Mons. Urbanc, puso en manos
de la Madre del Valle al sacerdocio de Javier Cisternas, “...que no se canse de amar a Dios y al
prójimo. Que todos los días se refugie en ti por medio del rezo del Santo
Rosario, y en Jesús presente en el Sagrario”, dijo.
Durante la noche del lunes 9
de diciembre, el Obispo Diocesano, Mons. Luis Urbanc, ordenó sacerdote al joven
Javier Alberto Cisternas. La celebración se llevó a cabo en el Altar Mayor de
la Catedral Basílica y Santuario de Nuestra Señora del Valle, y contó con la
presencia de gran cantidad de sacerdotes del clero catamarqueño y otros de
diócesis vecinas, junto con seminaristas que compartieron el periodo de formación
con Javier en el Seminario Arquidiocesano de Tucumán.
El Santuario Mariano se vio
colmado de fieles llegados de distintos puntos de la Diócesis de Catamarca,
quienes se dieron cita para dar gracias a Dios por el don del sacerdocio y
acompañar al joven catamarqueño.
En el inicio de la
ceremonia, se dio lectura al decreto correspondiente, y se realizó la
presentación del candidato al Obispo Diocesano, con el interrogatorio al
ordenando y su aceptación a conformar parte de los sacerdotes diocesanos.
Mons. Urbanc, en el inicio
de su homilía destacó como un primer regalo de la Virgen, a poco de haber
concluido las fiestas en su honor y de haber iniciado el Año Jubilar Mariano,
la ordenación sacerdotal de este joven. “Muchas gracias por tu Sí, Javier.
También mi gratitud al papá, don Alberto, y a sus hermanas Cecilia y Nara. Y a
tu mamá Nancy, que ya está gozosa en el cielo, y que desde allí te sostendrá
con su materna intercesión”, dijo nuestro Obispo. A continuación extendió el
agradecimiento a la parroquia del Espíritu Santo, su comunidad de origen, y a
cuantos formaron parte de su crecimiento vocacional.
Más adelante, nuestro Pastor
Diocesano trazó un paralelo: “Este momento de la ordenación sacerdotal es el
que vivió san Pedro a orillas del lago de Galilea. Tú y Jesús de frente, sin
intermediarios y con plena libertad para celebrar una alianza definitiva, ¡para
siempre!”. Entonces, le pidió a Javier lo mismo que Jesús le pidió a Pedro, que
apaciente a sus corderos.
Después recurrió a las
enseñanzas de san Ambrosio que usó la metáfora de la Iglesia como una nave en
medio de las olas, pidiéndole al ordenando que mantenga firme el timón de la
fe, en medio de las fuertes tormentas del mundo, para no desviar su rumbo.
Posteriormente apeló a
reflexiones de San Carlos Borromeo. Entre otros párrafos citados, señaló: “…Algún
otro se queja de que, cuando va a salmodiar o a celebrar la misa, al momento le
acuden a la mente mil cosas que lo distraen de Dios; pero éste, antes de
celebrar la misa, ¿qué ha hecho en la sacristía, cómo se ha preparado, qué
medios ha puesto en práctica para mantener la atención?... Oye lo que voy a
decirte. Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por pequeño que éste sea,
no lo saques fuera en seguida, no lo expongas al viento, mantén el fogón
protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es, aparta cuanto
puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las conversaciones
inútiles”.
Entonces, Mons. Urbanc
afirmó: “Sépanlo, hermanos, nada es tan necesario para los clérigos como la
oración mental; ella debe preceder, acompañar y seguir nuestras acciones:
Salmodiaré -dice el salmista- y entenderé. Si administras los sacramentos,
hermano, medita lo que haces; si celebras la misa, medita lo que ofreces… así
tendremos fuerza para dar a luz a Cristo en nosotros y en los demás”.
Finalmente puso en manos de
la Madre del Valle al sacerdocio de Javier, “...que no se canse de amar a Dios y al
prójimo. Que todos los días se refugie en ti por medio del rezo del Santo
Rosario, y en Jesús presente en el Sagrario”, concluyó.
Continuando con la ceremonia,
Javier Cisternas prometió obediencia y
respeto al Obispo y a sus sucesores, y se postró completamente en el suelo,
mientras la asamblea cantaba las letanías de todos los santos. A continuación,
se realizó el rito de imposición de las manos del Pastor de la Diócesis y de
todos los sacerdotes presentes.
En un momento de gran
emoción para el joven sacerdote, Mons. Urbanc le ungió las manos con el Santo
Crisma y fue revestido por sus padrinos sacerdotes con la estola y la casulla,
que lució el logo del Año Mariano Nacional, que dio inicio en la jornada del 8
de diciembre.
Enseguida, se le entregaron
el Cáliz y la Patena y, con un fuerte aplauso de los presentes, pasó a formar
parte de los celebrantes en el altar.
En el momento de la oración
eucarística, se rezó por el alma de la mamá de Javier Cisternas; y en el
ofertorio, familiares del nuevo sacerdote acercaron los dones de pan y vino al
altar.
Después de la Comunión, el flamante
sacerdote se consagró a la Virgen del Valle y recibió una bendición especial
del Obispo.
TEXTO
COMPLETO DE LA HOMILÍA
Queridos hermanos:
Después que ayer hemos
celebrado a la Virgen del Valle, la Inmaculada Concepción y haber iniciado el
Año Jubilar Mariano, hoy ya tenemos un primer regalo: la ordenación sacerdotal
de Javier Cisternas.
Muchas gracias por tu Sí,
Javier. También mi gratitud al papá, don
Alberto, y a sus hermanas Cecilia y
Nara. Y a tu mamá Nancy, que ya está gozosa en el cielo, y que desde allí te
sostendrá con su materna intercesión.
Muchas gracias a la
parroquia del Espíritu Santo, su comunidad de origen, con su párroco, el p.
Granillo, y a la parroquia san Jorge con su párroco, el p. Grosso. Agradezco a
los formadores del seminario mayor de Tucumán, a los párrocos de pastoral, a
los profesores y todas los que de una u otra manera ayudaron a Javier en su
formación humana y sacerdotal.
La primera lectura (1Pe
5,1-4) que hemos escuchado, querido Javier, te recuerda que durante toda tu
formación se te ha dado la oportunidad de tener una profunda experiencia de
Cristo, en especial con sus sufrimientos y con la gloria que por ellos recibió.
De esto tendrás que ser testigo el resto de tu vida, apacentando el Rebaño de
Dios que te sea confiado (lo has de cuidar muy bien porque no te pertenece);
deberás velar por él con amor y con la mejor disponibilidad, abnegación y
generosidad posibles. Que la Virgen del Valle te ayude a que jamás se te pase
por la cabeza te tener algún interés distinto al de Jesucristo, el Buen Pastor
y Sacerdote Eterno. Que no se te ocurra comportarte como un tirano o un
manipulador, sino con los mismos sentimientos de Cristo, que no vino a ser
servido, sino a servir. Sólo, siendo manso, pobre, obediente, humilde y casto
como Jesús podrás recibir la corona imperecedera de la Gloria que Dios concede
a los que le son fieles.
No te canses de tararear:
‘El Señor es mi Pastor, nada me puede faltar; sólo Él repara mis fuerzas y me
guía por el recto sendero, a nadie temeré’.
Este momento de la
ordenación sacerdotal es el que vivió san Pedro a orillas del lago de Galilea
(Jn 21,15-19). Tú y Jesús de frente, sin intermediarios y con plena libertad
para celebrar una alianza definitiva, ¡para siempre!
Javier, hijo de Alberto y
Nancy, me amas más que a ellos y que a éstos.. Apacienta mis corderos…
Apacienta mis ovejas... Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e
ibas a donde querías. Pero cuando seas anciano, extenderás tus brazos, y otro
te atará y te llevará a donde no quieras.
Sí, Javier, una vez que te
consagre sacerdote, serás anciano, presbítero, y ya no te pertenecerás, serás
de Cristo, serás de la Iglesia, serás de María.
Todos los 7 de diciembre
recordamos al gran Padre y Doctor de la Iglesia, san Ambrosio, obispo de Milán.
De él
conservamos muchos escritos y entre ellos algunos sobre el sacerdocio.
Por eso me permito leerte uno, y también para ustedes para que perciban mejor
el misterio del sacerdocio.
“Has recibido la carga del
sacerdocio. Sentado en la popa de la Iglesia, gobiernas la nave en medio de las
olas que la combaten. Mantén firme el timón de la fe, para que las fuertes
tormentas de este mundo no te hagan desviar de tu rumbo. El mar es ciertamente
grande y dilatado, pero no temas, porque Él la fundó sobre los mares, Él la
afianzó sobre los ríos.
Por ello no es de extrañar
que, en medio de un mundo tan agitado, la Iglesia del Señor, edificada sobre la
roca apostólica, permanezca estable y, a pesar de los furiosos embates del mar,
resista inconmovible en sus cimientos. Las olas baten contra ella, pero se
mantiene firme y, aunque con frecuencia los elementos de este mundo choquen con
gran fragor, ella ofrece a los agobiados el seguro puerto de salvación.
Sin embargo, aunque fluctúa
en el mar, se desliza por los ríos, principalmente por aquellos ríos de los que
dice el salmo: ‘Levantan los ríos su voz’. Porque existen unos ríos que manan
de aquél que ha tomado de Cristo la bebida y ha recibido el Espíritu de Dios.
Éstos son los ríos que, por la abundancia desbordante de la gracia espiritual,
levantan su voz.
Y existe también un río que
se precipita entre sus santos como un torrente. Y existe un río que, como el
correr de las acequias, alegra al alma pacífica y tranquila. Todo aquél que
recibe de la plenitud de este río, como Juan Evangelista, como Pedro y Pablo,
levanta su voz; y, así como los apóstoles pregonaron por todos los confines de
la tierra el mensaje evangélico, así también éste se lanza a anunciar esa Buena
Nueva del Señor Jesús. Recibe, pues, de Cristo, para que puedas hablar a los
demás. Acoge en ti el agua de Cristo, aquella que alaba al Señor. Recoge el
agua proveniente de diversos lugares, la que derraman las nubes de los
profetas. Todo aquél que recoge el agua de los montes, el que la hace venir y
la bebe de las fuentes, la derrama luego como las nubes. Llena de esta agua tu
interior, para que la tierra de tu corazón quede humedecida y regada. Para
llenarse de esta agua es necesaria una frecuente e inteligente lectura; así,
una vez lleno, regarás a los demás. Por esto dice la Escritura: Si las nubes
van llenas, vierten lluvia sobre la tierra.
Sean tus palabras fluidas y
claras, de modo que tu predicación infunda suavidad en los oídos de tu pueblo y
con el atractivo de tus palabras lo hagas dúctil. De este modo te seguirá de
buen grado a donde lo lleves.
Tus exhortaciones estén
llenas de sabiduría. Como dice Salomón: Las armas del espíritu son los labios
del sabio; y, también: Tus labios estén atados por la inteligencia, es decir,
que tus homilías brillen por su claridad e inteligencia, y que tus
exhortaciones y tratados no tengan necesidad de apoyarse en las afirmaciones de
los demás, sino que tus palabras se defiendan con sus propias armas, y que
ninguna palabra vana y sin inteligencia salga de tu boca”.
Y ahora otro texto, que
pertenece a San Carlos Borromeo, que también fue obispo de Milán, 1100 años
después: “Todos somos débiles, lo admito, pero el Señor puso en nuestras manos
los medios con que poder ayudar fácilmente, si queremos, esta debilidad. Algún
sacerdote querría tener aquella integridad de vida que sabe se le demanda, querría
ser continente y vivir una vida angélica, como exige su condición, pero no
piensa en emplear los medios requeridos para ello: orar ayunar, evitar el trato
con los malos y las familiaridades dañinas y peligrosas.
Algún otro se queja de que,
cuando va a salmodiar o a celebrar la misa, al momento le acuden a la mente mil
cosas que lo distraen de Dios; pero éste, antes de celebrar la misa, ¿qué ha
hecho en la sacristía, cómo se ha preparado, qué medios ha puesto en práctica
para mantener la atención?
¿Quieres que te enseñe cómo
irás progresando en la virtud y, si ya estuviste atento en el coro, cómo la
próxima vez lo estarás más aún y tu culto será más agradable a Dios? Oye lo que
voy a decirte. Si ya arde en ti el fuego del amor divino, por pequeño que éste
sea, no lo saques fuera en seguida, no lo expongas al viento, mantén el fogón
protegido para que no se enfríe y pierda el calor; esto es, aparta cuanto
puedas las distracciones, conserva el recogimiento, evita las conversaciones
inútiles.
¿Estás dedicado a la
predicación y la enseñanza? Estudia y ocúpate en todo lo necesario para el
recto ejercicio de este cargo; procura antes que todo predicar con tu vida y
costumbres, no sea que, al ver que una cosa es lo que dices y otra lo que
haces, se burlen de tus palabras meneando la cabeza.
¿Ejerces la cura de almas?
No por ello olvides la cura de ti mismo, ni te entregues tan pródigamente a los
demás que no quede para ti nada de ti mismo; porque es necesario, ciertamente,
que te acuerdes de las almas a cuyo frente estás, pero no de manera que te
olvides de ti.
Sépanlo, hermanos, nada es
tan necesario para los clérigos como la oración mental; ella debe preceder,
acompañar y seguir nuestras acciones: Salmodiaré -dice el salmista- y
entenderé. Si administras los sacramentos, hermano, medita lo que haces; si
celebras la misa, medita lo que ofreces; si salmodias en el coro, medita a
quién hablas y qué es lo que hablas; si diriges las almas, medita con qué
sangre han sido lavadas, y así háganlo todo con espíritu de caridad; así
venceremos fácilmente las innumerables dificultades que inevitablemente
experimentamos cada día, ya que esto forma parte de nuestra condición; así
tendremos fuerza para dar a luz a Cristo en nosotros y en los demás”.
Querida Madre del Valle,
todos los días de la novena estuve rogando por Javier. Te pido que lo cuides
como has cuidado a tu Hijo Jesús, y aún más, porque los tiempos que vivimos son
difíciles y tramposos. Sobre todo, te pido que jamás deje la oración asidua y
fervorosa, ya que allí tendrá ese contacto vivo, confiado y amical con Jesús,
de quien participará en breve su sacerdocio para siempre. Que no se canse de
amar a Dios y al prójimo. Que todos los días se refugie en ti por medio del
rezo del Santo Rosario, y en Jesús presente en el Sagrario. Amén.