Los fieles celebraron a Jesús Eucaristía por las calles de la ciudad
“La Eucaristía es como una gran
escuela de paz, donde se forman hombres y mujeres para que, en los diversos
ámbitos de responsabilidad de la vida social, cultural y política, sean
artesanos de diálogo y comunión”, dijo el obispo.
Durante la mañana del domingo 19 de junio, una gran
cantidad de fieles de las comunidades parroquiales de Capital se congregó en la
Catedral Basílica y Santuario del Santísimo Sacramento y de la Virgen del Valle,
para celebrar la Solemnidad de Corpus Christi, en el marco de la preparación
para la Asamblea Diocesana y del tiempo de la sinodalidad propuesta por el Papa
Francisco.
La Santa Misa fue presidida por el obispo diocesano,
Mons. Luis Urbanč, y concelebrada por sacerdotes del Decanato Capital, con
transmisión en lengua de señas a través de las redes sociales.
Los distintos momentos de la celebración fueron
solemnizados por el Coro de la Catedral, que presentó Ave Verum Corpus, de
Wolfgang Amadeus Mozart; Iesu Dulcis Memoria, obra atribuida a Tomás Luis de
Victoria; y Panis Angélicus, de César Franck.
Durante su homilía, Mons. Urbanč saludó a los padres
en su día y afirmó que esta Solemnidad del Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor
Jesucristo “nos toca celebrarla en el contexto eclesial de sinodalidad, como
estilo de ser Iglesia, tan necesario para los tiempos que vivimos. Y, en
efecto, la Eucaristía nació así en el cenáculo, y así se perpetúa bajo la
acción del Espíritu Santo”.
Tras reflexionar sobre las lecturas bíblicas
proclamadas, apuntó que dentro de “la etapa diocesana del Sínodo de los
Obispos, cuyo lema es ´Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y
misión’, y, realizando ya algunas asambleas parroquiales y luego las
decanatales, nos preparamos para la Gran Asamblea Diocesana, del sábado 1 de
octubre venidero. Es así que nos conviene puntualizar algunos vínculos entre la
Eucaristía y la Iglesia, a saber: 1.- Jesús ‘hace’ la Eucaristía y la Iglesia.
2.- La Iglesia ‘hace’ la Eucaristía y la Eucaristía ‘hace’ la Iglesia. 3.- La
Eucaristía es comunión y hace a la Iglesia ‘comunión’. 4.- La Eucaristía es ‘participación’
y hace a la Iglesia ‘participativa’. 5.-
La Eucaristía es ‘misión’ y hace a la Iglesia ‘misionera’”.
Luego de desarrollar cada uno de estos tópicos, señaló
que “en la celebración eucarística la Iglesia renueva continuamente su
conciencia de ser ‘signo e instrumento’, no solo de la íntima unión con Dios,
sino también de la unidad de todo el género humano. El cristiano que participa
en la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de comunión, de paz y de
solidaridad en todas las circunstancias de la vida”.
Y continuó: “La Eucaristía es como una gran escuela de
paz, donde se forman hombres y mujeres para que, en los diversos ámbitos de
responsabilidad de la vida social, cultural y política, sean artesanos de
diálogo y comunión. La participación en la Eucaristía es un impulso para un
compromiso activo en la edificación de una sociedad más equitativa y fraterna”.
“La Eucaristía es alimento vivificante, nos da fuerzas
para vivir como Jesús vivió, esto es, a considerar la propia vida como una
misión y motivados por una exquisita solidaridad. La Eucaristía donde el Señor
se ‘parte’ y se entrega por nosotros nos debe llevar al servicio de los más
pobres y necesitados. Ella es el motor de la misión y de la solidaridad, del
compartir el alimento y la fe. La sinodalidad está al servicio de la misión de
la Iglesia, en la que todos sus miembros estamos llamados a participar”,
manifestó.
Procesión con el Santísimo
Sacramento
Al finalizar la celebración eucarística, los fieles
que desbordaron el Santuario mariano participaron de la procesión más
importante del año, acompañando a Jesús, presente en la Sagrada Eucaristía, por
las calles del casco céntrico de San Fernando del Valle de Catamarca.
A lo largo del recorrido rezaron y cantaron,
deteniéndose en los altares preparados por las pastorales Misionera,
Vocacional, de la Niñez, Familiar, Juvenil, Carcelaria y de las Adicciones, en
distintos puntos del trayecto, que comprendió calles San Martín, Salta,
República y Sarmiento hasta el Paseo de la Fe.
En el cierre de esta jornada eucarística, desde el atrio
de la Catedral Basílica, el obispo impartió la bendición con el Santísimo
Sacramento.
TEXTO COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos:
Hoy celebramos la solemnidad del Cuerpo y Sangre de
Nuestro Señor Jesucristo. Además, en Argentina honramos a los papás.
¡Felicidades!
Nos toca celebrarla en el contexto eclesial de
sinodalidad, como estilo de ser Iglesia, tan necesario para los tiempos que
vivimos. Y, en efecto, la Eucaristía nació así en el cenáculo, y así se
perpetúa bajo la acción del Espíritu Santo.
En la primera lectura (Gn 14,18-20) podemos
vislumbrar, con la ofrenda de pan y de vino que hace Melquisidec, una figura
remota de la Eucaristía.
En la segunda lectura (1Cor 11,23-26), el apóstol
Pablo exhorta a los corintios a superar las divisiones que se daban al celebrar
la Cena del Señor porque “cuando se reúnen no comparten, sino que cada uno come
lo propio quedando de manifiesto ciertas acepciones de personas. De esa manera
han perdido la dimensión trascendente y fraterna de la Cena del Señor”.
Ante esta situación deplorable, Pablo se remite a la
última cena de Jesús con sus discípulos, apelando a la Tradición o transmisión
auténtica que ha recibido de los mismos Apóstoles, testigos oculares de lo
hecho por el Señor en ella. En efecto, las palabras "recibí" y
"transmití" que utiliza aquí son términos técnicos, tanto en el
rabinismo como en la Iglesia apostólica, para comunicar una tradición sagrada
(cf. 1Cor 15,3 donde usa los mismos términos). La referencia al Señor indica
que esta tradición se remonta a Jesús mismo. En refuerzo de esto está la clara
referencia de la narración al acontecimiento histórico por cuanto da el nombre
del protagonista ("el Señor Jesús") y una indicación cronológica
("la noche en que iba a ser entregado"). Por tanto, Pablo invita a
remontarse a la última Cena, a los gestos y palabras de Jesús, para descubrir
el verdadero significado de la celebración eucarística.
El mandato "hagan esto en memoria mía" nos
remite al mandato de repetir la pascua de Ex 12,26. Pero en las palabras de
Jesús encontramos una notable diferencia pues lo que se recuerda es la persona
y no sólo la obra salvífica. Es decir, se supone que el Señor Jesús es el
anfitrión de la cena y está realmente presente en la celebración de su obra
redentora. En otras palabras, es Jesús mismo quien actualiza, hace presente su
entrega salvífica por nosotros. Y esta presencia de Jesús sólo es posible en
virtud de su Resurrección, que aparece entonces en Pablo intrínsecamente
vinculada a la Eucaristía, como lo está en Lucas (cf. Lc 24,30-35).
En cambio el texto del Evangelio (Lc 9,11b-17), la
multiplicación de los cinco panes y dos pescados, pareciera que nada tiene que
ver con la Eucaristía; sin embargo, tenemos algunas pistas que nos relacionan
con ella: 1) Los apóstoles vuelven de la misión, Jesús recibe a la multitud, le
habla del Reino y cura enfermos. 2) Como ya está atardeciendo los apóstoles
sugieren a Jesús que despida a la gente para que busquen alimento pues están en
un lugar ‘desierto’ (recordemos que Dios dio de comer al pueblo en el
desierto). 3) Jesús los descoloca diciéndoles: “¡Denles de comer ustedes
mismos!" ¿Qué son 5 panes y 2 pescados para tanta gente? 4) Y comienza el
protagonismo de Jesús, prefigura de la Eucaristía: toma el pan, lo bendice, lo
parte y lo entrega a los discípulos para que lo distribuyan a la gente.
Podemos constatar, entonces, que este relato nos
refiere la satisfacción de una necesidad material del pueblo como signo de la
Eucaristía. Ambas realidades están unidas y son inseparables.
Tengamos en cuenta que quien no pasó hambre jamás
percibirá la fuerza de este verbo tan elemental, «comer», ni el gozo de
«sentirse harto». Comer, entonces, era sobrevivir, alegrarse por ello y
sentirse comunidad. El texto quiere darnos la impresión de abundancia: cinco
mil personas que comen, cinco mil que se sienten saciados, y la cantidad de
restos que se recogen. Ésta es una característica del evangelio de Lucas donde
el ministerio de Jesús se realiza bajo el signo de la gracia, del don gratuito
y generoso. Por eso, lo que sobró no se tira, se recoge.
Por tanto, hermanos, en el contexto de la etapa
diocesana del Sínodo de los Obispos, cuyo lema es “Por una Iglesia sinodal:
comunión, participación y misión”, y, realizando ya algunas asambleas
parroquiales y luego las decanatales, nos preparamos para la Gran Asamblea
Diocesana, del sábado 1 de octubre venidero. Es así que nos conviene
puntualizar algunos vínculos entre la Eucaristía y la Iglesia, a saber:
1.- Jesús “hace” la Eucaristía y la Iglesia.
2.- La Iglesia “hace” la Eucaristía y la Eucaristía
“hace” la Iglesia.
3.- La Eucaristía es comunión y hace a la Iglesia
“comunión”.
4.- La Eucaristía es ‘participación’ y hace a la
Iglesia “participativa”.
5.- La Eucaristía es “misión” y hace a la Iglesia
“misionera”.
1.- Todos los Jueves Santo celebramos la institución
de la Eucaristía y la constitución de la Iglesia. Ambas surgieron de Jesús y
siguen surgiendo por la acción del Espíritu Santo. El mismo Jesús estableció un
“vínculo causal” entre la Eucaristía y la Iglesia. San Pablo comprendió muy
bien esta vinculación porque llama “cuerpo de Cristo” tanto al cuerpo del Señor
Jesús como a la Eucaristía y a la Iglesia. Recibiendo el cuerpo eucarístico de
Jesús entramos en comunión con el cuerpo de Jesús Resucitado y nos
transformamos en el cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia.
2.- Por mandato del Señor los Apóstoles y luego sus
sucesores los Obispos, y los presbíteros delegados por ellos, presidían la
Eucaristía que celebraba toda la Iglesia. Por eso podemos afirmar que la
Iglesia hace la Eucaristía.
Por su parte, Jesús Eucaristía transforma en sí a
quien lo recibe. Así se lo hizo saber a San Agustín: «Manjar soy de grandes:
crece y me comerás. Y tú no me transformarás en ti como al manjar a tu carne,
sino que tú te transformarás en mí» (Confesiones VII, 10, 16: pl 32, 742). Como
el pan y el vino se convierten en Cuerpo y Sangre del Señor, así cuantos lo
reciben con fe son transformados en eucaristía viviente. Al sacerdote que,
distribuyendo la eucaristía, te dice: «El Cuerpo de Cristo», tú respondes:
«Amén», o sea reconoces la gracia y el compromiso que conlleva convertirse en
Cuerpo de Cristo. Porque cuando tú recibes la eucaristía te conviertes en
cuerpo de Cristo. Recibir a Jesús nos hace más fuertes.
La Eucaristía nos hace ser Iglesia, al modo de Jesús.
Y como el modo de ser y vivir como Iglesia es la sinodalidad, la Eucaristía nos
hace “Iglesia sinodal”, ya que “Iglesia y Sínodo son sinónimos” (San Juan
Crisóstomo), son lo mismo. La Eucaristía nos hace ser una Iglesia de “comunión,
participación y misión”.
3.- La Eucaristía es comunión y hace a la Iglesia
“comunión”. Al respecto decía el Papa Benedicto XVI en Dios es Amor, n° 14:
“la ‘mística’ del Sacramento tiene un
carácter social, porque en la comunión sacramental yo quedo unido al Señor como
todos los demás que comulgan. La unión con Cristo es al mismo tiempo unión con
todos los demás a los que él se entrega. No puedo tener a Cristo sólo para mí;
sólo puedo pertenecerle en unión con todos los que son suyos o lo serán. La
comunión me hace salir de mí mismo para ir hacia Él, y por tanto, también hacia
la unidad con todos los cristianos. Nos hacemos ‘un cuerpo’, aunados en una
única existencia. Ahora, el amor a Dios y al prójimo están realmente unidos: el
Dios encarnado nos atrae a todos hacia sí. Se entiende, pues, que la realidad
de un banquete se haya convertido también en un nombre de la Eucaristía, es
decir, ágape”.
4.- La Eucaristía es ‘participación’ y hace a la
Iglesia participativa. La Eucaristía nos hace formar parte, participar, del
único Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, donde todos somos miembros vivos y
activos. Por eso una Iglesia sinodal es una Iglesia participativa y
corresponsable donde “cada bautizado debe sentirse comprometido en el cambio
eclesial y social que tanto necesitamos. Este cambio exige una conversión
personal y comunitaria que nos haga ver las cosas como las ve el Señor”.
5.- La Eucaristía es “misión” y hace a la Iglesia
“misionera”. La Eucaristía es prolongación sacramental de la misión del Hijo de
Dios que vino al mundo para redimirlo y transformarlo. Y los que participamos
de la Eucaristía somos invitados a ser, como Iglesia, testigos ante el mundo de
la misión de Jesús. Por eso, la conclusión de cada Santa Misa es un envío a la
misión, en la que estamos comprometidos todos los bautizados, cada uno según su
propia vocación dentro del Pueblo de Dios: los obispos, los sacerdotes, los
diáconos, los miembros de la vida consagrada y de los movimientos eclesiales,
los laicos.
En la celebración eucarística la Iglesia renueva
continuamente su conciencia de ser “signo e instrumento”, no solo de la íntima
unión con Dios, sino también de la unidad de todo el género humano. El
cristiano que participa en la Eucaristía aprende de ella a ser promotor de
comunión, de paz y de solidaridad en todas las circunstancias de la vida. La
Eucaristía es como una gran escuela de paz, donde se forman hombres y mujeres
para que, en los diversos ámbitos de responsabilidad de la vida social,
cultural y política, sean artesanos de diálogo y comunión. La participación en
la Eucaristía es un impulso para un compromiso activo en la edificación de una
sociedad más equitativa y fraterna.
En fin, la Eucaristía es alimento vivificante, nos da
fuerzas para vivir como Jesús vivió, esto es, a considerar la propia vida como
una misión y motivados por una exquisita solidaridad. La Eucaristía donde el
Señor se “parte” y se entrega por nosotros nos debe llevar al servicio de los
más pobres y necesitados. Ella es el motor de la misión y de la solidaridad,
del compartir el alimento y la fe. La sinodalidad está al servicio de la misión
de la Iglesia, en la que todos sus miembros estamos llamados a participar.
Fotos: facebook Prensa Iglesia Catamarca