El sábado 30 de noviembre,
fiesta de San Andrés, en el segundo día del novenario en honor a la Virgen del
Valle, rindieron su homenaje los pueblos originarios y colectividades del
medio, asociaciones y consulados. Lo hicieron durante la Santa Misa presidida
por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, y concelebrada por sacerdotes del
clero catamarqueño, en el altar mayor de la Catedral Basílica.
El tema de esta segunda
jornada de las festividades “responde ya al espíritu propio del Adviento que
hoy comenzamos: ‘la necesidad de darnos cuenta de lo que vivimos y cómo lo
vivimos, a fin de iluminar esta realidad con el gozo de la Venida del Señor’,
expresó el Obispo, quien en su homilía dijo que “el tiempo de Adviento nos
ofrece una doble perspectiva: *es el tiempo de preparación a la solemnidad de
la Navidad, en la cual se conmemora la primera ‘venida’ del Hijo de Dios y,
con
el recuerdo de ésta, se nos exhorta a prepararnos para su ‘segunda y definitiva
venida’ al final de los tiempos. Por esta doble razón se presenta el Adviento
como el tiempo de la alegre esperanza. Nuestra vida cristiana adquiere sentido
a partir de estos dos momentos históricos: la Encarnación de Cristo que nos
diviniza y la Parusía que lleva esta obra a su total cumplimiento”.
Durante la celebración
eucarística, los alumbrantes acercaron sus ofrendas al altar y las banderas de
los distintos consulados brindaron un marco especial a la ceremonia religiosa.
Domingo
1 de diciembre
Somos caminantes al encuentro
del Señor.
“Estén
preparados”
Primer Domingo de Adviento
5.30- Santo Rosario y
Ángelus.
6.00- Misa. Diócesis de
Jujuy y Prelatura de Humahuaca.
7.00- Laudes.
7.30- Misa. Asociaciones de
Instituciones Eclesiales de Promoción Social, Pastoral Social, Cáritas.
8.30- Misa. Pastoral de las
Vocaciones. Asociación de Ayuda al Seminario.
10.00- Misa. Pastoral
Bíblica, Lectionautas de Catamarca y demás grupos de Lectio Divina.
11.00- Misa. Personal del
Santuario, Obispado, Cáritas Catedral, Damas de la Virgen, Ministros de la
Comunión, Grupo de Liturgia, Servidores y colaboradores del Santuario Nuestra
Señora del Valle, Sacristanes,
Guardianes de la Virgen, Colectores, Florería,
Secretaría, Hospedaje del Peregrino, Sala de Promesas, Servidores Marianos,
Acción Católica Catedral.
12.00- Ángelus. Letanías.
18.30- Santo Rosario.
19.00- Misa. Junta Diocesana
de Catequesis. Homenaje de los Catequistas.
20.00- Rezo de la Novena.
Parroquia San José Obrero.
21.00- Misa. Grupos
Eclesiales al servicio de la vida: Grávida. Bendición a embarazadas. Renacer,
Faviatca (Familiares de Víctimas de Accidentes de Tránsito de Catamarca).
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILIA
Queridos
devotos y peregrinos:
En
primer lugar, doy la bienvenida a los alumbrantes de esta celebración:
‘Miembros de los pueblos originarios’ y ‘Colectividades representadas por
asociaciones o miembros de consulados’... En segundo término les recuerdo que
el tema propuesto para este segundo día de la novena, responde ya al espíritu
propio del Adviento que hoy comenzamos: ‘la necesidad de darnos cuenta de lo
que vivimos y cómo lo vivimos, a fin de iluminar esta realidad con el gozo de
la Venida del Señor’.
Si
tomamos la expresión del Concilio Vaticano II: “El misterio del hombre sólo se
esclarece a la luz del misterio del Verbo Encarnado” (GS, n 22), tenemos una
referencia importante para entender el significado del año litúrgico. Pues en la persona del Hijo de Dios hecho
hombre descubrimos el paradigma de todo hombre. Jesucristo se asemeja a
nosotros desde su nacimiento y, a lo largo de su vida terrena, nos fue
invitando a ser como él, semejanza que alcanzaremos plenamente en la
resurrección de los muertos.
Por
eso el tiempo de Adviento nos ofrece una doble perspectiva: *es el tiempo de
preparación a la solemnidad de la Navidad, en la cual se conmemora la primera
“venida” del Hijo de Dios y, con el recuerdo de ésta, se nos exhorta a
prepararnos para su “segunda y definitiva venida” al final de los tiempos. Por
esta doble razón se presenta el Adviento como el tiempo de la alegre esperanza.
