La Iglesia Diocesana recibió jubilosa el regalo de un nuevo sacerdote
Durante la noche del viernes
27 de octubre, la Iglesia Diocesana de Catamarca vivió con júbilo y gratitud la
ordenación sacerdotal de Ramón Leandro Roldán, joven profesor de música, quien
supo desempeñarse en la Banda de Música de la Policía de Catamarca.
La ceremonia litúrgica, que tuvo
lugar en la Catedral Basílica y Santuario de la Virgen del Valle, fue presidida
por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el vicario
general, P. Julio Murúa; el rector del Santuario y Catedral Basílica, P.
Gustavo Flores; el responsable de la Pastoral Vocacional, P. Diego Manzaraz; el
P. Gerardo Dieguez, director espiritual del Seminario Mayor Nuestra Señora de
la Merced y San José de la Arquidiócesis de Tucumán, y numerosos presbíteros de
Capital y del interior catamarqueño. Participaron seminaristas de Tucumán,
Orán, Concepción y Santiago del Estero, compañeros de formación del flamante
presbítero.
Acompañaron a Ramón Leandro en
este momento especial, sus padres y hermanos, amigos, y fieles venidos de
distintas comunidades parroquiales, especialmente de Santa Rosa de Lima de
Capital, su parroquia de origen, y Santa Rosa de Lima con sede en Bañado de
Ovanta, donde viene realizando su tarea pastoral, como también de las
parroquias San José de El Colmenar y del Inmaculado Corazón de María de
Tucumán. Además, se sumaron aquellos que se sumaron a través de la transmisión
en vivo por las redes sociales de la Catedral y del Obispado.
Participaron el Secretario de
Seguridad, Dr. Martín Miranda; el Jefe y el Subjefe de Policía, Crio. Gral.
Marcelo Ulises Córdoba y Crio. Gral. Víctor Hugo Sánchez, respectivamente; el
Inspector General de Policía, Crio. Gral. Marcos Manuel Herrera, Integrantes de
la Plana Mayor Policial, Oficiales Superiores, Jefes y Subalternos.
En el inicio de la ceremonia,
se dio lectura al decreto correspondiente, y se realizó la presentación del
candidato al Obispo diocesano, con el interrogatorio al ordenando y su
aceptación a conformar el Clero Diocesano.
En su homilía, Mons. Urbanč
expresó su gratitud a Leandro y su familia, a la comunidad parroquial de Santa
Rosa de Lima, particularmente al padre Santiago Sonzini, “quien fue un padre
espiritual para Leandro”, dijo. Luego invitó a todos “a que sigan pidiendo al
Espíritu Santo el resurgir de vocaciones al servicio del Reinado de Dios en
este mundo tan convulsionado y hambriento de la paternidad y misericordia
divinas”.
Dirigiéndose a Leandro expresó:
“El que te dijo: ‘¡Sígueme!’ es Jesús, el Buen Pastor, el que da su vida por
las ovejas (Jn 10,11). Sólo en Él tienes al modelo que imitar. Siempre
contempla su figura, su modo de actuar, sobre todo en su obediencia a la
voluntad de su Padre. Los consejos evangélicos, de pobreza, castidad y
obediencia encuentran en el Buen Pastor su fuente inspiradora, puesto que sin
ellos no podría ser el pastor ejemplar”.
“Así como Jesús conoce a sus
ovejas, tú debes conocerlas. Las ovejas no te pertenecen, son de Él. Tu hermosa
y envidiable misión es hacer que ellas conozcan y amen a Jesús (Jn 10,14)”,
afirmó, apuntando más adelante que “el Papa Francisco no se cansa de repetir
que tenemos que ser una ‘Iglesia en salida’, porque ‘Jesús tiene otras ovejas
que no son de este corral y que también las debe conducir para oigan su voz;
así, todos formemos un solo rebaño, con un solo pastor’ (Jn 10,16)”.
“¡Que no te falte el celo
misionero en el ejercicio del ministerio pastoral! No te conformes con solo
mantener lo que ya se hizo, sino apela a la creatividad del Espíritu Santo que
tantas veces nos lleva por caminos impensados, pero necesarios para poder
llegar a todos, ya que por todos Cristo derramó su sangre en el altar de la
Cruz”, enfatizó.
Hacia el final, rogó “que la
Virgen del Valle siga siendo tu Madre, inspiradora de una generosa entrega al
servicio de los hermanos y consuelo en las pruebas”, y “procura inspirar en el
santo cura Brochero tu ministerio sacerdotal en generosidad, creatividad,
espiritualidad, amor a la Purísima y fidelidad”.
Postración
y unción de las manos
Siguiendo el rito de
ordenación, Ramón Leandro prometió obediencia y respeto al Obispo y a sus
sucesores, y se postró en el piso en señal de humildad, mientras la asamblea
cantaba las Letanías de los Santos. Luego se realizó la imposición de las manos
del Obispo y de todos los sacerdotes presentes.
Mons. Urbanč ungió las manos
del joven con el Santo Crisma y luego fue revestido por sus padrinos sacerdotes
con la estola y la casulla. Este momento fue sellado con el aplauso de todos
los presentes y el emotivo saludo de sus familiares.
Tras recibir el Cáliz y la
Patena pasó a formar parte de los celebrantes en la mesa eucarística.
Después de la Comunión, el
flamante sacerdote se consagró a la Madre del Valle y recibió la bendición del
Obispo.
Autoridades de Seguridad
Catamarca le entregaron presentes al nuevo sacerdote, quien pasó por las filas
de la Policía provincial.
