Servidores del Santuario rindieron su homenaje a la Madre Morena
“En nombre de todos los devotos y
peregrinos y mío propio, les agradezco su humilde, generosa y perseverante
colaboración eclesial”, dijo el Obispo a los Servidores. También rezó por los
médicos en su día.
En la noche del sábado 2 de
diciembre, rindieron su homenaje a la Virgen del Valle Servidores y
Colaboradores del Santuario Catedral: Sacerdotes, Seminaristas, Damas de la
Virgen, Ministros Extraordinarios de la Comunión, Equipo de Liturgia, Comunicadores
de María, Sacristanes, Guardianes de la Virgen, Colectores, Florería,
Secretaría, Hospedaje del Peregrino, Sala de Promesas, Servidores Marianos,
Servidores del Beato Mamerto Esquiú, Voluntarios de María Solidaria,
Consagrados de María, Servidores de la Salud (Cadena de la Virgen), Equipo de
Historia y Redacción de la Revista Stella,
Museo de la Virgen, Músicos y Coros, Archivo, Grupos de Oración del
Santo Rosario, Santería Madre Morena, Custodios y Protocolo, Apostolado de la
Oración, y Vicaría Diocesana de Asuntos Económicos de la diócesis.
La Santa Misa fue presidida
por el obispo diocesano, Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por el capellán del
Santuario mariano, presbítero Ramón Carabajal.
En el comienzo de su
homilía, Mons. Urbanč dedicó unas palabras a los alumbrantes de esta
celebración. “Desde ya, en nombre de todos los devotos y peregrinos y mío
propio, les agradezco su humilde, generosa y perseverante colaboración
eclesial”. Y a continuación se refirió a la celebración que una hora antes
había realizado en el solar de la Gruta de Choya, al que declaró oficialmente
como Santuario. “Realmente un mimo más de Dios y la Virgen a sus hijos”
consideró, y agregó: “No me cabe la menor duda que las gracias divinas lloverán
abundantes sobre aquéllos que concurran piadosamente a adorar a Dios y venerar
a la santa Madre de nuestro Señor Jesucristo”. Entonces pasó a realizar algunas
recomendaciones espirituales y prácticas a cuantos peregrinan a ese Santuario”.
Aprender
a esperar
Después se refirió al tiempo
litúrgico del Adviento que se inicia. “Nueva oportunidad para que aprendamos a
esperar, para que aprendamos a vivir esperando, para que no pretendamos obtener
enseguida lo que queremos, aunque se trate de Dios y de la visión de su rostro;
es el tiempo del intervalo, de la capacidad de hacer, mientras tanto, una
pausa, una especie de suspensión de reclamos y de la pretensión de obtener
inmediatamente lo deseado”, manifestó
Luego meditó sobre las
lecturas proclamadas. En relación con el Evangelio, en el que Jesús les dice a
sus discípulos que estén prevenidos porque no saben cuándo llegará el momento
final, Mons. Urbanč se refirió a “la exhortación a la vigilancia, en especial
ante la expectativa del fin o de acontecimientos inesperados. Lo contrario de
esta actitud es quedarse dormidos en sentido metafórico, que habla de una
actitud irresponsable por parte de quien debe vigilar”. Después de algunas
consideraciones, señaló que “Jesús desea vitalizar a una comunidad para que no
esté obsesionada con el deseo de conocer el final, sino que se preocupe por
vivir y discernir tiempos y momentos en la escucha y la obediencia (…)
Ciertamente es una espera continua e intensa, pero no ansiosa ni temerosa, sino
llena de confianza, serenidad, alegría y responsabilidad”.
Como cada noche, cerró su
homilía invocando a la Virgen: “Querida Madre del Valle, Virgen de la
Esperanza, ayúdanos a ser discípulos-misioneros de Jesucristo para que el mundo
tenga vida plena en Él, y puedan reinar la paz, la fraternidad, el respeto, la
justicia, la verdad y el amor en esta tierra que se nos dio como ‘don y tarea’.
Te agradecemos que estés siempre con nosotros, sosteniéndonos con la Esperanza
en tantos momentos de zozobra, dolor y oscuridad. Enséñanos a confiar más en
Jesucristo, que está viniendo al encuentro de cada uno de nosotros para llegar
el día y la hora menos pensada; que nos encuentre ocupados haciendo tarea que
Dios nos encomendó, de manera que podamos ir a contemplarte en el cielo
deseado. Socorre tierna Madre a todos tus hijos que están peregrinando para que
logren llegar y te honren, depositando en tu corazón todos sus deseos y
necesidades, como la de tantos de quienes traen sus pedidos”.
En el momento de las
ofrendas, los alumbrantes acercaron al altar donaciones destinadas a la
atención de los peregrinos, y el pan y el vino.
Antes de la bendición final
del Obispo, toda la asamblea alabó a Virgen con el canto.
Al finalizar la celebración
litúrgica, se llevó a cabo el homenaje de los folcloristas a la Madre del
Valle.
#FiestasMarianas2023
#VirgenDelValleCatamarca
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
devotos y peregrinos:
Durante esta jornada
teníamos que evaluar hasta qué punto somos conscientes y estamos viviendo
nuestra “vocación bautismal, como un llamado de Dios a amar y servir”. ¡Que la
Virgen Santa nos siga acompañando en esta sublime misión!
En esta celebración rinden
su homenaje a la Madre de Dios, todos los que prestan algún servicio en este
Santuario Mariano. Desde ya, en nombre de todos los devotos y peregrinos y mío
propio, les agradezco su humilde, generosa y perseverante colaboración
eclesial.
Hace una hora, en solemne
Eucaristía, he declarado el solar de la Gruta de Choya, como Santuario a
perpetuidad. Realmente un mimo más de Dios y la Virgen a sus hijos. No me cabe
la menor duda que las gracias divinas lloverán abundantes sobre aquéllos que
concurran piadosamente a adorar a Dios y venerar a la santa Madre de nuestro
Señor Jesucristo.
A todos los que peregrinen
al Santuario de la Gruta de Choya les ruego encarecidamente que lo hagan con fe
viva, respeto, orden, espíritu penitencial y de oración, y abiertos a los
hermanos que encuentren en el camino y allí. Aprovechen para acercarse al
sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía. Tómense su tiempo para adorar
a Jesucristo en la Eucaristía. Recen el santo Rosario y mediten sin apuro la
Palabra de Dios. Así, Dios rasgará el cielo y descenderá con una lluvia de
bendiciones (cf. Is 45,8; 63,19).
Con esta celebración
eucarística damos inicio al tiempo litúrgico del Adviento. Nueva oportunidad
para que aprendamos a esperar, para que aprendamos a vivir esperando, para que
no pretendamos obtener enseguida lo que queremos, aunque se trate de Dios y de
la visión de su rostro; es el tiempo del intervalo, de la capacidad de hacer,
mientras tanto, una pausa, una especie de suspensión de reclamos y de la
pretensión de obtener inmediatamente lo deseado. Tiempo del deseo insatisfecho.
En este primer domingo de
adviento se nos invita a considerar la última y definitiva venida de Jesús.
Levantamos la vista hacia el futuro para tomar conciencia de que lo mejor viene
de allá, porque viene de Dios o, mejor dicho, porque Dios viene a nosotros. El
presente puede ser dramático, como el de Israel en la primera lectura; o lleno
de dones y gracias, como el de los Corintios de la segunda lectura. Pero
siempre hay que estar atentos y abiertos a lo que viene, a lo que Dios nos
tiene preparado. Por ello, el reiterado pedido de Jesús en el evangelio de hoy:
estén prevenidos, despiertos, vigilantes, atentos al futuro. Que la Esperanza
esté viva. Que vivamos en la Esperanza. Que la Esperanza esté impregnada de
alegría.
Al inicio ‘adviento’ (del
latín adventus) significaba la primera visita oficial de un personaje
importante con motivo de su llegada al poder o de la toma de posesión del
cargo. En el ámbito del culto hacía referencia a la venida anual de la
divinidad a su templo para visitar a sus fieles. Notemos entonces que en su
significado original la palabra adviento se refiere a una llegada, a un
advenimiento, a una venida, una presencia.
En la esfera litúrgica el
eje organizador del adviento es la venida del Señor, su llegada, su Presencia.
El Papa Benedicto XVI, explicaba: "con la palabra adviento se pretendía
sustancialmente decir: Dios está aquí, no se ha retirado del mundo, no nos ha
dejado solos. Aunque no lo podemos ver y tocar como sucede con las realidades
sensibles, Él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras. El
significado de la expresión ‘adviento’ comprende también el de visita; en este
caso se trata de una visita de Dios: Él entra en mi vida y quiere dirigirse a
mí" (Benedicto XVI, Homilía del 30-11-2009).
Ahora bien, El que viene es,
en realidad, el mismo que ya vino. Es la doble venida del Señor que reflejan
los prefacios del Adviento. La primera en la humildad de la carne; la segunda y
definitiva en la gloria. No se trata de un juego de palabras sino de la misma
esencia de la liturgia y del misterio cristiano. Cabe señalar que toda
celebración litúrgica lleva consigo tres dimensiones: el pasado, en un
presente, para un futuro. El adviento nos da ocasión casi material de percibir
la superposición, una en otra, de estas tres dimensiones. Es el tiempo ideal
para entrar plenamente en la teología viva de la liturgia. Adviento es el
tiempo que, partiendo del hecho ya ocurrido de la primera venida, orienta no
solo a la segunda, última y definitiva venida sino también a la venida
sacramental en la liturgia, donde se actualiza la primera y se anticipa la
segunda.
A esta doble venida
corresponden dos dimensiones de la espera: de la Navidad y la de la Parusía,
que la liturgia del Adviento tiene que proponerlas juntas pues es imposible
presentar una sin la otra. Pero en la sucesión de los cuatro domingos se va
dando un progresivo paso de la acentuación puesta en la Segunda y definitiva
venida al fin de los tiempos (más clara en 1er. Domingo y menos en el 2do.) a
la Primera venida en la Encarnación y Navidad (3er. y 4to. Domingos).
Por tanto, el Adviento nos
invita a esperar su venida definitiva al fin del tiempo, y a prepararnos para
celebrar su primera venida al nacer en Belén con el gozo de saber que Él viene
permanente a nuestros corazones.
La enseñanza dada por san
Pablo en la 1° carta a los Corintios es muy valiosa para descubrir el espíritu
del adviento, que nos invita a no apegarnos tanto al presente, aunque abunde la
gracia; para vivir en tensión hacia el futuro donde se dará la comunión plena
con Cristo; al mismo tiempo que nos anima a perseverar en el presente confiando
en la fidelidad de Dios.
Es importante tener en
cuenta esta tensión escatológica de la fe por cuanto que, junto a la certeza de
que Cristo está presente, está la certeza de que Cristo vendrá. Pablo cree en
Jesús presente y operante en su vida, pero también lo espera como el que
vendrá. El Señor que se le apareció camino a Damasco es Jesús Resucitado que
está junto al Padre. De allí vendrá, y Pablo vive esperándolo. Y como se
demora, entonces Pablo suspira por alcanzarlo después de su muerte. Vale decir
que la experiencia de Damasco lo abrió a una esperanza viva, a un ardiente
deseo de estar con Cristo, como lo dice expresamente en Flp 1,20-25 y 3,10-14.
En el texto del Evangelio
(Mc 13,33-37), Jesús compara la situación del cristiano en este mundo con la de
un “portero”, que debe estar atento a la llegada de su señor. El caracú de la
parábola del portero (13,34-36) es la llegada imprevista de su señor, lo que
obliga al portero a permanecer despierto, en vigilia, esperando su llegada.
En el Nuevo Testamento es
bastante frecuente la exhortación a la vigilancia, en especial ante la
expectativa del fin o de acontecimientos inesperados (cf. Mt 24,42-44; 25,13;
26,38-41; 1Tes 5,6). Lo contrario de esta actitud es quedarse dormido (καθεύδω
en v.37), en sentido metafórico que habla de una actitud irresponsable por
parte de quien debe vigilar. Es lo mismo que les sucedió a los apóstoles en
Getsemaní (cf. Mc 14,37.40).
Desde esta perspectiva es
bueno que no sepamos ni el día ni la hora del momento final. En efecto, no se
indica la hora porque todas las horas son buenas para abrirse al Evangelio, de
manera que comprometa la existencia. Jesús desea vitalizar a una comunidad para
que no esté obsesionada con el deseo de conocer el final, sino que se preocupe
por vivir y discernir tiempos y momentos en la escucha y la obediencia. Y esto
en la espera de la última cita que nos introducirá definitivamente en el Reino.
Ciertamente es una espera continua e intensa, pero no ansiosa ni temerosa, sino
llena de confianza, serenidad, alegría y responsabilidad.
Querida Madre del Valle,
Virgen de la Esperanza, ayúdanos a ser discípulos-misioneros de Jesucristo para
que el mundo tenga vida plena en Él, y puedan reinar la paz, la fraternidad, el
respeto, la justicia, la verdad y el amor en esta tierra que se nos dio como
‘don y tarea’.
Te agradecemos que estés
siempre con nosotros, sosteniéndonos con la Esperanza en tantos momentos de
zozobra, dolor y oscuridad.
Enséñanos a confiar más en
Jesucristo, que está viniendo al encuentro de cada uno de nosotros para llegar
el día y la hora menos pensada; que nos encuentre ocupados haciendo tarea que
Dios nos encomendó, de manera que podamos ir a contemplarte en el cielo
deseado.
Socorre tierna Madre a todos
tus hijos que están peregrinando para que logren llegar y te honren,
depositando en tu corazón todos sus deseos y necesidades, como la de tantos de
quienes traen sus pedidos. Amén.
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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca / @DiocesisCat