“Damos gracias a Dios por el don del ministerio sacerdotal del padre Juan”, este “servicio al que se sintió llamado”, dijo el vicario general de la diócesis.
En
horas del mediodía de este sábado 5 de noviembre, durante una sentida ceremonia
litúrgica fueron despedidos los restos mortales del Pbro. Juan Nicolás Orquera.
La Santa Misa fue presidida por el vicario general de la diócesis, Pbro. Julio
Murúa, y concelebrada por numerosos sacerdotes, en una importante muestra de
fraternidad del clero local. Se celebró en el templo del Inmaculado Corazón de
María de Capital, que estaba colmado de fieles. Sobre el féretro, un poncho
evocaba el amor del padre Juan por la vida de campo, tan bien expresado en las
30 ediciones de las Cabalgatas de los Jinetes en cada Fiesta de la Virgen del
Valle de abril, que él creó y movilizó con mucho entusiasmo.
En la
homilía, el padre Murúa afirmó que “damos gracias a Dios por el don del ministerio
sacerdotal del padre Juan, ya que él ha consagrado la mayor parte de su vida,
pues se ordenó ya grande, a este Servicio al que se sintió llamado”.
“Cuántas
personas habrán recibido de él el bautismo, la gracia del perdón con el
sacramento de la Reconciliación, cuántas habrán recibido por primera vez la
Eucaristía de las manos del Padre Juan, y cuántas en la etapa final de sus
vidas habrán recibido del Padre Juan la Unción de los Enfermos”, afirmó,
destacando “cuánto bien puede hacer Dios por medio del ministerio sacerdotal”.
Manifestó
que no sólo hay que darle gracias a Dios por su ministerio sacerdotal, sino
también por todo el bien que hizo por medio de su persona. Y enfatizó que todos
los sacerdotes “tenemos que responder también frente a este misterio de la
muerte, acompañando a muchas personas que viven el dolor por la separación de
un ser querido”.
“Nuestra
certeza viene de la experiencia de fe -dijo-, porque creo en la Persona de
Jesús, creo en su Palabra, que nos dice: ‘No tengas miedo, Yo Soy la
Resurrección y la Vida. Yo he vencido a la muerte’”.
Luego recordó
que la muerte es una Pascua; el paso de esta vida frágil a la Vida plena, para
encontrarnos con Dios, con nuestra Madre la Virgen María. “Desde la fe, podemos
dar este paso serenamente, enfrentar este momento sin entrar en pánico ni
desesperación”, señaló.
Hacia
el final de su prédica, el presbítero agradeció al padre Juan haber sido
“mediador entre el Amor de Dios y la gente” y consideró que “seguramente Dios lo
ha de estar recibiendo con los brazos abiertos”.
La
asamblea litúrgica, conformada por familiares y amigos-discípulos del padre
Juan, entre los que se encontraban gauchos que vivieron con él tantos homenajes
de a caballo a la Virgen, participó con devoción de todos los momentos de la
celebración.
Al
término de la Eucaristía, el vicario general rezó un responso y los sacerdotes rociaron
con agua bendita el féretro, que luego de la bendición portaron hasta la
carroza fúnebre que se encontraba enfrente del templo.
Una
caravana de vehículos acompañó los restos mortales del querido sacerdote hacia
el cementerio municipal. Durante el trayecto, en la capilla Santa Teresita, el
doblar de campanas acompañó el paso del cortejo fúnebre.
Ya en
el cementerio, el Padre Murúa elevó las oraciones finales por el alma del padre
Juan y el presbítero Ángel Nieva asperjó el nicho donde fue depositado el féretro,
mientras cantaba a la Virgen María, a quien el padre Juan sirvió en su
Santuario y durante toda su vida sacerdotal.
Tal como
se informó oportunamente, el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, quien se
encuentra de misión pastoral en la parroquia Virgen de Fátima de Fiambalá,
ofreció la Eucaristía por el eterno descanso de su alma, esta mañana en la
localidad de Tatón, y a las 20.00 lo hará en Medanitos.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca