El domingo 28 de julio, en
la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle, fue instituido acólito el Sr.
Guillermo Hugo Roque Rey, quien fue presentado como candidato para recibir el
ministerio del Acolitado por el Capellán de la Universidad Nacional de
Catamarca, Pbro. Oscar Alfredo Tapia.
El rito se llevó a cabo durante
la misa presidida por el Obispo
Diocesano de Catamarca, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por el Vicario
General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Rector del Santuario
Mariano, Pbro. José Antonio Díaz; el Capellán de la Universidad Nacional de
Catamarca, Pbro. Oscar Tapia; y el
Capellán Mayor de la Catedral Basílica, Pbro. Eugenio Pachado.
En el decreto leído durante
la ceremonia, se especifica que a partir de ahora, el flamante acólito ayudará
al diácono y prestar su servicio al sacerdote. “Es propio de él cuidar el servicio
del altar, asistir al sacerdote en las funciones litúrgicas, principalmente en
la celebración de la Misa; además de distribuir, como ministro extraordinario,
la Sagrada Comunión cuando faltan los ministros (ordinarios)”. También “se le
podrá encargar que exponga a la adoración de los fieles el Sacramento de la
Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva, pero no que bendiga al pueblo”.
Por ello, el Obispo dijo que el nuevo acólito
“necesita de nuestra oración para
permanecer libre en su vocación de servicio a Dios”.
En su homilía, Mons. Urbanc se
refirió a las lecturas del día orientadas hacia la libertad del hombre y su
comunicación con Dios Padre. “La carta de san Pablo -expresó- a los hermanos de
Colosas nos habla de la realidad del bautismo. Nosotros hemos empezado una vida
nueva, y por eso estamos acá reunidos, por el bautismo. En el bautismo nos
hemos hecho verdaderamente partícipes de la muerte y resurrección de Jesús. El
bautismo nos ha hecho nuevas creaturas. Estas nuevas creaturas tienen que tener
un trato asiduo con Dios y ese trato lo tenemos a través de la oración. Qué
hermoso cuando nos dicen que la oración es la fuerza del hombre y la debilidad
de Dios. ¿Cuándo Dios es débil? Cuando nosotros rezamos. Y esto es lo que Dios
espera de nosotros, que libremente estemos dispuestos a hablar con Él”.
Alabanza
y súplica a Dios
“En la oración, tenemos que
ir libremente al encuentro con Dios. Jesús oraba, daba el ejemplo y los
discípulos al verlo le piden que les enseñe a hablar con Dios porque ven en Él
los frutos del diálogo permanente que tiene con su Padre. En la oración, mis
queridos hermanos, es importante la insistencia, la perseverancia, la tenacidad
y saber pensar en los demás. La oración, en primer lugar, tiene que ser una
alabanza a Dios como lo hacía Jesús con su Padre. Debemos alabar, exaltar,
glorificar a Dios. Es lo primero que tiene que tener la oración porque de lo
contrario se puede transformar en un mero monólogo que se centra en la propia
necesidad. En segundo lugar, la oración tiene que ser una súplica que se hace
para pedir por nosotros y por los demás. Hemos escuchado en la primera lectura cómo Abraham cuando se entera que
Dios haría desaparecer dos ciudades por las terribles aberraciones que ocurrían
en ellas, se preocupa y se interpone, se planta ante Dios para pedir clemencia.
¿Nosotros pedimos así a Dios por aquellos que nos hacen daño, que nos han
perjudicado? Es necesario que asumamos esta misma conducta de Abraham”, apuntó
el Obispo.
En otro tramo dijo: “Necesitamos
del Espíritu Santo para poder orar con provecho, para poder tener un diálogo
fluido, amistoso con Dios. Necesitamos al Espíritu que nos ayude a discernir
cómo tenemos que pedir, qué tenemos que pedir, cuándo tenemos que pedir, para
qué tenemos que pedir. El Espíritu es el que viene en ayuda de nuestra
fragilidad, el que permite que nosotros
reconozcamos que Dios es nuestro Padre y a Él dirigimos nuestra oración. Él nos
permite reconocer que Jesús es el Señor, el único Señor que tenemos que adorar,
servir, porque es el salvador del mundo”.