Al concluir la Santa Misa
recibió el afectuoso saludo de la gente.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos:
Nos hemos congregado, con
corazón agradecido al Dueño de la mies, para la ordenación sacerdotal de
nuestro hermano Leandro Roldán. Muchas gracias, Leandro, por tu sí. Muchas
gracias, Miriam y Ramón por el hijo que acogieron, educaron y hoy entregan a la
Iglesia, maduro y dispuesto para servir a los hermanos, participando del
sacerdocio eterno de Jesucristo para perpetuar su acción salvífica. Muchas
gracias a sus hermanos y hermanas. Muchas gracias a la comunidad parroquial de
Santa Rosa de Lima que lo vio crecer, acompañó y modeló, de un modo particular
al p. Santiago Sonzini que fue un padre espiritual para Leandro. Que el Señor
los siga bendiciendo y cuidando.
Y a todos ustedes que
participan de esta celebración los invito a que sigan pidiendo al Espíritu Santo
el resurgir de vocaciones al servicio del Reinado de Dios en este mundo tan
convulsionado y hambriento de la paternidad y misericordia divinas.
Querido Leandro, tú has
elegido los textos bíblicos para tu ordenación sacerdotal. No tengo dudas que
ellas expresan tus convicciones y certezas. Del profeta Jeremías quisiste
destacar que Dios «antes de formarte en el vientre materno, ya te conocía; que,
antes de que salieras del seno, ya te había consagrado y te había constituido
profeta para las naciones» (Jer 1,5). Ahora bien, en tu caso, no puedes decir:
«¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven» (Jer 1,6). Tú
ya tienes mucha juventud acumulada… Ha llegado la hora, soñada y trabajada
durante largos y ricos años, de ir «adonde Él te envíe y decir todo lo que Él
te ordene. Y sin temor delante de tus interlocutores, porque el Señor estará
contigo para librarte y fortalecerte» (Jer 1,7-8). Para ello, hoy, «el Señor
toca tu boca y pone sus palabras en tu corazón» (Jer 1,9), por medio de la imposición
de mis manos, la oración consagratoria y la unción con el Crisma. A la vez,
todo el presbiterio te acogerá en su seno como un hermano más por medio de la
imposición de manos y del abrazo sacerdotal. Por favor, reconoce en el
presbiterio tu nueva y definitiva familia con sus luces y sus sombras. Aprende
cada día a quererla, respetarla, cuidarla y purificarla. Sé con tus hermanos
sacerdotes un verdadero ejemplo para todos y consuelo para los afligidos,
sufrientes, marginados y pobres.
Tararea, cada día: “El Señor
es mi Pastor, nada me puede faltar, en verdes praderas me hace descansar y
repara mis fuerzas” (Sal 22,1-3).
Leandro, jamás olvides que la
transformación sustancial que hoy realizará el Espíritu Santo de tu persona, no
es mérito tuyo ni una conquista heroica de tus esfuerzos o la concreción de un
plan ideado por ti, sino obra de la libre y misericordiosa Gracia que llama y
consagra a quien quiere.
Recuerda siempre el rico
mensaje de la segunda lectura que te invita “a no desanimarte cuando surjan las
dificultades, ya que has sido investido misericordiosamente del ministerio
apostólico; y nunca, por temor o conveniencia, calles la verdad del Evangelio,
sea procediendo con astucia mundana o falsificando la Palabra de Dios” (2Cor
4,1-2). “Porque no te predicas a ti mismo, sino a Cristo Jesús, el Señor, ya
que no eres más que servidor de la gente por amor de Jesús... consciente de que
llevas este tesoro en una vasija de barro, para que se vea bien que este poder
extraordinario no procede de ti, sino de Dios” (2Cor 4,5.7).
Leandro, el que te dijo:
‘¡Sígueme!’ es Jesús, el Buen Pastor, el que da su vida por las ovejas (Jn
10,11). Sólo en Él tienes al modelo que imitar. Siempre contempla su figura, su
modo de actuar, sobre todo en su obediencia a la voluntad de su Padre. Los
consejos evangélicos, de pobreza, castidad y obediencia encuentran en el Buen
Pastor su fuente inspiradora, puesto que sin ellos no podría ser el pastor
ejemplar.
Así como Jesús conoce a sus
ovejas, tú debes conocerlas. Las ovejas no te pertenecen, son de Él. Tu hermosa
y envidiable misión es hacer que ellas conozcan y amen a Jesús (Jn 10,14). Por
eso, para que tu tarea sea fecunda, meritoria y gratificante, haz de cuidarlas,
amarlas, sanarlas, guiarlas y consolarlas. Lo que no te pertenece tienes que
cuidarlo más y mejor que si fuera tuyo, porque “al que se le dio mucho, se le
pedirá mucho; y al que se le confió mucho, se le reclamará mucho más” (Lc
12,48).
El Papa Francisco no se cansa
de repetir que tenemos que ser una ‘Iglesia en salida’, porque “Jesús tiene
otras ovejas que no son de este corral y que también las debe conducir para
oigan su voz; así, todos formemos un solo rebaño, con un solo pastor” (Jn
10,16). ¡Que no te falte el celo misionero en el ejercicio del ministerio pastoral!
No te conformes con solo mantener lo que ya se hizo, sino apela a la
creatividad del Espíritu Santo que tantas veces nos lleva por caminos
impensados, pero necesarios para poder llegar a todos, ya que por todos Cristo
derramó su sangre en el altar de la Cruz.
Que la Virgen del Valle siga
siendo tu Madre, inspiradora de una generosa entrega al servicio de los
hermanos y consuelo en las pruebas.
Procura inspirar en el santo
cura Brochero tu ministerio sacerdotal en generosidad, creatividad, espiritualidad,
amor a la Purísima y fidelidad.