Mons. Urbanc, quien dio
gracias por sus 38 años de ordenación sacerdotal, expresó que “necesitamos la
fuerza del Espíritu Santo para poder enfrentar el desafío de esta pandemia”.
En la noche del sábado 30 de
mayo, día de San Fernando, rey, Patrono de la ciudad capital, el Obispo
Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió la Misa de Vigilia de Pentecostés, en la
que dio gracias a Dios por los 38 años de su ordenación sacerdotal.
La ceremonia litúrgica fue
concelebrada por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio
Quiroga del
Pino; y el Rector de la Catedral Basílica y Santuario Mariano, Pbro. José
Antonio Díaz, en el Camarín de la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra
Señora del Valle.
Tras la proclamación de las
lecturas y la Secuencia de Pentecostés, Mons. Urbanc dirigió su homilía, manifestando que con la
Solemnidad de Pentecostés “llegamos al final del tiempo pascual, acogiendo una
vez más el don del Espíritu Santo, que Jesús nos prometió”, el cual “infunde el
calor, la pasión por dar testimonio del Resucitado. Esto es la Fiesta de Pentecostés”.
“Una vez al año celebramos
la efusión del Espíritu Santo, recordando la promesa de Jesús, pero cada vez
que en nuestras comunidades se administra el Sacramento de la Confirmación, hay
una nueva efusión del Espíritu sobre aquellos que se han preparado y sobre
aquellos que acompañan”, expresó, apuntando que “el Espíritu Santo está con
nosotros desde aquel día en que Jesús lo mandó a la
comunidad apostólica, que
estaba reunida en torno a María. Ahí nació la Iglesia, ahí nacimos todos, y
este nacimiento se va perpetuando a lo largo de los siglos hasta que llegue el
fin del mundo”.
Resaltó que “al Espíritu
Santo lo necesitamos día a día”, porque “siempre actúa renovando,
transformando, sanando, dando fuerza y vitalidad a la Iglesia, sobre todo en
los tiempos difíciles o de confusión doctrinal está allí para animarnos y
ayudarnos”.
“Hace
38 años me puse al servicio del Pueblo de Dios
a
través del sacerdocio por acción del Espíritu”
En otro tramo de su mensaje
compartió con los fieles, quienes siguieron la celebración a través de radio Valle
Viejo y las redes sociales de la Catedral y el Obispado, que “hoy estoy dando
gracias a Dios por 38 años de ordenación sacerdotal”, y “es el Espíritu Santo quien
me ha transformado en otro Cristo, el Sumo y Eterno Sacerdote”. Recordó que
este acontecimiento se realizó “hace 38 años en la Catedral de Tucumán, era un
domingo 30 de mayo, Fiesta de Pentecostés, y ahí recibí la efusión del Espíritu,
para poder ponerme al servicio del Pueblo
de Dios, a través del ministerio
sacerdotal, por acción del Espíritu”.
El Obispo enfatizó que “debemos
tener una gran devoción al Espíritu”, porque “necesitamos su fuerza para poder enfrentar
el desafío de esta pandemia”. Por ello invitó a que “le pidamos que nos dé la
gracia que estamos necesitando en este tiempo concreto de nuestra Patria, con
los desafíos, los miedos y angustias que tenemos”.
También pidió que “el
Espíritu Santo entre en nuestros corazones y los transforme; que nos guíe y nos
lleve por el camino de la virtud, del bien, del servicio, del cuidado de la casa
común, como lo dice el Papa. Para eso necesitamos las luces del Espíritu, que
nos haga humildes, que nos haga tomar conciencia de que somos eternos necesitados
de la misericordia de Dios, que no podemos vivir sin su ayuda”.
Asimismo, exhortó a que le
demos el lugar que Dios debe tener en nuestras vidas, porque “quienes han
abierto el corazón a Dios, han traído la paz, la integridad de vida, la
inclusión, la fraternidad entre todos”.
Finalmente, rogó que “Nuestra
Madre, la Virgen, a quien los padres de la Iglesia llamaron muy oportunamente
la Esposa del Espíritu Santo, porque ha concebido por obra y gracia del
Espíritu, que nos ayude a tener una relación de mucha confianza con el Espíritu
Santo”.
Al finalizar la Santa Misa,
se realizó un momento de adoración eucarística en el Camarín de la Virgen del
Valle, pidiendo la efusión del Espíritu Santo.