El jueves 4 de octubre, día
de San Francisco de Asís, la Iglesia de Catamarca vivió una jornada histórica
con el arribo desde Córdoba de las reliquias del Venerable Fray Mamerto Esquiú.
Luego de un intenso recorrido que unió lugares estratégicos de su vida, como El
Suncho (La Paz), donde murió; Piedra Blanca (Fray Mamerto Esquiú), su tierra natal;
el convento franciscano, donde abrevó su formación en el carisma del Pobre de
Asís; desde anoche quedaron expuestas una vértebra y una falange de su cuerpo
en la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle. Esto es motivo
para pedir a Dios su pronta beatificación, en este tiempo de preparación para
el Jubileo por el hallazgo de la Imagen de la Patrona de Catamarca, en 2020.
El
Suncho, el primer paso
El intenso recorrido, que
abarcó más de 200 kilómetros, comenzó a la mañana con el arribo de las
reliquias a territorio catamarqueño en las manos del Obispo Diocesano, Mons.
Luis Urbanc, acompañado por el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio
Quiroga del Pino, provenientes de la provincia de Córdoba. En el límite fueron
recibidos por el párroco de la zona, Pbro. Domingo Chaves, y autoridades
civiles, encabezadas por los intendentes de Recreo, Prof. Roberto Herrera, y de
Icaño, Dn. Pío Carletta. Desde allí continuaron hasta el Cristo ubicado en ruta
nacional N° 157, donde lo esperaban el Obispo Emérito de La Rioja, Mons.
Roberto Rodríguez, delegaciones escolares y vecinos, quienes emocionados rezaron
juntos la oración pidiendo por la beatificación del fraile catamarqueño.
Luego continuaron en
caravana hacia El Suncho, deteniendo la marcha en la ermita levantada en
Esquiú, que fue bendecida por el Obispo, y también frente a la escuela N° 215
Esther Ana Romero, donde los niños aguardaban con entusiasmo el paso de las
reliquias que pudieron observar de cerca. Las casas se vistieron de fiesta con
gallardetes y banderas, mientras los pobladores saludaban con aplausos este
momento.
En el predio de El Suncho
tuvo lugar el acto protocolar con la lectura de decretos y las palabras del
intendente Recreo, tras lo cual se ofició la Santa Misa, presidida por Mons.
Luis Urbanc y concelebrada por Mons. Roberto Rodríguez, el Vicepostulador de la
Causa, Fray Marcelo Méndez; los sacerdotes del clero catamarqueño, Pbro. Julio
Quiroga del Pino, Pbro. Domingo Chaves, Pbro. Sergio Chumbita; y el párroco de
Jesús María, Pbro. Julio Aguirre. Participaron el Guardián del convento
franciscano de Catamarca, Fray Alejandro Verón; autoridades civiles, delegaciones
escolares con sus abanderados y escoltas y cientos de fieles y devotos que se
dieron cita en el amplio predio del pequeño paraje lapaceño.
En
su tierra natal, una fiesta
En horas de la siesta, la
caravana pisó territorio chacarero, haciendo una breve parada en la plaza El
Aborigen (Valle Viejo), donde se apostó un grupo de vecinos y autoridades del
municipio local, continuando su camino hacia el vecino departamento.
En la rotonda de San Antonio
esperaban el párroco, Pbro. Juan Olmos, junto con las autoridades civiles
encabezadas por el Intendente de Fray Mamerto Esquiú, Dr. Guillermo Ferreyra, y
cientos de niños de las escuelas del medio, gauchos a caballo y pobladores llegados
desde distintos puntos del departamento.
Allí se llevó a cabo un emotivo
acto protocolar en el que se escucharon palabras de bienvenida por parte del
jefe comunal y alusivas a cargo del profesor Mario Vera, entre otros oradores.
Se desplegaron coloridos
homenajes culturales con música, canto y danza, y continuó la multitudinaria
marcha hacia Piedra Blanca, con las reliquias colocadas sobre un altar preparado
en una carroza temática, donde se observaban elementos de la labor familiar,
como el telar y el arado. Detrás iban dos sulkys llevando al Obispo y al Párroco,
y a cada paso se sumaban más vehículos y gente de a pie que se volcó a la vera
de la ruta provincial N° 41 lanzando papelitos picados al aire, y agrupaciones
de gauchos acompañaron todo el trayecto.
Antes de llegar a la plaza
principal, las
reliquias fueron llevadas en andas, precedida por la imagen de
San Francisco de Asís, hasta el templo parroquial de San José, donde se realizó
una celebración de acción de gracias con Adoración Eucarística, presidida por
el Vicario General de la Diócesis, Pbro. Julio Quiroga del Pino. La misma contó
con la presencia de autoridades civiles y de las fuerzas de seguridad, banderas
de ceremonia de la Policía de la Provincia y de las agrupaciones gauchas y de
los establecimientos educativos del departamento, junto con sus directivos,
docentes y alumnos, quienes desbordaron el antiguo templo.
Luego de la proclamación de
la Palabra de Dios, se leyó una reseña sobre Esquiú escrita por el historiador,
Mgter. Marcelo Gershani Oviedo, quien no pudo estar presente.
Durante la ceremonia
litúrgica, animada por el coro Cantus Nova, representantes de todas las
comunidades que conforman la jurisdicción parroquial se presentaron con
imágenes de sus templos, colocadas a los pies de la urna con las reliquias.
Luego de la bendición final,
se bordeó la plaza en peregrinación hasta la Casa Natal, donde los fieles se
acercaron a las reliquias del hermano franciscano nacido en esas tierras. Luego
de la bendición final continuó su viaje hacia la ciudad capital.
En
el convento franciscano
La plazoleta del convento francisano
San Pedro de Alcántara, ubicada en la intersección de calles Esquiú y Rivadavia,
fue el epicentro del alegre y sentido homenaje brindado por la comunidad
franciscana y del Colegio Padre Ramón de la Quintana al hijo de la Orden fundada
por San Francisco de Asís que camina hacia los altares. Allí hubo discursos
pronunciados por el Prof. Mario Veras, docente del establecimiento educativo, y
por la doctora María Josefina Kanter, Hermana Ministra de la Orden Franciscana
Seglar de Catamarca.
Por su parte, Fray Eligio
Bazán elevó una plegaria por la paz, y la oración por la beatificación.
Seguidamente dio inicio la
procesión hacia la Catedral Basílica, que congregó a una gran cantidad de
personas de distintas edades, los jóvenes llenaron de color y alegría las
calles con batucadas y murgas. Los niños de los jardincitos y de la primaria se
vistieron con el hábito franciscano, y grandes pancartas mostraron imágenes y
mensajes del Venerable Esquiú.
En
la Catedral Basílica
A medida que la marcha
procesional arribaba a la Catedral Basílica, en el Paseo de la Fe esperaban la
Gobernadora de la provincia, Dra. Lucía Corpacci, y el Intendente de Fray
Mamerto Esquiú, Dr. Guillermo Ferreyra, junto con miembros de sus respectivos
Gabinetes, mientras resonaban los acordes de la Banda de Música de la Policía
de la Provincia, acompañando este emotivo momento.
Ya en el atrio del templo,
el Rector del Santuario Mariano, Pbro. José Antonio Díaz, dirigió las palabras
de bienvenida expresando: “Querido padre y hermano Fray Mamerto, nos alegramos
de recibir una porción del templo santo que es tu cuerpo consagrado en el
bautismo”, y recordó que el P. Esquiú ayudó a proyectar la Catedral y fue en
este mismo lugar donde en 1853 pronunció el Sermón de la Constitución.
“Este lugar es el corazón de
nuestra diócesis, es tu casa porque es la casa de tu Madre a la que tantas
veces acudiste para discernir tu destino y la voluntad del Señor, para saber
qué decisiones debías tomar”, manifestó.
Además de otros conceptos
recordó “un detalle muy significativo”, dijo, refiriéndose a la sugerencia que
le hizo al Vicario Segura, para que se colocara en la fachada de la Catedral,
además de la Cruz, una imagen de la Inmaculada Concepción, que hoy se observa
en lo alto del principal Santuario de Catamarca.
Luego, ante el caluroso
aplauso de los presentes, ingresaron las reliquias en manos del responsable del
Santuario Mariano, seguidas del Obispo y numerosos sacerdotes del clero
local y
algunos llegados de provincias vecinas, para dar inicio a la Solemne Eucaristía.
Participó la Señora
Gobernadora, el Intendente de Fray Mamerto Esquiú, entre otras autoridades
provinciales y del vecino municipio, y cientos de fieles y devotos que desbordaron
el templo catedralicio.
En el inicio de su homilía. El
Obispo dijo: “Con esta Santa Misa llegamos a la cima de esta jornada
transcurrida en la piedad fraternal. Hoy hemos renovado nuestra relación de
hermanos con el Venerable Mamerto Esquiú y entre nosotros, hijos, como él de
esta tierra bendecida por la especial presencia de María”.
Destacó que “junto a San
Francisco de Asís y al amparo de nuestra Madre celestial, de la mañana a la
noche hemos elevado fervientes súplicas al Señor rogando por la pronta
beatificación del Venerable Esquiú”.
Para finalizar, animó a los
presentes a que “culminemos esta fatigosa jornada uniéndonos a Jesús en el
sacrificio y sacramento de la Eucaristía, y, en su nombre, demos gracias al
Padre Eterno por el regalo para nuestra comunidad del precioso don de este Venerable
fraile, cuya palabra ilumina los siglos y cuya vida honra nuestra historia”.
“Quiera el Señor multiplicar
sus dones concediéndonos la gracia de la pronta beatificación del Padre Esquiú,
para que nuestro pueblo encuentre un nuevo motivo de alegría, de unidad y de
fraternidad”, señaló.
Antes de impartir la
bendición final, las reliquias fueron llevadas en procesión hasta el altar ubicado
en una de las naves laterales de la Catedral Basílica, donde quedaron expuestas
a todos los fieles catamarqueños y peregrinos que lleguen a pedir su intercesión.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA EN LA CATEDRAL
Queridos hermanos e hijos en
el Señor:
Con esta Santa Misa llegamos
a la cima de esta jornada transcurrida en la piedad fraternal.
Hoy hemos renovado nuestra
relación de hermanos con el Venerable Mamerto Esquiú y entre nosotros, hijos,
como él, de esta tierra bendecida por la especial presencia de María.
¡De la mano de la Virgen del
Valle, fuimos protagonistas de una fiesta centrada en la verdadera hermandad
que procede de Jesús y une a sus discípulos de la tierra, del purgatorio y del
cielo!
Hoy también nos acompañó San
Francisco de Asís con su amor orante y protector, para enseñarnos a amar al
Señor, al prójimo y a toda la creación, con un afecto hecho de gratitud,
cuidado, desprendimiento y admiración.
Junto a él y al amparo de
nuestra Madre celestial, de la mañana a la noche hemos elevado fervientes
súplicas al Señor rogando por la pronta beatificación del Venerable Esquiú.
Dejémonos ahora iluminar por
los textos bíblicos proclamados que nos presentan a Jesús como maestro, tesoro,
redentor y ejemplo del creyente.
Jesús es el Maestro. Él nos
dijo que nadie conoce al Hijo sino el Padre, y que nadie conoce al Padre sino
el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Conocer a Jesús es una
gracia del Padre. Conocer al Padre es una gracia de Jesús. Y en esto se cifra
la vida eterna. Quien conoce al Padre y a Jesús, anticipa el cielo en la
tierra. De esta experiencia primera se sigue la plena fidelidad al Evangelio
del Señor. Abramos, pues, la mente y el corazón para escuchar la voz docente
del Padre y del Hijo. Y como dóciles discípulos de Jesús, accedamos al gozoso
conocimiento por la fe de Aquel a Quien nadie ha visto jamás, para que cumpliendo
su voluntad en la tierra, lo veamos cara a cara en el cielo.
Jesús es nuestro Tesoro. En
el salmo responsorial decíamos que el Señor es nuestro bien, nuestra herencia,
nuestro refrigerio y nuestro destino. Y así es, en efecto, porque nadie es
grande comparado con Dios y nadie y nada es grande comparado con Jesús. La
memoria litúrgica de San Francisco de Asís y la memoria histórica de Fray
Mamerto Esquiú nos mueven a proclamar que Jesús es el verdadero tesoro del
creyente; tesoro que sacia los anhelos del alma, colma todas nuestras
expectativas, enriquece nuestras personas y permanece para siempre; tesoro que
nadie nos podrá quitar. Por eso San Pablo hacía oír su voz para proclamar que
en el mundo nada cuenta fuera de la creación nueva; la que no es otra cosa que
el efecto en nosotros de la presencia de Jesús y de la acción de su gracia, por
la cual somos justificados y hechos hijos del Padre en el Señor. Jesús es,
pues, nuestro tesoro inagotable que nos enriquece con la nueva creación.
Jesús es nuestro Redentor.
El Apóstol proclamaba que los cristianos sólo hemos de gloriarnos en la cruz de
Nuestro Señor Jesucristo, porque por ella somos salvados. Nadie se salva a sí
mismo. Somos salvados gratuitamente por la cruz del Señor. Allí está depositada
la salvación, conseguida de una vez y para siempre para toda la humanidad. De
allí brota la fuerza redentora que cada uno recibe al aceptar libremente y en
virtud de la gracia, lo que el Señor nos ofrece. La cruz, sin embargo, no es
una carga insoportable, porque el mismo Jesús nos dice: “Vengan a mi todos los
que están fatigados y agobiados, y yo les daré descanso”. La cruz no aumenta
nuestras fatigas. Por el contrario, la cruz mitiga nuestras penas y nos
consuela en las aflicciones. Amar la cruz del Señor y adherirse a ella, es
encontrar el verdadero reposo para la vida.
Jesús es nuestro Ejemplo. Él
dijo: “tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde
de corazón”. El complejo de la gracia y las virtudes constituyen el yugo que
nos unen a Jesús y nos asemejan a Él. Pero hemos de advertir que, de entre
todas las virtudes, Él señala explícitamente dos que hemos de imitar con
especial ahínco: la mansedumbre y la humildad. En estos tiempos de violencia,
desencuentros, enemistades, animosidades y desconfianzas, Jesús nos exhorta a
imitarlo en su mansedumbre, que es la clave para heredar la tierra, es decir:
para vivir en armonía con todos. En estos tiempos de soberbia y orgullo, de
autosuficiencia y desprecio de los demás, de olvido de Dios y exaltación del
hombre sin Dios, Jesús nos llama a hacer nuestra su humildad, que es la clave
para conocer nuestras limitaciones y para hacernos conscientes de la constante
necesidad que tenemos de la asistencia divina y de la ayuda humana. Imitemos a
Jesús, manso y humilde de corazón, para aligerar el alma de las más pesadas
cargas de la vida y zambullirnos en un mar de concordia, de descanso y de
esperanza.
Queridos hermanos, en el
curso de los siglos, muchos cristianos siguieron más de cerca los pasos del Señor
y lo imitaron con mayor fidelidad. Creemos que entre ellos se cuenta el
Venerable Fray Mamerto Esquiú. Por eso nos unimos al sentimiento popular que lo
considera un discípulo ejemplar de Jesús y pedimos su pronta beatificación. Sus
reliquias nos mueven a orar con mayor instancia. Su misteriosa presencia nos
impulsa a imitar su vida.
Culminemos esta fatigosa
jornada uniéndonos a Jesús en el sacrificio y sacramento de la Eucaristía, y,
en su Nombre, demos gracias al Padre Eterno por el regalo para nuestra comunidad
del precioso don de este Venerable fraile, cuya palabra ilumina los siglos y
cuya vida honra nuestra historia.
Quiera el Señor multiplicar
sus dones concediéndonos la gracia de la pronta beatificación del Padre Esquiú,
para que nuestro pueblo encuentre un nuevo motivo de alegría, de unidad y de
fraternidad.
Con Nuestra Madre del Valle,
con San Francisco de Asís y con el Venerable Esquiú, hago mías las palabras del
Apóstol para desearles a todos paz y misericordia de parte del Señor.