Honraron
a Esquiú en el emblemático Templo
Franciscano de Catamarca
El Obispo expresó: “¡Cuánto
le debemos a este paisano que mamó, en la calidez de un practicante hogar
cristiano, los valores y principios que dignifican la vida humana!”
Durante la mañana del lunes
11 de mayo, la comunidad franciscana de Catamarca honró al Venerable Fray
Mamerto Esquiú, al cumplirse el 194° aniversario de su natalicio, en el marco
del Año Jubilar Mariano por los 400 años de la presencia de la Madre del Valle
entre nosotros, y con el gozo de la aprobación del milagro atribuido a su
intercesión, por parte de la Comisión de Teólogos de la Santa Sede.
El emotivo homenaje se
realizó en torno a la Eucaristía, presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis
Urbanc, y concelebrada por Fray Eligio Bazán, Fray Pablo Reartes y Fray Raúl
Piazza. Ceremonia que fue transmitida por las redes sociales debido a la
distancia social obligatoria por la pandemia.
Durante su homilía, el
Obispo enfatizó que este aniversario del natalicio de Esquiú se realiza “con la
particularidad de que nuestras ilusiones de verlo en la gloria de los altares
es cierta, sólo basta esperar la resolución de los últimos trámites del proceso”.
Tras lo cual expresó su
gratitud “a la Divina Providencia y a la Bienaventurada Virgen María que han
regalado a este suelo catamarqueño la persona del bien amado, fraile
franciscano, nativo de Piedra Blanca, Mamerto de la Ascensión Esquiú. ¡Cuánto
le debemos a este paisano que mamó, en la calidez de un practicante hogar
cristiano, los valores y principios que dignifican la vida humana! ¡Cuánta fe
hubo en ese papá y en esa mamá! Fe sencilla, por cierto, pero profunda,
comprometedora, transformadora y liberadora de las mezquindades y miopías
humanas, tan presentes en su tiempo como en el nuestro”.
Tras destacar expresiones de
Esquiú en el célebre sermón del 9 de julio de 1853, con motivo de la jura de la
Constitución Nacional, Mons. Urbanc manifestó: “Qué importante es para nuestra
Patria, hoy, poner una vez más a la consideración de todos, la figura señera de
este ciudadano-sacerdote que supo jugarse por la Nación naciente poniendo lo
mejor de sus saberes, energías, fe, esperanza y caridad cristiana, a fin de
colaborar con la reconciliación de sus contemporáneos en vistas a forjar un
presente y futuro promisorios para todos”.
“Hoy nuestras profundas
grietas reclaman mirar a nuestros próceres y descubrir en ellos la grandeza de
ánimo que los animaba para velar por el Bien Común”, dijo, apuntando que “nuestros
niños, adolescentes y jóvenes necesitan conocerlos, admirarlos e imitarlos. Por
tanto, es deber de los adultos presentar estas figuras liminales de nuestra
historia a las nuevas generaciones, de manera que se entusiasmen con el estudio
serio y un
trabajo responsable para asumir dentro de unos años los destinos de
la Patria haciendo del respeto y cumplimiento de las Leyes Justas una cuestión
de honor no negociable”.
En otro tramo mencionó que “el
nacimiento de Mamerto Esquiú estuvo marcado por el peligro de muerte. Por lo
cual su madre, María de las Nieves Medina, mujer de honda fe, lo confió a la
protección de san Francisco de Asís y de la Virgen del Valle, con el voto de
vestirlo por el resto de su vida con el hábito franciscano. Cosa que cumplió
muy bien el niño y joven Mamerto, llevándolo a entregar su vida en el espíritu
de la Orden de los hermanos menores”.
“Esto nos invita a que en
nuestro tiempo, amenazado por pandemias de todo tipo: físicas,
morales,
culturales, sociales, ideológicas, económicas, etc., volvamos nuestra mirada
confiada a Dios, a la Virgen María y a los santos, puesto que la ayuda genuina
y duradera sólo puede venir de lo Alto,
del Corazón Misericordioso de Dios y de la intercesión de los amigos que ya nos
esperan en el Cielo”, afirmó.
Al concluir su predicación,
el Pastor Diocesano invitó a que “nos encomendemos a nuestro santo fraile para
que asumamos con alegría y generosidad nuestros deberes cotidianos, buscando en
todo hacer la Voluntad de Dios, fuente y razón de toda justicia, de manera que
instauremos en el corazón de nuestra sociedad el amor a Dios y al prójimo, con
la misma clarividencia y sencillez con que lo hacen los amigos de Dios, que por
cierto no perjudican a nadie. Que apostemos siempre por el respeto y cuidado de
toda vida humana. Que pongamos los mejores recursos humanos y materiales para
la educación y la salud. Y que jamás dejemos de venerar a nuestra Querida
Morena del Valle, amando lo que Ella amó”.
Luego de la bendición final,
el Obispo y los frailes se trasladaron procesionalmente hasta el lugar donde se
guardan las reliquias de Fray Mamerto Esquiú, entronizadas el 10 de mayo de
2019, donde rezaron juntos.
El corolario de este homenaje
estuvo a cargo de los integrantes de Las Cuerdas Mágicas, quienes interpretaron
la canción de su autoría, titulada “Padre Esquiú”. Un emotivo momento, que fue
rubricado con un caluroso aplauso.
TEXTO COMPLETO DE LA
HOMILÍA
Queridos
hermanos:
Nos
hemos congregado aquí en el 194° aniversario del natalicio del ilustre
catamarqueño, fraile franciscano y obispo de Córdoba, Mamerto Esquiú, pero esta
vez con la particularidad de que nuestras ilusiones de verlo en la gloria de
los altares es cierta, sólo basta esperar la resolución de los últimos trámites
del proceso.
Hoy
hemos de agradecer a la Divina Providencia y a la Bienaventurada Virgen María
que han regalado a este suelo catamarqueño la persona del bien amado, fraile
franciscano, nativo de Piedra Blanca, Mamerto de la Ascensión Esquiú. ¡Cuánto
le debemos a este paisano que mamó, en la calidez de un practicante hogar
cristiano, los valores y principios que dignifican la vida humana! ¡Cuánta fe
hubo en ese papá y en esa mamá! Fe sencilla, por cierto, pero profunda,
comprometedora, transformadora y liberadora de las mezquindades y miopías
humanas, tan presentes en su tiempo como en el nuestro.
Así
lo supo expresar el joven fraile en su sermón del 9-7-1853: “Tanto el Congreso
de Tucumán de 1816, como la Constitución de 1853 invocan a Dios, que es, la
mano que contiene el principio y el fin, que encierra el uno y el otro abismo,
y por un modo admirable lucen en ella la inmensidad de Dios, su Providencia, su
Justicia, su Soberanía infinita. Dios se mece sobre los hombres, como el sol
centellea sobre los planetas. ¡Por esto es sublime la sociedad! ¡Por esto es
grande! ¡Por eso se exalta, palpita nuestro corazón cuando sentimos la vida de
las naciones! Por esto la Religión y la Patria tienen idénticos intereses,
nacen de un mismo principio, caminan cada una por vías peculiares a un mismo
fin".
Afirma
además que "el derecho público de la sociedad moderna fija en el pueblo la
soberanía: pero la Religión me enseña, que es la soberanía de intereses, no la
soberanía de autoridad; por éste o por aquel otro medio toda la autoridad viene
de Dios, ya que ningún hombre la tiene sobre otro, ni puede disponer ni limitar
los derechos a su libertad, su vida o su trabajo, como lo hace la del estado,
aunque quien la ejerza, en su nombre, sea elegido por el pueblo. Es deber de
los representantes y magistrados legislar, gobernar e impartir justicia, como
si fueran ministros de Dios y de acuerdo a los intereses del pueblo”.
Que
importante es para nuestra Patria, hoy, poner una vez más a la consideración de
todos, la figura señera de este ciudadano-sacerdote que supo jugarse por la
Nación naciente poniendo lo mejor de sus saberes, energías, fe, esperanza y
caridad cristiana, a fin de colaborar con la reconciliación de sus
contemporáneos en vistas a forjar un presente y futuro promisorios para todos.
Hoy
nuestras profundas grietas reclaman mirar a nuestros próceres y descubrir en
ellos la grandeza de ánimo que los animaba para velar por el Bien Común. ¡Cómo
dejaban de lado sus intereses y necesidades personales, sacrificando hasta lo
que no tenían para servir al bien de todos, en especial de los más
desfavorecidos! Nuestros niños, adolescentes y jóvenes necesitan conocerlos,
admirarlos e imitarlos. Por tanto, es deber de los adultos presentar estas
figuras liminales de nuestra historia a las nuevas generaciones, de manera que
se entusiasmen con el estudio serio y un trabajo responsable para asumir dentro
de unos años los destinos de la Patria haciendo del respeto y cumplimiento de
las Leyes Justas una cuestión de honor no negociable.
Sabemos
que el nacimiento de Mamerto Esquiú estuvo marcado por el peligro de muerte.
Por lo cual su madre, María de las Nieves Medina, mujer de honda fe, lo confió a
la protección de san Francisco de Asís y de la Virgen del Valle, con el voto de
vestirlo por el resto de su vida con el hábito franciscano. Cosa que cumplió
muy bien el niño y joven Mamerto, llevándolo a entregar su vida en el espíritu
de la Orden de los hermanos menores. Esto nos invita a que en nuestro tiempo,
amenazado por pandemias de todo tipo: físicas, morales, culturales, sociales,
ideológicas, económicas, etc., volvamos nuestra mirada confiada a Dios, a la
Virgen María y a los santos, puesto que la ayuda genuina y duradera sólo puede
venir de lo Alto, del Corazón
Misericordioso de Dios y de la intercesión de los amigos que ya nos esperan en
el Cielo.
Los
invito a que nos encomendemos a nuestro santo fraile para que asumamos con
alegría y generosidad nuestros deberes cotidianos, buscando en todo hacer la
Voluntad de Dios, fuente y razón de toda justicia, de manera que instauremos en
el corazón de nuestra sociedad el amor a Dios y al prójimo, con la misma
clarividencia y sencillez con que lo hacen los amigos de Dios, que por cierto
no perjudican a nadie. Que apostemos siempre por el respeto y cuidado de toda
vida humana. Que pongamos los mejores recursos humanos y materiales para la
educación y la salud. Y que jamás dejemos de venerar a nuestra Querida Morena
del Valle, amando lo que Ella amó. Amén.