Camino a la Beatificación

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08 diciembre 2023

Las familias honraron a la Madre del Valle

Durante la noche del jueves 7 de diciembre, último día de la novena en honor de la Pura y Limpia Concepción del Valle, rindieron su homenaje los niños, jóvenes y familias; Pastoral Familiar, Pastoral de la Niñez, Pastoral Juvenil, Pastoral Vocacional, Pastoral de Educación y Pastoral de Catequesis. También los grupos Renacer y Familiares de Víctimas de Accidentes de Tránsito Catamarca (Faviatca).

También honró a la Virgen el Ámbito de la Cultura: SADE, Junta de Estudios Históricos, Centro de Estudios Genealógicos y Heráldicos de Catamarca, SALAC, Damas Belgranianas, Instituto Sanmartiniano y de Cultura Hispánica, EVEA, Conservatorios de Música, Asociación de Folcloristas Unidos de Catamarca (AFUCa) y demás Instituciones Culturales y Artísticas.

Se rogó por los enfermos y hermanos fallecidos por el Covid 19 y Egresados 2023 del Nivel Secundario.

La Santa Misa tuvo como escenario el Paseo de la Fe, con la participación de una gran cantidad de peregrinos, quienes se unieron a la acción de gracias de los alumbrantes. Fue presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por los sacerdotes Gustavo Flores y Ramón Carabajal, rector y capellán del Santuario y Catedral Basílica, respectivamente; Diego Manzaraz, responsable de la Pastoral Vocacional; Eugenio Pachado, asesor de la Pastoral de Juventud, y Leandro Roldán, quien sirve en la parroquia Santa Rosa de Lima, departamento Santa Rosa.

 En el comienzo de su homilía, el Obispo saludó a los jóvenes y sus familias expresando su anhelo de que “reciban abundantes bendiciones de Dios por intercesión de la Madre Celestial”.

Luego de referirse a San Ambrosio, cuya memoria la Iglesia celebra cada 7 de diciembre, pasó a hablarle a los alumbrantes de esta Misa: “En el designio divino la misión de la familia es custodiar, revelar y comunicar el amor de Dios por la humanidad. Bajo esta luz se definen las cuatro tareas de la familia cristiana en las que se expresa su misión y vocación”. Y pasó a describir cada una de ellas, que son: 1) Formar una comunidad de personas; 2) Participar en el amor creador de Dios y Educar a los hijos hasta la madurez; 3) Participar en el desarrollo de la sociedad y 4) Participar en la vida y misión de la Iglesia.

Más adelante consideró que “en los tiempos que vivimos es muy frecuente eludir los modelos debido a que dominan las excepciones e individualismos porque se han desdibujado o diluido las nociones de naturaleza, persona, ser, matrimonio, familia, autoridad, paternidad, maternidad, patria potestad, educación, libertad, voluntad, amor, verdad, etc., ya que lo que importa es lo que cada uno piensa, siente o le gusta. A esto se le llama dictadura del relativismo…”.

Después, refiriéndose a un pasaje del Génesis, indicó: “El ideal bíblico de una familia es un hombre y una mujer unidos por el matrimonio para convertirse en «una sola carne» para toda la vida y tener hijos a los que educan hasta la edad adulta” y a continuación, en relación con la carta de san Pablo a los efesios, señaló: “Así pues, lo ideal sería una familia cristiana formada por un hombre y una mujer creyentes unidos por el sacramento del matrimonio y que educan a sus hijos, corrigiéndoles y aconsejándolos en el Señor”.

Posteriormente dijo que “cada uno de nosotros está manchado por el pecado y «privado de la gloria de Dios» -refiriéndose a la carta a los romanos-. Esto afecta a nuestros matrimonios, nuestras familias y mucho más. Así que lo que vemos con más frecuencia en la Iglesia son familias imperfectas, familias que luchan, que se esfuerzan por reaccionar como cristianos ante el sufrimiento que les rodea (…) Por eso, una buena familia cristiana puede ser aquélla en la que no todos los roles están presentes. Una pareja sin hijos que busca a Dios y crece en Cristo sigue siendo una buena familia cristiana, incluso sin hijos. Una madre soltera que hace todo lo posible para llegar a fin de mes y proporcionar formación espiritual a sus hijos, está a cargo de una buena familia cristiana. Un padre soltero que ama a sus hijos y les enseña la Biblia está al frente de una buena familia cristiana. Esto es cierto, al margen de que la soltería sea el resultado de la muerte de un cónyuge o de un divorcio o de una separación”.

