“En este día central de nuestra fe no dejemos de soñar que un mundo distinto es posible con nuestro compromiso”
En la mañana de este 31 de marzo, el obispo diocesano, Mons.
Luis Urbanč, presidió la Misa de las 8.00, con transmisión radial, en el altar mayor
de la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Madre del Valle, donde anoche
presidió la Vigilia Pascual.
“¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Cristo ha Resucitado!”, dijo en
el inicio su homilía, agregando que hoy “el silencio y la austeridad de la Cuaresma
dan paso ahora al gozo y la alegría porque Jesús, el Señor, ¡ha resucitado!... “¡No
busquen entre los muertos al que vive! ¡El crucificado, no está aquí, ha
resucitado!” (Lc 24,5). En estas dos frases encontramos el sentido más
profundo de nuestra fe y la razón más sólida de nuestra esperanza. Somos hijos
y discípulos del Dios que ha vencido a la muerte y con su triunfo nos abre el
camino hacia una vida en plenitud en la que no estaremos sujetos a los avatares
del tiempo y del espacio”.
“Es, desde esta certeza del triunfo de la vida, que
los cristianos interpretamos las diferentes situaciones de nuestra vida y, en
especial, aquéllas que han dejado dolorosas cicatrices, pues para nosotros la
muerte no tiene la última palabra, y, todos los sufrimientos son mitigados en
el encuentro con el único Dios vivo y Padre de todos, que desborda ternura,
compasión, misericordia y amor”, manifestó.
Vida
en abundancia para todos
Luego afirmó que “somos hijos y discípulos de un
Dios que desde la primera hora de su manifestación es un canto a la vida… Somos
hijos y discípulos de un Dios que es, ante todo, Buena Noticia, porque la vida
ha vencido. Pero, no somos ingenuos. Sabemos que hay mucho sufrimiento en el
mundo y que son muchos los pueblos que siguen siendo crucificados por el odio y
la sinrazón. Por ellos tomamos parte y por ellos queremos hacernos cargo de su
realidad desde nuestra opción radical por el proyecto de Jesús que es la vida
en abundancia para todos”.
Y continuó expresando que “aún en medio de los
lamentos los cristianos seguimos, como Jesús, apostando tercamente por la vida.
¡Con Jesús hemos resucitado… vamos a Galilea!... Volver a Galilea es inaugurar
un tiempo de gracia para volver a empezar y para reemprender la marcha de la
historia desde la vida. Esta ‘segunda parte’ de nuestro camino, hecho el paso
de la muerte a la vida, ha de ser una manifestación clara de nuestra voluntad
inquebrantable de trabajar por la vida digna para todos”.
Testigos
de Jesús y constructores de vida
En otro tramo de su predicación afirmó que somos testigos
de Jesús resucitado y constructores de vida hoy, cuando “defendemos la vida aún
a costa de nuestra propia vida. No hay vidas ni ciudadanos de primera y segunda
categoría. Para nosotros, toda vida es objeto de nuestro cuidado y todo
atropello contra la dignidad de cualquier ser humano es objeto de nuestra
denuncia y compromiso por superarnos día a día”.
“…Cuando luchamos y trabajamos por la justicia que
es la que genera las condiciones de posibilidad para vivir con la dignidad de
hijos y hermanos… cuando somos artesanos
de paz y puentes de reconciliación entre los hombres y los pueblos que sufren
el odio y la guerra. Desde la vida de Jesús, llamamos a todos los que empuñan
las armas a que las depongan y, escuchando al profeta, las conviertan en
podaderas y arados que generen trabajo y desarrollo con equidad… cuando
nuestras comunidades se caracterizan por la acogida y el respeto. No soñamos un
mundo uniforme, soñamos un mundo diverso, y, para lograrlo, en nuestras
comunidades debe haber lugar para todos”.
“Somos testigos de Jesús resucitado cuando somos
capaces de cantar y llorar porque la vida ha trasformado nuestro corazón de
piedra en corazón de carne. En este día central de nuestra fe, no nos dejemos
robar la alegría, no dejemos de soñar que un mundo distinto es posible con
nuestro compromiso y no permitamos que desfallezca nuestra esperanza porque
Jesús, ha resucitado: ¡Está Vivo, y vive desde siempre y para siempre!”,
señaló.
Finalmente pidió: “María, Madre del Resucitado,
ayúdanos a creer y a vivir como resucitados para que la luz de la Fe brille en
cada ser humano. Amén”.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos:
¡Aleluya! ¡Aleluya! ¡Cristo ha Resucitado!
Han pasado un poco más de 40 días desde que
iniciamos el camino cuaresmal. El sentido de esos días, en los que la oración
se hizo más intensa y tratamos de hacer presente la solidaridad con los
últimos, era prepararnos para la fiesta que hoy celebramos, a fin de vivir con
intensidad este día que es, sin duda, el más importante para quienes creemos en
Jesús de Nazaret, el Cristo, Hijo de Dios, nacido de María Virgen.
El silencio y la austeridad de la Cuaresma dan paso
ahora al gozo y la alegría porque Jesús, el Señor, ¡ha resucitado!... “¡No
busquen entre los muertos al que vive! ¡El crucificado, no está aquí, ha
resucitado!” (Lc 24,5). En estas dos frases encontramos el sentido más
profundo de nuestra fe y la razón más sólida de nuestra esperanza. Somos hijos
y discípulos del Dios que ha vencido a la muerte y con su triunfo nos abre el
camino hacia una vida en plenitud en la que no estaremos sujetos a los avatares
del tiempo y del espacio. Es, desde esta certeza del triunfo de la vida, que
los cristianos interpretamos las diferentes situaciones de nuestra vida y, en
especial, aquéllas que han dejado dolorosas cicatrices, pues para nosotros la
muerte no tiene la última palabra, y, todos los sufrimientos, son mitigados en
el encuentro con el único Dios vivo y Padre de todos, que desborda ternura,
compasión, misericordia y amor.
Somos hijos y discípulos de un Dios que desde la
primera hora de su manifestación es un canto a la vida. El caos y las tinieblas
de la noche son disipadas por la primera luz en la mañana de la nueva creación.
La dispersión, que impedía luchar por un futuro
promisorio para todos, se convierte, por medio de la vocación de Abraham, en
llamada a ser pueblo y comunidad que busca el bien común y una tierra donde
todos tengamos un lugar; la esclavitud, que negaba la posibilidad de la vida
digna, es transformada en camino de libertad en la gesta del Éxodo liderada por
Moisés y, en la primera hora de la Iglesia, la inmersión en las aguas del
bautismo nos hace partícipes del paso de la muerte a la vida, de una humanidad
caduca a una humanidad abierta al cambio.
Somos hijos y discípulos de un Dios que es, ante
todo, Buena Noticia, porque la vida ha vencido. Pero, no somos ingenuos.
Sabemos que hay mucho sufrimiento en el mundo y que son muchos los pueblos que
siguen siendo crucificados por el odio y la sinrazón. Por ellos tomamos parte y
por ellos queremos hacernos cargo de su realidad desde nuestra opción radical
por el proyecto de Jesús que es la vida en abundancia para todos.
Aún en medio de los lamentos los cristianos
seguimos, como Jesús, apostando tercamente por la vida. ¡Con Jesús hemos
resucitado… vamos a Galilea!... Volver a Galilea es volver a los inicios de la
vida de Jesús con su comunidad de discípulos. “La cosa empezó en Galilea”,
dicen los evangelistas. Volver a Galilea es inaugurar un tiempo de gracia para
volver a empezar y para reemprender la marcha de la historia desde la vida.
Esta “segunda parte” de nuestro camino, hecho el paso de la muerte a la vida,
ha de ser una manifestación clara de nuestra voluntad inquebrantable de
trabajar por la vida digna para todos.
Ahora bien, ¿Cómo ser testigos y constructores de
vida hoy?
*Somos testigos de Jesús resucitado cuando
defendemos la vida aún a costa de nuestra propia vida. No hay vidas ni
ciudadanos de primera y segunda categoría. Para nosotros, toda vida es objeto
de nuestro cuidado y todo atropello contra la dignidad de cualquier ser humano
es objeto de nuestra denuncia y compromiso por superarnos día a día.
*Somos testigos de Jesús resucitado cuando luchamos
y trabajamos por la justicia que es la que genera las condiciones de
posibilidad para vivir con la dignidad de hijos y hermanos.
*Somos testigos de Jesús resucitado cuando somos
artesanos de paz y puentes de reconciliación entre los hombres y los pueblos
que sufren el odio y la guerra. Desde la vida de Jesús, llamamos a todos los
que empuñan las armas a que las depongan y, escuchando al profeta, las
conviertan en podaderas y arados que generen trabajo y desarrollo con equidad.
Un rotundo no a la fabricación de armas. El negocio más vil y nefasto.
*Somos testigos de Jesús resucitado cuando nuestras
comunidades se caracteriza por la acogida y el respeto. No soñamos un mundo
uniforme, soñamos un mundo diverso, y, para lograrlo, en nuestras comunidades debe
haber lugar para todos.
*Somos testigos de Jesús resucitado cuando somos
capaces de cantar y llorar porque la vida ha trasformado nuestro corazón de
piedra en corazón de carne. En este día central de nuestra fe, no nos dejemos
robar la alegría, no dejemos de soñar que un mundo distinto es posible con
nuestro compromiso y no permitamos que desfallezca nuestra esperanza porque
Jesús, ha resucitado: ¡Está Vivo, y vive desde siempre y para siempre!
María, Madre del Resucitado, ayúdanos a creer y a
vivir como resucitados para que la luz de la Fe brille en cada ser humano. Amén.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat