Homenaje del Poder Ejecutivo a la Virgen del Valle
“Recemos
para que sepan interpretar los deseos y necesidades de los ciudadanos”, expresó
el Obispo en referencia a las nuevas autoridades que asumirán en pocos días.
En la noche del lunes 4 de
diciembre, sexto día de la novena en honor de la Virgen del Valle, fueron
alumbrantes el Poder Ejecutivo Provincial
y el intendente de Capital, y se rezó por las nuevas autoridades que asumirán
en pocos días, durante Santa Misa presidida por el obispo diocesano, Mons. Luis
Urbanč, y concelebrada por los presbíteros Gustavo Flores y Ramón Carabajal,
rector y capellán del Santuario y Catedral Basílica.
Participaron
funcionarios provinciales, entre ellos el Secretario de Gabinete, Guillermo
Eduardo Dalla Lasta; y los ministros de Gobierno, Justicia y Derechos
Humanos, Juan Cruz Miranda; de Seguridad, Dra. Fabiola Segura; y de Minería, Marcelo
Murúa.
Mons. Urbanč comenzó su
homilía hablando del tema de meditación propuesto para este sexto día de la
novena: “Comunidad comprometida con los pobres y necesitados”. Luego de algunas
consideraciones, exhortó: “Le pidamos a la Virgen, Madre de los pobres, que nos
ayude a salir de nuestra comodidad y falsas seguridades para compartir nuestro
tiempo, capacidades y recursos con los más necesitados”.
Luego se refirió a que en
pocos días más asumirán nuevas autoridades y entonces dijo: “Recemos para que
sepan interpretar los deseos y necesidades de los ciudadanos y se pongan a
trabajar seriamente para enfrentar los graves problemas que vienen lacerando
cada vez peor las familias, el trabajo, la salud, la ética, la economía, la
educación, las relaciones y vínculos entre la gente, la cultura, la
gobernabilidad, las diversas instituciones, la fe, el descanso, el deporte, los
sueños de los jóvenes, la democracia, la política, el sindicalismo, el
periodismo, etc.”.
A continuación, refiriéndose
al Evangelio proclamado, manifestó: “Permítanme, ahora, que ponga en práctica
lo de Jesús curando al siervo del centurión romano que profesaba otra fe y que
la considera más viva que la de sus compatriotas, recordando con ustedes la
reflexión que el pastor Emilio Monti pronunció en el obelisco de Buenos Aires
ante unas 400.000 personas, el 15 de septiembre de 2001, y que aún goza de
vigencia: «Hermanos y hermanas, habitantes de nuestra nación, como cristianos
evangélicos hemos arribado desde todos los rincones de nuestro país para honrar
a Dios, dar testimonio de nuestra fe y compartir este mensaje: Dios quiere una
nación diferente. Cantamos y celebramos, en medio de las dificultades
presentes, porque nos resistimos a que el dolor y la desesperanza nos
desanimen. Como dice el profeta: ‘Aunque la higuera no florezca, ni las viñas
den frutos; aunque falte el producto del olivo, y los campos no produzcan
alimentos, ni haya ganado en los corrales; aun así, yo me regocijaré en el
Señor, ¡me alegraré en Dios, mi liberador!’. Oramos e intercedemos delante de
Dios, clamando por nuestra nación (…) La situación que afrontamos desde hace
mucho tiempo, hoy particularmente agravada, no es fruto de un destino adverso,
sino la consecuencia de haber hecho lo que no debíamos, de haber dejado de
hacer lo que debíamos y tolerado lo intolerable. Como sociedad y frente a Dios,
debemos reconocer que valoramos más a los astutos que a los honestos y
preferimos lo fácil y la especulación. Hemos desplazado el valor del ser humano
del centro de las decisiones económicas y políticas. Pero sería injusto
responsabilizar a todos por igual. Hay quienes, usando su poder político o
económico, han institucionalizado la injusticia y la impunidad y han saqueado
nuestros recursos. Se sigue sacrificando niños y ancianos, futuro y esperanza,
en el altar del ídolo insaciable del dinero y la usura. Las consecuencias de
este pecado están a la vista: una sociedad en la que se multiplican pobres y
excluidos. La familia, base de toda sociedad, está seriamente amenazada por una
cultura que pone en primer lugar el placer y el consumismo. Se destruyen así
los estilos de vida que valoran lo familiar y comunitario, cediendo al egoísmo
y claudicando en la transmisión de valores espirituales...»”.
Luego de leer ese mensaje
completo de dicho pastor, el Obispo expresó: “Los invito en nombre de nuestra
querida Virgen Morena del Valle que nos acerquemos a Jesús con la confianza del
centurión rogándole que se apiade del pueblo argentino aquejado de diversas
parálisis; pero no nos excusemos como el centurión de no considerarse digno de
que Jesús entre en su casa, todo lo contrario, que entre, limpie, ordene y sane
todas nuestras miserias. Mostrémosle que tenemos una fe inquebrantable en su
poder y su amor, que son las únicas realidades que nos podrán hacer una nueva y
gran nación. Así podrán seguir viniendo muchos de oriente y occidente para
sentarse con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos”.
Y concluyó rogando: “Querida
Madre del Valle, te confiamos a todos nuestros gobernantes para que busquen
estar cerca de Jesús y de Él aprendan a servir al pueblo que los eligió y les
confió la administración de los recursos de la Patria. Que sepan ver siempre a
los más necesitados. Que sean austeros y den ejemplo de austeridad. Que sean
respetuosos de las instituciones. Que aborrezcan todo atisbo de corrupción o
componendas. Que cuiden los valores que engrandecieron y engrandecen la Nación.
Que se empeñen en cuidar la libertad que conquistaron nuestros antepasados, tan
vapuleada por intereses económicos. Y que nos ayuden a cerrar heridas y a
recuperar los vínculos de fraternidad, amistad y respeto”.
Luego de la consagración a
la Madre del Valle, el Obispo bendijo la bandera de ceremonia de la Agrupación
de Veteranos de Naciones Unidas de Catamarca, quienes trabajaron en distintas
misiones de paz en el mundo. Después de una breve presentación, la asamblea
coronó con aplausos este momento.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos
devotos y peregrinos:
Hoy se nos propuso que
evaluemos si de verdad estamos siendo una “comunidad comprometida con los pobres
y necesitados”. El riesgo que corremos es que esto se vuelva una simple frase
que consideramos que no es para nosotros sino para otros. O la reducimos a un
argumento meramente estratégico de una ideología. De esta manera, nos sentimos
exculpados de llevarlo a la práctica para seguirnos quedando en nuestra zona de
confort. Le pidamos a la Virgen, Madre de los pobres, que nos ayude a salir de
nuestra comodidad y falsas seguridades para compartir nuestro tiempo,
capacidades y recursos con los más necesitados.
En unos días asumirán muchas
nuevas autoridades. Recemos para que sepan interpretar los deseos y necesidades
de los ciudadanos y se pongan a trabajar seriamente para enfrentar los graves
problemas que vienen lacerando cada vez peor las familias, el trabajo, la
salud, la ética, la economía, la educación, las relaciones y vínculos entre la
gente, la cultura, la gobernabilidad, las diversas instituciones, la fe, el
descanso, el deporte, los sueños de los jóvenes, la democracia, la política, el
sindicalismo, el periodismo, etc.
Permítanme, ahora, que ponga
en práctica lo de Jesús curando al siervo del centurión romano que profesaba
otra fe y que la considera más viva que la de sus compatriotas, recordando con
ustedes la reflexión que el Pastor Emilio Monti pronunció en el obelisco de
Bs.As. ante unas 400.000 personas, el 15-9-2001, y que aún goza de vigencia:
Hermanos y hermanas,
habitantes de nuestra nación.
Como cristianos evangélicos
hemos arribado desde todos los rincones de nuestro país para honrar a Dios, dar
testimonio de nuestra fe y compartir este mensaje: Dios quiere una nación
diferente.
Cantamos y celebramos, en
medio de las dificultades presentes, porque nos resistimos a que el dolor y la
desesperanza nos desanimen. Como dice el profeta: “Aunque la higuera no
florezca, ni las viñas den frutos; aunque falte el producto del olivo, y los
campos no produzcan alimentos, ni haya ganado en los corrales; aun así, yo me
regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi liberador!” (Habacuc 3,17-18).
Oramos e intercedemos
delante de Dios, clamando por nuestra nación, porque la Biblia dice: “Si se
humillara mi pueblo y orara, y buscara mi rostro, y se convirtiera de sus malos
caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré
su tierra” (2 Crónicas 7,14).
La situación que afrontamos
desde hace mucho tiempo, hoy particularmente agravada, no es fruto de un
destino adverso, sino la consecuencia de haber hecho lo que no debíamos, de
haber dejado de hacer lo que debíamos y tolerado lo intolerable.
Como sociedad y frente a
Dios, debemos reconocer que valoramos más a los astutos que a los honestos y
preferimos lo fácil y la especulación. Hemos desplazado el valor del ser humano
del centro de las decisiones económicas y políticas. Pero sería injusto
responsabilizar a todos por igual. Hay quienes, usando su poder político o
económico, han institucionalizado la injusticia y la impunidad y han saqueado
nuestros recursos. Se sigue sacrificando niños y ancianos, futuro y esperanza,
en el altar del ídolo insaciable del dinero y la usura. Las consecuencias de
este pecado están a la vista: una sociedad en la que se multiplican pobres y
excluidos.
La familia, base de toda
sociedad, está seriamente amenazada por una cultura que pone en primer lugar el
placer y el consumismo. Se destruyen así los estilos de vida que valoran lo
familiar y comunitario, cediendo al egoísmo y claudicando en la transmisión de
valores espirituales.
La escasez de recursos y la
falta de trabajo agregan una pesada carga que afecta los vínculos familiares.
La desprotección en que se encuentran muchos de los niños, mujeres, jóvenes y
ancianos, es el más claro ejemplo de una realidad que nos avergüenza a todos.
Como nación nos hemos
alejado de Dios y hemos dejado de lado sus propósitos de bienestar y justicia
para todos. Es tiempo de arrepentirnos.
Hoy más que nunca debemos
plantearnos seria y profundamente qué clase de sociedad queremos ser, qué clase
de país queremos construir. No es verdad que el camino que transitamos como
nación sea el único. Otra Argentina es posible. Sabemos por nuestra fe, con
absoluta certeza, que la transformación de las personas, de las familias y de
la sociedad es posible por la gracia y fortaleza que vienen de Dios. A él
obedezcamos.
Hermanas y hermanos de
nuestra amada Argentina, con la humildad de quienes nos sentimos juntamente
responsables, invitamos a todos a la construcción de una sociedad diferente,
fundada y sostenida en los principios de la paz, justicia y solidaridad. Nos motiva
la esperanza de ver nacer a una nueva Argentina.
Jesús con su ejemplo nos
muestra el camino. Nuestro modelo es Jesucristo. Él nos da la paz y bendice a
los pacificadores. Nos estremece la violencia de las armas, del hambre, de la
pobreza y de la desocupación. La guerra con sus secuelas de muerte ha irrumpido
brutalmente a escala global en estos días. Asistimos perplejos a las
consecuencias de lo que hemos sembrado. Sin justicia ni verdad no hay paz. La
violencia no se vence con más violencia. Jesús dijo: “Bienaventurados los que
trabajan por la paz”. Él nos convoca a orar y trabajar por la paz.
Nuestro modelo es
Jesucristo. Su amor nos llama a la solidaridad. Como pueblo cristiano
evangélico, heredero de una rica historia de ayuda al prójimo, reconocemos que
hoy más que nunca debemos multiplicar los esfuerzos solidarios. Invitamos a
todos, sin distinción, a sumarnos detrás del único objetivo de servir al
prójimo. Animamos a la iglesia a poner sus recursos humanos y materiales en
favor de los necesitados. Es tiempo de dejar todo tipo de egoísmo, inspirados
en Jesús, quien “siendo rico se hizo pobre”. Es tiempo de que nuestras acciones
hablen tan fuerte como nuestras palabras.
Nuestro modelo es
Jesucristo. Él se hizo hombre para restaurar la dignidad del ser humano, creado
a imagen y semejanza de Dios. Él nos enseña que debemos vivir para el prójimo y
estar al lado del débil y del que sufre. Dios quiere una sociedad en la que
todas las personas con su trabajo se asocien a su obra creadora. Una sociedad
en la que reine la justicia, no haya que mendigar el derecho y la dignidad
humana sea el valor fundamental de las relaciones sociales.
Nuestro modelo es
Jesucristo. Su justicia demanda una igualdad sin discriminaciones ni
exclusiones. Igualdad que debe estar presente explícita e implícitamente en
nuestras leyes. Igualdad en el acceso a la educación y la salud. Igualdad en
los esfuerzos económicos y en la distribución de la riqueza. Igualdad en el
reconocimiento de los derechos de los primeros pueblos que habitaron estas
tierras, y en el trato con los inmigrantes que llegan a nuestro suelo. Porque
estamos en contra de toda discriminación es que queremos para nuestro país
igualdad religiosa.
Porque nuestro modelo es
Jesucristo sabemos que una nación diferente sólo es posible si nos arrepentimos
de nuestros malos caminos y vivimos de la manera que agrada a Dios.
Escuchemos lo que él nos
dice en su Palabra: “Cambien de conducta y renueven la actitud de su mente.
Dejen la mentira y hablen al prójimo con la verdad. No pequen permaneciendo
enojados. El que roba, que no robe más. Trabajen honradamente y compartan con
los necesitados. Abandonen toda amargura, ira y enojo. Sean bondadosos y
compasivos. Perdónense mutuamente” (Efesios 4,23-26.28.31-32). “Vivan en
armonía los unos con los otros. No sean arrogantes, sino háganse solidarios con
los humildes. No se crean los únicos que saben. No paguen a nadie mal por mal.
No se dejen vencer por el mal; al contrario, venzan el mal con el bien” (Rom
12,16-17. 21).
Como hicimos hace 2 años, en
el Mensaje a la nación Argentina, convocamos a la conversión, al trabajo
solidario, al compromiso y a la esperanza. Dios, en su gran amor, se propuso
bendecir a todas las familias de la tierra. Para ello envió a Jesucristo quien
murió en la cruz para salvarnos y resucitó para darnos vida nueva. Jesús tiene
todo poder en el cielo y en la tierra. A él oramos: Señor Jesucristo, queremos
que nuestra nación cambie, creemos que por el poder de tu Espíritu nuestra
nación puede ser transformada y consagramos nuestro trabajo en la construcción
de una nación diferente. Para la gloria de Dios. Amén.
Qué bueno que los argentinos
y, por cierto, los catamarqueños, formemos parte de todos esos pueblos
numerosos que convencidos y gozosos convocan diciendo: “¡Vengan, subamos a la
montaña del Señor, a la Casa del Dios de Jacob! Él nos instruirá en sus caminos
y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén, la
Palabra del Señor. Él será juez entre las naciones y árbitro de pueblos numerosos.
Con sus espadas forjarán arados y podaderas con sus lanzas. No levantará la
espada una nación contra otra, ni se adiestrarán más para la guerra… ¡Vengan
argentinos! ¡Vengan!… ¡caminemos a la luz del Señor! (Is 2,3-5).
Por tanto, los invito en
nombre de nuestra querida Virgen Morena del Valle que nos acerquemos a Jesús
con la confianza del centurión rogándole que se apiade del pueblo argentino
aquejado de diversas parálisis; pero no nos excusemos como el centurión de no
considerarse digno de que Jesús entre en su casa, todo lo contrario, que entre,
limpie, ordene y sane todas nuestras miserias. Mostrémosle que tenemos una fe
inquebrantable en su poder y su amor, que son las únicas realidades que nos
podrán hacer una nueva y gran nación. Así podrán seguir viniendo muchos de
oriente y occidente para sentarse con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los
Cielos. (cf. Mt 8,5-11).
Querida Madre del Valle, te
confiamos a todos nuestros gobernantes para que busquen estar cerca de Jesús y
de Él aprendan a servir al pueblo que los eligió y les confió la administración
de los recursos de la Patria. Que sepan ver siempre a los más necesitados. Que
sean austeros y den ejemplo de austeridad. Que sean respetuosos de las
instituciones. Que aborrezcan todo atisbo de corrupción o componendas. Que
cuiden los valores que engrandecieron y engrandecen la Nación. Que se empeñen
en cuidar la Libertad que conquistaron nuestros antepasados, tan vapuleada por
intereses económicos. Y que nos ayuden a cerrar heridas y a recuperar los vínculos
de fraternidad, amistad y respeto. Amén.
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Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca