Camino a la Beatificación

siguenos en facebook Canal de youtube siguenos en facebook

02 julio 2009

Decreto por el Año Sacerdotal


LUIS URBANČ,
POR LA GRACIA DE DIOS Y DE LA SEDE APOSTÓLICA,
OBISPO DE CATAMARCA


A todo el pueblo fiel de la Iglesia de Catamarca

“El sacerdocio es el amor del Corazón de Jesús”. Esta conmovedora expresión del Santo Cura de Ars nos impulsa a reconocer con devoción y admiración el inmenso don que son los sacerdotes para la Iglesia y para toda la humanidad. En efecto, un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una comunidad y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina.
Por ello, con gozosa y filial adhesión a la resolución del Santo Padre Benedicto XVI de declarar un “Año Sacerdotal”, también la Iglesia de Catamarca, en espiritual sintonía con la Iglesia extendida por todo el orbe, promueve el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo. Este tiempo, que sin duda será de gracias y bendiciones, se abrió ya el pasado 19 de junio, Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, y se extenderá hasta la fecha de la misma Solemnidad en el año dos mil diez.
Invito, aliento y exhorto a toda la comunidad diocesana a elevar fervientes súplicas por nuestros sacerdotes.
Pidan a Jesús, Sumo y Eterno Sacerdote, que les conceda la gracia de tender hacia una total identificación con el propio ministerio.
Que, en virtud de la oración del pueblo, nuestros sacerdotes sepan “hacerse presentes” ante aquellos cuyo cuidado espiritual y pastoral les fue confiado y sean dóciles al Espíritu Santo para saber descubrir, mediante el sentido de la fe, los múltiples carismas de los laicos, tanto los humildes como los más altos, reconocerlos con alegría y fomentarlos con empeño, abriendo generosamente el corazón a la fecunda, necesaria y amplia colaboración del laicado.
Oren para que nuestros sacerdotes se dejen impregnar por la Palabra de Dios, convirtiéndose en heraldos del Evangelio con el esplendor de su testimonio personal, siendo maestros con la palabra y con las obras.
Que ascienda al cielo la voz orante del pueblo fiel a favor de nuestros sacerdotes, obteniéndoles la gracia de zambullirse cotidianamente en el misterio pascual mediante una vívida celebración de la Santa Eucaristía y de ser cada vez más fieles y generosos administradores de la divina misericordia, erigiéndose en personeros de la confianza que sólo el Señor puede transmitir a quienes se sienten oprimidos por la tristeza, la exclusión, la soledad y la indiferencia.
No cese el pueblo creyente de interceder por aquellos que interceden cada día por el pueblo, participando con el ofrecimiento de la propia vida en la obra de la redención realizada por Jesús.
Que el común y piadoso anhelo de la comunidad se traduzca en espiritual ímpetu que ayude a nuestros sacerdotes a ser desinteresados canales de la solidaridad a favor de los menesterosos; puros con la castidad que conviene a quien debe tocar habitualmente con sus manos la Eucaristía, contemplarla con arrebatado corazón y distribuirla con paternal entusiasmo; obedientes por la práctica de aquello que filial y santamente puede ser ofrecido al Padre celestial; eclesiales por el cultivo de un eficaz ministerio sacerdotal desplegado en comunión con todo el presbiterio y con el Obispo.
En suma, los exhorto a rogar para que nuestros sacerdotes se sientan apremiados por el amor de Cristo y mueran con Él para dar vida al mundo.
Y dado que, además de aquellas gracias dispensadas por el Sumo Pontífice con ocasión del Año Sacerdotal, la Penitenciaría Apostólica delegó a los Ordinarios de lugar la facultad de determinar algunos días durante los cuales puedan los fieles beneficiarse con indulgencias plenarias, , concedo tales indulgencias a todo aquel fiel que, cumplidos los requisitos habituales, participe de la santa Misa y ofrezca por los sacerdotes de la Iglesia oraciones a Jesucristo y cualquier obra buena, el día del correspondiente Santo Patrono en todos los templos de la Diócesis, y cualquier día del Año Sacerdotal en el Santuario y Catedral Basílica de Nuestra Señora del Valle y en las sedes actualmente decanatales, esto es: el templo parroquial de “San José Obrero”, en el Departamento Capital; el templo parroquial de “San Juan Bautista”, en el Departamento Tinogasta; el templo del “Sagrado Corazón de Jesús”, en la ciudad de Chumbicha, Departamento Capayán; y el templo de “Nuestra Señora de la Merced”, en Icaño, Departamento La Paz.
Quiera nuestra Madre del Valle suscitar en cada uno de nuestros sacerdotes un generoso y renovado impulso de los ideales de total donación a Cristo y a la Iglesia de Catamarca, para que, dejándose conquistar por el Señor, sean mensajeros de esperanza, reconciliación y paz para nuestro pueblo.
Dado en San Fernando del Valle de Catamarca, Sede Diocesana, en la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, a veintinueve días del mes de junio del Año del Señor y Año Sacerdotal de dos mil nueve.

Pbro. Juan Néstor Olmos, Secretario Canciller
Mons. Luis Urbanč, Obispo de Catamarca