“Hoy admiramos el movimiento telúrico de la que nos da de comer, En vísperas de la fiesta de la natividad de la Virgen María, la comunidad catamarqueña dio gracias a la Madre de Cristo en su bendita advocación del Valle por la maternal protección durante el sismo que sacudió la provincia, el 7 de setiembre de 2004. Lo hizo durante la Santa Misa oficiada en el mismo horario en que se produjo el movimiento telúrico.
y el movimiento de ternura de la que nos enseña el camino al cielo”
A diferencia de años anteriores, en esta oportunidad la celebración eucarística se concretó en el interior de la Catedral Basílica, y estuvo presidida por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino; y concelebrada por los sacerdotes Héctor Salas, Julio Avalos, Gustavo Molas y Reinaldo Oviedo. Entre las autoridades, se contó con la presencia de la Sra. Presidenta Provisoria del Senado, Lic. Marta Grimaux de Blanco; y fieles que se congregaron para participar del oficio religioso.
En su homilía, el Pbro. Gustavo Molas, párroco de San Pío X, manifestó: “Catamarca, una sociedad de memoria frágil, que hoy recuerda la última de las maravillas notoria de la Santísima Virgen bajo la advocación de Nuestra Señora del Valle. Las maravillas que cada año celebramos en el septenario y que están plasmadas en las pinturas del techo para recordarnos siempre la acción permanente de la única protagonista estable de la historia de Catamarca desde sus comienzos hasta el día de hoy: la Virgen, no como un ícono o como un recordatorio, o como una imagen, sino como una persona viva, viva porque está en cuerpo y alma en los cielos, y que actuó de manera viviente y personal en nuestra historia, historia ya centenaria de Catamarca como diócesis; la historia cuatro veces centenaria como presencia de la Virgen, trabajando, actuando. Las generaciones pasaron, Ella permanece, permanece activa, no como inspiradora, activa. Todas las maravillas que nuestros antepasados nos dijeron que habían ocurrido, y que nosotros somos testigos de la octava maravilla”.
Mover un poco el corazón
Asimismo, dijo que “a veces ocurre que el gesto es simbólico, sacudir un poco la tierra para ordenar la casa. Justo hoy que nos reunimos para agradecerle de todo corazón el acontecimiento, y ser nosotros testigos. Esta generación es testigo de muchas cosas. De su manifestación, de su traslado, de su coronación, del Centenario mismo de la Diócesis, son acontecimientos que invitan a renovarnos en el corazón, y un terremoto es un buen signo. Es un buen elemento para mover un poco el corazón”.
Al referirse al mundo actual, consideró que hoy “sufrimos la influencia masiva de la posmodernidad y es muy difícil no contaminarse, porque nuestra ignorancia religiosa es muy fuerte y porque el ambiente presiona con argumentos, con leyes, de mil maneras”. En ese ambiente, dijo que los cristianos deben ser “la luz del mundo, que brille por sus buenas obras, para que el mundo glorifique al Padre de los cielos. Como los corintios en las primeras generaciones de cristianos, nosotros estamos en un mundo convulsionado, falso, un mundo mentiroso y con miedo, un mundo que no quiere a Cristo y rechaza al cristiano. Y en ese mundo, ayer como hoy tenemos que ser primero nosotros iluminados y luego iluminar. Nosotros convertirnos y luego ayudar a la conversión”.
Salvarnos de perder la identidad
“En esta cosa tan anestésica para la conciencia moral, que es la posmodernidad, de vez en cuando, un buen terremoto no nos viene mal, aunque más no sea para mostrarnos la caducidad de las cosas en las que ponemos el corazón, mientras arriesgamos lo que es permanente. Por eso, la acción de gracias de hoy conlleva inevitablemente un mínimo propósito, no de salvarnos de los fenómenos naturales, de un planeta maravillosamente viviente, sino salvarnos de perder la identidad para la cual, Dios, el Señor de la Historia, nos ha elegido”, afirmó el Padre Molas.
Agradecidos y desmemoriados
En otro tramo de su predicación, el sacerdote manifestó que “el cristiano se conmueve porque la Pachamama se puso nerviosa, y la Mama Achachita también; la madre tierra y la que está al comienzo y es la madre del primer hombre. Ahora, nosotros admiramos el movimiento telúrico de la que nos da de comer, y el movimiento de ternura de la que nos enseña el camino al cielo. Eso es Catamarca, esos somos nosotros: devotos y miedosos; agradecidos y desmemoriados, ésa es Catamarca. De todos modos, con tantos eventos que nos recuerdan los esfuerzos del pasado que hemos heredado en una Patria Bicentenaria, en una Diócesis Centenaria, en una propuesta de trabajo, de labor, de seguir adelante, recordar un acontecimiento de la tierra nos puede llevar también a recordar el futuro absoluto de todos nosotros: Dios en el cielo. Por eso, esta celebración es de acción de gracias, porque un movimiento que nunca dejó de tener víctimas humanas en todas partes pasando de 6 grados. Qué hermosa recordación hoy, y que bueno sería que nos despertara un poco, nos impulsara en esta coyuntura de la Patria, en esta coyuntura de la Iglesia, que son los centenarios, pero como cristianos”.