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11 septiembre 2009

“Maestro, ¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna?

Septiembre es muy especial para la sociedad, ya comenzamos a sentir la pujanza de la vida primaveral aunque todavía estamos en invierno y, de modo especial, esa vida compartida durante largas horas en las Escuelas, Colegios, Jardines e Institutos Superiores o Universidad, nos hace vivirlo como un mes dedicado a la Educación.
Hoy, mirando al verdadero Maestro, que es Jesús, en nombre de la Iglesia , Madre y Maestra, saludo cordialmente a todos los que escucharon en su corazón el llamado a ser Educadores, a compartir con el Señor la preciosa misión de formar personas colaborando con las familias, primeras educadoras de las generaciones.

En estos tiempos tan especiales que vive el mundo, la Nación , la Provincia , las Instituciones Educativas, es importante agradecer a los educadores, de ayer y de hoy, por ponerse al servicio de tantas personas para cultivar la pasión por la Verdad , que nos hace libres, y trabajar por el bien común, expresión de justicia y caridad, tan necesaria en nuestro Pueblo.
¿Cómo no agradecer a quienes fueron nuestros Maestros, Profesores, como también a Preceptores, Ordenanzas, si cada uno de ellos pasó por nuestras vidas compartiendo las suyas, para que seamos hombres y mujeres de bien?

¿Cómo no reconocer la ayuda inmensa que prestan los educadores a las familias, ayudando a los padres y tutores a formar, contener, hacer crecer a sus hijos? ¿Nos damos cuenta cuánto tiempo pasan nuestros hijos en la Escuela , compartiendo su vida con los Maestros, Profesores y compañeros y cuánto tiempo comparten en nuestros propios hogares con sus padres y hermanos?

¿Cómo no levantar la mirada sobre nuestro amplio territorio catamarqueño y ver a tantos hermanos, mujeres y varones, que día a día, dan vida a nuestra sociedad haciendo historia, apostando al presente y al futuro? Pienso en estos momentos en los docentes que son personal único en zonas alejadas, donde son presencia, autoridad, en medio de otros catamarqueños que viven en pequeños poblados de nuestros cerros, y tienen un calendario especial de clases por las inclemencias del tiempo, conviviendo con la pobreza y la soledad, pero dando su riqueza y haciendo comunidad.

Pienso en aquellos docentes que luchan con los padres esperanzados en lograr la creación de escuelas para niños y adultos con capacidades especiales, aquellos que pudieron ver en sus personas la dignidad y las capacidades que otros no ven.

Pienso en los docentes que educan en la Capital y en el Interior, en zonas urbanas y en zonas rurales, en aquellos que comparten con sus colegas y en aquellos que sólo están con sus alumnos; en los que trabajan en sistemas educativos públicos estatales, municipales, de gestión privada, confesionales o no; en los que forman niños, jóvenes y adultos; en los que están en la educación formal o en la educación no formal; en los que llevan la esperanza a los internos del Servicio Penitenciario; a los que están ejerciendo y a los que, siendo jubilados, no pueden dejar de ejercer porque llevan su vocación en el corazón para toda la vida. Creo firmemente que todos son igualmente valiosos, porque hay una o muchas personas que reciben de ellos parte de sus vidas para aprender a vivir.

Gracias, queridos docentes, porque a las puertas del Bicentenario de nuestra Patria, pocas profesiones hacen Patria como ustedes, pero como próceres anónimos, héroes y heroínas de nuestro tiempo, redoblemos nuestros esfuerzos por la Patria que nos necesita.

Gracias, queridos docentes, porque siguen siendo, explícita o tácitamente, presencia e instrumentos de bien y verdad.

De modo particular, quiero agradecer a los docentes cristianos, que en Colegios confesionales y no confesionales, como fermento en la masa, siguen sembrando la semilla del Reino de Dios.

Ante la pregunta del joven rico a Jesús: “¿Qué debo hacer para ganar la vida eterna?”, ojalá escuchemos con el corazón, la respuesta comprometedora del Maestro: “Ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”. La riqueza del docente es su persona y su sabiduría, los pobres son los que tienen necesidad de saber vivir.

Dios los bendiga y les dé el ciento por uno de lo que hacen.


Pbro. Víctor Hugo Vizcarra
Vicario Episcopal para la Educación
OBISPADO DE CATAMARCA