Y agregó: “Una buena familia cristiana puede ser una en la que varios miembros de la familia luchan con algunos serios problemas. Un esposo lucha contra una adicción, una esposa lucha contra la depresión, un hijo se rebela, una hija se escapa: es la respuesta a cada una de estas crisis lo que demuestra que una familia es ‘buena’ y ‘cristiana’. Una buena familia cristiana no es perfecta; es una que busca seguir los principios bíblicos en cada circunstancia, que clama a Dios por ayuda, y que desea proveer un lugar edificante de estabilidad y crecimiento aún en medio de las dificultades”.

“Ahora bien, es imposible que haya una buena familia cristiana sin amor, pues «el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta» -dijo, citando la primera carta a los corintios-. Los creyentes en una unidad familiar entienden intuitivamente que el amor de Dios es el vínculo que los une, y tratarán de mostrar ese amor unos a otros de manera práctica. Una buena familia cristiana puede que no viva a la altura del ideal bíblico. De hecho, puede tener carencias en muchos aspectos. A pesar de sus defectos, puede ser una representación perfecta del poder redentor de Cristo y de la naturaleza duradera del amor”.

Luego de reflexionar sobre el pasaje del Evangelio de san Mateo que habla del hombre que edificó su casa sobre roca y del que lo hizo sobre arena, en su invocación final, oró así: “Querida Virgen del Valle, Madre de las Familias, protege nuestros hogares de las insidias del demonio y del mundo que, sembrando el relativismo, fogonean la desunión, el odio, la violencia, los abusos, las descalificaciones, el egoísmo, el individualismo, el facilismo, la sensualidad, las adicciones, las agresiones verbales y no verbales, el miedo y la indiferencia. Seduce con tu ternura maternal a cada miembro de  nuestras familias para que puedan tener una profunda y duradera experiencia del amor misericordioso de Dios, que lo traduzcan en servicio incondicional a todos, en sana alegría que consuela, anima y fortalece a los decaídos y desesperanzados, en sanante perdón que lleve a la plenitud de la reconciliación, en abrazo sincero de fraternidad y amistad, en fidelidad a los compromisos asumidos, en humildad que hace considerar a los demás como superiores a uno mismo, en cercanía que escucha a todos sin condenar a nadie, pero con el valor de recurrir a la animación y corrección fraternas siguiendo las mociones del Espíritu Santo, en santidad que comprende, tiene paciencia y confía en la acción de la Gracia en los otros”.

 

Invitación a la JDJ 2023

Antes de concluir la Eucaristía, Mons. Urbanč invitó a los jóvenes a sumarse a la Jornada Diocesana de Juventud (JDJ) 2023, que se llevará a cabo los días 9 y 10 de diciembre en la casa de retiros espirituales Emaús.


TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA

Queridos devotos y peregrinos:

esta jornada se nos propuso meditar en que debemos ser una “comunidad que acoge y acompaña a la familia y a los jóvenes”. ¡Qué gran misión la de todos!

Hoy rinden su homenaje a la Virgen del Valle los niños, los jóvenes y las familias. ¡Bienvenidos! Que disfruten de la celebración y reciban abundantes bendiciones de Dios por intercesión de Madre Celestial.

Si bien estamos en las vísperas de la solemnidad de la Inmaculada Concepción, vamos a celebrar la memoria de san Ambrosio, obispo de Milán, gran padre y teólogo de la Iglesia del siglo IV. Un 7 de diciembre fue consagrado obispo. Fue quien bautizó al futuro san Agustín, a quien ayudo en el proceso de maduración de la fe. Protegió con valentía los derechos de la Iglesia y defendió la fe católica contra la herejía del arrianismo.

Cuando nos referimos a la familia, incluimos a los niños, jóvenes, adultos y ancianos.

En el designio divino la misión de la familia es custodiar, revelar y comunicar el amor de Dios por la humanidad.

Bajo esta luz se definen las cuatro tareas de la familia cristiana en las que se expresa su misión y vocación:

1.- Formar una comunidad de personas.

