“Mama Achachita, que no se nos olvide jamás ser agradecidos con Dios, con los semejantes y con la historia”, rogó Mons. Urbanc.
En la soleada mañana de este miércoles 7 de
septiembre, el pueblo catamarqueño expresó su gratitud a la Madre del Valle por
su maternal protección durante el terremoto de 2004, en este año especial en
que la Iglesia celebra el primer año de la elevación a los altares del Beato
Mamerto Esquiú.
Los actos centrales de este día marcaron el corolario de
la Fiesta de la Protección de la Virgen a 18 años de aquella dramática jornada,
con el triduo de preparación realizado en la Catedral. Los mismos fueron
transmitidos a través de las redes sociales con lenguaje de señas.
En horas tempranas arribaron al Paseo de la Fe los
peregrinos de la parroquia Santa Ana y San Joaquín de Miraflores, departamento
Capayán, territorio cercano al lugar del epicentro del sismo; y de la parroquia
San José de Piedra Blanca, con la imagen del Beato Mamerto Esquiú, a quien el
pasado 4 de septiembre celebramos en su tierra natal.
A las 8.53 -hora en que se registró el movimiento
telúrico-, las campanas echaron a vuelo mientras la imagen cuatro veces
centenaria de la Virgen Morena era trasladada en brazos del obispo diocesano,
Mons. Luis Urbanc, desde el Presbiterio hasta el atrio de la Catedral, donde
fue recibida con vivas, aplausos y mucha emoción.
Participaron autoridades provinciales encabezadas por
el vicegobernador a cargo del Poder Ejecutivo, Ing. Rubén Dusso; la diputada
provincial Analía Brizuela; de las fuerzas de seguridad: Policía Provincial y
de Gendarmería Nacional.
Inmediatamente se dio inicio a la Santa Misa,
presidida por Mons. Urbanc, y concelebrada por sacerdotes del clero diocesano,
franciscano y de Fasta Catamarca.
En su homilía, el obispo recordó aquel sismo
expresando: “Quienes lo vivieron supieron reconocer la especial protección de
la Virgen del Valle. También Ella fue intercediendo para que en medio de las
interminables réplicas, la incertidumbre, el miedo y la aflicción fueran
superados paulatinamente hasta recuperarse la normalidad de la vida cotidiana”.
También hizo mención a la ley sancionada en diciembre
de 2017, que declara el 7 de septiembre como Día del Milagro y en la que se establece
la conmemoración de este día, “renovando el agradecimiento de todos y cada uno
de los devotos catamarqueños a nuestra Madre Morena”, expresa el instrumento
legal.
En orden a ello, afirmó que “por tanto, es justo y
necesario, que nos alegremos en el Señor y le agradezcamos los beneficios
recibidos sin mérito de nuestra parte, a fin de que crezcamos en bondad,
responsabilidad, fraternidad y compromiso con el cuidado del prójimo y de la
creación”.
Refiriéndose al Evangelio proclamado sobre el primer
signo de Jesús en las Bodas de Caná, señaló que el texto leído “brinda un marco
iluminador para lo que estamos celebrando y agradeciendo, ya que para valorar algo
es necesario conocer de qué se trata. Los que vivieron el acontecimiento tienen
la escuela de la experiencia, pero los que no, necesitan del testimonio y de la
explicación y valoración de lo que pasó”.
Más adelante expresó que “la ignorancia siempre nos
jugará en contra. Es preciso contar, iluminar y testimoniar con la propia vida,
los acontecimientos salvíficos, puesto que son para todos. De aquí surge la
misión de anunciar a las generaciones venideras las maravillas que obra el
Señor”.
Dirigiéndose a la Madre del Valle, le pidió que nos
ayude “a confiar en Jesús como tú confías en Él. Protégenos de tantos
terremotos culturales que asuelan nuestras vidas. Sobre todo de los menos
perceptibles, imprevisibles y más perjudiciales. Que amparados en tu materna
intercesión construyamos familias sólidas y animadas por el Amor divino.
Cuidemos toda vida humana, especialmente las más frágiles e indefensas”.
El pastor diocesano exhortó a que “forjemos una
educación basada en el amor, la verdad, el respeto, la laboriosidad, la
escucha, la inclusión y la libertad responsable. Valoremos la salud de todos,
como don precioso de Dios, procuremos trabajo digno para todos. Sirvamos con generosidad,
honestidad y calidad al bien común desde nuestras respectivas funciones y
protejamos nuestra casa común para que la puedan habitar, responsablemente, las
generaciones venideras. Y, sobre todo, Mama Achachita, que no se nos olvide
jamás ser agradecidos con Dios, con los semejantes y con la historia”.
Luego de la celebración eucarística, se llevó a cabo
la Procesión con las sagradas imágenes de la Virgen del Valle y del Beato
Mamerto Esquiú, llevadas en andas. En el caso de la Madre Morena, la urna fue
llevada por miembros del Área Jefatura e Infantería de la Policía de la Provincia,
Defensa Civil y SAME, con relevos a lo largo del trayecto.
Caminaron alrededor de la plaza 25 de Mayo el obispo
diocesano, los sacerdotes, religiosas y fieles devotos, mientras otros permanecían
apostados en el interior de la paseo público y a la vera de las calles San
Martín, Rivadavia, República y Sarmiento.
Los sones de la Banda de Música de la Policía de la
Provincia anunciaron la llegada de las sagradas imágenes al Paseo de la Fe,
donde Mons. Urbanc elevó la plegaria a la Madre del Valle.
Previamente comentó a la comunidad que “estamos
haciendo un camino de reflexión” en las jornadas del clero, con la presencia
del padre Ezequiel Kseim, de la Diócesis de Mar del Plata, a la vez que pidió
que recen por los sacerdotes.
También puso de realce el camino sinodal iniciado, que
tendrá una nueva instancia con la Asamblea Diocesana de octubre de este año, y agradeció
a todos los que participaron, de manera particular a las parroquias que
peregrinaron hasta la Catedral.
Con mucha emoción, entre cantos y vivas, los fieles
devotos despidieron la Sagrada Imagen, que regresó a su Camarín en brazos del
obispo diocesano.
De esta manera se cerró el homenaje de la Iglesia
diocesana en este tiempo sinodal que invita a caminar juntos de la mano de
Nuestra Madre.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos:
Bienvenidos a esta celebración para agradecer a Dios y
a la Virgen Santísima la protección dispensada aquel 7 de setiembre de 2004,
cuando las recónditas fuerzas de la naturaleza se desataron, produciendo gran
espanto y zozobra en la población, pero sin tener que lamentar víctimas. En
general, quienes lo vivieron, supieron reconocer una especial protección de la
Virgen del Valle. También Ella fue intercediendo para que, en medio de las
interminables réplicas, la incertidumbre, el miedo y la aflicción fuera
superada paulatinamente, hasta recuperarse la normalidad de la vida cotidiana.
Recordemos aquí las dos intervenciones de la Virgen en
el pasaje del Evangelio que acabamos de escuchar: «No tienen vino» y «Hagan
todo lo que Él les diga» (Jn 2,3.5). ¡María, por mujer y madre, siempre
está!
Esta memoria de lo vivido también fue objeto de
diálogo en el poder legislativo que, en el año 2017, sancionó la ley llamada
“Día del Milagro”, cuyo artículo 2 expresa: “Conmemórese en coordinación con el
obispado provincial, cada 7 de setiembre, el ‘Día del Milagro’, renovando el
agradecimiento de todos y cada uno de los devotos catamarqueños a nuestra Madre
Morena”. Y en el tercero: “Determínese que los hechos acaecidos el 7 de
setiembre de 2004, deberán ser incluidos en la currícula escolar de los
diferentes niveles de enseñanza”.
Por tanto, es justo y necesario, que nos alegremos en
el Señor y le agradezcamos los beneficios recibidos sin mérito de nuestra
parte, a fin de que crezcamos en bondad, responsabilidad, fraternidad y
compromiso con el cuidado del prójimo y de la creación.
Además, la Palabra de Dios nos exhorta: “Que la bondad
de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se
angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la
súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a
Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará
bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús”
(Flp. 4,5-7).
Los vv 8 al 10 del evangelio: «Saquen ahora, y lleven
al encargado del banquete». Cuando el encargado probó el agua cambiada en vino
y como ignoraba su origen, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el
agua, llamó al esposo y le dijo: «Siempre se sirve primero el buen vino y
cuando todos han bebido bien, se trae el de inferior calidad. Tú, en cambio,
has guardado el buen vino hasta este momento», brindan un marco iluminador para
lo que estamos celebrando y agradeciendo, ya que, para valorar algo es
necesario conocer de qué se trata. Los que vivieron el acontecimiento tienen la
escuela de la experiencia, pero los que no, necesitan del testimonio y de la
explicación y valoración de lo que pasó.
En el caso del agua convertida en vino, sólo lo saben
los servidores, pero Jesús quiere que lo sepa el encargado de la fiesta y el
esposo, que no vieron, pero sí que probaron el resultado de la acción de Jesús.
La ignorancia siempre nos jugará en contra. Es preciso contar, iluminar y
testimoniar con la propia vida los acontecimientos salvíficos, puesto que son
para todos. De aquí surge la misión de anunciar a las generaciones venideras
las maravillas que obra el Señor. “¿Cómo van a creer si no se les anuncia? Y
¿Cómo se va a anunciar si no se los envía?” (Rom 10,14-15), nos lo recuerda san
Pablo. También la Virgen María exclamó: “En adelante, todas las generaciones me
llamarán feliz, porque el Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas: ¡Su nombre
es Santo!” (Lc 1,48b-49).
Pero no debemos perder de vista el propósito teológico
de san Juan cuando relata este suceso, que es una catequesis sobre la fe, al
concluir, diciendo: “Este fue el primero de los signos de Jesús, y lo hizo en
Caná de Galilea. Así manifestó su gloria, y sus discípulos creyeron en él” (Jn
2,11).
Sí, mis buenos hermanos, lo que tiene que afianzarse
es nuestra fe y lo que debemos asegurar es que esta fe se trasmita a las
generaciones venideras. Nosotros somos los mensajeros, los testigos.
¡¡¡Magníficat!!!
Por eso, querida Madre del Valle, ayúdanos a confiar
en Jesús, como tú confías en Él. Protégenos de tantos terremotos culturales que
asuelan nuestras vidas, sobre todo, de los menos perceptibles, imprevisibles y
más perjudiciales. Que amparados en tu materna intercesión construyamos
familias sólidas y animadas por el amor divino; cuidemos toda vida humana,
especialmente las más frágiles e indefensas; forjemos una educación basada en
el amor, la verdad, el respeto, la laboriosidad, la escucha, la inclusión y la
libertad responsable; valoremos la salud de todos como don precioso de Dios;
procuremos trabajo digno para todos; sirvamos con generosidad, honestidad y
calidad al bien común desde nuestras respectivas funciones y protejamos nuestra
casa común para que la puedan habitar responsablemente las generaciones
venideras; y, sobre todo, Mamá Achachita, que no se nos olvide, jamás, ser
agradecidos con Dios, con los semejantes y con la historia. Amén
¡¡¡Viva la Virgen del Valle!!!
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca