Queridos hermanos:
¡La Paz, la Misericordia, la Gracia y el
Amor de nuestro Buen Padre Dios estén con todos ustedes!
1 El Jubileo por los
Cuatrocientos años del hallazgo de la Bendita Imagen de la ‘Pura
y Limpia Concepción’, por todos conocida con la tierna y maternal advocación de
“VIRGEN DEL VALLE”, extenderá su manto festivo a toda la Patria con la
celebración del Año Mariano Nacional que decidieron proclamar mis
hermanos Obispos de Argentina como conmemoración de aquel providencial
acontecimiento. El Año del Señor de 2020 estará marcado, pues, por la presencia
especial de María en todos los ámbitos de la vida cristiana en el país, a lo
que sumará la celebración en nuestra sede diocesana del IV Congreso
Mariano Nacional convocado asimismo por el episcopado argentino.
2 Comprometidos
como estamos por estos signos de celestial benevolencia, en nuestra Iglesia de
Catamarca reemprenderemos con renovado vigor el trienio de preparación que nos
propusimos dedicar para conmemorar tan magno acontecimiento, del que, Dios mediante,
muchos de nosotros esperamos participar.
3 Para este segundo año determinamos
profundizar sobre el modo como nuestro pueblo manifiesta su amor a Dios, a la
Virgen y a los santos, con la habitual y análoga expresión de “piedad o
religiosidad popular”.
Y, por cierto, esta
dimensión de la vida de fe de nuestros bautizados merece ser ahondada, ya que a
través de ella nos habla y conduce el Espíritu Santo. Por ello, es necesario
hacer un continuo y prudente discernimiento acerca de estas realidades para el
bien de toda la Iglesia diocesana; máxime si tenemos presente que somos
permanentes anfitriones en la acogida de numerosos peregrinos que visitan el
Santuario de nuestra Madre, de cuya piedad nos nutrimos; peregrinos con quienes
debemos compartir la manera de vivir nuestra piedad, enriqueciendo así la
vitalidad discipular y misionera de toda la Iglesia.
4 En
abril de 2018, durante el septenario, Dios mediante, se llevará a cabo el ‘Primer
Encuentro Regional de Presbíteros’, en el que abordaremos la temática
de cómo la piedad popular va delineando un perfil sacerdotal propio en los
sacerdotes del NOA, aspecto que necesitamos profundizar para concientizarnos
más. Este acontecimiento será muy importante, ya que los sacerdotes somos
agentes cualificados de la pastoral, y este encuentro será muy propicio para
seguir motivando la conversión de los pastores, tan necesaria para la salud
espiritual y la fecundidad de cada una de las comunidades parroquiales y la
diocesana.
5 A través de esta Carta deseo compartir
reflexiones acerca de esta temática, a fin de motivar a los destinatarios para
que cada uno tome mayor conciencia de lo que vive o expresa, aún sin saberlo o
ponderarlo suficientemente.
Al hablar de destinatarios
no me estoy preocupando de encontrar
estrategias adecuadas para que conozcan y valoren teóricamente la piedad
popular, sino que pretendo que todos nos dejemos evangelizar por ella y la
acompañemos en su proceso de purificación y maduración.
6 Me dirijo con esta carta: a) al
pueblo creyente que requiere ser considerado y aceptado con sus
expresiones de fe; a quien no hay que menospreciar ni ignorar. Es hora de que
sea escuchado, de que recupere y fortalezca su lugar dentro de la comunidad
eclesial, y de que reciba una evangelización completa y eficaz, que lo lleve a
la conversión; b) a los agentes de pastoral, quienes debemos estar
muy abiertos al pueblo y a su cultura, querer a la gente, identificarnos con
sus expresiones, con sus gestos, con sus signos y sus símbolos. Sólo desde
dentro se puede llevar a cabo la tarea necesaria de purificación y
evangelización.
Y el Evangelio
necesita, para ser de verdad Buena Noticia, que los agentes de pastoral, discípulos-misioneros
del tercer milenio, nos hagamos presentes en todas y cada una de las
dimensiones del creyente. Esto, evidentemente, tiene sus riesgos, los mismos
riesgos que asumió la Palabra que se hizo carne y vivió entre nosotros. La
Iglesia de hoy necesita respuestas pastorales desde el corazón de la piedad
popular y del testimonio de quienes, viviendo sus expresiones de fe, están
dentro de un proceso de conversión.
7 En el rico depósito del Magisterio de
la Iglesia encontramos un valioso documento: “Directorio sobre la Piedad
Popular y la Liturgia”, Principios y Orientaciones,
publicado el 17-12-2001. Allí se encuentran sabias enseñanzas al respecto.
Deseo vivamente que se tomen la noble y saludable tarea de leerlo y estudiarlo
(Buscar como Directorio piedad popular www.vatican.va).
8 Trataré de ser lo más escueto y claro
posible en el abordaje de la problemática a fin de facilitarles la comprensión,
pero sobre todo, para animarles a ‘clavarle el diente’ a esta cuestión que
tiene muchos matices que ameritan el esfuerzo y el aporte de la reflexión
personal.
1.- ¿Piedad popular o religiosidad
popular?
9 Aunque las locuciones
‘piedad popular’ y ‘religiosidad popular’ suelen usarse de modo indistinto,
no son sinónimas; más bien diríamos que son complementarias.
10 En efecto, la ‘piedad
popular’ designa las diversas manifestaciones cultuales, de carácter privado o
comunitario, que en el ámbito de la fe cristiana se expresan, principalmente,
no con los modos de la sagrada Liturgia, sino con las formas peculiares
derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura.
La piedad popular, considerada justamente como un verdadero tesoro del pueblo de Dios, "manifiesta una sed de Dios que sólo los sencillos y los pobres pueden
conocer; vuelve capaces de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo,
cuando se trata de manifestar la fe; comporta un sentimiento vivo de los
atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia
amorosa y constante; genera actitudes interiores, raramente observadas en otros lugares en el mismo grado: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana,
desprendimiento, apertura a los demás, devoción” (Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia, n° 9).
La piedad popular es también un tesoro
de evangelización, porque encuentra en las manifestaciones cultuales del pueblo
un copioso cauce para expresar las riquezas de la fe; veta evangelizadora
descubierta y trabajada con ahínco por los primeros evangelizadores, cuya obra
apostólica y misionera nos marca un camino que no es lícito abandonar.
A través de la piedad popular, pues, el
pueblo sencillo agudiza la experiencia de la divina providencia y ahonda la
devoción propiamente cristiana. Por ello la piedad popular es una realidad de
vital importancia y su relación con la Liturgia constituye un punto neurálgico
de toda pastoral popular.
11 Por
su parte, y vista desde la perspectiva de la fe católica, la religiosidad
popular es el conjunto que engloba las hondas creencias selladas por
Dios, las expresiones que las manifiestan y las actitudes básicas que de esas
convicciones derivan. El concepto indica, por tanto, tres elementos
complementarios: la fe (conjunto de hondas creencias), el rito (expresiones) y
la ética (actitudes básicas). Con ello, la ‘religiosidad popular’ se constituye
en un compendio de cristianismo que, yendo más allá que la experiencia
individual, abarca el modo cultural que la religión
adopta en el pueblo. Se trata, dicen los Obispos Latinoamericanos, de un
‘catolicismo popular’ (ver Puebla, nº 448).
Sin embargo, el concepto de religiosidad popular
es más complejo, ya que designa la dimensión religiosa inscripta en el corazón
de toda persona, en la cultura de todo pueblo y en sus manifestaciones
colectivas, lo que es una experiencia universal.
En efecto, todo pueblo, de hecho, tiende a expresar su
visión total de la trascendencia y su concepción de la naturaleza, de la
sociedad y de la historia, a través de mediaciones cultuales, en una síntesis
característica, de gran significado humano y espiritual.
Por ello, la religiosidad popular no tiene relación,
necesariamente, con la revelación cristiana. Pero en muchas regiones,
expresándose en una sociedad impregnada de diversas formas de elementos
cristianos, da lugar a una especie de ‘catolicismo popular’, en el cual
coexisten, más o menos armónicamente, elementos provenientes del sentido
religioso de la vida, de la cultura propia de un pueblo y de la revelación
cristiana (ver
Directorio sobre la piedad popular y la Liturgia, n° 10).
12 Esta precisión conceptual
tiene incidencias pastorales de primera importancia, porque distingue las
manifestaciones populares religiosas cristianas católicas de las que no lo son.
Y como nosotros procuramos resaltar la identidad propia del cristianismo,
estamos llamados a examinar cuidadosamente los ritos celebratorios y, más
hondamente aún, el contenido teológico contenido en los mismos. Lo cual es
fundamental y necesario, porque, como dice el axioma, “distinguir para unir”. Y
así ha de ser, pues nuestras expresiones pueden ser idénticas a otras, pero el
contenido puede ser totalmente distinto. La mirada, pues, ha de estar puesta en
la intención de fondo, que es lo que, en definitiva, marca la identidad, ya que
nos va a revelar la presencia o la ausencia de un contenido explícito
cristiano. Aquí se observa un punto importante para comprender lo que
verdaderamente significa la inculturación del Evangelio, que es un paso de
explicitación de las semillas del Verbo en medio de las expresiones de la
religiosidad natural.
13 Planteados así los
conceptos, es lógico que nos sintamos obligados a revisar cuál de los dos
términos debería ser privilegiado a la hora de pensar y elaborar la pastoral
popular.
14 Como tanteando una
respuesta, indicamos en primer lugar que tanto en la piedad popular como en la
religiosidad popular se identifican estos valores: a) procesos de inculturación
del Evangelio ya iniciados, que requieren aún mayor profundización y
vigorización; b) sed de Dios, propia de los pobres y sencillos; c) generosidad
y sacrificio hasta el heroísmo cuando se trata de manifestar la fe; d) hondo
sentido de la paternidad, providencia, presencia amorosa y
constante, y la misericordia de
Dios; e) paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego,
aceptación de los demás y devoción, que son grandes y necesarias actitudes
interiores cristianas; f) deseo sincero de agradar a Dios; g) sentido de
amistad, de caridad y de unión familiar; h) justa y cristiana valoración de la
vida, la muerte, la libertad, la misión del hombre y su destino; i) gran
respeto frente a lo sagrado.
15 Además, es oportuno indicar
que considerar el ámbito religioso del pueblo sólo desde la perspectiva de sus
prácticas piadosas implicaría encerrarse en una propuesta sustancialmente
cultual. Con ello se procedería a una reducción impropia del Evangelio y de la
fe cristiana, que se extienden más allá que el sólo culto. En ese sentido, el
concepto de religiosidad popular ofrecería un ámbito de elaboración de la
pastoral popular más abarcador, porque incluiría, además del culto: a) el dato
de la fe como don divino ("hondas creencias selladas por Dios"), debilitando las posturas
que sostienen que el fetichismo y la superstición se ciernen como inevitable
amenaza sobre el credo católico popular; b) el dato de la ética fundamental ("actitudes
básicas"),
que afirma el valor de la vida humana y su dignidad procedente del mismo Dios
creador.
16 Dentro de este marco la
‘piedad popular’, en cuanto expresión de la ‘religiosidad popular’, supera
ampliamente el mero ritualismo (propio de las religiones mágicas), porque se hace símbolo de la fe
cristiana expresada en pedidos, acciones de gracias, alabanzas y en un gran
abanico de manifestaciones gestuales. Incluso se hace símbolo de una ética que,
aunque no siempre asuma la clásica moral cristiana en todas sus prescripciones,
no pasa por alto los valores fundamentales de la justicia, la solidaridad, la
fraternidad, la laboriosidad, el respeto hacia el prójimo, la compasión por el
que sufre, etc. Es claro que en ella hay pecado e impurezas pero no por
"popular", sino por “humana”. Y, evidentemente que precisa de ser
evangelizada: igual que toda la Iglesia. Pero, como parte viva y dinámica de la
Iglesia, es agente evangelizador.
17 Cabe señalar que, en la
búsqueda de definir mejor este fenómeno, se han acuñado expresiones como: ‘espiritualidad popular’ y también ‘mística popular’, que no me ocuparé de
profundizar porque no es cometido de esta carta, basta sólo con enunciarlas,
quedando a la iniciativa del lector hacerlo.
2.– Fundamento Bíblico
18
El ocuparnos de la piedad popular no es nada novedoso puesto que ha
acompañado la marcha de toda la historia de la salvación, indicándonos una
acción persistente del Espíritu Santo que no podemos soslayar.
19 a) Antiguo Testamento: Ya en el
Antiguo Testamento, para no señalar sino algunos hitos a modo de ejemplo,
Abraham expresaba su piadoso amor por el Dios viviente en los encinares de Moré
(Gen 12, 6-8) y
de Mambré (Gen
13, 18; 18, 1ss), intercedía ante Él por los habitantes de Sodoma y Gomorra (Gen 18, 23ss), y ofrecía un sacrificio de
acatamiento (Gen
22, 1ss). Jacob
se extasiaba ante la significación espiritual de Betel (Gen 28, 16ss; 35, 1ss), pedía al Señor que lo
bendiga en el vado de Yabboq (Gen 32, 23ss) y le rendía un culto popular en Siquem (Gen 33, 18ss). Moisés aprendió a conocer
a Dios en la piadosa circunstancia de la epifanía en la zarza ardiente del
Horeb (Ex 3,
1ss), se
conoció a sí mismo y su vocación en la palabra que familiarmente le dirigió el
Señor (Ex 6,
2ss) y alabó
al Altísimo entonando un piadoso cántico que condensaba las acciones salvíficas
en la liberación del pueblo (Ex 15, 1ss). Josué experimentó la cercanía de Dios en un lugar sagrado (Josué 5, 13ss), se adentró en los
misterios de Dios y de sus designios salvíficos a fuerza de oración (Josué 7, 6ss), y percibió la necesidad
del sacrificio popular cultual en el monte Ebal (Josué 8, 30ss). Tobías, lleno de piedad,
hacía abundantes limosnas, alimentaba a los hambrientos, vestía a los desnudos
y enterraba a los muertos (Tob 1, 16-18; otros pasajes). Los jueces, los reyes, los profetas y todo el pueblo de la Antigua
Alianza vivían imbuidos del gozo de la piedad, de la que son testimonio las
peregrinaciones al Templo de Jerusalén que refieren abundantemente los salmos.
20 b)
Nuevo Testamento: En el umbral del Nuevo Testamento los ancianos Simeón (Lc 2, 25ss) y Ana (Lc 2, 36ss) son mostrados como
ejemplo de una vida surcada por la piedad. La Virgen María y San José
perseveraban en la práctica de la piedad popular unida al culto oficial, yendo
“todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua” (Lc 2, 41). El Señor mismo, en su niñez, nos
enseñó, a través de aquellos que lo escuchaban en el Templo, que estamos
llamados a ocuparnos en las cosas del Padre celestial (Lc 2, 49); ya en tiempos de su ministerio
evangelizador, nos inculcó la recta práctica de la limosna, la oración y el
ayuno (Mt 6,
1ss), para
dar sustento espiritual a nuestra vida de fe; y nos manifestó la gran piedad de
su corazón realizando numerosas curaciones de enfermos, multiplicando panes y
peces para alimentar a las multitudes hambrientas (Mt 14, 11ss y par), diciendo tiernas
palabras a la viuda de Naim ante la muerte de su hijo (Lc 7, 13), y, sobre todo, dirigiendo una filial
oración al Padre, a quien bendijo por haber ocultado las cosas del Evangelio a
los sabios e inteligentes, y haberlas revelado a los pequeños (Mt 11, 25). Como expresión de
piedad, luego de la Ascensión del Señor, los Apóstoles “perseveraban en la
oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus
hermanos” (Hechos
1, 14). Toda
la primitiva comunidad cristiana alimentaba piadosamente su vida de fe
acudiendo con asiduidad “a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la
fracción del pan y a las oraciones” (Hechos 2, 42), y expresaba su común piedad
compartiendo generosamente los bienes, acudiendo al templo diariamente,
viviendo con alegría y sencillez de corazón, y dando buen testimonio de su
condición cristiana por su modo ejemplar de vida (Hechos 2, 44ss). El mismo San Pablo, fiel
discípulo del Señor, fue a orar a orillas de un río en Filipos, porque suponía
que allí oraba el pueblo (Hechos 16, 13), y se cortó el pelo en Cencreas para cumplir un voto (Hechos 18, 18).
21 Queridos hermanos, este
apóstol nos inculca la grandísima importancia de la piedad si va unida a un
verdadero espíritu de desprendimiento (1 Tim 6, 6) y nos advierte acerca de la fragilidad de la piedad
popular, que puede corromperse fácilmente si se la mezcla con prácticas reñidas
con la auténtica piedad (ver, por ej., Col 2, 6-23), la cual debe estar fundada no en
los elementos del mundo sino en las enseñanzas de Cristo, porque Cristo es el
Gran Misterio de la Piedad, que “ha sido manifestado en la carne, justificado
en el Espíritu, visto por los Ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el
mundo, levantado a la gloria”. (1 Tim 3, 16).
3.-Fundamento Teológico
22 Es necesario que a la luz
de los principios teológicos, la piedad popular se configure como un momento
del diálogo entre Dios y el hombre, por Cristo, en el Espíritu Santo. Pues el
culto cristiano tiene su origen y fuerza en el Espíritu y se desarrolla y perfecciona
en Él. Sin Él no puede haber un auténtico culto litúrgico y, mucho menos, puede
expresarse una auténtica piedad popular.
23 La piedad popular es muy
sensible al misterio de Dios, no ignora que en Él está la presencia del
Espíritu Santo (Directorio, n° 79). Y está caracterizada por el sustento propio de una época
de la historia y de la cultura en espera de la Palabra Viva (cf. Puebla, n° 451). Es preciso que en la
piedad popular se fortalezca la conciencia de la preferencia a la Santísima
Trinidad, de tal manera que en las prácticas religiosas se tenga como
destinatario al Padre, que por mediación de Jesucristo, en la fuerza del
Espíritu Santo, se muestre claramente la distinción de las tres personas, pues
es necesario que las expresiones de piedad popular pongan de manifiesto el
valor primario y fundamental de la Resurrección de Cristo. Sólo con estas
condiciones se mostrará el rostro glorioso del cristianismo, que es la victoria
de la Vida sobre la muerte, celebración del que «no es un Dios de muertos, sino
de vivos» (Mt.
22,32).
24 También debemos tener en
cuenta que las expresiones religiosas deben llevar a los fieles a participar
plena y conscientemente en la Eucaristía, pues en ésta se llega al culmen de la
vida cristiana (Directorio, n° 80). Sin embargo, en la celebración litúrgica no se agota la
misión de la Iglesia por lo que se refiere al culto divino; las formas
auténticas de la piedad popular son también fruto del Espíritu Santo y se deben
considerar como expresiones de la piedad de la Iglesia (Directorio, n° 97).
25 Es necesario que las
expresiones de piedad popular estén siempre iluminadas por el principio
eclesiológico: *tener una visión correcta de las relaciones entre la Iglesia
particular y la Iglesia universal; *situar la veneración de la Virgen
Santísima, de los Ángeles, de los Santos y Beatos, y el sufragio por los
difuntos, en el amplio campo de la Comunión de los Santos y dentro de las
relaciones existentes entre la Iglesia celeste y la Iglesia que todavía
peregrina en la tierra; *comprender de modo fecundo la relación entre
ministerio y carisma; el primero, necesario en las expresiones del culto
litúrgico; el segundo, frecuente en las manifestaciones de la piedad popular.
Partiendo de estos principios la piedad popular expresa los valores de
eclesialidad que caracterizan, en diverso modo y grado, todo lo que nace y se
desarrolla en el Cuerpo místico de Cristo: la Iglesia.
4.- La Misión Permanente en nuestra Diócesis
26 Tres actitudes básicas que
nos ayudan a dar continuidad a la Misión Permanente desde la Piedad Popular:
27 a) Tener sensibilidad y
valorar la piedad popular, lo que conlleva que sepamos describir las
expresiones de piedad popular más significativas en la Parroquia, e
individuando las más valoradas por los fieles y por los pastores. Por favor,
hagan un elenco, lo más completo posible: *desde cuándo se iniciaron; *quiénes
las promueven; *cómo se organizan; *en qué consisten dichas expresiones; *cada
cuánto se celebran; *dónde se realizan; *qué valores cristianos se descubren en
ellas; etc.
28 b) Entrar sinceramente al
corazón de la piedad popular para identificar: *qué mitos ancestrales
prevalecen en ellas; *qué sentimientos religiosos expresa: purificación, sacrificio,
alabanza, agradecimiento; *qué tipo de ritos prevalecen; *qué papel representan
las imágenes; *se trasladan en procesión ordenada o desordenada; *qué papel
desempeñan los lugares sagrados; *qué símbolos se utilizan; etc.
Ahora bien, desde un punto de vista antropológico: *en
torno a qué eventos de la naturaleza giran: siembras, cosechas, primavera,
otoño; *ubicar con qué grandes momentos de la vida familiar están relacionados;
*si hacen referencia a la vida o la muerte; *de qué manera responde a los
grandes interrogantes de la humanidad.
Y desde las expresiones eclesiales y de la cultura:
*por qué surgieron tales manifestaciones en tal lugar; *a qué mentalidad o
momento concreto de la historia local y eclesiástica respondieron; *cómo han
ido evolucionando hasta nuestros días; *a qué tipo de predicación respondieron
esas prácticas, imágenes y ritos; ¿perciben que la vivencia de la religiosidad
popular los lleva a comprometerse con los más alejados, los descartados o
marginados, los pobres y más vulnerables de la sociedad?
Analicen los
elementos que influyen en su situación actual: *qué papel ocupa como medio de
identificación cultural; *qué rol ocupa en la integración de las nuevas
generaciones; *qué importancia tiene como medio de identificación familiar y
como transmisora de tradiciones y de la fe cristiana en la familia; *qué
influencia tienen los medios de comunicación, el nivel de vida, la migración;
*hasta qué punto están deteriorados en su contenido original términos como:
procesión, novena, peregrinación, imagen, bautismo, estampa, relicario,
cofrade, devoto, promesa, etc.
29 c) Ver la piedad popular
desde la fe cristiana, identificando sus valores y sus riesgos: 1) Busquen y
ponderen lo que es don de Dios. 2) Dinamicen, completen y purifiquen con el
Evangelio las expresiones concretas de religiosidad y piedad popular: *A
diferencia de otras realidades eclesiales, ésta tiene un carácter fuertemente
laical, y por eso, entre otras cosas, pone de manifiesto actitudes menos
formales e intelectuales en relación con la religión. *El pueblo es siempre el
protagonista, y de ahí la identificación existente, en muchas ocasiones, entre
las devociones del pueblo y el pueblo mismo. *La vivencia de la fraternidad a
través de las asociaciones dan un marco apropiado a una experiencia que va más
allá de los momentos concretos de manifestación religiosa. *En esta línea
aparece el sentido de igualdad entre las clases sociales; con frecuencia, en la
conducción de las asociaciones, conviven personas de diferentes rangos
sociales, y éstas no dificultan la convivencia, ni siquiera el normal
desarrollo de las actividades propias de cada uno. *Hay un sentido creciente de
solidaridad con los más pobres a través de las obras de caridad, haciendo
posible la ayuda o el sostenimiento de instituciones que atienden a los más
desfavorecidos. *Actualmente se está dando una mayor presencia y colaboración
con las comunidades parroquiales en las que las devociones de la piedad popular
están más arraigadas. En este sentido es grande el esfuerzo que se está
haciendo por renovarse, por formarse, por participar en las catequesis de la
parroquia. *Las procesiones, en una sociedad laica y anticristiana, ponen de
manifiesto, en no pocas ocasiones, un testimonio público de fe y de creencia en
unos valores que van más allá de los que la sociedad está mostrando. *Para
muchas personas que no tienen acceso al Evangelio, las imágenes y los ritos de
la piedad popular son como una catequesis audiovisual, que les puede ayudar en
la vivencia religiosa.
5.- Piedad Popular y Liturgia
30 La piedad popular tiene una
gran riqueza de signos y de símbolos religiosos, que la gente sencilla
comprende más que los aportados por la misma liturgia. La ritualidad popular
expresa la necesidad de salvación que se despliega a todos los niveles y que
afecta tanto a los problemas particulares como a los sociales.
31 La
identidad religiosa y su específica identidad católica es la base con la cual
la Iglesia contribuye a la preservación de la cultura. La identidad es clave
para que las expresiones propias del pueblo que constituyen un tesoro para la
Iglesia, sigan siéndolo así. Por lo cual, el camino a seguir debe considerar
los siguientes elementos estrechamente unidos:
32 a) Redescubrir
la simbología significativa y perenne del pueblo. En nuestro NOA aún poseemos un
verdadero patrimonio cultural y cultual. Es necesario ir al encuentro de estos
elementos que son la base más auténtica de la cultura, que es donde subsisten
las semillas del Reino y que constituyen la hondura de una verdadera
inculturación. La fe y la vida cristiana deben contemplar esta realidad, con el
fin de descubrir en ella los signos y las señales del Reino.
33 b) Fortalecer
la identidad cristiana católica. Esta identidad definida nos permite el
diálogo con experiencias no cristianas; la experiencia de la comunidad es un
vínculo de fe, que permite percibir lo profano. Desde esta clara identidad,
surge una evangelización que es cuestionadora y seductora, por la presentación
humilde de su verdad. El fortalecimiento de la identidad católica no tiene
miras confrontativas o proselitistas; sino, por el contrario, es desde la
verdad de la fe, que es posible el diálogo y el ecumenismo.
34 c) El
camino del discípulo-misionero. Somos invitados en nuestra experiencia de
piedad popular a ir creciendo en el conocimiento de Cristo y su Evangelio. Una
auténtica piedad popular, debe crecer en conocimiento teológico y en
experiencia de vida cristiana. La evangelización de la piedad popular no
consiste en inventar nuevas formas para mantenerla: el desafío es el
crecimiento en la fe, manteniendo y profundizando sus expresiones más hondas
arraigadas a la cultura. Me parece que nos equivocamos cuando nuestras opciones
y acciones pastorales no buscan crecer en espiritualidad y conocimiento de la
fe. Así, una piedad popular mariana o de los santos tiene que hacer el camino
de la cristificación; aún más, el camino trinitario y eclesiológico. No habrá verdadero
acompañamiento de la piedad popular y no haremos un fiel servicio, si no
colocamos en todo la glorificación de la Trinidad Santísima. Aquí la catequesis
simbólica litúrgica y la catequesis de una expresión popular específica son el
principal modo de evangelización y nuestra principal tarea.
35 d) La
vinculación armónica con el culto de la Iglesia. Si bien nuestras
expresiones de piedad popular tienen valor y es necesario fortalecerlas y
evangelizarlas, ellas deben inscribirse necesariamente en un marco más amplio
de eclesialidad. La catolicidad de la Iglesia es expresión de su universalidad:
y en esta universalidad, es necesaria la presencia simbólica de los vínculos de
unidad. Estas expresiones son cuidadas y transmitidas por el culto oficial de
la Iglesia: así, nuestras expresiones particulares deben ser dialogantes con la
universalidad de la Iglesia, donde los principios universales de la
espiritualidad celebrativa de la Iglesia deben mantenerse. Esto significa que
nuestro trabajo de inculturación es doble y dialogante: por una parte, buscamos
que la liturgia acoja las expresiones más hondas y permanentes de la cultura;
y, por otra parte, que la cultura particular acoja las expresiones de la
universalidad litúrgica de la Iglesia. Esto requiere un hondo conocimiento de
ambos aspectos. Esta es una tarea hermosa, pendiente e inconclusa, que, en la
medida en que la realicemos, más se acercará el Evangelio al corazón de nuestra
identidad cultural noroestina.
