Al final del Evangelio según san Mateo leemos que, luego de la Resurrección del Señor y momentos antes de su Ascensión al Cielo, Jesús les dijo a los apóstoles: «Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que Yo les he encomendado. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia». (Mt. 28, 18-20)
En cumplimiento de este mandato dado por el Señor, la
Iglesia fue organizándose con la inspiración del Espíritu Santo. Así, se
instituyeron, por ejemplo, las órdenes sagradas.
Orden
episcopal
El miércoles 25 de junio tendrá lugar en Roma el Jubileo de
los Obispos. Es una oportunidad especial para que los católicos reflexionemos
sobre el ministerio de los obispos como pastores y sucesores de los apóstoles, que
guían a la Iglesia, enseñan las verdades de la fe y trabajan por su unidad.
El orden episcopal es el grado más alto de las tres órdenes
sagradas que, junto con el presbiterado y el diaconado, conforman el sacramento
del Orden. La ordenación episcopal confiere al obispo la plenitud del
sacramento, lo convierte en sucesor de los apóstoles y lo integra al Colegio
Episcopal, una comunidad de obispos que comparten con el Papa la
responsabilidad de gobernar, enseñar y santificar a la Iglesia. La ordenación
episcopal atestigua la continuidad de la sucesión apostólica, es decir, la transmisión
de la autoridad otorgada por Cristo a los apóstoles.
El obispo ordenado ejerce las funciones de enseñar, es decir, un magisterio; santificar, especialmente a través de
los sacramentos, y de gobernar en su
Diócesis, esa porción de la Iglesia a la que se la pone bajo su cuidado.
Durante la ordenación, el obispo recibe los símbolos del oficio: la mitra, un
distintivo de la dignidad episcopal; el anillo que simboliza el compromiso con
la Iglesia; el báculo pastoral, símbolo de autoridad y cuidado, y el Libro de
los Evangelios.
El Papa, como obispo de Roma y jefe del Colegio Episcopal,
es el garante de la unidad y la comunión de la Iglesia. Todos los obispos,
incluyendo los cardenales, están en comunión con él.
En la ceremonia litúrgica de ordenación episcopal un
Obispo, delegado por el Papa, es el ordenador y suele haber coconsagrantes que
participan en la imposición de manos y en la oración, dando inicio a la vida
episcopal del nuevo prelado.
Orden
presbiteral
Entre el miércoles 25 y el viernes 27 de junio será el
Jubileo de los Sacerdotes, quienes son hombres ordenados que comparten el
ministerio de Cristo a través de su predicación y administración de los
sacramentos.
El sacerdocio ministerial, también llamado sacerdocio
jerárquico, es un sacramento en la Iglesia Católica que confiere a ciertos
hombres un carácter especial para actuar en nombre de Cristo como pastores,
maestros y sacerdotes. Este sacerdocio, conferido a través de la ordenación,
está al servicio del sacerdocio común de los fieles, ayudándolos a crecer en su
propia fe y a realizar su vocación bautismal. Porque el sacerdocio ministerial
no se opone al sacerdocio común de los fieles, sino que lo complementa y lo
sirve.
En la ordenación de presbíteros, la Iglesia ora: «Dios, todopoderoso
y eterno [...] ya en la primera Alianza aumentaron los oficios, instituidos
como signos sagrados. Cuando pusiste a Moisés y a Aarón al frente de tu pueblo,
para gobernarlo y santificarlo, les elegiste colaboradores, subordinados en
orden y dignidad, que les acompañaran y secundaran. Así en el desierto
multiplicaste el espíritu de Moisés, comunicándolo a los setenta varones
prudentes con los cuales gobernó fácilmente a tu pueblo [...] Así también
hiciste partícipes a los hijos de Aarón de la abundante plenitud otorgada a su
padre...». Todas las prefiguraciones del
sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús,
"único [...] mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2,5).
En varias partes del Nuevo Testamento leemos que Cristo,
sumo sacerdote y único mediador, ha hecho de la Iglesia un Reino de sacerdotes
para su Dios y Padre. Toda la comunidad de los creyentes es, como tal,
sacerdotal. Los fieles ejercen su sacerdocio bautismal a través de su
participación, cada uno según su vocación propia, en la misión de Cristo,
Sacerdote, Profeta y Rey. Por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación
los fieles son "consagrados para ser [...] un sacerdocio santo" (LG
10).
“En el servicio eclesial del ministro ordenado, es Cristo mismo
quien está presente a su Iglesia como Cabeza de su cuerpo, Pastor de su rebaño,
Sumo Sacerdote del sacrificio redentor, Maestro de la Verdad. Es lo que la
Iglesia expresa al decir que el sacerdote, en virtud del sacramento del Orden,
actúa in persona Christi Capitis” (CIC 1548).
“Esta presencia de Cristo en el ministro no debe ser
entendida como si éste estuviese exento de todas las flaquezas humanas, del
afán de poder, de errores, es decir, del pecado. No todos los actos del
ministro son garantizados de la misma manera por la fuerza del Espíritu Santo.
Mientras que en los sacramentos esta garantía es dada de modo que ni siquiera
el pecado del ministro puede impedir el fruto de la gracia, existen muchos
otros actos en que la condición humana del ministro deja huellas que no son
siempre el signo de la fidelidad al evangelio y que pueden dañar, por
consiguiente, a la fecundidad apostólica de la Iglesia” (CIC 1550).
Por tanto, recemos por nuestro obispo Luis y por todos los
sacerdotes de la Diócesis de Catamarca, para que sean santos y ayuden a ser
santos a todos los miembros del Pueblo de Dios a ellos encomendados.
Imágenes: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat