“La esperanza no será defraudada” (Rom. 5,5)
En estos días de encuentro
como Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina, no podemos
estar ajenos a las realidades que vivimos como argentinos.
Por un lado, el profundo dolor
ante la tragedia en Bahía Blanca, especialmente de los que perdieron a sus
seres queridos, y de los que quedaron sin casa, sin sus bienes. En un abrir y
cerrar de ojos se derrumbó el fruto de años de trabajo, esfuerzo y sacrificio…
y sus sueños. La expresión de nuestra gente es muy fuerte: “¡Perdimos todo!”.
Contrastando con este inmenso
dolor, no deja de ser un signo de esperanza la reacción espontánea de nuestro
pueblo de una compasión que baja a las manos, que se hace gesto de ternura,
llegando incluso hasta el heroísmo de dar la vida. La solidaridad es una
muestra evidente que nos necesitamos unos a otros. Valoramos agradecidos cómo
en medio de la catástrofe, las distintas instituciones, al organizar seria y
delicadamente la solidaridad, rescatan, salvan y ayudan a sostener
empecinadamente viva la esperanza.
Qué bueno sería que esta
actitud de cuidar la dignidad de la persona humana, sobre todo cuando se
muestra más vulnerable, ayude a dar respuesta a la otra realidad que se
advierte tristemente en nuestra sociedad y en la dirigencia. Nos referimos a
las actitudes y expresiones que lastiman, a esos lenguajes despreciativos, por
momentos no exentos de crueldad, que atentan seriamente contra aquella unidad
que tanto necesitamos como pueblo, para ponernos la patria al hombro, para
salir adelante.
Ambas realidades dejan en
claro la necesidad de que “rescatemos” a la persona y su dignidad, que la
pongamos en el centro de nuestros intereses, de nuestros servicios, y
proyectos.
Por supuesto, en estos días la
salud del Papa Francisco ha ocupado nuestra oración, porque además del profundo
cariño que le tenemos, necesitamos sus palabras y gestos que son para el mundo
un testimonio del cuidado de la dignidad de cada ser humano y de la casa
común.
Su inspiración y su coherencia
nos ayudan a caminar juntos hacia un mundo justo, solidario y fraterno.
Estamos celebrando el jubileo
bajo el lema “Peregrinos de esperanza”. Deseamos que estos ‘signos de los
tiempos’ positivos de humanidad y compromiso, fuentes de esperanza y de paz, destierren
a los de deshumanización e indiferencia, fuentes de división y resentimiento
(Cf. Bula convocatoria al Jubileo 7).
Que la Virgen de Luján,
patrona de la Argentina, nos ayude a mirar con el corazón, y a cuidar con
nuestras obras la fragilidad de nuestro pueblo.
199°
Comisión Permanente
Buenos
Aires, 12 de marzo de 2025