36 La religiosidad del pueblo
lleva consigo el desarrollo de la dimensión festiva de la persona. Las fiestas
religiosas de los pobres, lejos de resolverse en superficialidades exteriores,
responden a sus profundas exigencias y constituyen una celebración rica en
símbolos, en fantasía creadora y en teología narrativa. En la fiesta, el pueblo
encuentra fuerza para vivir y la capacidad de volver con renovada esperanza a
la lucha cotidiana. La fiesta es la expresión de una solidaridad profunda, la
recuperación de la conciencia de no estar solos en la lucha y de trabajar por
una convivencia humana distinta. Gran parte de la devoción a María que se
encuentra en el Pueblo de Dios se debe a la religiosidad popular. Es necesario
relacionar las devociones populares al misterio de Cristo y no mezclar los
servicios pastorales, surgidos de la práctica de la religiosidad popular, con cualquier
interés económico. Así la religiosidad y piedad popular podrán ser entendidas,
impulsadas e integradas no sólo a la Sagrada Liturgia, sino a la práctica
ordinaria de los fieles de nuestra Iglesia diocesana.
6.- ¿Qué dicen la Biblia, el lenguaje y el Catecismo acerca de la
superstición?
37 Como no pocas veces se ha
señalado que la piedad y la religiosidad popular podrían ser presa fácil de las
supersticiones y que las alimentarían y degenerarían, es conveniente que nos
detengamos un poco en este fenómeno tan generalizado en la especie humana, que
siempre busca tener un control de las fuerzas ocultas, con lo cual recurre a estas triquiñuelas.
38 La superstición es la
creencia ignorante en un objeto, que tendría poderes mágicos. Otra palabra para
la superstición es "idolatría". La Biblia no apoya la idea de que las
cosas ocurren por casualidad; no se hace nada fuera del control soberano de
Dios. Él causa o permite todo en consonancia con su plan divino (cf. Hch 4,28; Ef 1,10).
39 Hay muchos tipos de
supersticiones en el mundo, que van desde los benignos, como no caminar bajo
una escalera, a las prácticas ocultistas de astrología, magia negra,
adivinación, vudú y brujería.
Aquellos que practican la
astrología (Dt 4,19), la magia, adivinación y
brujería (2Re
21,6; Is 2,6) son condenados por las
Escrituras. La idolatría también está prohibida, y nadie que la practica
entrará en el Reino de Dios (Ap 21,27). Estos tipos de prácticas
son extremadamente peligrosas porque abren la mente de los practicantes a la
influencia del demonio. El apóstol Pedro nos advierte: "Sean sobrios,
y velen; porque su adversario el diablo, como león rugiente, merodea buscando a
quien devorar" (1Pe 5,8).
40 Debemos obtener nuestra fe,
no de objetos o rituales de origen humano, sino del Dios, único y verdadero,
que da vida eterna. "Cuídense de que nadie los cautive con la vana y
engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con los
principios de este mundo y no conforme a Cristo. Toda la plenitud de la
divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo
poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud" (Col 2,8-10).
41 Etimología: viene del
latín, superstitio -onis
1. Creencia extraña a la
fe religiosa y contraria a la razón.
2. Fe desmedida o
valoración excesiva respecto de una cosa o a una práctica. Así se puede hablar
de superstición de la ciencia cuando se apela irracionalmente a esta para
defender una posición.
42 Catecismo de la
Iglesia Católica, n° 2111
La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las
prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero
Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a
ciertas prácticas, por otra parte legítimas o necesarias. Es la absolutización
de los medios, para tener un control seguro y rápido de lo desconocido,
peligroso, amenazante e inexplicable.
Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las
oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones
interiores que exigen, es caer en la superstición (cf. Mt 23,16-22).
Superstición es atribuirle a prácticas legítimas un
valor erróneo.
Referente a los sacramentales y oraciones, se cae en
superstición cuando se confía en la materialidad del acto, sin la necesaria
disposición interior. Cuando, en vez de valorar un objeto religioso por lo que
representa, se le atribuye un poder intrínseco. Es supersticioso, por
ejemplo, quién lleva un escapulario, pero no guarda en su
corazón fidelidad a la Virgen Santísima, sino que se entrega al pecado pensando
que tan sólo por llevarlo se salvará.
*La "suerte", entendida como una
fuerza que pueda afectar el destino, no existe. El cristiano sabe que depende
de la Providencia divina y que es responsable por su libre albedrío.
*La superstición es producto de ignorancia o de un
vacío espiritual.
*No confundan tradición con superstición.
Las tradiciones se volverían supersticiosas sólo si se les atribuyen poderes
mágicos.
43 Ejemplos de
supersticiones: el n° 13 es yeta; mal agüero cruzarse con gatos negros;
pasar bajo una escalera; la cinta roja; tomar té de ruda en ayunas el 1 de agosto, ; comer uvas el año
nuevo para atraer la buena suerte; leer las manos; hacerse tirar las cartas;
leer el horóscopo; el juego de la copa; tierra de cementerio o huesos de
muertos; tirar sal, un sapo o tierra de cementerio para hacer un maleficio;
usar talismanes, amuletos, pomadas, cruces magnéticas, perfumes especiales,
aceites, agua bendecida en siete iglesias; san la muerte; gauchito Gil; difunta
Correa; el Degolladito; la mulánima; el lobizón; la luz mala; new age; mal de
ojo, etc. Hay fiestas que reúnen un conjunto de supersticiones, por
ejemplo, Halloween.
Según el Catecismo de la Iglesia Católica, la
superstición es un pecado contra el Primer Mandamiento porque atribuye a
cosas, poderes que sólo le pertenecen a Dios.
