Los Poderes Ejecutivos provincial y municipal rindieron tributo a la Virgen
De
los primeros discípulos “tomemos la valentía para afrontar las nuevas
situaciones, tratando de dar una respuesta cristiana a los desafíos”, invitó el
Obispo.
El martes 18 de abril,
tercer día del Septenario en honor de la Virgen del Valle, rindieron su
homenaje el Poder Ejecutivo provincial y municipal, durante la Misa central
presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, en la Catedral Basílica y
Santuario mariano.
Participaron de esta
ceremonia litúrgica el gobernador, Lic. Raúl Jalil, acompañado de miembros de
su gabinete, entre ellos el Secretario de Gabinete del Gobierno provincial,
Guillermo Eduardo Dalla Lasta; y los ministros de Gobierno, Justicia y Derechos
Humanos de Catamarca, CPN Juan Cruz Miranda, y de Agua, Energía y Medio
Ambiente, CPN Lucas Zampieri; y el Secretario de Gobierno y Coordinación de la
Municipalidad de la Capital, Dr. Fernando Monguillot, entre otras autoridades.
En el inicio de su homilía,
el Obispo rogó a nuestros gobernantes “que la Madre celestial los cubra con su
manto y acompañe en el desempeño efectivo y fiel de sus respectivas funciones”.
Al reflexionar sobre la
dimensión misionera de nuestra vida de bautizados, afirmó que “la tarea
misionera es la que enciende por primera vez el fuego de la fe en una persona o
en un pueblo. La Iglesia es consecuencia de la Misión, no causa. Cuando el
Evangelio es debidamente encarnado por los que lo reciben, nace la Iglesia. No
hay cristiano sin Iglesia, de la misma forma que no hay discípulo sin ser
misionero”.
Asimismo, subrayó que “la
Misión está dirigida a la propia comunidad católica, para que se redescubra
como colectividad viva y atractiva. También se dirige a los católicos
bautizados pero alejados de la Iglesia, y a las clases dirigentes que se
desenvuelven en los diversos espacios sociales, políticos, culturales y económicos
de la sociedad”.
Y agregó que “con la Misión
se pretende llegar incluso a las personas indiferentes, que viven en los
ámbitos socioculturales en los que Jesucristo por lo general está ausente: el
hogar, el colegio, la universidad, el centro de investigación científica, y
también en el ámbito del arte, el deporte, las nuevas tecnologías de
comunicación e información, y en general, la familia humana sin exclusiones”.
También consideró que “para
que sea eficaz, la Misión debe partir de la propia realidad social y cultural
de las personas, las comunidades y los pueblos y tener presentes las
experiencias misioneras ya realizadas en el pasado.
En otro tramo expresó que
“para los apóstoles y demás discípulos creer en Jesús supuso un cambio
importante en su vida. Por una parte su vida se llenó de sentido. La esperanza
iluminó sus corazones. Pero, por otra parte, se vieron obligados a cambiar sus
valores, su forma de entender la vida, sus relaciones con las demás personas.
Desde Jesús todo cobraba un sentido nuevo”.
Y exhortó a que “de ellos
tomemos la valentía para afrontar las nuevas situaciones, tratando de dar una
respuesta cristiana a los desafíos. Procuremos no dejarnos llevar por el
‘siempre se hizo así’, de ser críticos con nosotros mismos y con nuestra
historia, de no dar nada por supuesto y de buscar siempre inspiración en el
Evangelio, que es el mismo Jesús, Muerto y Resucitado, para seguir pasando a
las futuras generaciones la llama del Evangelio en toda su fuerza y pureza”.
Por ello pidió a la Madre
del Valle que nos ayude “a aceptar la exigencia de tu Hijo Jesús que debemos
nacer de nuevo, y que hagamos el esfuerzo por lograrlo día a día por medio de
la oración asidua, la caridad para con nuestros prójimos, la cercanía con los
que sufren por diversas causas, la honestidad en nuestro obrar, la docilidad a
las enseñanzas divinas, el cultivo de las virtudes cristianas y siendo
artífices de la paz”.
Los alumbrantes participaron
de los distintos momentos de la Liturgia leyendo la Palabra de Dios y acercando
los dones del pan y del vino hasta el altar. Y alabaron a la Madre del Valle con
el canto.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
devotos y peregrinos:
Hoy honran a la Virgen del
Valle los poderes ejecutivos provincial y municipal con sus respectivos
gabinetes. Bienvenidos. Que la Madre celestial los cubra con su manto y
acompañe en el desempeño efectivo y fiel de sus respectivas funciones.
Se nos propuso meditar a lo
largo de esta jornada en la dimensión misionera de nuestras vidas de
bautizados. La tarea misionera es la que enciende por primera vez el fuego de
la fe en una persona o en un pueblo.
La Iglesia es consecuencia
de la Misión, no causa. Cuando el Evangelio es debidamente encarnado por los
que lo reciben, nace la Iglesia. No hay cristiano sin Iglesia, de la misma
forma que no hay discípulo sin ser misionero.
La Misión está dirigida a la
propia comunidad católica, para que se redescubra como colectividad viva y
atractiva. También se dirige a los católicos bautizados pero alejados de la
Iglesia, y a las clases dirigentes que se desenvuelven en los diversos espacios
sociales, políticos, culturales y económicos de la sociedad. Con la Misión se
pretende llegar incluso a las personas indiferentes, que viven en los ámbitos
socioculturales en los que Jesucristo por lo general está ausente: el hogar, el
colegio, la universidad, el centro de investigación científica, y también en el
ámbito del arte, el deporte, las nuevas tecnologías de comunicación e
información, y en general, la familia humana sin exclusiones.
Para que sea eficaz, la
Misión debe partir de la propia realidad social y cultural de las personas, las
comunidades y los pueblos y tener presentes las experiencias misioneras ya
realizadas en el pasado. Debe consistir en una proclamación centrada en la
Palabra de Dios, en el anuncio de Jesucristo, así como en liturgias y
celebraciones que incorporen las riquezas de la piedad popular, todo ello con
la ternura y la misericordia propias de la devoción mariana.
La Misión será efectiva y
atractiva si los creyentes nos esmeramos en practicar lo que el hecho de la
Resurrección de Jesucristo causaba: “El grupo de los creyentes tenía un solo
corazón y una sola alma: nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía, pues
lo poseían todo en común. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del
Señor Jesús con mucho valor. Y se los miraba a todos con mucho agrado. Entre
ellos no había necesitados, pues los que poseían tierras o casas las vendían,
traían el dinero de lo vendido y lo ponían a los pies de los apóstoles; luego
se distribuía a cada uno según lo que necesitaba” (Hch 4,32-35).
No fue fácil para los
primeros discípulos asimilar lo que enseñaba Jesús, todo lo que significaba su
figura imponente, sus palabras, la novedad de su forma de comportarse, su
manera de hacer presente el amor y la misericordia de Dios. Los Evangelios
expresan que les costó mucho entender a Jesús y el significado revolucionario
de su figura y su mensaje. Pero esto no debe desanimarnos, sino todo lo
contrario, ha de fortalecernos para ser sus testigos en permanente misión.
Para los apóstoles y demás
discípulos creer en Jesús supuso un cambio importante en su vida. Por una parte
su vida se llenó de sentido. La esperanza iluminó sus corazones. Pero, por otra
parte, se vieron obligados a cambiar sus valores, su forma de entender la vida,
sus relaciones con las demás personas. Desde Jesús todo cobraba un sentido
nuevo. Ya no valían los antiguos criterios, hábitos y prejuicios. Se sentían
libres de todo lo que antes había supuesto una opresión, normas sin sentido,
pesadas leyes difíciles de cumplir. Pero ahora había que elaborar nuevas
normas, hacerse con costumbres nuevas. Otros valores reinaban en sus vidas. El
Evangelio les daba fuerzas para caminar. Pero ellos tenían que hacer el camino.
Es de suponer que se reunían con frecuencia para hacer memoria de las palabras
y de los hechos de Jesús para iluminar sus vidas. La Palabra, en aquellos
tiempos todavía no escrita, era fuente de sabiduría permanente. Poco a poco
fueron alumbrando un nuevo estilo de vida. La Iglesia iba tomando forma. Con
errores y equivocaciones, sin duda, pero también con mucha esperanza y mucha
ilusión.
De ellos tomemos la valentía
para afrontar las nuevas situaciones, tratando de dar una respuesta cristiana a
los desafíos. Procuremos no dejarnos llevar por el ‘siempre se hizo así’, de
ser críticos con nosotros mismos y con nuestra historia, de no dar nada por supuesto
y de buscar siempre inspiración en el Evangelio, que es el mismo Jesús, Muerto
y Resucitado, para seguir pasando a las futuras generaciones la llama del
Evangelio en toda su fuerza y pureza.
Querida Madre del Valle,
ayúdanos a aceptar la exigencia de tu Hijo Jesús que debemos nacer de nuevo, y
que hagamos el esfuerzo por lograrlo día a día por medio de la oración asidua,
la caridad para con nuestros prójimos, la cercanía con los que sufren por
diversas causas, la honestidad en nuestro obrar, la docilidad a las enseñanzas
divinas, el cultivo de las virtudes cristianas y siendo artífices de la paz.
Socórrenos en nuestras
luchas diarias y en los desafíos que nos presenta la realidad cultural, que no
nos quejemos ni nos amilanemos ante ellos, siendo esos discípulos-misioneros
que las actuales circunstancias ameritan. Madre, ¡que no nos cansemos! Madre,
¡despierta en nosotros renovadas ilusiones de evangelizar!
¡¡¡Viva la Virgen del
Valle!!!
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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca