En la mañana del 21 de abril, lunes de la Octava de Pascua de este Año Jubilar, el doblar de campanas de la Catedral Basílica y Santuario de la Virgen del Valle, como también de otros templos de la Diócesis de Catamarca y del mundo entero, nos daba la noticia del fallecimiento de nuestro amado Papa Francisco. La información corría veloz por redes sociales y medios de comunicación, como también entre familiares, amigos y conocidos que se comunicaban por distintas vías para transmitir este mensaje, doloroso pero cargado de esperanza.
Como un signo muy especial, pudo
dar su última bendición Urbi et Orbi desde el balcón de la Basílica de San
Pedro, expresando un muy breve saludo. Su voz era apenas audible, lo que nos
indicaba la fragilidad de su estado. Pero también nos revelaba el enorme
esfuerzo que hizo para estar allí. No guardó su vida para sí, sino que hasta
último momento dio un testimonio de entrega total y lo hizo,
significativamente, el Domingo de Pascua de Resurrección. Esperó terminar las
celebraciones de Semana Santa para irse a la Casa del Padre el día de la
Resurrección, porque toda la semana de la Octava de Pascua es como un gran
Domingo de Resurrección.
Ahora estamos llamados a ofrecer
oraciones, dando gracias a Dios por el don de la vida del Santo Padre, pidiendo
que lo reciba en su Gloria y esperando que nos conceda un nuevo y santo sucesor
de Pedro.
Ahora estamos llamados a ofrecer
oraciones dando gracias a Dios por el don de la vida del Santo Padre, pidiendo
que lo reciba en su Gloria y esperando que nos conceda un nuevo y santo sucesor
de Pedro; reconocer las enseñanzas del Papa Francisco que giraban siempre en
torno a la alegría, nos pedía acercarnos a los más pobres, a vivir en una Iglesia
en salida, una Iglesia que vaya a buscar a los más necesitados, que no se quede
encerrada. Entonces tenemos una gran misión por el gran legado que nos deja.
Que descanse en paz nuestro amado
Papa Francisco.
Prensa Obispado Catamarca -
Pastoral de Comunicación