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09 agosto 2009

Mons. Urbanč: “Las Hermanas Dominicas son la sal y la luz que necesita nuestra Diócesis"







Enmarcado por frondosos árboles y bajo un cielo cubierto de nubes, el amplio predio de ingreso al Monasterio Inmaculada del Valle, ubicado camino a El Jumeal, fue el escenario donde se vivió una jornada de gozo y acción de gracias al Señor por los 30 años de la llegada de las Hermanas Dominicas a este valle bendecido por la Madre Morena.
El sábado 8 de agosto, día de Santo Domingo, fundador de la Orden de los Dominicos, la Diócesis de Catamarca celebró este importante acontecimiento eclesial, con la Santa Misa presidida por el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el Vicario General, Pbro. Julio Quiroga del Pino; el Vicario para la Educación, Pbro. Víctor Hugo Vizcarra; los Delegados Episcopales de la Catedral Basílica, Pbro. Domingo Chaves, y de la Pastoral Bíblica, Pbro. Oscar Tapia; el responsable de la Pastoral Social, Pbro. Héctor Salas; los párrocos de San Jorge, Pbro. Salvador Acevedo; del Sagrado Corazón de Jesús, Pbro. Gerardo Denett; y de San Pío X, Pbro. Gustavo Molas; el Pbro. José Antonio Díaz y el sacerdote dominico Miguel Cardozo.
Durante su homilía, Mons. Urbanč afirmó que “las Hermanas Dominicas han venido acá hace 30 años, y tenemos que estar contentos porque es un regalo de Dios”.
Al referirse al gestor de esta realidad, que hoy vivimos como Iglesia particular, dijo: “Me imagino la alegría que tendrá en el cielo Mons. Torres Farías, quien ha sido el impulsor de esta obra, para que la familia dominicana esté presente en Catamarca”.

Entrega total a Dios
Consideró que la memoria de Santo Domingo “es una ocasión propicia para poder reflexionar lo que significa la vida monástica, este precioso don para la Iglesia que haya hombres y mujeres que deciden vivir enteramente entregados a Dios, a la oración, al trabajo. En este caso desde la espiritualidad propia de Santo Domingo, quien decía que hay que hablar con Dios en la oración, y hablar de Dios a los hermanos. Esto lo hacen las Hermanas, eso necesitamos nosotros. Ellas, con su estilo de vida, nos recuerdan que tenemos que hablar con Dios. Y la oración es nuestro modo de hablar con Dios. Santo Domingo imprimió este estilo de vida en su tiempo”.

Testimoniar con la vida
El Obispo explicó que “los Santos han abierto el camino, dan ejemplo de vida, son testigos de lo que es la relación con Dios… Viven en una comunidad que alaba, bendice a Dios dando testimonio del misterio trinitario, que se transforma en esa pizca de sal que necesita nuestra Diócesis. Son luz, esa luz que brilla, que no se puede ocultar, es notorio para nuestra Diócesis este monasterio. Dios se nos hace muy cercano en esta comunidad”.
Asimismo, exhortó una vez más a rezar por las vocaciones: “Tenemos que cultivar esto en nuestras familias. ¿Cómo? Hablando de Dios en nuestra familia… Nadie sabe cuáles son los caminos que el Señor tiene preparados para nosotros. Cuando Dios nos elige no lo hace porque somos buenos, sino porque lo quiere. Nosotros tenemos que poner nuestra libertad al servicio de Dios. Y esto nos nace de hablar con Dios”, afirmó.

Bodas de Oro matrimoniales
Durante la celebración eucarística se elevaron súplicas por los 50 años de vida matrimonial de Mery y Domingo Chaves (papás del sacerdote Domingo Chaves), quienes también llegaron de Córdoba a Catamarca de la mano de Mons. Pedro Alfonso Torres Farías. “Cuando ellos cumplían 20 años de casados, las Hermanas Dominicas comenzaban su vida monástica, qué hermosa coincidencia”, expresó el Obispo.

Antes de finalizar la ceremonia religiosa, la Hermana Jesús, fundadora de la casa de las Monjas Dominicas en Catamarca, se dirigió a los presentes para manifestar su agradecimiento a la comunidad catamarqueña por el apoyo que siempre han recibido desde que pisaran suelo catamarqueño.
Como corolario, las Hermanas de Clausura recibieron el saludo y el afecto de quienes se acercaron a su casa para compartir esta verdadera fiesta de la fe.