En el documento presentado por la Conferencia Episcopal Argentina con motivo de la celebración del bicentenario de nuestra patria, los Obispos argentinos manifestamos que desde hacía ya una década nos sentíamos conmovidos por el narcotráfico y su contraparte: «los rostros sufrientes de quienes están atrapados y condenados por una de las calamidades más grandes de estos últimos tiempos, como es el consumo y las adicciones a la droga”1.
Allí señalamos también sobre
la expansión del narconegocio, ampliamente instalado en la Argentina, con
avances en comercialización y consumo que se extienden a lo largo y ancho de nuestro
país, con penetración muy fuerte en especial en los barrios más pobres de los
conurbanos de los grandes conglomerados.
En estos tiempos asistimos a
un fenómeno que agrava dolorosamente esa problemática; lo que parecería ser una
escalada de violencia sin fin con inusitada frecuencia en la ciudad de Rosario
en la provincia de Santa Fe, donde diariamente se conocen episodios
conmovedores, de lo que aparecería como crimen organizado que se cobra víctimas
fatales en forma indiscriminada.
Cobra vigencia nuevamente la
referencia a que el ciudadano común sigue diciendo: « [...] que a esta
situación de desborde se ha llegado con la complicidad y la corrupción de
algunos dirigentes.
La sociedad a menudo
sospecha que miembros de fuerzas de seguridad, funcionarios de la justicia y
políticos colaboran con los grupos mafiosos. Esta realidad debilita la
confianza y desanima las expectativas de cambio. Pero también es funcional y
cómplice quien pudiendo hacer algo se desentiende, se lava las manos y “mira
para otro lado”»2.
Acompañamos a los hermanos
del equipo arquidiocesano de Pastoral social de Rosario que sostienen que la
ciudad vive en circunstancias cuya injusticia clama al cielo, por la falta de respuestas
de los distintos niveles del Estado representados por magistrados y
funcionarios designados legalmente en democracia. Adicionalmente se advierte la
vinculación que habría entre estas bandas de crimen organizado con estructuras
de mecanismos de contrabando, lavado de dinero y evasión impositiva.
Sabemos que son muchísimos
los hombres y mujeres que están dispuestos a acompañar las iniciativas del
gobierno, legisladores y jueces, para dar una contundente respuesta al drama nacional
del narcotráfico. Además, hay que considerar que estas organizaciones
criminales frecuentemente se dedican también a la trata de personas para la explotación
laboral y sexual, y al tráfico de armas3.
Recordamos junto a nuestro
Papa Francisco que este año se conmemoran los 250 años de la llegada de la
imagen de la Virgen del Rosario en la capilla edificada en los orígenes de la
ciudad y que le dio su nombre, pidiendo su intercesión para que inspire a toda
la ciudadanía, pero especialmente a la dirigencia política, económica y social,
que construyan los consensos imprescindibles que deberán ser la base de esas
políticas públicas lúcidas, decididas y valientes a implementar por los
magistrados y funcionarios4.
Comisión
Episcopal de Pastoral Social
Marzo
2023
1
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, La droga, sinónimo de muerte, 9 de noviembre
de 2007.
2
CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA, El drama de la droga y el narcotráfico, 7 de
noviembre de 2013.
3 CONFERENCIA
EPISCOPAL ARGENTINA, Bicentenario de la Independencia, 57.
4
Equipo Arquidiocesano de Pastoral Social de Rosario, 14 de febrero de 2023.