“Necesitamos afianzar la cultura del agradecimiento, pues esto nos humaniza y posibilita crecer en humildad”
El Obispo presidió la Eucaristía acompañado de todo el clero diocesano, que se encuentra realizando los ejercicios espirituales. Por la mañana hubo repique de campanas, a la hora en que se registró el movimiento telúrico.
El martes 7 de septiembre, Día del Milagro, los catamarqueños
elevaron su acción de gracias a la Madre del Valle por su protección durante el
sismo de 2004. Las celebraciones comenzaron en horas de la mañana con la
Eucaristía y el repique de campanas.
Por la tarde, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, presidió
la Misa central, concelebrada por sacerdotes del clero catamarqueño -quienes están
participando esta semana de los ejercicios espirituales-, en la Catedral
Basílica y Santuario del Santísimo Sacramento y de la Virgen del Valle.
Los fieles se dieron cita en el templo catedralicio observando los protocolos para la prevención de Covid-19, mientras que muchos otros participaron de la ceremonia litúrgica a través de la transmisión por las redes sociales.
En el inicio de su homilía, Mons. Urbanc agradeció la participación en esta
celebración, “ya que necesitamos afianzar mucho más la cultura del
agradecimiento, pues esto nos humaniza y posibilita crecer en humildad”, dijo.
Luego hizo mención a la beatificación de Esquiú, expresando que “el pasado sábado 4 de septiembre quedará en los anales de la historia de Catamarca puesto que el Cielo bajó nuevamente a Piedra Blanca para beatificar a Mamerto Esquiú, a quien hizo nacer y crecer allí. Con lo cual nos ha ofrecido un gran consuelo ante la privación de haber celebrado, como nosotros hubiésemos querido, los 400 años de la presencia de la Virgen del Valle con la realización del IV Congreso Mariano Nacional. Tuvimos que hacerlo como Dios lo dispuso. Él sabe porque ordena los acontecimientos como se han dado. Seguro que es para nuestro mejor provecho”. Luego rogó: “¡Señor, auméntanos la fe! para que sepamos vivir haciendo tu Santa Voluntad”.
Al referirse al Día del Milagro, manifestó que “hoy nos hemos
congregado para volver a poner nuestra atención en aquel dramático terremoto
que no se salió con la suya, puesto que nuestra Madre Celestial del Valle nos
cubrió con su manto y no tuvimos que lamentar víctima alguna. ¡Qué importante
es tener buena memoria para no apartar nuestros pasos y los de nuestros
sucesores del lado del Señor y de la Virgen María, ya que sólo en ellos podemos
encontrar paz y seguridad!”.
En otro tramo de su predicación, el Pastor Diocesano afirmó
que “el Señor Jesús, hoy, nos está llamando nuevamente a seguirlo, como hizo
con los Doce Apóstoles, en gesto de amistad personal, a ser testigos de las
maravillas que obra en nosotros y por medio nuestro”.
En la parte final de su reflexión se dirigió a la Madre de los catamarqueños con estas palabras: “Santísima Virgen del Valle, vuelto a Ti, te suplico por Catamarca, por cada uno de los que caminamos su suelo bendecido y protegido por tu maternal y divino amor. Concédenos tener memoria y ser cada día más agradecidos con tantos dones con que el Buen Dios nos engalana. Ayúdanos a ser fieles a nuestra condición de hijos de Dios y hermanos los unos de los otros. No dejes de caminar con nosotros
para que internalicemos que nos necesitamos los unos a los otros con respeto y cordialidad”.
Y siguió peticionando a la Madre Morena: “Pon en nuestros
corazones los deseos que Tú tienes de Dios, de estar con Él, de amar como Él,
de servir como lo hizo tu amado Jesús, de hacer presente el Reino de Dios con
todas las fuerzas, la creatividad y tenacidad que hagan falta. Danos el
perseverar en los propósitos que nos hacemos y que los logros no nos
envanezcan, ni nos aparten de Dios ni de los demás”.
“¡Madre querida, que jamás se nos ocurra que podemos prescindir de persona alguna, más aún que tengamos la firme convicción de que nos
necesitamos los unos a los otros, como nos enseña el mismo Dios que siempre quiere contar con nosotros para llevar a cabo su Obra, así como lo hizo contigo! ¡Gracias, Madre! Amén”, concluyó.
Al finalizar la Santa Misa, el Obispo con los sacerdotes se
dirigieron hasta el altar dedicado al Beato Mamerto Esquiú donde están
expuestas sus reliquias y su imagen.
TEXTO COMPLETO DE LA
HOMILÍA
Queridos hermanos:
Bienvenidos a esta
celebración; y muchas gracias por participar en ella, ya que necesitamos
afianzar mucho más la cultura del agradecimiento, pues esto nos humaniza y
posibilita crecer en humildad.
El pasado sábado 4 de setiembre quedará en los anales de la historia de Catamarca puesto que el Cielo bajó nuevamente a Piedra Blanca para beatificar a Mamerto Esquiú a quien hizo nacer y crecer allí. Con lo cual nos ha ofrecido un gran consuelo ante la privación de haber celebrado, como nosotros hubiésemos querido, los 400 años de la presencia de la Virgen del Valle con la realización del IV Congreso Mariano Nacional. Tuvimos que hacerlo como Dios lo dispuso. Él sabe porque ordena los acontecimientos como se han dado. Seguro que es para nuestro mejor provecho. ¡Señor, auméntanos la fe! para que sepamos vivir haciendo tu Santa Voluntad.
Hoy nos hemos congregado para volver a poner nuestra atención en aquel dramático terremoto que no se salió con la suya, puesto que nuestra Madre Celestial del Valle nos cubrió con su manto y no tuvimos que lamentar víctima alguna. ¡Qué importante es tener buena memoria para no apartar nuestros pasos y los de nuestros sucesores del lado del Señor y de la Virgen María, ya que sólo en ellos podemos encontrar paz y seguridad!
Por eso, dejemos que
resuene de nuevo en nuestro corazón la Palabra de Dios: “Vivan en Cristo Jesús,
el Señor, tal como ustedes lo recibieron, arraigados y edificados en él,
apoyándose en la fe que les fue enseñada y dando gracias constantemente” (Col
2,6-7).
Más aún, ante las
novedades de moda, fruto de ir olvidando de ser agradecidos con nuestro Buen
Padre, Dios, Él mismo nos exhorta a que “no nos dejemos esclavizar por nadie
con la vaciedad de engañosas filosofías, inspiradas en tradiciones puramente
humanas y en los elementos del mundo, y no en Cristo… pues en el bautismo
fuimos sepultados con él, y con él resucitamos, por la fe en el poder de Dios
que lo resucitó de entre los muertos. Estábamos muertos a causa de los pecados
y de la incircuncisión de la carne, pero Cristo nos hizo revivir con él,
perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era
contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz”
(cf. Col 2,8.12-14).
Por eso, los invito a que no nos cansemos de repetir hasta tener la firme convicción de que “El Señor es bueno con todos”, y con el salmista digamos: “Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. El Señor es clemente y
misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas” (Sal 144,1-2.8-11).
El Señor Jesús, hoy,
nos está llamando nuevamente a seguirlo, como hizo con los Doce Apóstoles, en
gesto de amistad personal, a ser testigos de las maravillas que obra en
nosotros y por medio nuestro.
Al igual que Jesús,
hemos de tomarnos el suficiente tiempo para orar, para discernir la Voluntad de
Dios Padre, si es que esperamos ser fieles al plan de Dios y de perseverar en
el mismo, en medio de las contrariedades de la vida terrena, estemos donde
estemos.
Sigamos el sencillo
modo de vivir de Jesús: sin recurrir a muchos proyectos, papeles, documentos o
reuniones. Él lo tiene claro: reza, vive con su comunidad de discípulos y sale
a la calle a evangelizar, predicando el Evangelio y haciendo el bien a la
gente. Quien ama de verdad a Dios, como Jesús, no necesita de grandes planes y
posibilidades, sencillamente hace lo que tiene para hacer cada día, allí donde
está y con quienes está: gente sencilla, pobre, con escasos recursos
personales, bastante nacionalistas. Hasta figura el traidor, el Iscariote, que lo entregará al
enemigo. Luego, poco a poco, los irá cambiando; su presencia, constante y
activa, los trasformará. Desde luego, derribando fronteras y murallas para
abrirlos a un destino universal… “Con ellos”, entonces, “con nosotros”, hoy,
bajará al valle para comenzar o continuar la actividad evangelizadora: predicar
y sanar, con la “fuerza que sale de él y que cura a todos” (cf. Lc 6,19).
Miramos la escena, y
parece fácil, pero no lo es. Jamás olvidemos que es arduo y laborioso dar
unidad a nuestra vida: saber conjugar la oración, el vivir con los más cercanos
y hacer el bien a todos. ¡Ojo con la dispersión! Hacemos muchas cosas, pero no
somos fecundos, pues nos falla la raíz. No nos engañemos y tomemos conciencia
que es prioritario tener la convicción de que “estar con Él”, en profunda
adoración y contemplación, como vemos en Él en relación con su Padre, es lo
primero; así nos alimentamos y fortalecemos para tener qué ofrecer, qué decir y
el modo de hacerlo.
Santísima Virgen del
Valle, vuelto a Ti, te suplico por Catamarca, por cada uno de los que caminamos
su suelo bendecido y protegido por tu maternal y divino amor. Concédenos tener
memoria y ser cada día más agradecidos con tantos dones con que el Buen Dios
nos engalana. Ayúdanos a ser fieles a nuestra condición de hijos de Dios y
hermanos los unos de los otros. No dejes de caminar con nosotros para que
internalicemos que nos necesitamos los unos a los otros con respeto y
cordialidad. Pon en nuestros corazones los deseos que Tú tienes de Dios, de
estar con Él, de amar como Él, de servir como lo hizo tu amado Jesús, de hacer
presente el Reino de Dios con todas las fuerzas, la creatividad y tenacidad que
hagan falta. Danos el perseverar en los propósitos que nos hacemos y que los
logros no nos envanezcan, ni nos aparten de Dios ni de los demás. ¡Madre
querida, que jamás se nos ocurra que podemos prescindir de persona alguna, más
aún que tengamos la firme convicción de que nos necesitamos los unos a los
otros, como nos enseña el mismo Dios que siempre quiere contar con nosotros
para llevar a cabo su Obra, así como lo hizo contigo! ¡Gracias, Madre! Amén.
¡Viva la Virgen del
Valle!
¡Viva San José!
¡Viva el Beato Mamerto
Esquiú!