Si la misión de la familia es la de custodiar, revelar y conservar el amor, será precisamente el amor el motor, la fuerza que construya esta comunidad de personas. El amor va creando esa atmósfera de comunión y de espontánea libertad en la que se desarrolla armónicamente la personalidad humana de toda la familia: entre esposos, entre padres e hijos y demás familiares. La primera comunión que se instaura es la de los cónyuges que hunden sus raíces en el complemento natural que existe entre el hombre y la mujer, animados por compartir lo que tienen y sobre todo lo que son. Es una comunión por su unidad e indisolubilidad.

2.- Participar en el amor creador de Dios y Educar a los hijos hasta la madurez.

La fecundidad es una dimensión del hombre y de su amor. Esta misión hay que verla, hay que reflexionarla, meditarla como criaturas ante nuestro Creador. La misión de la familia de estar a favor de la vida es ahora más urgente que nunca pues ha surgido una mentalidad contra la vida que se ha difundido extensamente con la ayuda de poderosos medios económicos y de los medios de comunicación social.

El Concilio Vaticano II en la declaración sobre la educación cristiana de la juventud nos recuerda que "puesto que los padres han dado la vida a los hijos, tienen la gravísima obligación de educar a la prole y por tanto hay que reconocerlos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Es pues, deber de los padres crear un ambiente de familia animado por el amor, por la piedad hacia Dios y hacia los hombres, que favorezca la educación integral, personal y social de los hijos".

3.- Participar en el desarrollo de la sociedad.

Si la familia es la célula primera y vital de la sociedad, sería muy perjudicial que se quedara encerrada en sí misma sin proyección al exterior. El desinterés por la comunidad social acabaría por destruir a la propia familia.

El amor de la familia debe de transmitirse a la sociedad. Sobre todo, en nuestra sociedad las familias cristianas deben aportar sus mejores esfuerzos para que las decisiones políticas vayan encaminadas a favor de un modelo de sociedad más humana, más justa, más honesta y auténtica. No olvidemos que el futuro del mundo y de la Iglesia pasa por la familia.

4.- Participar en la vida y misión de la Iglesia.

La familia cristiana está llamada a la edificación del reino de Dios en la Historia. ¿Cómo? Participando en la vida y misión de la Iglesia. La unión y la semejanza entre la familia y la Iglesia son estrechísimas: La familia cristiana es como una "Iglesia en miniatura", "Iglesia pequeña", "Iglesia doméstica".

La familia recibe el amor de Cristo y está llamada a transmitir este mismo amor que salva a los hombres. Recibir y transmitir. Por eso la familia está llamada a evangelizar acogiendo y anunciando la palabra de Dios. La futura evangelización depende en gran parte de la Iglesia doméstica.

 

Son muchas las familias y hombres que hay que ayudar: A los que buscan la verdad. A los que se han alejado. A las familias que no creen. A las familias cristianas que no viven con coherencia la fe recibida en el bautismo y madurada bajo la guía del Espíritu.

En los tiempos que vivimos es muy frecuente eludir los modelos debido a que dominan las excepciones e individualismos porque se han desdibujado o diluido las nociones de naturaleza, persona, ser, matrimonio, familia, autoridad, paternidad, maternidad, patria potestad, educación, libertad, voluntad, amor, verdad, etc., ya que lo que importa es lo que cada uno piensa, siente o le gusta. A esto se le llama dictadura del relativismo. Por ende, todo vale, con tal que no me perjudique y limite el ejercicio discrecional de la libertad. “Vivir y dejar vivir” es el slogan.

En algunos casos, no muchos, se animan a preguntar: Y ¿qué dice la Biblia? Por cierto, la Biblia no define una buena familia cristiana, ya que este término no se encuentra allí. Sin embargo, sí define lo que es una familia y comunica su importancia. Cuando tenemos una idea bíblica de la familia, podemos aplicar cuidadosamente los adjetivos buena y cristiana.

El ideal bíblico de una familia es un hombre y una mujer unidos por el matrimonio para convertirse en "una sola carne" para toda la vida (Ge 2,24) y tener hijos a los que educan hasta la edad adulta. Así pues, lo ideal sería una familia "cristiana" formada por un hombre y una mujer creyentes unidos por el sacramento del matrimonio y que educan a sus hijos, corrigiéndoles y aconsejándolos en el Señor (cf. Ef 6,4). Y una "buena" familia cristiana sería aquélla que posee todas las cualidades necesarias para ser "cristiana" y "familiar".

Por tanto, éste es el ideal de la buena familia cristiana, pero vivimos en un mundo fragmentado, y raramente se alcanzan los ideales. Cada uno de nosotros está manchado por el pecado y "privado de la gloria de Dios" (Rom 3,23). Esto afecta a nuestros matrimonios, nuestras familias y mucho más. Así que lo que vemos con más frecuencia en la Iglesia son familias imperfectas -familias que luchan- que se esfuerzan por reaccionar como cristianos ante el sufrimiento que les rodea. Entonces, la respuesta de una familia a las pruebas y a la disfunción es lo que puede llamarse "cristiana" o "buena".

Por eso, una buena familia cristiana puede ser aquélla en la que no todos los roles están presentes. Una pareja sin hijos que busca a Dios y crece en Cristo sigue siendo una buena familia cristiana, incluso sin hijos. Una madre soltera que hace todo lo posible para llegar a fin de mes y proporcionar formación espiritual a sus hijos, está a cargo de una buena familia cristiana. Un padre soltero que ama a sus hijos y les enseña la Biblia está al frente de una buena familia cristiana. Esto es cierto, al margen de que la soltería sea el resultado de la muerte de un cónyuge o de un divorcio o de una separación.

Una buena familia cristiana puede ser una en la que varios miembros de la familia luchan con algunos serios problemas. Un esposo lucha contra una adicción, una esposa lucha contra la depresión, un hijo se rebela, una hija se escapa: es la respuesta a cada una de estas crisis lo que demuestra que una familia es "buena" y "cristiana". Una buena familia cristiana no es perfecta; es una que busca seguir los principios bíblicos en cada circunstancia, que clama a Dios por ayuda, y que desea proveer un lugar edificante de estabilidad y crecimiento aún en medio de las dificultades.

Ahora bien, es imposible que haya una buena familia cristiana sin amor, pues "el amor todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1Cor 13,7). Los creyentes en una unidad familiar entienden intuitivamente que el amor de Dios es el vínculo que los une, y tratarán de mostrar ese amor unos a otros de manera práctica. Una buena familia cristiana puede que no viva a la altura del ideal bíblico. De hecho, puede tener carencias en muchos aspectos. A pesar de sus defectos, puede ser una representación perfecta del poder redentor de Cristo y de la naturaleza duradera del amor.

En el evangelio de hoy encontramos luz ante lo que estamos reflexionando: «No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca» (Mt 7,21.24). Es decir, que lo que importa es estar cerca del Señor y procurar por todos los medios poner en práctica lo que Él nos enseña, siendo dóciles al Espíritu Santo.

Roca no quiere decir rigidez moral, sino buscar cada día afianzarse en el amor que nos asegura la vida que se hace plena entregándose. No se trata de buscar seguridades inmovilistas sino salir de uno mismo, de nuestros intereses diminutos para llevarnos hacia el Evangelio de la entrega y del servicio. La arena es más bien arena movediza, nos hunde en ese yo de intereses cortoplacistas y de las antípodas del servicio que se acaban convirtiendo en abusos de distinto tipo. Lo ‘prudente’ es optar por la imprudencia del amor de la palangana y de la toalla, a ejemplo de Jesús, aunque muchas veces no nos resulte beneficioso y, mucho menos, cómodo.

Querida Virgen del Valle, Madre de las Familias, protege nuestros hogares de las insidias del demonio y del mundo que, sembrando el relativismo, fogonean la desunión, el odio, la violencia, los abusos, las descalificaciones, el egoísmo, el individualismo, el facilismo, la sensualidad, las adicciones, las agresiones verbales y no verbales, el miedo y la indiferencia.

Seduce con tu ternura maternal a cada miembro de  nuestras familias para que puedan tener una profunda y duradera experiencia del amor misericordioso de Dios, que lo traduzcan en servicio incondicional a todos, en sana alegría que consuela, anima y fortalece a los decaídos y desesperanzados, en sanante perdón que lleve a la plenitud de la reconciliación, en abrazo sincero de fraternidad y amistad, en fidelidad a los compromisos asumidos, en humildad que hace considerar a los demás como superiores a uno mismo, en cercanía que escucha a todos sin condenar a nadie, pero con el valor de recurrir a la animación y corrección fraternas siguiendo las mociones del Espíritu Santo, en santidad que comprende, tiene paciencia y confía en la acción de la Gracia en los otros. Amén

¡¡¡Vivan las Familias cristianas!!     ¡¡Viva la Virgen del Valle!!    ¡¡Viva la Sagrada Familia!!!

#FiestasMarianas2023

#VirgenDelValleCatamarca 

Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat