A casi una semana de
finalizada la visita del Papa Francisco a nuestro Continente, rescatamos
algunas experiencias de fe que están marcadas en el corazón y en la mente de
quienes tuvieron la oportunidad de vivir la Jornada Mundial de la Juventud
junto al Santo Padre en Río de Janeiro, Brasil. Tal es el caso del Padre Luis
Páez, quien concelebró junto al Papa Francisco la misa de clausura del
encuentro, que convocó a millones de jóvenes de todo el mundo, entre quienes se
encontraban muchos catamarqueños.
“Para mí fue una gracia muy
especial, un regalo, poder concelebrar la misa de la Jornada Mundial de la
Juventud con el Santo Padre, y no sólo con él sino con sacerdotes de todo el mundo, como China, Japón,
España y tantos otros. Fue algo maravilloso, una fuerte experiencia de fe”,
comentó el sacerdote, quien actualmente ejerce su ministerio como Vicario
Parroquial de San Pío X, en el barrio Libertador II (Mil Viviendas).
El P. Páez formó parte de
una delegación de 30 personas, la mayoría jóvenes, y algunos padres, quienes se
hospedaron en casas de familia y participaron de distintas actividades en la
parroquia San Rafael Arcángel, de Vista Alegre. En este centro se brindaron las
catequesis, que culminaban con la Santa Misa. Algunas de estas catequesis
fueron ofrecidas por el cardenal chileno Francisco Errázuriz Ossa, quien fuera
nombrado Legado Papal por Benedicto XVI para presidir los actos centrales con
motivo del Centenario de la Diócesis de Catamarca. “Se acordaba de Catamarca
con mucho cariño”, contó el Padre Páez, agregando que “también tuvimos la
oportunidad de recibir charlas del cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga,
quien preside el grupo de ocho cardenales que nombró el Papa Francisco para
trabajar el proceso de reforma de la Curia del Vaticano”.
Otra hermosa experiencia fue
“haber podido confesar a muchos jóvenes de distintas partes del mundo. Había
muchos chicos de Perú, Ecuador, España, entre otros países”, comentó el presbítero,
a quien le impactó “el recibimiento de la gente, cómo nos atendieron en las
casas de familia y en la misma parroquia, eso llegó mucho. La gente se estuvo
preparando dos años para recibirnos”.
El viaje fue agotador, hubo
muchos días lluviosos y fríos, pero la experiencia fue de “una gran alegría por
compartir con la Iglesia Universal, en comunión con el Papa, que es argentino,
y muy convocante. La gente está impresionada por su humildad y su sencillez”.