El sábado 29 de junio, en la Solemnidad de
los santos Pedro y Pablo, la Iglesia de Catamarca celebró la reapertura de la
capilla destinada a la Adoración Perpetua Eucarística, que había sido profanada
el pasado 30 de enero de este año, cuando sustrajeron el Sagrario y la Custodia
con el Santísimo Sacramento.
Los actos litúrgicos
comenzaron a las 20.00, con la Santa
Misa presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por
sacerdotes diócesis, en la Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle.
Posteriormente, se concretó la procesión con el Santísimo por calles de la
ciudad capital.
Durante su homilía, el
Obispo compartió “la profunda alegría que embarga mi corazón de padre y pastor,
ya que en esta celebración eucarística voy a dejar consagrada la Hostia que
quedará expuesta para la adoración perpetua en el templo que dispusimos para
tal fin, luego de los meses de oración que nos impusimos para reparar la profanación
de la que fue objeto el Santísimo Cuerpo de Nuestro Redentor, Jesucristo”.
Asimismo, exhortó a los
fieles a que “vayan a estar con Jesús en cualquier momento del día. Inviten a
sus familiares, amigos y vecinos. Que los niños, adolescentes y jóvenes encuentren
al lado de Jesús lo que buscan desde lo más profundo de sus ilusionados
corazones. Que los enfermos, oprimidos, descreídos, desahuciados, desocupados,
atribulados, marginados, etc., encuentren consuelo y esperanza en ese Buen
Jesús que van a mirar y que los mirará como nadie, que los escucha y les habla
en lo íntimo del corazón, que los abraza con la ternura de su Amor y que les
ayuda a aceptar y a cargar con amor la cruz de cada día”.
Refiriéndose al Evangelio
escuchado, por medio del cual Jesús nos interroga a cada uno, esperando una
respuesta, con la doble pregunta: "¿Qué dice la gente?", "¿Qué
dicen ustedes de mí?”. “Hoy, no pocos se acercan a Jesús, desde fuera. Grandes
estudiosos reconocen su talla espiritual y moral y su influjo en la historia de
la humanidad, relacionándolo con Buda, Confucio, Sócrates u otros sabios y
grandes personajes de la historia. Pero no llegan a reconocerlo en su
singularidad… A menudo se lo considera como uno de los grandes fundadores de
religiones, de los que cada uno puede tomar algo para formarse una convicción
propia. Por tanto, como entonces, también hoy la ‘gente’ tiene opiniones
diversas sobre Jesús. Y como entonces, también a nosotros, discípulos de hoy,
Jesús nos pregunta: ‘Y ustedes ¿quién dicen que soy Yo?’. Es de suponer que
haremos nuestra la respuesta de san Pedro”.
“Si para los apóstoles fue
duro el lenguaje de la Cruz, también para
el creyente de todos los tiempos, la cruz será siempre difícil de
aceptar. El instinto impulsa a evitarla, y el demonio induce a pensar que es
más sabio tratar de salvarse a sí mismo, que perder la propia vida por amorosa
fidelidad al Hijo de Dios que se hizo hombre para salvarnos”, expresó.
En otro tramo de la
predicación dijo: “¿Qué era lo que no aceptaban los contemporáneos de Jesús?
¿Qué es lo inaceptable de su propuesta para la humanidad del siglo XXI?... A la
mentalidad relativista y hedonista le cuesta aceptar el hecho de que pretende
ser no sólo uno de los profetas, sino el Hijo de Dios, y con la inobjetable
autoridad de Dios… Escuchándolo predicar, viéndolo sanar a los enfermos,
evangelizar a los pequeños y a los pobres, y reconciliar a los pecadores, los
discípulos llegaron poco a poco a comprender que era el Mesías en el sentido
más egregio del término, es decir, no sólo un hombre enviado por Dios, sino
Dios mismo hecho hombre”.
Al concluir la Santa Misa,
los fieles junto con el Obispo y los sacerdotes salieron en procesión
eucarística por calles del casco céntrico, para dejar expuesta a la adoración
pública la preciosa Eucaristía, en la capilla del Buen Pastor, que fue
arreglada para favorecer el culto de adoración a Jesucristo, verdaderamente
presente en la Hostia bendita e inmaculada. La llegada al templo ubicado en
Maipú al 70 se concretó bajo los acordes de la Banda de Música de la
Municipalidad de la Capital.
TEXTO COMPLETO DE LA
HOMILIA
Queridos
Hermanos:
Nos hemos
congregado para celebrar la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo;
las grandes y sólidas ‘columnas’ de nuestra Iglesia, que es una, santa,
católica y apostólica. Es además, por lógica, el día del Sumo Pontífice, el
Papa.
