“La ceniza nos recuerda que es Dios quien da la grandeza a nuestra nada y pequeñez”
El 22 de febrero, con la
celebración del Miércoles de Ceniza y en comunión con la Iglesia universal, Catamarca
dio inicio a la Cuaresma en distintos templos del territorio diocesano.
La ceremonia litúrgica central
fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el
capellán, padre Ramón Carabajal, a las 21.00, en el altar mayor de la Catedral
Basílica y Santuario del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle.
Una gran cantidad de fieles colmó
el Santuario mariano para participar del inicio de este tiempo de 40 días en que
la Iglesia llama a la conversión y a prepararse para vivir el misterio de la
Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo en la Semana Santa.
Mons. Urbanč comenzó su
homilía afirmando que “el tiempo de Cuaresma que estamos iniciando es una nueva
oportunidad que nos brinda Dios, Padre Misericordioso, para profundizar mejor
nuestro camino de conversión”.
“Recorramos todas las etapas
de la historia y veremos cómo en cualquier época el Señor ha concedido
oportunidad de arrepentirse a todos los que han querido convertirse a él”,
expresó después, e hizo un repaso por distintos momentos narrados en la Biblia
en este sentido.
Más adelante manifestó que
Dios dijo: “«No me complazco en la muerte del pecador, sino en que cambie de
conducta y viva»”, añadiendo además aquellas palabras tan conocidas: “«Cesen de
obrar mal, casa de Israel. Di a los hijos de mi pueblo: Aunque sus pecados
lleguen hasta el cielo, aunque sean como la grana y rojos como escarlata, si se
convierten a mí de todo corazón y dicen: ‘Padre’, los escucharé porque son mi
pueblo»”.
Entonces exhortó:
“Sometámonos a su espléndida, majestuosa y gloriosa voluntad, e, implorando
humildemente su misericordia y benignidad, refugiémonos en su clemencia,
abandonando las obras vanas, las riñas y la envidia, cosas que llevan a la
muerte. Seamos, pues, humildes de espíritu; abandonemos toda soberbia y
altanería, toda insensatez, y pongamos por obra lo que está escrito, pues dice
el Espíritu Santo: ‘No se gloríe el sabio de su sabiduría, no se gloríe el
fuerte de su fortaleza, no se gloríe el rico de su riqueza, quien se gloríe,
que se gloríe en el Señor, buscándolo a Él y obrando el derecho y la justicia,
recordando sobre todo las palabras del Señor Jesús, con las que enseña la
equidad y la bondad’”.
Posteriormente pidió:
“Ajustemos nuestra conducta a estos mandatos y así, obedeciendo a sus palabras,
comportémonos siempre con toda humildad”.
Significado
de la ceniza
“La imposición de la ceniza
nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida
definitiva y plena se encuentra en el Cielo”, dijo, y luego agregó que “la
ceniza nos recuerda que es Dios quien da la grandeza a nuestra nada y pequeñez.
Y como en el principio Dios insufló vida en el polvo, así Él puede dar vida
nueva a los que hemos caído en el pecado y la muerte”.
Hacia el final se refirió a
“los tres ejercicios cuaresmales de los que nos habla el Evangelio de hoy,
sobre todo, advirtiéndonos que no se quede en mera formalidad ni en mezquina
apariencia: La oración, el ayuno o penitencia y las obras de caridad,
simbolizadas en la limosna. Hagámoslo por amor de Dios, puesto que Él nos ama
como un verdadero Padre. Sólo así obtendremos la recompensa que vale la pena:
la salvación eterna, que consiste en gozar de su Amor por toda la eternidad”.
Cerró sus palabras dando
ánimo a todos para vivir esta Cuaresma 2023 “con la certeza de que nuestra
Madre del Valle nos acompañará con su poderosa intercesión”.
Al concluir su predicación,
el obispo bendijo las cenizas que luego fueron impuestas a los participantes de
la Eucaristía como signo de arrepentimiento y de la caducidad de la vida
terrena.
Con esta celebración
litúrgica también se retomó la transmisión de la Santa Misa diaria de las 21.00
en la Catedral, a través de las redes sociales de la Catedral y del Obispado: http://tiny.cc/FacebookCatedral - http://tiny.cc/FacebookObispado - http://tiny.cc/YoutubeCatedral - http://tiny.cc/YoutubeObispado
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
hermanos:
El tiempo de Cuaresma que
estamos iniciando es una nueva oportunidad que nos brinda Dios, Padre
Misericordioso, para profundizar mejor nuestro camino de conversión. Todos
necesitamos de la Gracia de Dios para ser auténticos hijos e hijas de Dios.
Fijémonos atentamente en la
sangre de Cristo y démonos cuenta de cuán valiosa es a los ojos del Dios Padre,
ya que, derramada por nuestra salvación, ofreció a todo el mundo la gracia de
la conversión.
Recorramos todas las etapas
de la historia y veremos cómo en cualquier época el Señor ha concedido
oportunidad de arrepentirse a todos los que han querido convertirse a él. Noé
predicó la penitencia, y los que le hicieron caso se salvaron, lamentablemente
sólo su familia, el resto de la humanidad lo tomó a la ligera y pereció a causa
del diluvio. Jonás anunció la destrucción a los ninivitas, pero ellos, haciendo
penitencia de sus pecados, aplacaron la ira de Dios con sus plegarias y
alcanzaron la salvación, a pesar de que no pertenecían al pueblo de Dios.
Los ministros de la gracia
divina, los sacerdotes, inspirados por el Espíritu Santo, hablamos acerca de la
conversión. El mismo Señor de todas las cosas habló también de la conversión,
avalando sus palabras con juramento: Por mi vida -dice el Señor-, no me
complazco en la muerte del pecador, sino en que cambie de conducta y viva,
añadiendo además aquellas palabras tan conocidas: Cesen de obrar mal, casa de
Israel. Di a los hijos de mi pueblo: «Aunque sus pecados lleguen hasta el
cielo, aunque sean como la grana y rojos como escarlata, si se convierten a mí
de todo corazón y dicen: "Padre", los escucharé porque son mí
pueblo».
Queriendo, entonces, que
todos los que Él ama se beneficien de la conversión, confirmó aquella sentencia
con su voluntad omnipotente.
Sometámonos a su espléndida,
majestuosa y gloriosa voluntad, e, implorando humildemente su misericordia y
benignidad, refugiémonos en su clemencia, abandonando las obras vanas, las
riñas y la envidia, cosas que llevan a la muerte. Seamos, pues, humildes de
espíritu; abandonemos toda soberbia y altanería, toda insensatez, y pongamos
por obra lo que está escrito, pues dice el Espíritu Santo: No se gloríe el
sabio de su sabiduría, no se gloríe el fuerte de su fortaleza, no se gloríe el
rico de su riqueza, quien se gloríe, que se gloríe en el Señor, buscándolo a Él
y obrando el derecho y la justicia, recordando sobre todo las palabras del
Señor Jesús, con las que enseña la equidad y la bondad.
En efecto, dijo: Sean misericordiosos
y alcanzarán misericordia; perdonen y serán perdonados; como ustedes obren, así
obrarán con ustedes; den y se les dará; no juzguen y no serán juzgados; con la
medida con que midan se los medirá a ustedes.
Ajustemos nuestra conducta a
estos mandatos y así, obedeciendo a sus palabras, comportémonos siempre con
toda humildad. Dice, en efecto, la palabra de Dios: En ése pondré mis ojos: en
el humilde y el abatido que se estremece ante mis palabras.
De este modo, imitando las
obras de tantos otros, grandes e ilustres, corramos de nuevo hacia la meta que
se nos ha propuesto desde el principio, que es la paz; no perdamos de vista al
que es Padre y Creador de todo el mundo, y tengamos puesta nuestra esperanza en
el don de la paz que nos ofrece por medio de su Hijo Amado, Jesucristo.
A continuación bendeciré las
cenizas, que nos recuerdan lo que somos: polvo, con las que salpicaré la cabeza
de los que se acerquen a recibirlas como signo de arrepentimiento y propósito
sincero de cambio, orientando los pensamientos, intenciones y deseos según las
enseñanzas y ejemplos de nuestro Salvador, Jesucristo.
La imposición de la ceniza
nos recuerda que nuestra vida en la tierra es pasajera y que nuestra vida
definitiva y plena se encuentra en el Cielo.
La ceniza nos recuerda que
es Dios quien da la grandeza a nuestra nada y pequeñez. Y como en el principio
Dios insufló vida en el polvo, así Él puede dar vida nueva a los que hemos
caído en el pecado y la muerte.
Para mantenernos atentos y
para que este tiempo sea fecundo tenemos tres ejercicios cuaresmales de los que
nos habla el Evangelio de hoy, sobre todo, advirtiéndonos que no se quede en
mera formalidad ni en mezquina apariencia: La oración, el ayuno o penitencia y
las obras de caridad, simbolizadas en la limosna. Hagámoslo por amor de Dios,
puesto que Él nos ama como un verdadero Padre. Sólo así obtendremos la
recompensa que vale la pena: la salvación eterna, que consiste en gozar de su
Amor por toda la eternidad. Para lo cual Cristo vino a la tierra, haciéndose
semejante a nosotros, menos en el pecado, y muriendo en la cruz para liberarnos
del pecado y la muerte eterna.
Ánimo, hermanos, entremos
con decisión y generosidad de corazón a disfrutar de las gracias de
arrepentimiento y conversión que el Señor nos tiene preparadas para esta
Cuaresma 2023, que seguramente será la última para muchísimas personas. Y con
la certeza de que nuestra Madre del Valle nos acompañará con su poderosa
intercesión.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca