En la noche del viernes 5,
el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, ordenó sacerdote al joven Gabriel
Cayetano Lencina, durante la Santa Misa presidida en el Altar Mayor de la
Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle y concelebrada por numerosos
sacerdotes del clero catamarqueño y de diócesis vecinas.
Participaron religiosas
llegadas de La Rioja y Brasil, seminaristas que compartieron el periodo de
formación con Cayetano en el Seminario Mayor de la Arquidiócesis de Tucumán, y
una gran cantidad de fieles llegados de distintos puntos del territorio
diocesano, quienes colmaron el templo, para dar gracias a Dios por el don del
sacerdocio y acompañar al joven catamarqueño en este feliz acontecimiento.
En el inicio de la
ceremonia, se dio lectura al
decreto correspondiente y el Pbro. Julio Ávalos,
responsable de la Pastoral Vocacional, presentó al candidato al Obispo
Diocesano, quien en su homilía, expresó su alegría y agradecimiento,
manifestando: “El Señor nos bendice con el don del sacerdocio ministerial.
Muchas gracias, Cayetano, por tu sí, semejante al de la Virgen María, muchas
gracias a los papás, Julio César y María Cristina, por su generosidad y
cristiano acompañamiento en estos largos años de formación en el hogar y en el Seminario
de Tucumán. Muchas gracias a los formadores y profesores del
Seminario de
Tucumán representados por su rector, el Pbro. Marcelo Lorca”. También expresó
su gratitud al presbiterio de Catamarca y a toda la comunidad que acompañó de
un modo u otro a Cayetano en sus diferentes etapas, en cada parroquia y cada
equipo de pastoral.
Dirigiéndose al joven
diácono refirió: “Pensando en mi ordenación sacerdotal hace 36 años atrás, me
imagino y me pongo en tu lugar. Cuántos sentimientos e ilusiones estarán
ocupando tu mente en estos días y sobre todo en esta hora, que adquiere un
significado profundo unido a la Hora de Jesús, según el decir del evangelista
san Juan”.
En otro tramo de su mensaje
indicó: “En primer lugar aparece con mucha fuerza el llamado que Dios te ha
hecho en consonancia con el profeta Jeremías: ‘Antes que te formaras en el
vientre de tu madre, te conocía y te consagré’. En segundo lugar, tienes que
saber y aceptar que tú eres la respuesta de Dios a la súplica
incesante que le
hace su pueblo, como eco de la incisiva exhortación de Jesús: ‘La mies es
abundante y los obreros pocos; rueguen pues al dueño de la mies que mande
obreros a su mies’. En tercer lugar, te asaltará el temor ante tamaña
responsabilidad, por ser consciente de tus límites, carencias, deficiencias de
los que de hoy en más serán tus hermanos en el presbiterio y las dificultades
actuales por las que pasa la Iglesia”.
Asimismo, pidió a los laicos
y sacerdotes, que “sigamos rezando y trabajando por las vocaciones
sacerdotales, religiosas y misioneras, a fin de que a nuestra diócesis no le
falten humildes, sabios y santos servidores del pueblo de Dios, dispensadores
de los sacramentos y verdaderos artesanos de la caridad cristiana”.
También rogó “a la Santísima
Virgen del Valle que cubra en todo momento con su manto materno a nuestro
hermano Cayetano para que sea sacerdote según el Corazón de Cristo, siempre
cercano a los pobres,
enfermos y golpeados por la dureza de la vida y la
indiferencia de los demás. Que sea fiel al Señor que lo llamó y dé testimonio
de esta fidelidad en un mundo descreído de ella. Que haga de su vida una diaria
oración y ofrenda al Buen Padre Dios para ser ante los demás un auténtico
maestro de relación con Dios, con el prójimo y con la creación. Y que llegue a
ponerse a la altura de la humildad, sabiduría, pobreza, generosidad,
sacrificio, abnegación y servicio de nuestro querido comprovinciano el Venerable
Padre Esquiú, de quien ya tenemos en esta Catedral Basílica unas reliquias,
para Gloria de Dios y santificación de la Iglesia”.
Continuando con la liturgia,
Cayetano Lencina prometió obediencia y respeto al Obispo y a sus sucesores, y
se postró en el suelo mientras la asamblea cantaba las letanías de los santos. Seguidamente,
se realizó la imposición de las manos por parte del Obispo y de todos los
sacerdotes presentes.
En un emotivo momento, Mons.
Urbanc ungió las manos de Cayetano con el Santo Crisma y luego fue revestido
por sus padrinos sacerdotes con la estola y la casulla. También recibió el
cáliz y la patena, y con un fuerte aplauso de los presentes, pasó a formar
parte de los celebrantes en el altar.
La celebración continuó de
la forma acostumbrada; y después de la comunión, el flamante sacerdote se
consagró a la Virgen del Valle y recibió una bendición especial del Obispo.
De esta manera, la Iglesia
catamarqueña participó con alegría de otro gran acontecimiento, sumado al vivido
el día anterior con el recibimiento de las reliquias de Fray Mamerto Esquiú, actualmente
expuestas en la Catedral Basílica.