“La Misa es el tesoro más precioso que tiene la humanidad”
“Jesús
vino a limpiarnos desde adentro, a asumir todo nuestro pecado y destruirlo en
la cruz. Eso es lo que celebramos en este Triduo Pascual”, señaló.
El Jueves Santo, 28 de marzo, en
horas de la noche, se celebró la Misa de la Última Cena del Señor y el
Lavatorio de los Pies, en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora
del Valle. La misma fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y
concelebrada por los padres Gustavo Flores y Ramón Carabajal, rector y capellán,
respectivamente, del Santuario Catedral.
Durante su homilía, el pastor
diocesano se refirió al Triduo Pascual indicando que “consta de tres grandes
celebraciones. Hoy tenemos la Institución de la Eucaristía y del Sacerdocio,
que van unidos porque Jesús instituye la Eucaristía, pero tiene que haber otros
a lo largo de los siglos que lo hagan. Por eso a los apóstoles y a sus
sucesores les ha conferido ese poder. En esta celebración hay un signo, particularmente
descripto en el texto del Evangelio que acabamos de escuchar de San Juan, que es
el gesto de lavar los pies a los apóstoles”.
“Mañana -por el Viernes Santo-
tendremos la Adoración de la Santa Cruz, una Celebración de la Palabra con
lecturas y sobre todo la lectura de la Pasión en la que vamos a meditar en ese
momento crucial de la historia terrena de Jesús, que es su pasión y la muerte. Y
el sábado por la noche tendremos la celebración de la Resurrección de Jesús,
que le llamamos la Vigilia Pascual, la cual tiene muchos signos como la
bendición del fuego nuevo, del cirio, del agua, en algunas comunidades habrá
algún bautismo, y después se hace la renovación de las promesas bautismales. Habrá
una serie de lecturas que describirán la historia de la salvación. Ese es el
modo como celebramos el triunfo de Jesús sobre la muerte con la Resurrección”.
Un
gesto de servicio
Tomando los textos bíblicos, reflexionó
sobre la primera lectura del Libro del Éxodo, donde “narra lo que fue la
institución de la fiesta de la Pascua, que significa paso”, que “es la pascua judía
en gratitud a Dios que liberó a su pueblo de la esclavitud de Egipto”.
Al hablar del Evangelio dijo
que relata que “en esa última cena de Jesús con los apóstoles se saca el manto,
busca una palangana, unas toallas, y se pone a lavar los pies de ellos, un
gesto de servicio. Jesús siempre dijo: ‘Yo
no he venido a ser servido sino a servir, y a dar mi vida en rescate de una
multitud’. Ese ha sido el plan de vida de Jesús, ese debe ser nuestro plan
de vida porque si nos llamamos cristianos tenemos que hacer lo que Jesús dijo, hizo
y nos enseña”.
Luego puso su acento en el diálogo
de Jesús con Pedro, quien se resiste a que Jesús le lave los pies, y manifestó
que “hay que lavarse el alma”, enfatizando que “Jesucristo murió en la cruz por
nuestros pecados. Él vino a limpiarnos desde adentro, a asumir todo nuestro
pecado y destruirlo en la cruz. Eso es lo que celebramos en este Triduo Pascual”.
En otro tramo señaló que “hace
falta mucha humildad para reconocer los pecados”, afirmando que también “éste
es el día de la institución del sacerdocio católico ministerial. Acuérdense que
cuando Jesús resucita confiere a los apóstoles eso que Él hizo con su muerte: ‘Les doy el poder de que lo que ustedes aten
en la tierra quede atado en el Cielo y lo que desaten acá quede desatado en el Cielo’,
el poder de perdonar los pecados. Quiera Dios que cada uno de ustedes tenga la
gracia de valorar que Dios ha confiado este poder a seres de carne y hueso
igual que nosotros para que podamos tener la certeza de que nos perdona. El
perdón que Jesús consiguió con su muerte en la cruz llega a cada uno de
nosotros por medio del ministerio del sacerdote”.
Siguiendo con su reflexión aseveró
que “la Misa es el tesoro más precioso que tiene la humanidad. Por eso
terminada la Misa vamos a llevar al Cuerpo de Cristo, verdaderamente presente
en la Eucaristía, en procesión hasta el Monumento donde lo vamos a dejar para
que lo adoremos, para que le demos gracias porque ha querido quedarse con nosotros
como comida, como ese bálsamo que va sanando nuestras heridas, nuestras
angustias, nuestras dificultades, que es la Eucaristía”.
Hacia el final pidió “la
gracia de que el Espíritu Santo nos ilumine el corazón, nos llene de fervor para
que cambiemos el modo de vivir, de pensar, de ver y de tratar a los demás. Que
el Señor nos otorgue la gracia que necesitamos para poder ser verdaderos
testigos del Cristo Resucitado”.
Seguidamente, el Obispo procedió
al lavado de los pies de doce personas entre jóvenes, adultos y niños,
recordando el gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena que compartió
con ellos.
Al finalizar la Santa Misa, el
Obispo trasladó en procesión la Sagrada Eucaristía consagrada hasta el
Monumento ubicado en uno de los altares de la nave lateral sur del templo,
donde se expuso para la adoración de los fieles hasta la medianoche.
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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat