En estos días de extrema vulnerabilidad para el cuerpo social que conformamos, se repite con dolorosa frecuencia la toma de tierras, un fenómeno conocido en la Argentina desde los orígenes mismos de nuestra historia.
En estas últimas décadas,
las distintas ocupaciones de tierras evidenciaron la precaria situación de
tantas familias, que han debido procurarse un lugar para vivir. En este
sentido, como cristianos nos sentimos interpelados ante toda forma de exclusión
que deja a hombres y mujeres sin un techo digno.
"La pérdida de la
concepción de la tierra como don de Dios para el bienestar de todos está en la
raíz de toda concentración, apropiación indebida y depredación de los recursos
naturales." (Una tierra para todos, Comisión Episcopal de Pastoral Social,
CEA, 2005).
Ello no obstante, nada
justifica la intrusión y la violencia a costa de la vida y los derechos de los
demás. La Iglesia no avala las tomas. Son ocasión de violencia y agitación
social, muchas veces incentivadas.
Mucho menos aceptable es el
oportunismo de quienes se aprovechan de la extrema necesidad de los más pobres
para usarlos en función de sus propias ganancias y clientelismo político.
Asimismo, no podemos dejar
de expresar también la preocupación por cualquier resolución de estos conflictos
que naturalice la violencia y ponga en riesgo la vida de las personas.
Hoy más que nunca se hace
necesario un Estado presente que se haga responsable de políticas proactivas en
materia de acceso a la vivienda y al trabajo digno. En estas horas dramáticas,
en que los casos se replican, confiamos en que una diligente intervención de la
justicia evitaría escaladas de violencia entre las partes. Con la autoridad de
su mediación se facilitaría el diálogo con las autoridades proponiendo posibles
alternativas para las familias pobres que verdaderamente necesiten un lugar
para vivir. Nos conmueve la cantidad de niños implicados, ellos esperan una
respuesta seria y rápida de nosotros los adultos.
En el arte de la política,
siempre necesario, los distintos niveles de gobierno, nacional, provincial y
municipal, deben velar por la seguridad de todos los habitantes y trabajar con
todas sus energías para desarmar las estrategias de aquellos que sacan ventaja
de esta dolorosa situación.
Buenos Aires, 29 de octubre
de 2020
Mons. Oscar V. Ojea, Obispo
de San Isidro, Presidente Cardenal Mario Aurelio Poli, Arzobispo de Buenos
Aires, Vicepresidente 1º Mons. Marcelo Colombo, Arzobispo de Mendoza,
Vicepresidente 2º Mons. Carlos H. Malfa, Obispo de Chascomús, Secretario
General
Comisión Ejecutiva de la
Conferencia Episcopal Argentina