Como
‘cuerpo’ de esta reflexión les ofreceré una sintética enseñanza, bíblico
teológica, respecto a la peculiarísima escena que escuchamos en el evangelio.
A
saber: los relatos evangélicos resaltan tres situaciones diversas en las que el
Señor, cada vez de un modo particular, encomienda a Pedro la tarea que deberá
realizar:
1.-
En el evangelio de san Mateo (16,13-19), que acabamos de escuchar, Pedro
confiesa su fe en Jesús, reconociéndolo como Mesías e Hijo de Dios. En
consecuencia, el Señor lo afecta a su tarea particular mediante tres imágenes:
la de la roca, que se convierte en cimiento o piedra angular, la de las llaves
y la de atar y desatar.
Lo
importante a destacar en esta escena es el marco espacio temporal. La promesa
tiene lugar junto a las fuentes del Jordán, en la frontera de Judea, en el
confín con el mundo pagano (las periferias del mundo judío). Y el inicio de su
camino a Jerusalén, ya que "desde
entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que él debía ir a
Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas, ser matado y resucitar al tercer día" (Mt 16,21).
2.-
En el evangelio de san Lucas (22,31-33)
se narra cómo el Señor, durante la última Cena,
encomienda nuevamente una tarea especial a Pedro. Las palabras que Jesús dirige
a Simón las dice a continuación de la institución de la santísima Eucaristía.
El Señor acaba de entregarse a los suyos, bajo las especies del pan y el vino.
Queda de manifiesto que, con la institución de la Eucaristía, Jesús fundó la
Iglesia y el sacerdocio ministerial al servicio de la Eucaristía que sostiene y
perpetúa la Iglesia hasta que Él vuelva… Abundo con una frase del Papa
Francisco: ‘hay que edificar la Iglesia, no como los castillos de arena que
hacen los niños que se derrumban fácilmente, sino sobre la piedra angular de
Cristo’.
3.-
En el evangelio de san Juan (21,15-19). El Señor, Resucitado, encomienda a
Pedro su rebaño. También aquí se compenetran mutuamente la cruz y la
resurrección. Jesús predice a Pedro que su camino se dirigirá hacia la cruz y,
que por medio de la cruz y en la cruz, siempre habrá victoria. No ejerce su
poder como suele hacerse en este mundo. Es el poder del bien, de la verdad y
del amor, que es más fuerte que la muerte.
Ahora
volvamos al texto del evangelio que acabamos de escuchar, por medio del cual
Jesús nos interroga a cada uno, esperando una respuesta,… y para confiarnos su
misión salvífica que quiere que llegue a todos los hombres, sin excepción.
Siguiendo
la perícopa, constatamos que hay dos modos de "ver" y de
"conocer" a Jesús: uno, el de la multitud, más superficial; el otro,
el de los discípulos, más penetrante y auténtico… Con la doble pregunta:
"¿Qué dice la gente?", "¿Qué dicen ustedes de mí?, Jesús invita
a los discípulos a tomar conciencia de esta perspectiva diversa.
La
gente piensa que Jesús es un profeta. Esto no es falso, pero es inadecuado. En
efecto, hay que ir hasta el fondo; es preciso reconocer la singularidad de la
persona de Jesús de Nazaret, su novedad.
También,
hoy, no pocos se acercan a Jesús, desde fuera. Grandes estudiosos reconocen su
talla espiritual y moral y su influjo en la historia de la humanidad,
relacionándolo con Buda, Confucio, Sócrates u otros sabios y grandes personajes
de la historia. Pero no llegan a reconocerlo en su singularidad. No está de más
recordar lo que Jesús dijo a Felipe durante la última Cena: "¿Tanto tiempo
hace que estoy con ustedes y no me conoces Felipe? (Jn 14,9).
A
menudo se lo considera como uno de los grandes fundadores de religiones, de los
que cada uno puede tomar algo para formarse una convicción propia. Por tanto,
como entonces, también hoy la "gente" tiene opiniones diversas sobre
Jesús. Y como entonces, también a nosotros, discípulos de hoy, Jesús nos
pregunta: "Y ustedes ¿quién dicen que soy Yo?". Es de suponer que
haremos nuestra la respuesta de san Pedro. Que es bueno completarla con los
textos de los cuatro evangelios canónicos: San Marcos: "Tú eres el Cristo" (Mc 8,29); san
Lucas: "El Cristo de Dios" (Lc
9,20); san Mateo: "Tú eres el
Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16); san Juan: "Tú eres el Santo
de Dios" (Jn 6,69). Todas estas respuestas son exactas y valen también
para nosotros.
