Acción de gracias por el Año del Beato Esquiú a los pies de la Virgen
Durante la noche del lunes 10 de enero, con la presencia
del Ministro Provincial de la Orden Franciscana, la comunidad de los Frailes
Menores de Catamarca y peregrinos de la parroquia San José de Piedra Blanca participaron
de la clausura del Año del Beato Mamerto Esquiú, en la Catedral Basílica y
Santuario del Santísimo Sacramento y de Nuestra Señora del Valle. Allí, los
actos litúrgicos se desarrollaron desde el sábado 8, con la adoración al
Santísimo y la celebración eucarística.
En la última jornada, se realizó una caravana con la
imagen del Beato Esquiú desde la parroquia San José de Piedra Blanca, su tierra
natal, hasta el Santuario mariano, donde se llevó a cabo la Santa Misa,
presidida por Fray Emilio Andrada, Ministro de la Provincia Franciscana de la
Asunción de la Santísima Virgen del Río de La Plata (Argentina-Paraguay), y
concelebrada por el Rector de la Catedral Basílica y Santuario, Pbro. Gustavo
Flores; y los sacerdotes de la comunidad franciscana de Catamarca, Fray Eligio
Bazán y Fray Pablo Reartes.
En su homilía, Fray Emilio Andrada resaltó “el año
dedicado a profundizar sobre el testimonio y el legado del ahora Beato Mamerto
Esquiú”, cuyo “objetivo fue ‘profundizar en el conocimiento del fraile, su vida
de santidad y destacar su compromiso ciudadano y evangélico’”.
Mencionó “el lema que rigió todo el año, que fue el
mismo que se escogió para el día de su beatificación: ‘Fray Mamerto, pastor y
peregrino, testimonio de unidad’”, que le sirvió para reflexionar sobre
aspectos del mismo, partiendo de la Palabra escuchada.
Dijo que en el Evangelio “se percibe al Señor, como el
único Pastor, Peregrino que va dando un mensaje de Unidad, cuando dice: “Jesús
se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo ´El
tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena
Noticia” (Mc 1, 14.s). A la vez, invitaba a unos hombres, simples pescadores, a
que lo siguieran, prometiéndoles que llegarían a ser pescadores de hombres. Y
ellos lo siguieron, dejándolo todo inmediatamente”.
En sintonía con esto, recordó lo que Mons. Luis Urbanc
afirmó al iniciar el año dedicado a Esquiú: “‘Mamerto Esquiú es uno de aquellos
que, escuchando la voz de Jesús, lo dejó todo para seguirlo, ya desde el
comienzo de su vida, en el seno de su familia’. De modo, entonces, que podemos
afirmar que desde muy temprana edad estaban en el Beato Mamerto Esquiú, las
cualidades de pastor, peregrino y artífice de la unidad”.
Para destacar la figura de Esquiú como pastor, citó a San
Gregorio Magno, quien en su obra ‘Regla pastoral’ “decía: ‘Quienes están
siempre atentos al ministerio de la predicación, no se aparten jamás del estudio
de la Sagrada Escritura... Y ciertamente, el Beato Esquiú siempre estuvo atento
a escudriñar en las Sagradas Escrituras, en el silencio del claustro, no por un
fin simplemente erudito, sino para conocer y amar más profundamente a Dios, y
poderlo expresar luego con su vida y palabra en el ministerio de la
predicación. De hecho, son sus sermones los que le dieron notoriedad pública, no
sólo en el ámbito de la Iglesia, sino en el ámbito civil”, expresó.
Luego tomó otro pasaje de la Regla pastoral, en la que
San Gregorio dice: “Hay algunos que aspiran a la gloria de la dignidad, bajo la
apariencia del gobierno de la comunidad cristiana... Estos no pueden
administrar dignamente el oficio pastoral que han recibido, porque han llegado
al ministerio de la humildad por el camino del orgullo”.
“También aquí –afirmó- vemos que el Beato Esquiú no
aspiró a la dignidad pastoral, más bien la rechazó cuanto pudo, salvo en el
caso que le constara que el cargo de obispo que se le ofrecía, venía realmente
dado como voluntad de Dios. La humildad pastoral de Esquiú es quizás lo que le
valió el cariño y admiración de ricos y pobres, de ilustrados y simples,
incluso de fieles fervorosos y otros menos firmes en su fe, porque lo único que
él procuraba, era servir a los demás para que se convirtieran y se hicieran
discípulos del Señor”.
En cuanto al testimonio de Esquiú como peregrino, consideró
que “podría sernos suficiente ir a un itinerario de los muchos lugares que lo
vieron pasar durante su no tan prolongada vida... Sin embargo, no es a este
tipo de peregrinaje exterior al que me voy a referir, sino un tipo de
peregrinaje o camino interior. Decía un gran autor: ‘…en la medida en que el
alma se unifica, descubre la dirección a seguir, descubre que le corresponde
buscarla. Así es que se pone al servicio del bien, o a servir para el bien’”.
“Es verdad, sólo el alma interiormente unificada, sabe
en qué dirección debe orientar su vida, su camino, su peregrinar. Se trata de
esa capacidad que seguir ‘la propia voz interior’, que, como sensatos y
prudentes, sabremos poner a consideración de otras personas autorizadas
espiritualmente. Y en esto, el Beato Esquiú, fue un verdadero peregrino, pues
nunca hizo lo que se le ocurría, sino que cada paso en su camino de la vida fue
fruto de una profunda y sincera reflexión ante el Señor, y contando con la
mediación de la necesaria consulta a sus superiores. Para él, seguir a Jesús,
era estar dispuesto también a ‘dar la vida’, lo cual nos consta por su
desempeño tanto como fraile sacerdote, como obispo y pastor”.
Al referirse a Esquiú, como testimonio de unidad, afirmó
que “también aquí podríamos hablar de sus discursos y de su empeño en
concientizar a los habitantes de esta tierra nuestra de la imprescindible
consigna de unidad, para poder alcanzar el loable fin del bien común”. Sin
embargo, enfocó el tema desde la interioridad, mencionando las palabras de San
Juan Clímaco, un monje del desierto: “‘Cuando un hombre está completamente
unido a la caridad divina, incluso el aspecto exterior de su cuerpo, como un
espejo, refleja el esplendor de su alma’. Y algo de esto es lo que se percibía
en Esquiú (…). Él supo tomarse a sí mismo como punto de partida, pero no como
objetivo final, sino que unió todo su ser al servicio de los demás. Nadie da lo
que no tiene, dice un conocido refrán. Y nuestro beato inspiró la unidad porque
estaba unido interiormente en cuerpo, alma y espíritu al Señor”.
“Sabemos que la ley de Cristo es la caridad en la
unidad, y que solamente llegan a cumplirla aquellos que no la quebrantan ni aun
cuando son maltratados. Ayer el Beato Esquiú, como hoy nosotros, estamos
llamados a unirnos escuchando el grito de los pobres para desafiar las
estructuras de pecado que crean y perpetúan esta situación. Sabemos que eso no
podemos hacerlo solos, por nuestra fragilidad e inconsistencia interior, pero
unidos, apoyándonos unos a otros, somos capaces de lograr que algo cambie”.
Luego de repasar los tres aspectos del Beato Esquiú
como pastor, peregrino y testigo de la unidad, invitó a que “pongamos algo de
eso en práctica en nuestras propias vidas, según las posibilidades de cada uno.
Porque también nosotros podemos practicar la humildad en tanto vamos teniendo
conciencia de la grandeza inherente a nuestras personas y a nuestro destino,
grandeza que sólo debemos –como el Beato Mamerto Esquiú- a la gracia de Dios”.
Al finalizar la Santa Misa, se llevó a cabo la
procesión llevando la imagen del Beato Mamerto Esquiú precedida de las
reliquias portadas por Fray Pablo Reartes alrededor de la plaza 25 de Mayo. A
lo largo del trayecto se meditó sobre distintos aspectos de su vida, matizado
con canciones y oraciones.
En el Paseo de la Fe se impartió la bendición final, y
entre vivas culminaron los actos en honor del Beato Mamerto Esquiú, pastor y
peregrino, testimonio de unidad.
Fotos: Facebook Prensa Iglesia Catamarca