“Tuve hambre y me diste
de comer.” (Mt. 25,
35)
El pedido del pan de
cada día es un clamor de justicia
El libro sapiencial de Tobías, que encontramos en el Antiguo
Testamento, nos enseña: “No apartes tu
rostro del pobre” (Tb 4,7). Entre las necesidades primarias, está el
alimento. Por eso Jesús, se identifica con los últimos en la fila de la vida,
que padecen hambre, y dice: “Tuve hambre
y me diste de comer.” (Mt. 25, 35)
A su vez, como obispos, en el trato pastoral con la gente
sencilla, hemos aprendido que: “un plato
de comida no se le niega a nadie”. Es que en nuestra patria nadie debería
pasar hambre, ya que es una tierra bendita de pan. Sin embargo, hoy, a cientos
de miles de familias se les hace cada vez más difícil alimentarse bien.
La inflación desde hace años crece día a día y pega
fuertemente en el precio de los alimentos. Lo siente claramente la clase media
trabajadora, los jubilados y aquellos que no ven crecer sus salarios. También
todo el universo de la economía popular, donde prácticamente se trabaja sin
derechos. Pensemos en los vendedores ambulantes, los recicladores, los
feriantes, los pequeños agricultores, los ladrilleros, los costureros, los que
realizan distintas tareas de cuidado y de servicio.
Ante este escenario de trabajo sacrificado y de bajos
ingresos, las familias se privan de muchas cosas. Por ejemplo, una mamá puede
privarse de tomar un colectivo y camina para ahorrar, pero de ninguna manera
puede no darle de comer a sus hijos. Es decir, la comida no puede ser una
variable de ajuste.
Es necesario anticiparse para que esta situación no profundice
la crisis alimentaria. Y para eso se debe facilitar a las personas, las
comunidades y al pueblo, aquello que se necesite para ayudar a los más
frágiles, especialmente a niños, niñas, adolescentes y adultos mayores. Ante
una crisis no son suficientes los paradigmas tecnocráticos, sean estadocéntricos,
sean mercadocéntricos, es necesaria la comunidad.[1]
El tiempo de la pandemia nos enseñó el valor de la respuesta
comunitaria organizada: unidos para curar, cuidar y compartir fue la consigna
de ese tiempo. Se multiplicaron así, los comedores en nuestras parroquias, en
las Iglesias evangélicas, entre los movimientos populares –especialmente en
casa de vecinos que prestaron un lugar-.
Las grandes protagonistas fueron las mujeres. Cada una se
acercó a la olla pensando no sólo en sus hijos, sino también en los de los de
los vecinos, y así formaron comunidad, así formaron un pueblo que le hizo
frente a un desafío inédito. Si queremos trabajar por la paz social, tenemos
que reconocer en primer lugar el valor del otro en cuanto otro, y su aporte al
bien común.
Esa reserva está todavía presente, por eso el estado
nacional, provincial y municipal, tienen que aprovecharla para que nadie se
quede sin el pan de cada día. Todos los espacios de cuidado que dan de comer,
todos los comedores comunitarios, de parroquias, Iglesias evangélicas, y de
movimientos populares deben recibir ayuda sin dilación. Ningún sector de los
que hoy están actuando, ninguna institución o Iglesia, podría hacerlo solo. La
complejidad de la crisis así lo está indicando. Hay
programas como el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) que
demostraron tener un impacto muy positivo, son fácilmente auditables y pueden
aplicarse a todos estos lugares. Sin interrumpir la actividad de los espacios
que continúan brindando asistencia alimentaria, se los puede auditar al mismo
tiempo para que den cuenta de su transparencia y de este modo, contribuir a optimizar
la ayuda sin descuidar a nadie.
Toda esta comunidad, verdadero ejército de amor y servicio,
está dispuesta a dar de comer ahora porque hace falta, pero sin renunciar a seguirse
poniendo la patria al hombro, para que en nuestra querida Argentina se haga
realidad el sueño de Tierra, Techo, y Trabajo para cada familia.
Buenos Aires, 5 de
febrero de 2024
Mons. Oscar V. Ojea, Presidente
Mons. Marcelo Colombo, Vicepresidente 1º
Mons. Carlos Azpiroz Costa, OP, Vicepresidente 2º
Mons. Alberto G. Bochatey, OSA, Secretario General
Conferencia Episcopal Argentina
[1]
Cfr. CARTA DEL SANTO PADRE FRANCISCO. A LOS MOVIMIENTOS POPULARES. 12 de abril
de 2020, Domingo de Pascua.