Estos
textos dicen claramente que la integridad de la fe cristiana se da en la
confesión de san Pedro, iluminada por la enseñanza de Jesús sobre su
"camino" hacia la gloria, es decir, sobre su modo absolutamente
singular de ser el Mesías y el Hijo de Dios. Un "camino" estrecho, un
"modo" escandaloso para los discípulos de todos los tiempos, que
inevitablemente se inclinan a pensar según los hombres y no según Dios (cf. Mt
16,23). Por eso, no basta la correcta confesión de fe, sino que debemos
aprender siempre de nuevo del Señor, el modo propio como él es el Salvador y el
camino por el que debemos seguirlo...
Ilustro
con palabras del Papa Francisco: “la misión primordial de la Iglesia es
proclamar el mensaje de Jesucristo y a Él mismo unido a su Cruz, para que no se
la reduzca a una ‘ONG compasiva’”… “Cuando los laicos, sacerdotes, obispos y
papas caminamos, edificamos y confesamos sin llevar la cruz de Jesucristo,
somos mundanos, pero no discípulos de Jesucristo”… “Hay que tener el coraje de
caminar con la Cruz del Señor y edificar la Iglesia sobre la sangre de Cristo y
de confesar la única gloria: Cristo crucificado”.
Si
para los apóstoles fue duro el lenguaje de la Cruz, también para el creyente de todos los tiempos, la cruz
será siempre difícil de aceptar. El instinto impulsa a evitarla, y el demonio
induce a pensar que es más sabio tratar de salvarse a sí mismo, que perder la
propia vida por amorosa fidelidad al Hijo de Dios que se hizo hombre para
salvarnos…
¿Qué
era lo que no aceptaban los contemporáneos de Jesús? ¿Qué es lo inaceptable de
su propuesta para la humanidad del siglo XXI?... A la mentalidad relativista y
hedonista le cuesta aceptar el hecho de que pretende ser no sólo uno de los
profetas, sino el Hijo de Dios, y con la inobjetable autoridad de Dios…
Escuchándolo predicar, viéndolo sanar a los enfermos, evangelizar a los
pequeños y a los pobres, y reconciliar a los pecadores, los discípulos llegaron
poco a poco a comprender que era el Mesías en el sentido más egregio del
término, es decir, no sólo un hombre enviado por Dios, sino Dios mismo hecho
hombre.
Esta
fe se nos presenta como un ‘camino’ que tiene su origen en la experiencia del
Jesús histórico y encuentra su fundamento en el misterio pascual, pero después
debe seguir avanzando gracias a la acción del Espíritu Santo. Esta ha sido la
fe de la Iglesia a lo largo de la historia; y ésta es nuestra fe, sólidamente
fundada en la "roca" de Pedro, mientras peregrinamos hacia la
plenitud de la verdad
que el pescador de Galilea profesó con convicción apasionada: "Tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16).
Le pidamos al Señor en esta
celebración que podamos exclamar como San Pablo: “he peleado el buen combate,
he concluido la carrera, he custodiado la fe. Sé que el Señor me dará la corona
de justicia en el día final; y no sólo a mí, sino a todos los que aguardan su
venida... El Señor me acompañó y me dio fuerzas para anunciar el Evangelio” (2
Tim 4,7-8.17).
Antes
de concluir les comparto la profunda alegría que embarga mi corazón de padre y
pastor, ya que en esta celebración Eucarística voy a dejar consagrada la Hostia
que quedará expuesta para la adoración perpetua en el templo que dispusimos
para tal fin, luego de los meses de oración que nos impusimos para reparar la
profanación de la que fue objeto el Santísimo Cuerpo de Nuestro Redentor,
Jesucristo.
Al concluir la Santa Misa, saldremos
en procesión eucarística para dejar expuesta a la adoración pública la preciosa
Hostia que da vida al mundo y consuelo a los atribulados. A todos los invito a
que nos sumemos a este acto de explícito testimonio de nuestra fe eucarística y
para ver los arreglos que se hicieron para favorecer el culto de adoración a
Jesucristo, verdaderamente presente en la Hostia bendita e inmaculada.
Los exhorto a que vayan a estar con
Jesús en cualquier momento del día. Que inviten a sus familiares, amigos y vecinos.
Que los niños, adolescentes y jóvenes encuentren al lado de Jesús lo que buscan
desde lo más profundo de sus ilusionados corazones. Que los enfermos,
oprimidos, descreídos, desahuciados, desocupados, atribulados, marginados,
etc., encuentren consuelo y esperanza en ese Buen Jesús que van a mirar y que
los mirará como nadie, que los escucha y les habla en lo íntimo del corazón,
que los abraza con la ternura de su Amor y que les ayuda a aceptar y a cargar
con amor la cruz de cada día.
Nuestra
Madre del Valle nos acompañe en esta hermosa, verdadera y sublime tarea
evangelizadora, puesto que “separados de Jesús, nada podemos hacer” (Jn 15,5).
¡Así sea!