Nuestra vida cristiana adquiere sentido a partir de estos dos momentos
históricos: la Encarnación de Cristo que nos diviniza y la Parusía que lleva
esta obra a su total cumplimiento.
Por
tanto, los cristianos siempre hemos de estar en atenta vigilia y alegre espera
de la última venida del Señor, la que debe despertar en cada uno de nosotros
una actitud personal de fe y vigilancia, de hambre espiritual y de presencia
comprometida en el mundo para que todos los hombres tengan la posibilidad de
reconocer al Señor.
La
Palabra de Dios que acabamos de escuchar no ayuda en esta reflexión.
La
primera lectura, tomada de Isaías 2,1-5, nos ubica al profeta predicando en
Jerusalén, en tiempos del rey Joatam, alrededor de los años 740-734 a.C. Es un
momento de prosperidad económica, pero que esconde la presencia de la
injusticia y de la falsa piedad. El profeta denuncia la infidelidad e
ingratitud del pueblo y llama a la conversión. Al mismo tiempo, Isaías mira
hacia el futuro; preanuncia la misión de la ciudad de Jerusalén en los planes
de Dios que sea un centro de irradiación de la Palabra de Dios: “porque de Sión
saldrá la ley...”; y un polo de atracción para todos los pueblos: “Hacia él
confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos”. Centro de convergencia,
que atrae hacia arriba, no por el hecho de ser una elevación geográfica, sino
por el hecho de la presencia de Dios. Es la contrarréplica a la torre de Babel:
ésta era una elevación obra de los hombres, que llevó a la confusión del
lenguaje y a la dispersión, en cambio, Jerusalén, ofrecerá a los hombres la
palabra de Dios y la unidad. “Será el árbitro de las naciones”: la palabra de
Dios conseguirá aquello que los hombres no logran: el establecimiento de la
justicia y de la paz. Una imagen gráfica bien clara nos indica que el
desarmamiento tiene que ir seguido de un progreso en el bienestar humano. La
paz tiene un doble aspecto: “de las espadas forjarán arados, de las lanzas
podaderas”.
El gran llamado, de permanente actualidad, es:
“Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor”. Este llamado es el que Dios
nos hace hoy a nosotros, que nos encontramos en la misma o peor situación que
Israel. El profeta deja bien claro el papel que le toca jugar a Israel y la
exigencia que tiene hacia los demás pueblos. Ahora somos nosotros, el nuevo
Israel, que debe ser modelo para los demás pueblos de la tierra.
Hagamos
propia, por tanto, la alegría del salmista (121,8-9) que se dirige cantando a
Jerusalén para encontrarse con Dios en el templo: “Por mis hermanos y
compañeros
voy
a decir: ¡La paz contigo! Por la casa del Señor nuestro Dios, te deseo todo
bien”.
En
el pasaje del Evangelio (Mt 24,37-44) se nos deja en claro que la segunda
venida de Jesucristo será sorpresiva e imprevisible, por eso se nos invita a
estar en vela y preparados, es decir, que la enseñanza fuerte es el llamado a
despertar de la apatía y la despreocupación, actitud bastante instalada en nuestro
medio, no sólo para las cuestiones espirituales, sino también en relación a las
temporales de este mundo.
Se
nos invitará a lo largo de todo el Adviento a comprometernos con la historia,
ya que ella es el tiempo y el espacio teológico para la revelación de Dios. En
la historia se opera la salvación del hombre, no en la meta-historia. Toda
concepción fugitiva o de des-compromiso con la realidad que nos ha sido dada
como tarea, es falsa. De allí que reducir la invitación a la vigilancia a una
mera preparación moral y espiritual para afrontar la muerte está lejos del
propósito de Dios. El texto nos invita a vivir sabiendo que Dios es más Dios de
lo que le dejamos ser ahora. Hasta el momento las condiciones de nuestro mundo
no son las más idóneas para que Dios pueda manifestarse como realmente es. Pero
estamos invitados a vivir desde la íntima certeza de que no va a ser siempre
así. La razón de la esperanza es ese futuro del Dios que aún desconocemos.
Vivir así en la vida es lo que significa estar en vela y preparados.
Para
terminar, volvamos a la temática de hoy, es decir, nos ocupemos de las minorías
con las que convivimos, que son una particular riqueza para descubrir a ese
Dios que nos hermana por medio de la Encarnación de su Hijo y que nos invita a
sacar los obstáculos para vivir en una fecunda y comprometida fraternidad.
La Bienaventurada Madre del Valle
nos siga ayudando en este saludable empeño a fin de que ofrezcamos al mundo una
vida social más inclusiva, justa, veraz y fraterna.