7.- La Virgen del Valle en la piedad popular
44 En los albores del 1600 los
nativos comenzaron a venerar una imagen de “La Pura y Limpia Concepción” en una
hendidura de las estribaciones montañosas de Choya. Esto llegó a oídos del
vizcaíno, don Manuel de Salazar, encomendero de la zona, a cuyo cuidado estaba
la educación humana y religiosa de los aborígenes. Éste retiró la imagen de la
montaña y la reservó en su casa. Pero para su sorpresa la imagen regresaba a la
hendidura de la montaña donde fue encontrada. Hasta que decide y erige una
ermita para que allí la veneren los nativos que estaban bajo su cuidado. Unos 70
años permaneció en la actual de Valle Viejo. Hasta el día de hoy se conserva el
lugar al otro lado del río, siendo lugar
de visita y veneración. El 5 de julio de 1683, Fernando de Mendoza y Mate de
Luna fundó san Fernando del Valle de Catamarca, pero los vecinos de Valle Viejo
no cruzaron el río para afincarse en ese lugar libre de inundaciones. Recién
unos 12 años después, un 7 de abril, el sacerdote decidió tomar la imagen y
trasladarla al lugar de la fundación y así lo siguió la población, comenzando a
levantar sus casas y las distintas dependencias civiles y religiosas. Por lo
que la verdadera fundadora y protectora de la actual ciudad es la mismísima
Virgen del Valle.
45 Son muchísimos los milagros
y signos de la presencia activa de la Madre de Dios en esta advocación que fue
forjando en el pueblo devoto un neto perfil mariano de la fe, traspasando las
montañas que encierran a Catamarca entre las estribaciones cordilleranas y
precordilleranas. Los peregrinos se cuentan a miles que llegan a venerar a la Madre
de Dios a lo largo del año y de los años. Son innumerables los testimonios de
favores recibidos por intercesión de la Madre del Valle. Los promesantes son
incontables, dejando sus exvotos de agradecimiento y petición.
46 Debido a lo arraigado de
esta devoción en el pueblo no sólo sencillo, sino también culto, la Virgen del
Valle fue jurada patrona de las provincias del NOA con excepción de Salta y
Jujuy, si bien allí son muchísimos los devotos y peregrinos; Patrona Nacional
del Turismo; Patrona de los Paracaidistas; Patrona de los Algodoneros; Patrona
del festival de Cosquín, Patrona de las Diócesis de Añatuya y Catamarca, etc.
47 En fin, como anfitriones,
nos toca celebrar solemnemente a nuestra Madre celestial, dos veces al año: en
Abril, la coronación pontificia de la sagrada imagen, acaecida el 12-4-1891; y
el 8 de Diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción. Estas fiestas nos
movilizan, aunque no se perciben los cambios duraderos y profundos que deberían
producir en lo profundo de nuestra sociedad catamarqueña. Nuestros niños y
jóvenes, mayoritariamente están ausentes, pues no conocen ni se conmueven con
la devoción; ésta no incide en sus vidas marcándolos con un compromiso de fe,
esperanza y caridad. Desconocen los cantos populares, las oraciones, las
“maravillas” por Ella obrados. No reconocen el Santuario como el ámbito que
necesitan frecuentar para crecer en el amor a Dios, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, a María como la gran intercesora y, sobre todo, modelo de creyente e
ideal de vida. Lo poco que hay se limita a ciertas tradiciones superficiales
que no tocan lo íntimo y determinante del estilo de vida cristiano. ¡En esta
etapa de la vida de nuestros catamarqueños hay muchísimo por hacer! Y es lo que
marcará la hondura, la seriedad y la fecundidad del futuro no lejano de la fe
católica.
8.- Desafíos para el quehacer pastoral
48 Más allá de que podamos
seguir utilizando indistintamente los términos "religiosidad popular"
o "piedad popular", ya que, en la práctica, será difícil que se
tengan en cuenta los matices propios, lo que pretendo con esta reflexión, es
animar la tarea pastoral desde el cuño de la tan arraigada devoción a la Virgen
del Valle y purificar las no pocas (conscientes o inconscientes) desviaciones que encontramos. El
paso del tiempo, la poco incisiva evangelización y catequesis, la crisis de la
familia (primera
y principal escuela de la fe), la descristianización de la sociedad; la escasez de
sacerdotes, consagrados y misioneros; la cada vez más débil incidencia de la
escuela en la trasmisión y vivencia de los valores cristianos, la falta de
comprensión y aceptación que sólo será auténtica y fecunda una fe cristiana
vivida en clave misionera, etc., son demoledores factores que conspiran contra
una fe coherente, responsable y comprometida, no sólo con la Iglesia misma,
sino sobre todo, con la indelegable vocación de transformar, con la fuerza del
Evangelio, la vida social, allí donde nos puso la Providencia Divina: la
familia, el barrio, la escuela, la universidad, el hospital, la empresa, el
trabajo, el comercio, la agremiación, la profesión, la investigación, la
política, el gobernar, la justicia, las leyes, el deporte, el arte, etc.
49 Si es desde el marco de la
"piedad" (aún desde su mayor aprecio y valoración posible), la evangelización apuntaría a
robustecer los puntos que, desde esa perspectiva, se presentarían como más
débiles: los contenidos doctrinales de la fe, la catequesis en torno a los
sacramentos y a los mandamientos, la primacía de la liturgia romana en relación
a las devociones populares, la inclusión de las enseñanzas sociales de la
Iglesia, etc.
50 Si es desde el marco de la
"religiosidad" o "religión del pueblo" o, aún mejor, del
"catolicismo popular", el diálogo sobre los valores éticos, estéticos
y ecológicos adquiriría un lugar propio y destacado en la acción pastoral.
Porque asumiendo la existencia de una fe legítima, lo que ésta reclama no es
contenidos doctrinarios sobre sí misma, sino el modo concreto en que ella ha de
transformarse en "obras" y su coherencia con los símbolos que la
expresan. Desde este marco, se habría de considerar privilegiadamente la
respuesta histórico-social del pueblo en el que el Evangelio se ha encarnado.
Porque lo propio de la encarnación es vivir en la historia e involucrarse en los
gozos, éxitos, fracasos y búsquedas de la humanidad toda.
51 Nunca conoceremos aquello
que "no fue". Es una inexorable condición de nuestra naturaleza ante
la que debemos rendirnos: ¿qué hubiera sucedido si, en vez de hacer esto,
hubiésemos hecho aquello? Sobre el pasado no realizado, sólo tenemos supuestos,
nunca certezas.
Así y todo, aún desde un ejercicio de la imaginación
que puede resultarnos didáctico, quizá convenga preguntarnos: ¿cómo vivirían
hoy los pueblos de América Latina si, al menos en los últimos treinta años, se
hubiera privilegiado una pastoral de la religiosidad popular, por
sobre una pastoral de la ilustración o, en el mejor de los casos, de la piedad
popular? ¿Habrían tolerado un avasallamiento ideológico y económico tan
destructivo si se hubiera trabajado junto al pueblo en el
desarrollo de su dignidad y su libertad íntimamente reconocidas como propias de
los hijos de Dios? ¿Se habría generado el espacio necesario para los actuales
niveles de corrupción, de haberse trabajado significativamente desde los
valores de la honestidad y la laboriosidad, tan propios de nuestras raíces?
¿Habría hoy tantos millones de pobres y excluidos, si pastoralmente se hubiera
avanzado desde la encarnación histórica de la fe, fruto de diversos modos de evangelizar
que nos precedieron? ¿Existiría hoy una dirigencia política, económica y
sindical capaz de responder, desde los valores más auténticos y originarios de
nuestros pueblos, a la tragedia social que padecemos?
Éstas y otras preguntas similares, nunca tendrán una
respuesta cierta y definitiva. Por lo cual, nos quedan tres alternativas:
seguir imaginando "lo que hubiera sido", insistir en un modelo
doctrinario-espiritualista de la evangelización, o retomar sin ambigüedades
–aunque críticamente– el magisterio latinoamericano y universal para seguir
construyendo desde sus intuiciones más lúcidas y sus opciones más
comprometidas.
52 Según lo registrado por la
encuestadora Gallup (abril de 2001), el 84% de los argentinos se reconocen como católicos, y de
ellos, casi la totalidad, se asume como una persona religiosa (aunque no tenemos los
datos, una proyección similar podría establecerse sobre toda Latinoamérica). Sin embargo, parece que
esta condición existencial de asumirnos como herederos del proyecto de Jesús,
no nos ha sido demasiado útil para crecer en justicia, compromiso, honestidad,
responsabilidad y dignidad. Algo (o mucho) no se hizo bien. Desde las estructuras eclesiales, tanto
clericales como laicales, no podemos eximirnos de responsabilidad.
53 Aún queda mucho para lograr
una verdadera valoración de la piedad popular. Muchas veces tenemos un criterio
instrumentalista de ella: la usamos para objetivos distintos del encuentro
valorativo y evangelizador. El discernimiento es clave para poder construir una
pastoral verdaderamente servidora, libre de manipulaciones y de temores del
anuncio profético, que exige cambios. (Ver Aparecida, nn 365-369: conversión
personal y pastoral).
Conclusión
54 Mis queridos catamarqueños,
espero que les haya ayudado esta sencilla reflexión sobre la ‘piedad popular’ y
la ‘religiosidad popular’, sobre todo para comprenderse un poco más cada uno de
ustedes en su vida de discípulos-misioneros de Jesucristo, como María.
55 Que este segundo año de
preparación para celebrar, como comunidad diocesana, los cuatrocientos años de
la presencia maternal de la “Pura y Limpia Concepción”, los ayude a profundizar
y aquilatar la fe y el compromiso que cada uno tiene a partir de la vocación
específica que Dios les ha fijado desde toda la eternidad.
56 De todo corazón les ruego
que se interesen en profundizar la temática de esta carta para que podamos
purificar la vida cristiana de cada uno, de tantas prácticas espurias que
contaminan las distintas expresiones de la fe y su compromiso con el Bien
Común.
57 A los sacerdotes,
consagrados, catequistas, docentes, miembros de instituciones y movimientos,
seminaristas y demás personas comprometidas en la tarea evangelizadora, les
pido encarecidamente que pongan lo mejor de sí para que este año sea bien
aprovechado por la mayor cantidad de bautizados a fin de que se pueda percibir
que la Gracia de Dios va obrando en nuestra comunidad diocesana la tan anhelada
‘conversión pastoral’ que nos propusieron los pastores reunidos en la V
Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, reunidos en el
santuario de Aparecida; además, permanentemente recordado por el Papa Francisco
con su ejemplo de vida y sus expresas enseñanzas.
58 Como les anticipaba en el
prólogo, seremos anfitriones del IV Congreso Mariano Nacional,
por lo que desde este momento tenemos que ponernos a trabajar para prepararlo,
disponiendo nuestros corazones y hogares para recibir a los congresistas,
motivando a nuestros niños y jóvenes a que se interesen por conocer y amar a la
Virgen María, que encuentren en Ella a la Madre, al modelo de creyente, a la
discípula-misionera, a la mujer por excelencia. El futuro de la Iglesia y de la
sociedad está en ellos. ¡Qué buen logro tendremos si, con la ayuda de Dios,
involucramos, masiva y cualitativamente a esta franja etaria en la viña del
Señor! ¡Ánimo! ¡Ánimo!
59 Les pido, finalmente que
recen todos los días la oración preparatoria al jubileo del año 2020: en
familia la pueden recitar antes de comer, en el trabajo con los compañeros, en
el hospital con los enfermos, en la escuela en cada uno de los cursos, en algún
momento de todas las Misas, en los velorios, antes de empezar algún deporte, en
algún momento del rezo de las novenas.
¡¡¡Nuestra Madre del Valle, ruega por nosotros!!!
+ Luis Urbanč
8° Obispo de Catamarca