sido
realizada por artistas y músicos que han intentado expresar las verdades de la
fe.
En las
redes sociales se pone de manifiesto la autenticidad de los creyentes cuando
comparten la fuente profunda de su esperanza y de su alegría: la fe en el Dios
rico de misericordia y de amor, revelado en Jesucristo. Este compartir consiste
no solo en la expresión explícita de la fe, sino también en el testimonio, es
decir, «en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean
profundamente concordes con el Evangelio, incluso cuando no se hable
explícitamente de él». (Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales 2011). Una forma especialmente significativa
de dar testimonio es la voluntad de donarse a los demás mediante la
disponibilidad para responder pacientemente y con respeto a sus preguntas y sus
dudas en el camino de búsqueda de la verdad y del sentido de la existencia
humana. La presencia en las redes sociales del diálogo sobre la fe y el creer
confirma la relevancia de la religión en el debate público y social.
Para
quienes han acogido con corazón abierto el don de la fe, la respuesta radical a
las preguntas del hombre sobre el amor, la verdad y el significado de la vida ―que están presentes en las redes
sociales― se encuentra en la
persona de Jesucristo. Es natural que quien tiene fe desee compartirla, con
respeto y sensibilidad, con las personas que encuentra en el ambiente digital.
Pero en definitiva los buenos frutos que el compartir el Evangelio puede dar,
se deben más a la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones, que a
cualquier esfuerzo nuestro. La confianza en el poder de la acción de Dios debe
ser superior a la seguridad que depositemos en el uso de los medios humanos.
También en el ambiente digital, en el que con facilidad se alzan voces con
tonos demasiado fuertes y conflictivos, y donde a veces se corre el riesgo de
que prevalezca el sensacionalismo, estamos llamados a un atento discernimiento.
Y recordemos, a este respecto, que Elías reconoció la voz de Dios no en el
viento fuerte e impetuoso, ni en el terremoto o en el fuego, sino en el
«susurro de una brisa suave» (1R 19,11-12).
Confiemos en que los deseos fundamentales del hombre de amar y ser amado, de
encontrar significado y verdad ―que Dios mismo ha colocado en el corazón del
ser humano― hagan que los hombres y mujeres de nuestro tiempo estén siempre
abiertos a lo que el beato cardenal Newman llamaba la «luz amable» de la fe.
Las
redes sociales, además de instrumento de evangelización, pueden ser un factor
de desarrollo humano. Por ejemplo, en algunos contextos geográficos y
culturales en los que los cristianos se sienten aislados, las redes sociales
permiten fortalecer el sentido de su efectiva unidad con la comunidad universal
de los creyentes. Las redes ofrecen la posibilidad de compartir fácilmente los
recursos espirituales y litúrgicos, y hacen que las personas puedan rezar con
un renovado sentido de cercanía con quienes profesan su misma fe. La
implicación auténtica e interactiva con las cuestiones y las dudas de quienes
están lejos de la fe nos debe hacer sentir la necesidad de alimentar con la
oración y la reflexión nuestra fe en la presencia de Dios, y también nuestra
caridad activa: «Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si
no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe» (1 Co 13,1).
Existen
redes sociales que, en el ambiente digital, ofrecen al hombre de hoy ocasiones
para orar, meditar y compartir la Palabra de Dios. Pero estas redes pueden
asimismo abrir las puertas a otras dimensiones de la fe. De hecho, muchas
personas están descubriendo, precisamente gracias a un contacto que comenzó en
la red, la importancia del encuentro directo, de la experiencia de comunidad o
también de peregrinación, elementos que son importantes
en el camino de fe. Tratando de hacer presente el Evangelio en el ambiente
digital, podemos invitar a las personas a vivir encuentros de oración o
celebraciones litúrgicas en lugares concretos como iglesias o capillas. Debe de
haber coherencia y unidad en la expresión de nuestra fe y en nuestro testimonio
del Evangelio dentro de la realidad en la que estamos llamados a vivir, tanto
si se trata de la realidad física como de la digital. Ante los demás, estamos
llamados a dar a conocer el amor de Dios, hasta los más remotos confines de la
tierra.
Rezo
para que el Espíritu de Dios os acompañe y os ilumine siempre, y al mismo
tiempo os bendigo de corazón para que podáis ser verdaderamente mensajeros y
testigos del Evangelio. «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda
la creación» (Mc 16,15).
Vaticano,
24 de enero de 2013, fiesta de san Francisco de Sales
BENEDICTUS PP. XVI
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