Durante la tarde de este sábado 21 de junio, cientos de fieles de las comunidades parroquiales, pastorales, movimientos, instituciones y colegios de Capital, se congregaron en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle, para celebrar la Solemnidad de Corpus Christi, en el marco del Año Jubilar y del mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús.
Motivados por el lema “Eucaristía, fuente viva de Esperanza” y
con espíritu sinodal, colmaron el templo catedralicio para participar de la
Santa Misa presidida por el vicario general, padre Julio Murúa, y concelebrada
por sacerdotes del Decanato Capital, entre ellos los rectores de los Santuarios
Catedral y Gruta de la Virgen del Valle, presbíteros Juan Ramón Cabrera y
Santiago Granillo, respectivamente.
El obispo diocesano, Mons.
Luis Urbanč, no estuvo presente debido a que se encuentra participando del
Encuentro Nacional de la Pastoral de la Salud, en su calidad de presidente de
la Comisión de esta área pastoral de la Conferencia Episcopal Argentina, que se
desarrolla en la ciudad de San Salvador de Jujuy. También durante esta misma
jornada, presidió la Solemnidad de Corpus Christi en la hermana diócesis del
NOA, reemplazando a su obispo Mons. Daniel Fernández, quien se halla en Roma.
En el inicio de la ceremonia
litúrgica, el padre Diego Manzaraz, canciller y secretario general de la Curia
diocesana, leyó el decreto de designación de los nuevos Ministros
Extraordinarios de la Comunión, quienes tendrán la misión de colaborar con los
sacerdotes en la distribución de la Eucaristía durante las misas, o llevándola
a los enfermos y ancianos.
Tras la proclamación de los
textos bíblicos, en su homilía, el padre Víctor Hugo Vizcarra, párroco de la
parroquia Espíritu Santo, expresó: “Hoy la Madre Iglesia nos vuelve a invitar a
celebrar de modo especial este misterio central de nuestra fe, y lo hacemos en
un lugar precioso y muy importante, el Santuario del Santísimo Sacramento y
Nuestra Señora del Valle”.
Luego reflexionó que “muchas
veces en nuestra vida de fe, de Iglesia, nos vamos acostumbrando a escuchar
términos preciosos, precisos, muy teológicos, para poder expresar la grandeza
de lo que significa esta Solemnidad del Corpus Christi, del Cuerpo y la Sangre
de Jesús, pero sobre todo la vivencia cada día de nuestra vida cristiana.
Algunas veces escuchamos ‘Santísimo Sacramento, formas consagradas, especies
eucarísticas’. Está todo muy bien, pero corremos el riesgo de ir olvidando a
quien se refiere, precisamente, a la persona de Jesús, y puede parecer una obviedad,
pero es importante que cada vez que vayamos a Misa, cada vez que conversemos en
casa, que enseñemos la Catequesis, que llevemos la Comunión a los enfermos, le
llamemos por su propio nombre: Jesús”.
En este sentido, afirmó que “el
nombre es lo que nos identifica y nos define, y el nombre de Jesús quiere decir
‘Dios salva’. Entonces, en primer lugar, es importante tener una relación
personal con Jesús, porque de lo contrario podemos creer que la vida de la fe
es cumplir normas, ritos, ciertas exigencias sociales... y en nada de eso surge
la persona de Jesús”.
En otro tramo de su
predicación, afirmó que “celebrar el Corpus Christi, el Cuerpo y la Sangre de
Jesús, es tener plena conciencia de que él es el Dios con nosotros, el Emmanuel,
como lo llamaba el profeta Isaías. Entonces lo primero es tener presente que él
es Jesús y se da como alimento… Sabemos que el alimento nos sirve para vivir, y
no podemos caer en la anorexia espiritual de pensar que estamos bien sin él”.
Y siguió: “Jesús, desde el
Jueves Santo en la Última Cena o la Primera Misa, quiso quedarse como alimento,
un alimento que debe ser comido con dignidad, pero que no debe ser despreciado.
Muchas veces despreciamos el Cuerpo del Señor, porque nos creemos indignos,
pero es necesario porque es el alimento para el que va en camino, para el abatido,
para el que está haciendo un proceso de encuentro o de reencuentro con el Señor”.
En esta línea señaló que “muchas
veces queremos bajar los brazos ante muchas situaciones, y ahí está Jesús ofreciéndose
como alimento de vida, no de subsistencia, no para salir del paso, no para
sacar las castañas del fuego, sino como alimento de vida eterna”.
También dijo que “muchas veces
tenemos esta tentación de no creerle a Jesús y él fue muy claro: ‘Tomen y coman,
éste es mi Cuerpo; tomen y beban, ésta es mi sangre. Hagan esto hasta que Yo vuelva’.
Jesús dijo una realidad inmensa, por eso le llamamos misterio. Una verdad que
no la podemos abarcar, pero sí la aceptamos: ‘El que come mi Cuerpo y bebe mi
sangre tiene vida eterna’. Jesús es presencia divina, está en cada Misa, está
en cada Sagrario, es el Vecino más importante de nuestro barrio, de nuestra
ciudad. Dios está con nosotros”.
Más adelante recordó “lo que
decía el papa Urbano IV cuando instituyó esta Fiesta allá por el 1264: ‘Se nos ha dado al Salvador como alimento,
porque, habiendo caído el hombre en la muerte por un alimento, fue mediante un
alimento restituido a la vida. El hombre cayó por el alimento del árbol que da
muerte y es levantado por el alimento del árbol que da vida, la cruz. En el
primer árbol colgaba el anzuelo de la muerte, en el segundo, el alimento que da
la vida eterna. Este pan no se transforma en quien lo come, sino que si es
recibido dignamente es quien lo come quien se transforma conforme a él’.
Jesús al darse como alimento, al ser presencia divina entre nosotros, también
es compromiso. Hemos escuchado en el Evangelio: ‘Denles ustedes de comer’. Aquí
está el núcleo de toda celebración eucarística. No podemos celebrar la Misa, no
podemos adorar a Cristo haciendo una dicotomía, una separación entre la fe y la
vida que vivimos y que nos rodea. No podemos celebrar la Misa escindida de la
realidad llena de injusticia, de hambre, dolor, división, guerra y tantas otras
cosas”.
Finalmente, invitó a pedirle “al
Señor Jesús que nos ayude a estar convencidos de su presencia real entre
nosotros. Pidámosle a la Virgen, quien desde hace siglos nos viene diciendo un
consejo de madre: ‘Hagan lo que él les diga’. Y Jesús nos dijo: ‘Tomen y coman,
éste en mi Cuerpo. Tomen y beban, ésta es mi Sangre’. ‘Vayan a y denles ustedes
mismos de comer’”.
Procesión
con el Santísimo Sacramento
Concluida la celebración
eucarística, los presentes se dispusieron a participar de la procesión más
importante del año, acompañando a Jesús, verdaderamente presente en la Sagrada
Eucaristía, alrededor de la plaza 25 de Mayo.
Se encolumnaron los
abanderados y escoltas de instituciones educativas del medio, los sacerdotes
que portaron la Custodia con el Santísimo Sacramento y el pueblo de Dios.
Durante el recorrido se
elevaron oraciones y cantos de alabanza a Jesús Eucaristía, deteniéndose en los
altares levantados en las cuatro esquinas del principal paseo público de Capital,
que fueron preparados con esmero por miembros de la Pastoral de Juventud, Catequesis,
Pastoral Familiar y Liga de Madres.
A su arribo al atrio de la Catedral
Basílica, el Vicario General bendijo con el Santísimo Sacramento, como
culminación de esta verdadera manifestación pública de fe en torno a Jesús
Eucaristía.
#CorpusChristi2025
Fotos y videos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat