Desde que conocí, el pasado domingo 18 de octubre, la partida de la primera persona con Covid-19 estoy ofreciendo la intención de la Misa por su eterno descanso y por el consuelo de toda su familia. Y hoy hago lo propio al enterarme del deceso de otra persona en el interior provincial por esta misma causa.
La muerte de un ser querido, en estas circunstancias o en otras, siempre
nos desconcierta y no encontramos en esos momentos palabras o gestos que nos
disipen la aflicción que produce la despedida de alguien que amamos.
La fe cristiana que recibimos en el bautismo nos ilumina la realidad, pero
no nos exime del trago amargo que tenemos que vivir. Y, qué bueno, cuando
tenemos al lado hermanos que nos acompañan con su presencia, muchas veces
silenciosa, a ir procesando lo que nos toca vivir y nos sostienen con su
cariño, ayuda y oración.
La muerte es un misterio tan nuestro, pero tan extraño. Sólo mirando a
Jesucristo Crucificado y Resucitado tenemos esa luz de esperanza que nos anima
a seguir caminando y luchando para encontrarnos un día con todos los seres
queridos o conocidos en la Gloria de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, junto
con la Virgen María, los santos y los ángeles.
Que el Señor Jesucristo y la Madre Morena del Valle nos sigan reconfortando
en los dolores de la vida presente, nos den la constancia en el cuidarnos los
unos a los otros en esta pandemia para que no claudiquen nuestros nervios y
podamos lograr como sociedad aquellos valores que necesitamos para sabernos y
conducirnos como verdaderos hermanos.
A todos hago llegar mi humilde bendición y compromiso de oración.
¡Señor de la Salud, ten
piedad de nosotros! ¡Madre de los enfermos, ruega por nosotros!
Mons. Luis Urbanč
21 de octubre de 2020
Año Mariano Nacional